¡Oh!, San Andrés, vos, sois el hijo del Dios de la Vida, su Apóstol y amado santo. Además de ser el primero en encontrar a Jesús y convertiros en su primer discípulo junto con San Juan, “el evangelista”, y ambos de Juan “el Bautista”, discípulos. Éste, viendo a Jesús pasar dijo: “He ahí el Cordero de Dios”. Y, vos, os emocionasteis y con Él, marchasteis sin dudarlo. Mas tarde a Simón vuestro hermano, os lo dijisteis: “Hemos encontrado al Salvador del mundo”. Y, también él, se fue con Jesús. Vos, sois el propiciador del “milagro de los cinco panes”, los milagros de Jesús visteis y sus sermones escuchasteis. El Espíritu Santo en Pentecostés os cubrió hecho lenguas de fuego. A vos, también os consultó el apóstol San Juan, para escribir el Evangelio Cuarto, pues dudaba el hacerlo, diciéndole: “Debe escribirlo. Y que los hermanos revisen lo que escriba”. Predicasteis la Buena Nueva por las ciudades, los campos y los montes de vuestro tiempo con valentía, milagros y prodigios obrando, hasta agotaros y entregar vuestra santa vida, en una muerte y también “muerte” pero en forma de “equis”. “Yo te venero ¡oh! Cruz Santa que me recuerdas la Cruz donde murió mi Divino Maestro. Mucho había deseado imitarlo a Él en este martirio. Dichosa hora en que tú al recibirme en tus brazos me llevarán junto a mi Maestro en el cielo”. Fueron vuestras palabras cuando visteis la cruz de vuestro martirio. Y, así, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega sublime de amor, donde el mismo Cristo, os coronó de gloria; ¡Oh!, San Andrés, “vivo martirio de cruz “equis”, y de Amor por Cristo”.
« Dichoso tú, querido apóstol Andrés, que
tuviste la suerte de ser el primero de los apóstoles en encontrar a
Jesús. Pídele a Él que nosotros le seamos totalmente fieles en todo,
hasta la muerte. »
San Andrés (cuyo nombre significa “varonil”) nació en
Betsaida, población de Galilea, situada a orillas del lago Genesaret.
Era hijo del pescador Jonás y hermano de Simón Pedro. La familia tenía
una casa en Cafarnaum, y en ella se hospedaba Jesús cuando predicaba en
esta ciudad.
Andrés tiene el honor de haber sido el primer discípulo que tuvo
Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de
Juan Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto
después de su ayuno y sus tentaciones) exclamó: “He ahí el cordero de
Dios”. Andrés se emocionó al oír semejante elogio y se fue detrás de
Jesús (junto con Juan Evangelista), Jesús se volvió y les dijo: “¿Qué
buscan?”. Ellos le dijeron: “Señor: ¿dónde vives?”. Jesús les respondió:
“Vengan y verán”. Y se fueron y pasaron con Él aquella tarde. Nunca
jamás podría olvidar después Andrés el momento y la hora y el sitio
donde estaban cuando Jesús les dijo: “Vengan y verán”. Esa llamada
cambió su vida para siempre.
Andrés se fue luego donde su hermano Simón y le dijo: “Hemos
encontrado al Salvador del mundo” y lo llevó a donde Jesús. Así le
consiguió a Cristo un formidable amigo, el gran San Pedro.
Al principio Andrés y Simón no iban con Jesús continuamente sino que
acudían a escucharle siempre que podían, y luego regresaban a sus
labores de pesca. Pero cuando el Salvador volvió a Galilea, encontró a
Andrés y a Simón remendando sus redes y les dijo: “Vengan y me siguen”, y
ellos dejando a sus familias y a sus negocios y a sus redes, se fueron
definitivamente con Jesús. Después de la pesca milagrosa, Cristo les
dijo: “De ahora en adelante serán pescadores de almas”.
El día del milagro de la multiplicación de los panes, fue Andrés el
que llevó a Jesús el muchacho que tenía los cinco panes. Andrés
presenció la mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó, uno por
uno, sus maravillosos sermones. Vivió junto a Él por tres años.
En el día de Pentecostés, Andrés recibió junto con la Virgen María y
los demás Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, y
en adelante se dedicó a predicar el evangelio con gran valentía y
obrando milagros y prodigios.
Un escrito que data del siglo III, el “Fragmento de Muratori” dice:
“Al apóstol San Juan le aconsejaban que escribiera el Cuarto Evangelio.
Él dudaba, pero le consultó al apóstol San Andrés, el cual le dijo:
‘Debe escribirlo. Y que los hermanos revisen lo que escriba”.
Una tradición muy antigua cuenta que el apóstol Andrés fue
crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya, en Grecia. Que
lo amarraron a una cruz en forma de X y que allí estuvo padeciendo
durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e instruir en la
religión a todos los que se le acercaban. Dicen que cuando vio que le
llevaban la cruz para martirizarlo, exclamó: “Yo te venero oh cruz santa
que me recuerdas la cruz donde murió mi Divino Maestro. Mucho había
deseado imitarlo a Él en este martirio. Dichosa hora en que tú al
recibirme en tus brazos, me llevarán junto a mi Maestro en el cielo”.
La tradición coloca su martirio en el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio cruel de Nerón.
Se llama «taumaturgo» al que hace muchos milagros. A este santo le
pusieron ese nombre porque según indica la tradición popular, desde
tiempos de Moisés, no se había visto a un hombre conseguir tantos
milagros como los que obtuvo San Gregorio.
Cuando era joven tuvo que viajar a Cesarea, en Palestina, a acompañar
a una hermana; estando allá, conoció al sabio más grande de su tiempo
que era Orígenes quien había puesto una escuela de teología en esa
ciudad.
Al estallar la persecución de Decio en 250, San Gregorio aconsejó a
los cristianos que se escondieran para que no tuvieran peligro de
renegar de su fe cristiana por temor a los tormentos. Se ha hecho
célebre en la historia de la Iglesia la frase que dijo este gran santo
poco antes de morir. Preguntó: «¿Cuántos infieles quedan aún en la
ciudad sin convertirse al cristianismo?» Le respondieron: «Quedan
diecisiete», y él exclamó gozoso: «Gracias Señor: ese era el número de
cristianos que había en esta ciudad cuando yo llegué a misionar aquí. En
ese tiempo no había sino 17 cristianos, y ahora no hay sino 17
paganos».
Las gentes lo invocaban después cuando hubo inundaciones y
terremotos, y es que San Gregorio con sus oraciones y sacrificios logró
detener terribles inundaciones que amenazaban acabar con toda los
cultivos y casas de la ciudad.
Texto del Evangelio (Lc 21,25-28.34-36):En
aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Habrá señales en el sol,
en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes,
perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres
de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo;
porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir
al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen
a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se
acerca vuestra liberación.
»Guardaos de que no se hagan pesados
vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las
preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre
vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda
la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que
tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar
en pie delante del Hijo del hombre».
_______________________
«Estad en vela (…) orando en todo tiempo para que (…) podáis
estar en pie delante del Hijo del hombre» Rev. D. Antoni CAROL i
Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, justo al comenzar un nuevo año litúrgico, hacemos el propósito
de renovar nuestra ilusión y nuestra lucha personal con vista a la
santidad, propia y de todos. Nos invita a ello la propia Iglesia,
recordándonos en el Evangelio de hoy la necesidad de estar siempre
preparados, siempre “enamorados” del Señor: «Guardaos de que no se hagan
pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por
las preocupaciones de la vida» (Lc 21,34).
