31 diciembre, 2020

Oración para despedir el año que termina y recibir el Año Nuevo

  Oración para despedir el año que termina y recibir el Año Nuevo

 

Se acerca el fin del 2020 y el mundo entero se prepara para recibir el nuevo año con fiestas y fuegos artificiales, pero muchos olvidan de celebrarlo con Dios, dueño de la vida y el tiempo. Por ello te compartimos esta oración para rezarla junto con tu familia, comunidad o amigos antes de la medianoche del 31 de diciembre.

Se recomienda estar alrededor del nacimiento o pesebre. Juntos comienzan diciendo: “En el nombre del Padre…”

Luego se hace la siguiente oración:

Lector 1: “Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar este año queremos darte gracias por todo aquello que recibimos de ti.

Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser. Te ofrecemos cuanto hicimos en este año, el trabajo que pudimos realizar, las cosas que pasaron por nuestras manos y lo que con ellas pudimos construir.

Lector 2: Te presentamos a las personas que a lo largo de estos meses quisimos, las amistades nuevas y los antiguos que conocimos, los más cercanos a nosotros y los que estén más lejos, los que nos dieron su mano y aquellos a los que pudimos ayudar, con los que compartimos la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.

Pero también, Señor, hoy queremos pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.

Todos: Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo. También por la oración que poco a poco se fue aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos los olvidos, descuidos y silencios, nuevamente te pido perdón.

A pocos minutos de iniciar un nuevo año, detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo tú sabes si llegaré a vivirlos.

Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría. Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.

Cierra tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes. Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno, que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso. Amén.”

Para terminar, los participantes se agarran de las manos y rezan un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria. Luego, entre todos, se dan un abrazo diciendo: “La paz sea contigo. ¡Feliz año Nuevo!”

(https://www.aciprensa.com/noticias/te-invitamos-a-rezar-esta-oracion-para-agradecer-a-dios-por-el-ano-nuevo-28842)

San Silvestre, Papa

 

Hoy se conmemora a San Silvestre, el primer Papa que no murió mártir 
 
San Silvestre, Papa  (270-335) fue el trigésimo tercer Papa de la Iglesia Católica. Su pontificado duró alrededor de 21 años, desde el año 314 hasta su muerte. Nació en Roma y gobernó a la Iglesia en la etapa en la que el Imperio Romano detuvo la persecución religiosa, gracias al Edicto de Milán (313). Una etapa de nuevos retos para los cristianos, en la que se afrontó la aparición y difusión de muchas herejías, el declive del espíritu religioso y las intromisiones del poder imperial, ocasionadas por Constantino, en los asuntos eclesiales.

En este contexto, Dios quiso que el Papa San Silvestre, elegido el 31 de enero del 314, asumiera el liderazgo de la Iglesia. Pasada la persecución, el arrianismo dividía a obispos y fieles. Cuando el emperador Constantino ordenó el Concilio de Nicea en el 325 -el primer concilio ecuménico- el Pontífice envió un obispo y dos sacerdotes en su nombre. En este concilio se condenó la herejía de Arrio (siglo III), que negaba la divinidad de Jesucristo y su consustancialidad con el Padre; además, se formuló el Credo de Nicea, luego aprobado por Silvestre.

El emperador y muchas familias conversas al cristianismo donaron bienes y riquezas a la Iglesia. San Silvestre se convirtió, entonces, en el primer Papa administrador. Ordenó la edificación de templos y convirtió el Palacio Laterano, donado por Constantino, en la primera catedral de Roma, hoy llamada San Juan de Letrán.

Murió el 31 de diciembre del 335 y por ello se le conmemora en este día. Fue el primer Pontífice que no murió mártir, después de 32 papas.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-se-conmemora-a-san-silvestre-el-primer-papa-que-no-murio-martir-71571)

24 diciembre, 2020

Visión de la Mística Alemana Santa Catalina Emmerick, sobre el nacimiento de Jesús

 APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA: PROFECÍA DE LA BEATA ANA CATALINA  EMMERICK SOBRE EL FALSO ECUMENISMO

A finales del siglo XVIII e inicios del XIX vivió en Alemania la famosa mística Ana Catalina Emmerick (1774-1824), quien llevó consigo los estigmas de la Pasión de Cristo y en los últimos años de vida solo se alimentó de la Eucaristía.

Dios le concedió revelaciones místicas de la vida de Jesús, San Juan Pablo II la beatificó en 2004 y el actor y director Mel Gibson se inspiró en sus visiones para realizar la película “La Pasión”. A continuación compartimos el relato de Ana Catalina Emmerick sobre lo que vio del nacimiento de nuestro Señor:

"He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada con la cara vuelta hacia Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el aire, a cierta altura de la tierra. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho".