Pero notemos un
detalle que es importante entre enamorados: esta actitud de alerta —de
preparación— no puede ser intermitente, sino que ha de ser permanente.
Por esto, nos dice el Señor: «Estad en vela, pues, orando en todo
tiempo» (Lc 21,36). ¡En todo tiempo!: ésta es la justa medida del amor.
La fidelidad no se hace a base de un “ahora sí, ahora no”. Es, por
tanto, muy conveniente que nuestro ritmo de piedad y de formación
espiritual sea un ritmo habitual (día a día y semana a semana). Ojalá
que cada jornada de nuestra vida la vivamos con mentalidad de
estrenarnos; ojalá que cada mañana —al despertarnos— logremos decir:
—Hoy vuelvo a nacer (¡gracias, Dios mío!); hoy vuelvo a recibir el
Bautismo; hoy vuelvo a hacer la Primera Comunión; hoy me vuelvo a casar…
Para perseverar con aire alegre hay que “re-estrenarse” y renovarse.
En
esta vida no tenemos ciudad permanente. Llegará el día en que incluso
«las fuerzas de los cielos serán sacudidas» (Lc 21,26). ¡Buen motivo
para permanecer en estado de alerta! Pero, en este Adviento, la Iglesia
añade un motivo muy bonito para nuestra gozosa preparación: ciertamente,
un día los hombres «verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran
poder y gloria» (Lc 21,27), pero ahora Dios llega a la tierra con
mansedumbre y discreción; en forma de recién nacido, hasta el punto que
«Cristo se vio envuelto en pañales dentro de un pesebre» (San Cirilo de
Jerusalén). Sólo un espíritu atento descubre en este Niño la magnitud
del amor de Dios y su salvación (cf. Sal 84,8).
¡Oh!, Nuestra Señora, Virgen de la Medalla Milagrosa; sólo a Vos, a quien llamamos entre otras letanías “Lucero de la Mañana”, “Torre de Marfil” y “Salud de los Enfermos”, pudisteis haberos aparecido a Santa Catalina Labouré, humilde vicentina religiosa así: “Vos, veníais de blanco vestida y junto a Vos, un globo, sobre el cual la cruz estaba. Vos, abristeis vuestras santas manos, y de vuestros dedos, fulgentes rayos luminosos salieron, que hacia la tierra descendieron”. Y, Ella os dijo: “Este globo que has visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan”. Entonces alrededor de Vuestra cabeza una aureola se formó con estas palabras: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti”. Y una voz os dijo a vos, Catalina: “Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen”, y apareció una M, sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María, que hasta hoy, plasmado está, está en la Medalla Milagrosa; ¡oh!, Señora Virgen de la Medalla Milagrosa, «Vivo Amor de Dios».
El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se apareció a
Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina, y se le apareció de
esta manera: La Virgen venía vestida de blanco. Junto a Ella había un
globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió sus
manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron
hacia la tierra. María Santísima dijo entonces a Sor Catalina:
“Este globo que has visto es el mundo entero donde viven
mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo
expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan
contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero
hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos preciosos
quedan perdidos, porque pocas veces me rezan”.
Entonces alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o
una aureola con estas palabras: “Oh María sin pecado concebida, ruega
por nosotros que recurrimos a Ti”. Y una voz dijo a Catalina: “Hay que
hacer una medalla semejante a esto que estas viendo. Todas las personas
que la lleven, sentirán la protección de la Virgen”, y apareció una M,
sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María. Es lo que
hoy está en la Medalla Milagrosa.
El Arzobispo de París permitió fabricar la medalla tal cual había
aparecido en la visión, y al poco tiempo empezaron los milagros. (lo que
consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino
nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen
Santa, llevando su sagrada imagen).
Oh!, San Leonardo de Porto Mauricio; vos, sois el hijo del Dios de la vida, y su amado santo y, el Franciscano hermano aquél, que, a imitación del Divino Maestro, y de San Francisco, vuestro hermano mayor; os entregasteis a la maravillosa obra del predicar, de la contemplación, de la oración, de la penitencia, el retiro, el silencio, y la asistencia espiritual; como caminos para la patria celeste alcanzar, guiando a la gentes de vuestro tiempo a través de la ruta del Amor, la luz y de la esperanza. Vos escribisteis: “En cada parroquia encontramos divisiones, odios, riñas, pleitos y peleas. Pero al final de la misión hacen las paces. Como llevan tres años en guerra, en estos años el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a la iglesia, y lo grave es que los papás no se atreven a corregirlos. Pero a pesar de todo, los frutos que estamos consiguiendo son muy abundantes”. A vos, también gracias damos, por instituido haber el Sagrado Vía Crucis, en el Coliseo aquél, que; en el que ayer, paganos impíos se deleitaban con la sangre de los mártires cristianos y que, vos, convertisteis en Coliseo de luz en honor del Rey de reyes, el Dios de la Vida, el Alpha y el Omega. Vos mismo dijisteis: “Me queda la satisfacción de que el Coliseo haya dejado de ser un sitio de cruel distracción, para convertirse en un lugar donde se ora y reza al único Dios Vivo y verdadero”. Y, así y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para recibir corona de luz, como muy justo premio a vuestra entrega de amor y fe. ¡Oh!, San Leonardo de Porto Mauricio, «Viva Luz de Dios».
San Leonardo de Puerto Mauricio Predicador Año 1751
Este santo ha sido uno de los mejores predicadores que ha tenido
Italia, y logró popularizar por todo el país el rezo del santo
Víacrucis. Nació en Puerto Mauricio (Italia) en 1676.
Estudió con los jesuitas en Roma. Y a los 21 años
logró entrar en la Comunidad de los franciscanos. Una vez ordenado
sacerdote se dedicó con gran éxito a la predicaciónpero
uniendo este apostolado al más estricto cumplimiento de los Reglamentos
de su comunidad, y dedicando largos tiempos al silencio y a la
contemplación. Decía que hay que hacer penitencia para que el cuerpo no
esclavice el alma y que es necesario dedicar buenos tiempos al silencio
para tener oportunidad de que Dios nos hable y de que logremos escuchar
sus mensajes.
Fue nombrado superior del convento franciscano de Florencia y allí
exigía la más rigurosa obediencia a los severos reglamentos de la
comunidad, y no recibía ayuda en dinero de nadie ni cobraba por la
celebración de las misas. Como penitencia, él y sus frailes vivían
únicamente de lo que recogían por las calles pidiendo limosna de casa en
casa. Su convento se llenó de religiosos muy fervorosos y con ellos
empezó a predicar grandes misiones por pueblos, campos y ciudades.
Un párroco escribía: “Bendita sea la hora en que se me ocurrió llamar
al Padre Leonardo a predicar en mi parroquia. Sólo Dios sabe el gran
bien que ha hecho aquí. Su predicación llega al fondo de los corazones.
Desde que él está predicando no dan abasto todos los confesores de la
región para confesar los pecadores arrepentidos”.
El Padre Leonardo fundó una casa en medio de las más solitarias
montañas, para que allá fueran a pasar unas semanas los religiosos que
desearan hacer una época de desierto en su vida. En esta casa había que
guardar el más absoluto silencio y no comer carne, sino solamente frutas
y verduras. Había que dedicar bastante tiempo al rezo de los salmos, y
hubo varios religiosos que rezaron allí hasta nueve horas diaria.
Volvían a sus casas totalmente enfervorizados. El mismo santo se iba de
vez en cuando a esa soledad a meditar, en absoluto silencio, y decía:
“Hasta ahora he estado predicando a otros. En estos días tengo que
predicarle a Leonardo”.
Se fue a Roma a predicar unos días y allá lo tuvo el santo Padre
predicando por seis años en la ciudad y sus alrededores. Al fin el Duque
de Médicis, envió un navío con la orden expresa de volverlo a llevar a
Florencia porque allá necesitaban mucho de su predicación. Las gentes
acudían en tal cantidad a escuchar sus sermones, que con frecuencia
tenía que predicar en las plazas porque los oyentes no cabían en los
templos. Las conversiones eran numerosas y admirables.
San Leonardo estimaba muchísimo el rezo del Santo Viacrucis (las 14
estaciones del viaje de Jesús hacia la cruz). A él se debe que esta
devoción se volviera tan popular y tan estimada entre la gente devota.
Como penitencia en la confesión ponía casi siempre rezar un Viacrucis, y
en sus sermones no se cansaba de recomendar esta práctica piadosa. En
todas las parroquias donde predicaba dejaba instaladas solemnemente las
14 estaciones del Viacrucis. Logró erigir el Viacrucis en 571 parroquias
de Italia.
Otras tres devociones que propagaba por todas partes
eran la del Santísimo Sacramento, la del Sagrado Corazón de Jesús y la
del Inmaculado Corazón de María. En este tiempo esas devociones estaban
muchísimo menos popularizadas que ahora. A San Leonardo se le ocurrió
una idea que después obtuvo mucho éxito: recoger firmas en todo el mundo
para pedirle al Sumo Pontífice que declarara el dogma de la Inmaculada
Concepción. Esto se hizo después en el siglo XIX y el resultado fue
maravilloso: millones y millones de firmas llegaron a Roma, y así los
católicos de todo el mundo declararon que estaban convencidos de que
María sí fue concebida sin pecado original.
Daba dirección espiritual a muchas personas por medio de cartas. Se
conservan 86 cartas que dirigió a una misma persona tratando de llevarla
hacia la santidad.
Se le encomendó ir a predicar a la Isla de Córcega que estaba en un
estado lamentable de abandono espiritual. Fue la más difícil de todas
las misiones que tuvo que predicar. Él escribía:“En
cada parroquia encontramos divisiones, odios, riñas, pleitos y peleas.
Pero al final de la misión hacen las paces. Como llevan tres años en
guerra, en estos años el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los
jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a la iglesia, y lo grave
es que los papás no se atreven a corregirlos. Pero a pesar de todo, los
frutos que estamos consiguiendo son muy abundantes”.
El Sumo Pontífice lo mandó volver a Roma para que se dedicara a
predicar Retiros y Ejercicios a religiosos y monjas. Y el éxito de sus
predicaciones era impresionante. San Leonardo logró entonces cumplir
algo que había deseado durante muchos años: poder erigir un Viacrucis en
el Coliseo de Roma (que era un estadio inmenso para los espectáculos de
los antiguos romanos, en el cual cabían 80,000 espectadores. Fue
construido en tiempos de Vespasiano y Tito, año 70, y siempre había
estado destinado a fines no religiosos.Sus impresionantes ruinas se conservan todavía).Desde
San Leonardo se ha venido rezando el Viernes Santo el Viacrucis en el
Coliseo, y casi siempre lo preside el Sumo Pontífice. El santo escribió
entonces: “Me queda la satisfacción de que el Coliseo haya dejado de ser
simplemente un sitio de distracción, para convertirse en un lugar donde
se reza”.
Ya muy anciano y muy desgastado de tanto trabajar y hacer penitencia,
y después de haber pasado 43 años recorriendo todo el país predicando
misiones, tuvo que hacer un largo viaje en pleno invierno. El Sumo
Pontífice le mandó que ya no viajara a pie, sino en carroza, pero por el
camino se destrozó el carruaje en el que viajaba y tuvo que seguir a
pie, lo cual lo fatigó inmensamente.
El 26 de noviembre llegó a Roma y cayó en cama. En seguida envió un
mensaje al Papa contándole que había obedecido su orden de volver a esa
ciudad. A las nueve de la noche llegó un Monseñor con un mensaje muy
afectuoso del Sumo Pontífice y una hora después murió nuestro santo. Era
el año 1751.
¡Oh!; Santa Catalina de Alejandría, vos, sois la hija del Dios de la Vida y su amada mártir, pues, vuestro ingenio, sabiduría y fortaleza de ánimo os catapultaron en vida a alcanzar los cielos eternos por amor a Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Con vuestra santa vida, no hicisteis otra cosa que, la de aleccionar a los cristianos de vuestro tiempo y estimularlos en su fidelidad a Cristo. Vuestra belleza e inteligencia os distinguieron en Alejandría, pues versada como erais en filosofía, buscabais siempre la verdad. Por ello, os bautizasteis cristiana. Y, desde allí, recriminasteis al emperador por su conducta y lo callasteis con vuestra rectitud de obrar. Enfrentasteis a los sabios del imperio y descubristeis sus sofismas tanto así, que, los convertisteis a vuestra fe. Nadie osó venceros en el campo de la razón, pero, sí, os vencieron por la fuerza de las armas, con aquella rueda con cuchillas, y la espada que, os cortó vuestra cabeza. Vos, representáis lo recto, lo justo y lo sublime y, por ello, lista estabais para dar la vida por la Verdad y la disteis. Hoy, vuestras reliquias en el monte Sinaí se veneran, y también en el monasterio que vuestro nombre lleva. Por ello, vos, sois, la Santa Patrona de los buscadores de la sabiduría y la verdad, y de los estudiantes y solteras de todo el orbe de la tierra; ¡Oh!; Santa Catalina; “viva novia de la Verdad y de la Sabiduría de Dios”.
25 de Noviembre Santa Catalina de Alejandría Mártir
Martirologio Romano: Santa Catalina, mártir, que, según
la tradición, fue una virgen de Alejandría dotada tanto de agudo ingenio
y sabiduría como de fortaleza de ánimo. Su cuerpo se venera
piadosamente en el célebre monasterio del monte Sinaí (s. inc.)
La veneración de los restos de santa Catalina en el monte
Sinaí y la celebridad del monasterio ortodoxo que lleva su nombre y que
los guarda ha hecho que casi haya disminuido la figura del mismo Moisés.
Se la venera tanto en Oriente como en Occidente. Los aficionados al
saber la tienen como patrona.
Nada sabemos con certeza histórica del lugar y fecha de su
nacimiento. La historia nos tiene velado el nombre de sus padres. Los
datos de su muerte, según la “passio”, son tardíos y están pletóricos de
elementos espureos. Por esto, algún historiador ha llegado a pensar que
quizá esta santa nunca haya existido. Así, Catalina de Alejandría sería
un personaje aleccionador salido de la literatura para ilustrar la vida
de los cristianos y estimularles en su fidelidad a la fe. De todos
modos es seguro que la fantasía ha rellenado los huecos en el curso del
tiempo.