"El resplandor en torno a ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía".

"Luego ya no vi más la bóveda. Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la Tierra, y aparecieron con claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba las miradas sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María".

"Vi a Nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mis ojos; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos".

"Poco tiempo después vi al Niño que se movía y le oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándole contra su pecho. Se sentó, ocultándose toda ella con el Niño bajo su amplio velo, y creo que le dio el pecho. Vi entonces que los ángeles, en forma humana, se hincaban delante del Niño recién nacido para adorarlo".

"Cuando había transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretase contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se levantó José, recibió al Niño entre sus brazos, y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del Cielo".

"María fajó al Niño: tenía solo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. ‘¡Ah, decía yo, este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!’".

"He visto en muchos lugares, hasta en los más lejanos, una insólita alegría, un extraordinario movimiento en esta noche. He visto los corazones de muchos hombres de buena voluntad reanimados por un ansia, plena de alegría, y en cambio, los corazones de los perversos llenos de temores. Hasta en los animales he visto manifestarse alegría en sus movimientos y brincos".

"Las flores levantaban sus corolas, las plantas y los árboles tomaban nuevo vigor y verdor y esparcían sus fragancias y perfumes. He visto brotar fuentes de agua de la tierra. En el momento mismo del nacimiento de Jesús brotó una fuente abundante en la gruta de la colina del Norte".

"A legua y media más o menos de la gruta de Belén, en el valle de los pastores, había una colina. En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores. Al nacimiento de Jesucristo vi a estos tres pastores muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa; por eso se quedaron alrededor de sus cabañas mirando a todos lados".

"Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre. Mientras los tres pastores estaban mirando hacia aquel lado del cielo, he visto descender sobre ellos una nube luminosa, dentro de la cual noté un movimiento a medida que se acercaba. Primero vi que se dibujaban formas vagas, luego rostros, y finalmente oí cantos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros".

"Como al principio se asustaron los pastores, apareció un ángel entre ellos, que les dijo: ‘No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo de Israel. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy ésta: encontraréis al Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre’".

"Mientras el ángel decía estas palabras, el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor. Vi a cinco o siete grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos. Oí que alababan a Dios cantando: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’".

"Más tarde tuvieron la misma aparición los pastores que estaban junto a la torre. Unos ángeles también aparecieron a otro grupo de pastores cerca de una fuente, al Este de la torre, a unas tres leguas de Belén. Los he visto consultándose unos a otros acerca de lo que llevarían al recién nacido y preparando los regalos con toda premura. Llegaron a la gruta del pesebre al rayar el alba".(ACI prensa).

20 diciembre, 2020

Cuarto Domingo de Adviento

Cuarto Domingo de Adviento 2020

Hoy celebramos el cuarto domingo de Adviento y la Iglesia invita a mirar a María, la “Virgen del Adviento”, quien desde aquel “Sí” al ángel, por nueve meses preparó humildemente su casa y su corazón para tener en sus brazos al Salvador. Ella es quien abre las puertas de la Navidad. 

En espera de su hijo, María sale al encuentro de su prima Isabel y aún gestando acude en su ayuda.

Evangelio: Lucas 1,26-38

26Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
27a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
28Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
29Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
30El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
31vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
32El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
33reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
34María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
35El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
36Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,
37porque ninguna cosa es imposible para Dios.»
38Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.( ACI prensa).

18 diciembre, 2020

Santa María de la “O”.

 Santa María de la O - ACI Prensa
 
Hoy se celebra tradicionalmente a Santa María de la “O”, la Virgen de la espera."Hoy se celebra tradicionalmente a Santa María de la “O”, la Virgen de la espera" "Hoy se celebra tradicionalmente a Santa María de la “O”, la Virgen de la espera" 
 

Hoy, 18 de diciembre, celebramos a la “Virgen de la Esperanza” o la “Virgen encinta”, también llamada “Virgen de la Dulce Espera” o, simplemente, “Virgen de la O” -denominación con la que más se le conoce-.