Se la presenta como una joven de extremada belleza y aún mayor
inteligencia. Perteneciente a una familia noble. Residente en
Alejandría. Versada en los conocimientos filosóficos de la época y
buscadora incansable de la verdad. Movida por la fe cristiana, se
bautiza. Su vida está enmarcada en el siglo IV, cuando Maximino Daia se
ha hecho Augusto del Imperio de Oriente. Sí, le ha tocado compartir el
tiempo con este “hombre semibárbaro, fiera salvaje del Danubio, que
habían soltado en las cultas ciudades del Oriente”, según lo describe el
padre Urbel, o, con términos de Lactancio, “el mundo para él era un
juguete”. Recrimina al emperador su conducta y lo enmudece con sus
rectos razonamientos.
Enfrentada con los sabios del imperio, descubre sus sofismas e
incluso se convierten después de la dialéctica bizantina. Aparece como
vencedora en la palestra de la razón y vencida por la fuerza de las
armas en el martirio de rueda con cuchillas que llegan a saltar hiriendo
a sus propios verdugos y por la espada que corta su cabeza de un tajo.
Sea lo que fuere en cuanto se refiere a la historia comprobable, lo
cierto es que la figura de nuestra santa lleva en sí la impronta de lo
recto y sublime que es dar la vida por la Verdad que con toda fortaleza
se busca y una vez encontrada se posee firmemente hasta la muerte. Esto
es lo que atestigua la tradición, la leyenda y el arte.
¡Que bien nos vendrían hoy unas cuantas Catalinas que sepan ser mártires por la Verdad que es lo mismo que ser de Él testigos!
¡Oh!, Santos Andrés Dung-Lag y Compañeros, vosotros, sois los hijos del Dios de la Vida y sus amados santos, que sus vidas ofrendaron a lo largo de los siglos dieciocho y diecinueve y, que, santos proclamados fueron por Juan Pablo II en Roma. Vosotros, erais dominicos de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París; otros del clero local, más un seminarista y en estado laical muchos padres de familia, una madre, dieciséis catequistas, seis militares, cuatro médicos y, un sastre. Además, campesinos, pescadores y jefes de comunidades cristianas todos, decapitados, estrangulados, quemados vivos, descuartizados, y muertos en prisión a causa de las torturas y todos juntos, negándoos a pisotear la Cruz de Cristo o admitir la falsedad de vuestra santa fe. De todos vosotros la fórmula de canonización ha puesto en relieve seis santos nombres vuestros, no porque seáis menos importantes para Dios sino, porque ellos os representan toda vuestra gloria en el cielo. El primero, Andrés Dung-Lag, catequista y después sacerdote. Tomás Tran-VanThien, asesinado a los dieciocho años y Manuel Le-Van-Phung, catequista y padre de familia. Todos ellos, vietnamitas. Entre los misioneros extranjeros los dominicos Jerónimo Hermosilla, vicario apostólico del Tonkín oriental, y Valentín de Berriochoa y el francés Jean-Théophane Vénard de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París, cuyas cartas a santa Teresa de Lisieux inspiraron a rezar por las misiones de las que fue proclamada patrona junto a san Francisco Javier. Así, escribisteis la gloria de este día para la eternidad porque, todos vosotros entregasteis vuestras almas para coronadas ser con coronas de gloria y eternidad, como justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe; ¡oh!; Santos Andrés Dung-Lag y fieles compañeros mártires, “vivos gigantes de la fe del Dios de la Vida y de su Amor”.
24 de Noviembre Santos Andrés Dung-Lag y compañeros 117 Mártires vietnamitas de los siglos XVIII y XIX Mártires de Vietnam
Esta memoria obligatoria de los ciento diecisiete mártires
vietnamitas de los siglos XVIII y XIX, proclamados santos por Juan Pablo
II en la plaza de San Pedro el 19 de junio de 1988, celebra a mártires
que ya habían sido beatificados anteriormente en cuatro ocasiones
distintas: sesenta y cuatro, en 1900, por León XIII; ocho, por Pío X, en
1906; veinte, en 1909, por el mismo Pío X; veinticinco, por Pío XII, en
1951.
No sólo son significativos el número insuperado en la historia de las
canonizaciones, sino también la calificación de los santos (ocho
obispos, cincuenta sacerdotes, cincuenta y nueve laicos), la
nacionalidad (noventa y seis vietnamitas; once españoles; diez
franceses, el estado religioso (once dominicos; diez de la Sociedad de
las Misiones Extranjeras de París; otros del clero local, más un
seminarista, el estado laical (muchos padres de familia, una madre,
dieciséis catequistas, seis militares, cuatro médicos, un sastre; además
de campesinos, pescadores y jefes de comunidades cristianas).
Seis de ellos fueron martirizados en el siglo XV, los demás, entre
1835 y 1862; es decir, en el tiempo del dominio de los tres señores que
gobernaban Tonkín, Annam y Cochinchina, hoy integradas en la nación de
Vietnam.
En gran parte (setenta y cinco) fueron decapitados; los restantes
murieron estrangulados, quemados vivos, descuartizados, o fallecieron en
prisión a causa de las torturas, negándose a pisotear la cruz de Cristo
o a admitir la falsedad de su fe.
De estos ciento diecisiete mártires, la fórmula de canonización ha
puesto de relieve seis nombres particulares, en representación de las
distintas categorías eclesiales y de los diferentes orígenes nacionales.
El primero, del que encontramos una carta en el oficio de lectura, es
Andrés Dung-Lac. Nació en el norte de Vietnam en 1795; fue catequista y
después sacerdote. Fue muerto en 1839 y beatificado en 1900. Otros dos
provienen del centro y del sur del Vietnam. El primero, Tomás
Tran-VanThien, nacido en 1820 y arrestado mientras iniciaba su formación
sacerdotal, fue asesinado a los dieciocho años en 1838; el otro es
Manuel Le-Van-Phung, catequista y padre de familia, muerto en 1859
(beatificado en 1909).
Entre los misioneros extranjeros son mencionados dos españoles y un
francés. El dominico español Jerónimo Hermosilla, llegado a Vietnam en
1829, vicario apostólico del Tonkín oriental, fue muerto en 1861
(beatificado en 1909); el otro dominico, el obispo vasco Valentín de
Berriochoa, que llegó a Tonkín en 1858, a los treinta y cuatro años, fue
muerto en 1861 (beatificado en 1906).
El francés Jean-Théophane Vénard, de la Sociedad de las Misiones
Extranjeras de París, llegó a Tonkín en 1854 y fue asesinado a los
treinta y dos años (beatificado en 1906): sus cartas inspiraron a santa
Teresa de Lisieux a rezar por las misiones, de las que fue proclamada
patrona junto con san Francisco Javier.