La advocación mariana de la “Virgen de la O” tiene su origen en una antigua tradición contenida en la Liturgia de las Horas. Entre el 17 y el 23 de diciembre, las antífonas del cántico evangélico de las Vísperas -las que se usan para el Magnificat- empiezan con la exclamación admirativa “Oh”: “Oh, Sabiduría…; “Oh, Adonai…”; “Oh, renuevo del tronco de Jesé…”; “Oh, llave de David...”. Estas son las llamadas “antífonas mayores” o antífonas de Adviento. La repetición constante de la exclamación “Oh”, para referirse a la Virgen en la oración de la tarde, dio origen a la expresión “Virgen de la Oh”. En el uso común se omite la letra “h”, quedando el título y la advocación “Virgen de la O” para llamar a la Bienaventurada Madre de Dios

Por otro lado, se dice que ya en los primeros siglos del cristianismo los fieles querían celebrar la dulce espera de la Virgen María. Es así que en el año 656, durante el décimo concilio de Toledo en España, se instituyó la fiesta mariana de la “espera” o “expectación del parto” y que fue fijada para el 18 de diciembre.

Oración

Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia.
Virgen del Adviento,
esperanza nuestra, de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.
Madre de los hombres, de la mar estrella,
llévanos a Cristo, danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre, la de gracia llena,
del Señor la esclava, del mundo la Reina.
Alza nuestros ojos, hacia tu belleza. ¡Amén!

(ACI prensa). 

12 diciembre, 2020

Nuestra Señora de Guadalupe

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Nuestra Señora de Guadalupe 

12 de Diciembre 

No se entristezca tu corazón… ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Con estas palabras, la Virgen de Guadalupe intentó consolar a un afligido Juan Diego, el 12 de diciembre de 1531 ¡Y vaya que lo hizo! ¡Y no solo a él! Las palabras de la Virgen nos consuelan también a nosotros, peregrinos en este mundo. Ellas nos recuerdan que nada hay que temer, porque Nuestra Madre siempre nos protege.


Hoy, por eso, celebramos a la Virgen de Guadalupe, Emperatriz de América y Patrona de México. Le damos gracias por el milagro de dejar su imagen grabada en aquella sencilla “tilma”, y por el milagro de haber dejado su rostro grabado en nuestros corazones, en el alma de una nación, de nuestro Continente, de nuestra cultura y de toda la Iglesia. María de Guadalupe es señal irrefutable de cuánto Dios ama a sus hijos.


La historia de la Virgen del Tepeyac


Una década después de iniciada la conquista de México, los misioneros se encontraban frente a una difícil situación. El esfuerzo evangelizador a cargo de los misioneros españoles -por distintos y complejos motivos- no había producido los frutos esperados. Entre otras cosas, pesaba sobre la conciencia de los conquistadores innumerables pecados cometidos contra los indígenas, y las contradicciones propias de la ambición desmedida y el ansia de poder. En ese contexto, los misioneros experimentaban cierto desconcierto por las escasas o poco sólidas conversiones.


Sin embargo, contra cualquier cosa que podría haberse esperado, el 9 de diciembre de 1531, la Madre de Dios cambiaría definitivamente el curso del proceso de evangelización, y lo haría de manera radical. María Santísima, en el lugar llamado Tepeyac, se le apareció a un humilde indio chichimeca de nombre Juan Diego, convertido al cristianismo. A los ojos del buen Juan Diego, se trataba de la “Señora”. Mientras que Ella, suscitando paz en el corazón del indígena, se presentó a sí misma como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”.


La Virgen le encomendó a Juan Diego que le pidiese al obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, que mande construir una Iglesia, dedicada a Ella, en el lugar de la aparición. Juan Diego comunicó el pedido de la Madre de Dios al obispo pero este no le creyó. En una aparición posterior, la Virgen le pidió a Juan Diego que insistiera. Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrarse con el prelado, sin lograr que este cambie de posición.


El martes 12 de diciembre, la Virgen se presentó nuevamente a Juan Diego, dándole palabras de consuelo y esperanza. Juan Diego, reconfortado, le confesó a la Virgen que tenía a su tío muy enfermo. Ella, entonces, le pidió que subiera a la cima del monte de Tepeyac, que recogiera flores y se las trajera. Aunque el pedido pudiera parecer descabellado -era invierno-, San Juan Diego obedeció. Al llegar encontró un brote de flores muy hermosas, las colocó en su tilma y se las llevó al Obispo, tal y como la Virgen se lo había pedido.


Estando frente al Prelado, San Juan Diego desplegó la parte delantera de su “tilma” dejando descubrir su carga. Las flores cayeron, pero algo inesperado ocurrió: en el tejido de la tilma había quedado impresa la imagen de la Virgen María. Frente a los ojos de Mons. Zumárraga y de los ocasionales testigos de la escena era, por decir lo menos, inusual. La imagen mostraba a la Virgen María aparecía como una mujer de tez morena, con rasgos mestizos; adornada como una reina, de pie sobre una media luna y sostenida por un ángel. Los presentes cayeron de rodillas impactados por aquello que estaban viendo. Mons. Zumárraga, conmovido, pidió perdón por su actitud inicial.