Lista de los 117 Mártires de Vietnam
1 Andrés DUNG-LAC, Sacerdote 21-12-1839 2 Domingo HENARES, Obispo O.P. 25-06-1838 3 Clemente Ignacio DELGADO CEBRIAN, Obispo O.P. 12-07-1838 4 Pedro Dumoulin BORIE, Obispo M.E.P. 24-11-1838 5 José María DIAZ SANJURJO, Obispo O.P. 20-07-1857 6 Melchor GARCIA SAMPEDRO SUAREZ, Obispo O.P. 28-07-1858 7 Jerónimo HERMOSILLA, Obispo O.P. O1-11-1861 8 Valentín BERRIOCHOA, Obispo O.P. 01-11-1861 9 Esteban Teodoro CUENOT, Obispo M.E.P. 14-11-1861 10 Francisco GIL DE FEDERICH, Sacerdote O.P. 22-O1-1745 11 Mateo ALONSO LECINIANA, Sacerdote O.P. 22-O1-1745 12 Jacinto CASTANEDA, Sacerdote O.P. 07-11-1773 13 Vicente LE OUANG LIEM, Sacerdote O.P. 07-11-1773 14 Emanuel NGUYEN VAN TRIEU, Sacerdote 17-09-1798 15 Juan DAT, Sacerdote 28-10-1798 16 Pedro LE TuY, Sacerdote 11-10-1833 17 Francisco Isidoro GAGELIN, Sacerdote M.E.P. 17-10-1833 18 José MARCHAND, Sacerdote M.E.P. 30-11-1835 19 Juan Carlos CORNAY, Sacerdote M.E.P. 20-09-1837 20 Vicente DO YEN, Sacerdote O.P. 30-06-1838 21 Pedro NGUYEN BA TUAN, Sacerdote 15-07-1838 22 José FERNANDEZ, Sacerdote O.P. 24-07-1838 23 Bernardo VU VAN DUE, Sacerdote 01-08-1838 24 Domingo NGUYEN VAN HANH (DIEU), Sacerdote O.P. 01-08-1838 25 Santiago Do MAI NAM, Sacerdote 12-08-1838 26 José DANG DINH (NIEN) VIEN, Sacerdote 21-08-1838 27 Pedro NGUYEN VAN TU, Sacerdote O.P. 05-09-1838 28 Francisco JACCARD, Sacerdote M.E.P. 21-09-1838 29 Vicente NGUYEN THE DIEM, Sacerdote 24-11-1838 30 Pedro VO BANG KHOA, Sacerdote 24-11-1838 31 Domingo TUOC, Sacerdote O.P. 02-04-1839 32 Tomás DINH VIET Du, Sacerdote O.P. 26-11-1839 33 Domingo NGUYEN VAN (DOAN) XUYEN, Sacerdote O.P. 26-11-1839 34 Pedro PHAM VAN TIZI, Sacerdote 21-12-1839 35 Pablo PHAN KHAc KHOAN, Sacerdote 28-04-1840 36 Josée DO QUANG HIEN, Sacerdote O.P. 09-05-1840 37 Lucas Vu BA LOAN, Sacerdote 05-06-1840 38 Domingo TRACH (DOAI), Sacerdote O.P. 18-09-1840 39 Pablo NGUYEN NGAN, Sacerdote 08-11-1840 40 José NGUYEN DINH NGHI, Sacerdote 08-11-1840 41 Martín TA Duc THINH, Sacerdote 08-11-1840 42 Pedro KHANH, Sacerdote 12-07-1842 43 Agustín SCHOEFFLER, Sacerdote M.E.P. 01-05-1851 44 Juan Luis BONNARD, Sacerdote M.E.P. 01-05-1852 45 Felipe PHAN VAN MINH, Sacerdote 03-07-1853 46 Lorenzo NGUYEN VAN HUONG, Sacerdote 27-04-1856 47 Pablo LE BAo TINH, Sacerdote 06-04-1857 48 Domingo MAU, Sacerdote O.P. 05-11-1858 49 Pablo LE VAN Loc, Sacerdote 13-02-1859 50 Domingo CAM, Sacerdote T.O.P. 11-03-1859 51 Pedro DOAN LONG QUY, Sacerdote 31-07-1859 52 Pedro Francisco NERON, Sacerdote M.E.P. 03-11-1860 53 Tomás KHUONG, Sacerdote T.O.P. 30-01-1861 54 Juan Teofano VENARD, Sacerdote M.E.P. 02-02-1861 55 Pedro NGUYEN VAN Luu, Sacerdote 07-04-1861 56 José TUAN, Sacerdote O.P. 30-04-1861 57 Juan DOAN TRINH HOAN, Sacerdote 26-05-1861 58 Pedro ALMATO RIBERA, Sacerdote O.P. 01-11-1861 59 Pablo TONG VIET BUONG, Laico 23-10-1833 60 Andrés TRAN VAN THONG, Laico 28-11-1835 61 Francisco Javier CAN, Catequista 20-11-1837 62 Francisco DO VAN (HIEN MINH) CHIEU, Catequista 25-06-1838 63 José NGUYEN DINH UPEN, Catequista T.O.P. 03-07-1838 64 Pedro NGUYEN DicH, Laico 12-08-1838 65 Miguel NGUYEN HUY MY, Laico 12-08-1838 66 José HOANG LUONG CANH, Laico T.O.P. 05-09-1838 67 Tomás TRAN VAN THIEN, Seminarista 21-09-1838 68 Pedro TRUONG VAN DUONG, Catequista 18-12-1838 69 Pablo NGUYEN VAN MY, Catequista 18-12-1838 70 Pedro VU VAN TRUAT, Catequista 18-12-1838 71 Agustín PHAN VIET Huy, Laico 13-06-1839 72 Nicolás BUI DUC THE, Laico 13-06-1839 73 Domingo (Nicolás) DINH DAT, Laico 18-07-1839 74 Tomás NGUYEN VAN DE, Laico T.O.P. 19-12-1839 75 Francisco Javier HA THONG MAU, Catequista T.O.P. 19-12-1839 76 Agustín NGUYEN VAN MOI, Laico T.O.P. 19-12-1839 77 Domingo Bui VAN UY, Catequista T.O.P. 19-12-1839 78 Esteban NGUYEN VAN VINTI, Laico T.O.P. 19-12-1839 79 Pedro NGUYEN VAN HIEU, Catequista 28-04-1840 80 Juan Bautista DINH VAN THANH, Catequista 28-04-1840 81 Antonio NGUYEN HUU (NAM) QUYNH, Laico 10-07-1840 82 Pietro NGUYEN KHAC Tu, Catequista 10-07-1840 83 Tomás TOAN, Catequista T.O.P. 21-07-1840 84 Juan Bautista CON, Laico 08-11-1840 85 Martín THO, Laico 08-11-1840 86 Simón PHAN DAc HOA, Laico 12-12-1840 87 Inés LE THi THANH (DE), Laica 12-07-1841 88 Mateo LE VAN GAM, Laico 11-05-1847 89 José NGUYEN VAN Luu, Catequista 02-05-1854 90 Andrés NGUYEN Kim THONG (NAM THUONG), Catequista 15-07-1855 91 Miguel Ho DINH HY, Laico 22-05-1857 92 Pedro DOAN VAN VAN, Catequista 25-05-1857 93 Francisco PHAN VAN TRUNG, Laico 06-10-1858 94 Domingo PHAM THONG (AN) KHAM, Laico T.O.P. 13-01-1859 95 Lucas PHAM THONG (CAI) THIN, Laico 13-01-1859 96 José PHAM THONG (CAI) TA, Laico 13-01-1859 97 Pablo HANH, Laico 28-05-1859 98 Emanuel LE VAN PHUNG, Laico 31-07-1859 99 José LE DANG THI, Laico 24-10-1860 100 Mateo NGUYEN VAN (NGUYEN) PHUONG, Laico 26-05-1861 101 José NGUYEN DUY KHANG, Catequista T.O.P. 06-11-1861 102 José TUAN, Laico 07-01-1862 103 José TUC, Laico 01-06-1862 104 Domingo NINH, Laico 02-06-1862 105 Domingo TORI, Laico 05-06-1862 106 Lorenzo NGON, Laico 22-05-1862 107 Pallo (DONG) DUONG, Laico 03-06-1862 108 Domingo HUYEN, Laico 05-06-1862 109 Pedro DUNG, Laico 06-06-1862 110 Vicente DUONG, Laico 06-06-1862 111 Pedro THUAN, Laico 06-06-1862 112 Domingo MAO, Laico 16-06-1862 113 Domingo NGUYEN, Laico 16-06-1862 114 Domingo NHI, Laico 16-06-1862 115 Andrés TUONG, Laico 16-06-1862 116 Vicente TUONG, Laico 16-06-1862 117 Pedro DA, Laico 17-06-1862
_______________________
O.P. : Orden de los Predicadores (Dominicos) T.O.P.: Terciario de la Orden de los Predicadores M.E.P.: Sociedad de las Misiones Extranjeras de París