Al día siguiente, el Obispo, acompañado de Juan Diego, visitaría el lugar de las apariciones en el monte del Tepeyac. Allí, dio la orden para la construcción del templo, mientras los primeros hombres se ofrecían para realizar la obra, pedido expreso de la Virgen. Luego, Juan Diego se marchó presurosamente a ver a su tío Juan Bernardino, que había estado muy enfermo. Al llegar lo vio recuperado, de pie y evidenciando salud. ¡La Virgen había hecho el milagro! Juan Bernardino le contó a su sobrino que había visto a la “Señora” y que Ella le había pedido que contara de su curación al Obispo.


Significado


La presencia de la Virgen de Guadalupe en aquel momento y a lo largo de la historia de la Iglesia en América ha representado una fuente de fuerza inagotable, capaz de renovar una y otra vez el impulso evangelizador. Desde el momento de las apariciones, la Virgen se convirtió en la protagonista y la artífice de la reconciliación entre nativos y españoles, entre las culturas originales y la cultura occidental. María de Guadalupe es el catalizador del más rico y floreciente mestizaje; la prueba de que el Evangelio puede hundir sus raíces en las culturas, humanizarlas y coronarlas de grandeza; el sello indeleble de que la Buena Nueva es para todos. En los 7 años posteriores a las apariciones, millones de indios se convirtieron a la fe católica. Fue una eclosión de la fe que evoca la predicación de los Apóstoles después de Pentecostés.


Cada año, alrededor de 20 millones de personas visitan el Santuario de la Virgen de Guadalupe. Solo en los días cercanos a las celebraciones se calcula que pueden ser hasta tres millones los devotos que llegan al encuentro de la Virgen.


“Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación”... “Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión. Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores” (Palabras de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego). (ACI prensa).

06 diciembre, 2020

Domingo II (B) de Adviento

 

 

 El Periódico de México | Noticias de México | Columnas-VoxDei | «Preparad  el camino del Señor, enderezad sus sendas»

 

Domingo II (B) de Adviento Texto del Evangelio (Mc 1,1-8): Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: «Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas».

Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».

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«Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión» Fr. Faust BAILO (Toronto, Canadá)

Hoy, cuando se alza el telón del drama divino, podemos escuchar ya la voz de alguien que proclama: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Mc 1,3). Hoy, nos encontramos ante Juan el Bautista cuando prepara el escenario para la llegada de Jesús.

Algunos creían que Juan era el verdadero Mesías. Pues hablaba como los antiguos profetas, diciendo que el hombre ha de salir del pecado para huir del castigo y retornar hacia Dios a fin de encontrar su misericordia. Pero éste es un mensaje para todos los tiempos y todos los lugares, y Juan lo proclamaba con urgencia. Así, sucedió que una riada de gente, de Jerusalén y de toda Judea, inundó el desierto de Juan para escuchar su predicación.

¿Cómo es que Juan atraía a tantos hombres y mujeres? Ciertamente, denunciaba a Herodes y a los líderes religiosos, un acto de valor que fascinaba a la gente del pueblo. Pero, al mismo tiempo, no se ahorraba palabras fuertes para todos ellos: porque ellos también eran pecadores y debían arrepentirse. Y, al confesar sus pecados, los bautizaba en el río Jordán. Por eso, Juan Bautista los fascinaba, porque entendían el mensaje del auténtico arrepentimiento que les quería transmitir. Un arrepentimiento que era algo más que una confesión del pecado —en si misma, ¡un gran paso hacia delante y, de hecho, muy bonito! Pero, también, un arrepentimiento basado en la creencia de que sólo Dios puede, a la vez, perdonar y borrar, cancelar la deuda y barrer los restos de mi espíritu, enderezar mis rutas morales, tan deshonestas.

«No desaprovechéis este tiempo de misericordia ofrecido por Dios», dice San Gregorio Magno. —No estropeemos este momento apto para impregnarnos de este amor purificador que se nos ofrece, podemos decirnos, ahora que el tiempo de Adviento comienza a abrirse paso ante nosotros.

¿Estamos preparados, durante este Adviento, para enderezar los caminos para nuestro Señor? ¿Puedo convertir este tiempo en un tiempo para una confesión más auténtica, más penetrante en mi vida? Juan pedía sinceridad —sinceridad con uno mismo— a la vez que abandono en la misericordia Divina. Al hacerlo, ayudaba al pueblo a vivir para Dios, a entender que vivir es cuestión de luchar por abrir los caminos de la virtud y dejar que la gracia de Dios vivificara su espíritu con su alegría.

http://evangeli.net/evangelio/dia/2020-12-06

 

01 diciembre, 2020

Beato Charles de Foucauld

 

Charles de Foucauld: Aprobado el milagro que hará santo al beato francés -  ZENIT - Espanol

 

¡Oh!, Beato Charles de Foucauld, vos, sois el hijo
del Dios de la Vida y su amado beato, que, de milagro
os convertisteis, luego de vuestro peregrinar a Tierra
Santa. Vuestra vida: contemplación, pobreza, humildad,
y, “vivo” testimonio del Amor de Dios entre cristianos,
judíos y musulmanes. El Sahara, de vos, sabe y mucho,
pues allí, a Cristo imitasteis porque Él, os proveyó
de gracia y dones maravillosos. Los “bereberes” y los
“tuaregs” vuestros amigos eran y, de éstos últimos,
escribisteis sobre su lengua. Vuestra famosa orden,
la de la comunidad de los “Hermanitos de Jesús”, manos
hecharon a su evangelización. Y, de vuestro ejemplo,
nacen luego y, a imitación vuestra “Las Hermanitas
del Sagrado Corazón”, “Las Hermanitas de Jesús”, “Las
Hermanitas del Evangelio”, “Las Hermanitas de Nazaret”,
“Los Hermanitos del Evangelio” y “Los hermanitos de
de Charles Foucauld”, en honor vuestro. “Padre mío,
me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que
hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo. Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos. Te la doy, Dios mío, con
todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque
para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin
medida, con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre”.
Así, escribisteis a Dios, alguna vez, en las arenas
quemantes del Sahara, viviendo como otro Cristo más.
Años más tarde Juan Pablo II, el día del reconocimiento
de vuestro milagro, recalcó una vez más vuestra santa vida:
“Vivió en la pobreza, en la contemplación, en la humildad,
testimoniando fraternalmente el amor de Dios entre
los cristianos, los judíos y los musulmanes”. Mayor
prueba de vuestro amor, ya no hay. Por ello y cuando
vuestra alma, al cielo marchó, coronada fue con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega increíble de amor;
¡Oh!, San Charles de Foucauld, “Vivo Cristo de su Vivo Amor”.

© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1° de Diciembre
Beato Charles de Foucauld
Sacerdote Francés

Charles de Foucauld beatificado el domingo 13 de noviembre de 2005 en la Basílica de San Pedro del Vaticano, según ha revelado el postulador de su causa de beatificación, monseñor Maurice Bouvier.

Nacido en Estrasburgo (Francia) el 15 de septiembre de 1858, Charles de Foucauld, emprendió en 1883 una afortunada expedición en el desierto de Marruecos que la valió la medalla de oro de la Sociedad de Geografía.

Su conversión religiosa se produjo en 1886 y tiene como consecuencia la peregrinación a Tierra Santa realizada en 1888. Tras la experiencia como trapense en Siria y como eremita en Nazaret, en 1901 fue ordenado sacerdote. Estudió el árabe y el hebreo.

«Vivió en la pobreza, en la contemplación, en la humildad, testimoniando fraternalmente el amor de Dios entre los cristianos, los judíos y los musulmanes», recordó ante Juan Pablo II durante la ceremonia de promulgación del decreto de reconocimiento de un milagro atribuido a su intercesión el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

«Para imitar la vida oculta de Jesús en Nazaret, se fue a vivir en el corazón del desierto del Sahara, en Tamanrasset» (Hoggar), añadió el purpurado portugués el 20 de diciembre pasado.

Los bereberes le llamaban «marabut». Escribió varios libros sobre los tuaregs, en particular una gramática y un diccionario francés-tuareg, tuareg-francés.

Surgió en torno a él la comunidad de los Hermanitos de Jesús, empeñados en la evangelización de los tuaregs del Sáhara.

El 1 de diciembre de 1916, a la edad de 58 años, Charles de Foucauld muere por un disparo de fusil en medio de una escaramuza entre los bereberes de Hoggar.

Diez congregaciones religiosas y ocho asociaciones de vida espiritual han surgido de su testimonio y carisma. Entre ellos, se encuentran las Hermanitas del Sagrado Corazón, las Hermanitas de Jesús, las Hermanitas del Evangelio, las Hermanitas de Nazaret, los Hermanitos de Jesús, los Hermanitos del Evangelio; así como la Fraternidad Jesús Caritas, o la Fraternidad Charles de Foucauld. (http://www.charlesdefoucauld.org/)

Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.

(Charles de Foucauld).

(http://es.catholic.net/sacerdotes/315/733/articulo.php?id=24830)