¡Oh!, San Clemente, vos, sois el hijo del Dios de la Vida, su amado santo y, el tercer sucesor de San Pedro, después de Lino y Cleto, gobernando la Iglesia en imitación a vuestro único Maestro: ¡Cristo! Escribisteis una carta a los Corintios con sabios y espirituales consejos y por ella a los paganos de vuestro tiempo convertisteis. “El que se conserva puro no se enorgullezca por ello, porque la pureza es un regalo gratuito de Dios y no una conquista nuestra”, escribisteis como clara verdad. Luego, fuisteis desterrado por Trajano, emperador a Crimea, en Rusia, condenándoos a trabajos forzados con otros dos mil cristianos. Las actas antiguas dicen que estos os decían: “Ruega por nosotros Clemente, para que seamos dignos de las promesas de Cristo”. San Ireneo, dice de vos que, visteis a los santos apóstoles Pedro y Pablo y tratasteis con ellos. En Crimea, a muchos paganos convertisteis y los bautizasteis. Vuestros obreros compañeros de la mina de mármol de sed sufrían, porque la fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros, pero vos, orasteis con gran fe y de pronto, apareció muy cerca, una fuente de agua cristalina, dándoos más fama de santidad y permitiéndoos conseguir más conversiones. Un día, os exigieron que adorarais a Júpiter, pero vos, dijisteis que no adorabais sino, al verdadero y único Dios, y osarrojaron al mar y, para que los cristianos no pudieran venerar vuestro cadáver, os ataron al cuello una pesa, pero, Dios jamás os abandonó y una gran ola devolvió vuestro cuerpo a la orilla, siendo recogido por San Cirilo y San Metodio, luego, llevado a Roma y recibido solemnemente. Así, marchó al cielo vuestra alma, que coronada fue, con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor; ¡oh!, San Clemente; “vivo mártir de la Luz Verdadera: ¡Cristo Jesús!”.
“El que se conserva puro no se enorgullezca por ello, porque la pureza es un regalo gratuito de Dios y no una conquista nuestra” Papa San Clemente I.
Oremos por nuestro actual Pontífice, para que a imitación
de San Clemente y los demás Pontífices santos que ha tenido la Iglesia
Católica, continúe guiando sabiamente a los que seguimos la santa
religión de Cristo.
Cuando los persigan no tengáis temor porque el Espíritu Santo hablará por vosotros (Jesucristo).
San Clemente fue el tercer sucesor de San Pedro (después de Lino y
Cleto) y gobernó a la Iglesia desde el año 93 hasta el 101. El año 96
escribió una carta a Los Corintios, que es el documento Papal más
antiguo que se conoce (Después de las cartas de San Pedro). En esa carta
da muy hermosos consejos, y recomienda obedecer siempre al Pontífice de
Roma (Entre otras cosas dice: “el que se conserva puro no se
enorgullezca por ello, porque la pureza es un regalo gratuito de Dios y
no una conquista nuestra”.
Por ser cristiano fue desterrado por el emperador Trajano a Crimea
(al sur de Rusia) y condenado a trabajos forzados a picar piedra con
otros dos mil cristianos. Las actas antiguas dicen que estos le decían:
“Ruega por nosotros Clemente, para que seamos dignos de las promesas de
Cristo”.
San Ireneo (que vivió en el siglo segundo) dice que Clemente vio a
los santos apóstoles Pedro y Pablo y trató con ellos. Las Actas antiguas
añaden que allá en Crimea convirtió a muchísimos paganos y los bautizó.
Los obreros de la mina de mármol sufrían mucho por la sed, porque la
fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros de distancia. El
santo oró con fe y apareció allí muy cerca una fuete de agua cristalina.
Esto le dio más fama de santidad y le permitió conseguir muchas
conversiones más.
Un día las autoridades le exigieron que adorara a Júpiter. Él dijo
que no adoraba sino al verdadero Dios. Entonces fue arrojado al mar, y
para que los cristianos no pudieran venerar su cadáver, le fue atado al
cuello un hierro pesadísimo. Pero una gran ola devolvió su cadáver a la
orilla. San Cirilo y San Metodio llevaron a Roma en el año 860 los
restos de San Clemente, los cuales fueron recibidos con gran solemnidad
en la Ciudad Eterna, y allá se conservan.
¡Oh!, Santa María, Niña Nuestra, Vos, sois la Hija del Dios de la Vida y del Amor Su amadísima y predilecta flor Y, ¡maravilla de maravillas! que, en este día, a Vos, os presentaron Joaquín y Ana, vuestros amadísimos padres, hijos del Dios de la Vida también, y santos en el Templo de Dios, para que Vos, fuerais instruida sobre la fe de vuestros padres y supierais vuestros deberes para con Dios. Y, Él, Vuestro Padre, el “Alpha y el Omega”, desde siempre y por siempre os bendijo amorosa y eternamente por los siglos de los siglos, ¡Kejaritomene¡ Aleluya! ¡Oh!, Santa María, Niña Nuestra, “¡Viva Luz y Amor de Dios!”.
21 de noviembre La Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo
Oración
Oh Dios, que quisiste que en este día fuese presentada en el templo
la Santísima Virgen María, morada del Espíritu Santo: suplicámoste por
su intercesión nos concedas merecer ser presentados en el templo de tu
gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Honramos hoy la Presentación en el Templo de aquella Niña de
bendición. Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos en una piadosa
tradición que surge en el escrito apócrifo llamado el «Protoevangelio de
Santiago». Según este documento la Virgen María fue llevada a la edad
de tres años por sus padres San Joaquín y Santa Ana. Allí, junto a otras
doncellas y piadosas mujeres, fue instruida cuidadosamente respecto la
fe de sus padres y sobre los deberes para con Dios.
Históricamente, el origen de esta fiesta fue la dedicación de la
Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén , en el año 543. Todo eso
se viene conmemorando en Oriente desde el siglo VI, y hasta habla de
ello el emperador Miguel Comeno en una Constitución de 1166.
Un gentil hombre francés, canciller en la corte del Rey de Chipre,
habiendo sido enviado a Aviñón en 1372, en calidad de embajador ante el
Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban
esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en
Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia.
Domingo 34 del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo (B)escucharDescargarVer 1ª Lectura y Salmo Texto del Evangelio (Jn 18,33-37):En
aquel tiempo, Pilato dijo a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?».
Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han
dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió
Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo,
mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero
mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres
Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido
y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo
el que es de la verdad, escucha mi voz».
________________________
«Soy Rey. (…) Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» Rev. D. Frederic RÀFOLS i Vidal (Barcelona, España)
Hoy, Jesucristo nos es presentado como Rey del Universo. Siempre me
ha llamado la atención el énfasis que la Biblia da al nombre de “Rey”
cuando lo aplica al Señor. «El Señor reina, vestido de majestad», hemos
cantado en el Salmo 92. «Soy rey» (Jn 18,37), hemos oído en boca de
Jesús mismo. «Bendito el rey que viene en nombre del Señor» (Lc 19,14),
decía la gente cuando Él entraba en Jerusalén.
Ciertamente, la
palabra “Rey”, aplicada a Dios y a Jesucristo, no tiene las
connotaciones de la monarquía política tal como la conocemos. Pero, en
cambio, sí que hay una cierta relación entre el lenguaje popular y el
lenguaje bíblico respecto a la palabra “rey”. Por ejemplo, cuando una
madre cuida a su bebé de pocos meses y le dice: —Tú eres el rey de la
casa. ¿Qué está diciendo? Algo muy sencillo: que para ella este niñito
ocupa el primer lugar, que lo es todo para ella. Cuando los jóvenes
dicen que fulano es el rey del rock quieren decir que no hay nadie
igual, lo mismo cuando hablan del rey del baloncesto. Entrad en el
cuarto de un adolescente y veréis en la pared quiénes son sus “reyes”.
Creo que estas expresiones populares se parecen más a lo que queremos
decir cuando aclamamos a Dios como nuestro Rey y nos ayudan a entender
la afirmación de Jesús sobre su realeza: «Mi Reino no es de este mundo»
(Jn 18,36).
Para los cristianos nuestro Rey es el Señor, es
decir, el centro hacia el que se dirige el sentido más profundo de
nuestra vida. Al pedir en el Padrenuestro que venga a nosotros su reino,
expresamos nuestro deseo de que crezca el número de personas que
encuentren en Dios la fuente de la felicidad y se esfuercen por seguir
el camino que Él nos ha enseñado, el camino de las bienaventuranzas.
Pidámoslo de todo corazón, pues «dondequiera que esté Jesucristo, allí
estará nuestra vida y nuestro reino» (San Ambrosio).
¡Oh!, San Odón; vos, sois el hijo del Dios de la vida, su amado santo y, el que, honor haciendo al significado de vuestro nombre: “superior de muchos”, así lo hicisteis, la unidad siendo en la oración, la meditación y sobre todo el amor, para el camino ser, y dirigir hacia la eternidad a vuestros santos monjes, conforme visteis vos en aquella visión: vuestra alma como un vaso muy hermoso, pero de serpientes lleno, y así vos comprendisteis que debíais dedicaros a la oración y la meditación. Así, vuestra santa vida terminó, recibiendo corona de luz que brilla imperecedera, como premio justo a vuestra entrega de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Oh¡ San Odón; viva «guía, luz y santidad del Dios Vivo».
Gracias Señor, por los grandes santos que les has dado a
tu Iglesia. También ahora necesitamos apóstoles de esa talla. No dejes
de enviarlos, que nos están haciendo mucha falta.Orad para no caer en
tentación porque el Espíritu está pronto, pero la carne es débil
(Jesucristo).
Odón en germano significa: “superior de muchos”. Este santo
se hizo famoso porque fue el superior del monasterio más célebre de su
tiempo, el de Cluny, y porque tuvo bajo su dirección más de mil monjes
en diversos conventos.
Su nacimiento fue el fruto de muchas oraciones de sus padres, que
deseaban tener un hijo pero la esterilidad no les permitía tenerlo.
Nació el 25 de diciembre del 879.
Cuando era joven empezó a sentir terribles dolores de cabeza y ningún
médico lograba curarlo. Al fin su padre y él prometieron a Dios que se
iría de religioso si se curaba. La curación le llegó muy pronto.
Un día leyó las Reglas que San Benito hizo para sus monasterios y se
dio cuenta de que él estaba muy lejos de la santidad, y entonces pidió
ser admitido como monje en un convento de San Benito.
El año 910 fue fundado el famoso Monasterio benedictino de Cluny (en
Francia) y el fundador lo llevó a él como ayudante. Después de la muerte
del fundador quedó Odón como Superior del inmenso monasterio.
Por muchos años fue Odón el superior casi irremplazable de Cluny, y
como allí se refugiaban grandes pecadores que deseaban llevar una vida
de santidad y de penitencia, él gobernaba de manera muy rígida, porque
era necesario que quien se iba a de religioso lo hiciera con toda
seriedad. Y así logró llevar a sus religiosos a un alto grado de
santidad.
Al principio Odón se dedicaba más al estudio que a la oración, pero
en una visión, contempló que su alma era como un vaso muy hermoso pero
lleno de serpientes. Con esto comprendió que si no se dedicaba
totalmente a la oración y a la meditación no sería agradable a Dios, y
desde entonces su vida fue un orar continuo y fervoroso y un meditar
constante en temas religiosos.
Él mismo narraba que cuando era un joven monje una noche a
medianoche, en pleno invierno, mientras iba al templo a la oración, se
encontró con un mendigo que tiritaba de frío. Él le regaló su manto,
pero tuvo que tiritar también de frío durante toda la oración. Mas al
llegar a su celda se encontró con una moneda de oro sobre su cama, y con
eso compró un nuevo manto.
Odón insistía muchísimo en que se rezaran con gran fervor los salmos y
en que se observara un gran silencio en el monasterio. Y fue formando
monjes tan fervorosos que con ellos logró fundar otros 15 monasterios
más.
El Sumo Pontífice lo llamó varias veces a Roma para que le ayudara a
calmar las guerras civiles, y con su gran ascendiente y su mucha fama de
santidad lograba que se hicieran las paces entre los que guerreaban.
A veces al llegar a algunos monasterios relajados a exigir estricta
observancia fue recibido con amenazas muy serias, pero luego al
conocerlo más de cerca, los revoltosos se calmaban y se volvían sus
grandes amigos y le obedecían totalmente.
Al morir el 18 de noviembre del año 942, dejaba monasterios muy
fervorosos por muchos sitios importantes de Europa y con ello contribuyó
inmensamente al resurgimiento del espíritu religioso.
¡Oh!, Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo, vosotras sois el cúlmen de nuestra fe pues, llevan los nombres de los dos apóstoles y santos más amados del Dios de la Vida, y cuyo carisma eterno e impercedero, vive en la roca viva plasmado en gloriosos Templos, que nos recuerdan vuestra grandeza singular. Vosotras dos, sois columnas vivas de amor, fe y esperanza, al igual que lo eran y lo son vuestras vuestras santas vidas que hoy convertidos en «Templos de Amor» están, sobre vuestras tumbas, hacia la Celeste Patria apuntando, para recuerdo del hombre y del mundo y de vuestras increíbles entregas de amor y fe. Vuestras construcciónes las debemos a Nicolás Papa V y su término y consagración a Urbano Papa VIII, para la Basílica de San Pedro; y para la de San Pablo, aSan León Magno Papa y el emperador Teodosio, pero, destruida por un incendio, se construyó la nueva consagrada por Pío Nono Papa. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡oh!, Basílicas de San Pedro y San Pablo, “vivo Amor de Dios”.
18 de Noviembre Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo
Propongámonos tener siempre el más grande respeto y veneración por nuestros templos.
La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el
Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la
consagración de la Basílica antigua. La construcción de este grandioso
templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está
construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.
Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza
abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el
emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica
iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la
colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que
pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando
cada vez más la Basílica.
Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el
Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro
(hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la
Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido
siempre el templo más famoso del mundo.
La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y
133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay
otro templo en el mundo que le iguale en extensión.
Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y
consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola).
Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael,
Miguel Angel y Bernini. Su hermosura es impresionante.
Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo,
que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio
llamado “Las tres fontanas”, porque la tradición cuenta que allí le fue
cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio
tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las
tales tres fontantas).
La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San
León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un
incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde
todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la
antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el
Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un
sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción:
“A San Pablo, Apóstol y Mártir”.
Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos
de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso
posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener
bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.
¡Oh!; Santa Isabel de Hungría; vos, sois la hija del Dios de la Vida, y su amada santa. Aquella mujer que, habiendo vestido de realeza, renunciasteis a todos vuestros honores habidos y por haber y a los bienes materiales para luego, hacer votos de pobreza en imitación a San Francisco y Santa Clara de Asís, consagrándoos al servicio de los pobres y débiles, como humilde, santa y fervorosa sierva franciscana. “¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y vestidos lujosos?”. Os preguntasteis aquella vez que decidisteis entrar en el Templo, para nunca más vestiros de lujo al visitar la casa de Dios. Y, así, cambiasteis vuestros vestidos de princesa por un hábito de hermana franciscana yvuestros cuatro años últimos de vuestra devota vida os dedicasteis a atender a los pobres y enfermos del hospital que habíais fundado. Cada día, recorríais ciudades, calles y campos, limosnas pidiendo para vuestros pobres. Vivíais en una humilde choza junto al hospital y os pasabais tejiendo y pescando para obtener dinero, con qué comprarles medicinas a vuestros enfermos. Poco antes de morir, un hermano lego os suplicó interceder por su brazo roto y él, os dijo: “¿Señora, usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora está tan hermosamente vestida?”. Y vos, contestasteis sonriente: “¡Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra! Estire su brazo que ya ha quedado curado”. ¡Y, aquél hombre quedó sano! Hoy, vos, estáis coronada toda de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor. Os rogamos pues que, en mérito de vuestra santa vida, intercedáis ante Jesús, Dios y Señor Nuestro, para que suscite en nuestro mundo mujeres que sirvan al DiosTrino y Señor de la Vida y de la Luz, en los pobres, los débiles, los menesterosos y en los más descreídos del mundo. ¡Santa Patrona de todos los pobres y débiles del mundo!; ¡Oh!; Santa Isabel, “vivo amor y pobreza de Cristo Jesús”.
17 de noviembre Santa Isabel de Hungría Viuda (1207- 1231)
Oración
Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus
fieles; y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel, haz que
despreciemos las prosperidades mundanales, y gocemos siempre de la
celestial consolación. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
“Que el Señor nos conceda como a su buena Isabel, el don
de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida y nuestros bienes a
ayudar a los más necesitados.”
Su Vida
Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el
Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia, el matrimonio tuvo tres
hijos. Se amaban tan intensamente que ella llegó a exclamar un día:
“Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo, ¿Cuánto más debiera amarte a
Ti?”. Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que
Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa. Él
respondía a los que criticaban: “Cuanto más demos nosotros a los pobres,
más nos dará Dios a nosotros”.
Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su
esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa. Isabel
casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la
voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió
entonces a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres
y desamparados.
El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con
sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día
daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera
para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la
abandonaría, ni a sus hijos. Finalmente algunos familiares la
recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le
devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos
construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias
necesitadas.
Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían
desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de
varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de
pobreza, como San Francisco de Asís, y consagró su vida al servicio de
los más pobres y desampardos. Cambió sus vestidos de princesa por un
simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los
últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a
atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado. Se
propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y
vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza
junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué
compararles medicinas a los enfermos.
Tenía un director espiritual que para ayudarla en su camino a la
santidad, la trataba duramente. Ella exclamaba: “Dios mío, si a este
sacerdote le tengo tanto temor, ¿cuánto más te debería temer a Ti, si
desobedezco tus mandamientos?”
Un día, cuando todavía era princesa, fue al templo vestida con los
más exquisitos lujos, pero al ver una imagen de Jesús crucificado pensó:
“¿Jesús en la Cruz despojado de todo y coronado de espinas, y yo con
corona de oro y vestidos lujosos?”. Nunca más volvió con vestidos
lujosos al templo de Dios.
Una vez se encontró un leproso abandonado en el camino, y no teniendo
otro sitio en dónde colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de
su marido que estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron
el caso. Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio
en su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo ensangrentado.
Recordó entonces que Jesús premia nuestros actos de caridad para con los
pobres como hechos a Él mismo.
El pueblo la llamaba “la mamacita buena”
Uno sacerdotes de aquella época escribió: “Afirmo delante de Dios que
raramente he visto una mujer de una actividad tan intensa, unida a una
vida de oración y de contemplación tan elevada”. Algunos religiosos
franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirman que
varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración, la vieron
rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como luces muy
resplandecientes.
El mismo emperador Federico II afirmó: “La venerable Isabel, tan
amada de Dios, iluminó las tinieblas de este mundo como una estrella
luminosa en la noche oscura”.
Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó
de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador
Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos
países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no
se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan
concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los
pobres.
El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le
destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles
dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con
trajes hermosísimos. Él dijo: “¿Señora, Usted que siempre ha vestido
trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?”. Y ella
sonriente le dijo: “Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la
tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado”. El paciente estiró el
brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e
instantánea.
Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un
monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible
dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia.
Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y
de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su
enfermedad.
Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice a declararla
santa, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte. Santa
Isabel de Hungría es patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.
Una Historia
No faltó quien acusó a la princesa ante el propio duque de estar
dilapidando los caudales públicos y dejar exhaustos los graneros y
almacenes. El margrave Luis, quería a su esposa con delirio, pero no
pudo resistir, sin duda, el acoso de sus intendentes y les pidió una
prueba de su acusación.
– Espera un poco -le dijeron- y verás salir a la señora con la
faltriquera llena. Efectivamente, poco tuvo que esperar el duque para
ver a su mujer que salía, como a hurtadillas, de palacio cerrando
cautelosamente la puerta. Violentamente la detuvo y la preguntó con
dureza:
– ¿Qué llevas en la falda?
– Nada…, son rosas -contestó Isabel tratando de disculparse, sin recordar que estaba en pleno invierno-.
Y, al extender el delantal, rosas eran y no mendrugos de pan lo que
Isabel llevaba, porque el Señor quiso salir fiador de la palabra de su
sierva.
Cada 16 de noviembre la Iglesia celebra a San Roque González de Santa Cruz, sacerdote jesuita, mártir y primer santo paraguayo.
San Roque nació en Asunción, Paraguay, en 1576. A los 22 años
fue ordenado sacerdote y posteriormente nombrado párroco de la Catedral
de Asunción. En 1609 ingresó a la Compañía de Jesús y unos años
después, el 25 de marzo de 1615, fundó la reducción de Nuestra Señora de
la Anunciación de Itapúa (actual ciudad argentina de Posadas), la que
sería posteriormente trasladada a la ciudad paraguaya de Encarnación.
Debido a esto San Roque González es considerado el fundador y patrono de
ambas ciudades.
A lo largo de su vida misionera, Roque fundó otras reducciones, las
que también dieron origen a ciudades actuales de Brasil, Argentina y
Paraguay. El padre Roque hizo de la Virgen María la guía y protectora de
su obra evangelizadora. Siempre llevaba un cuadro de la Madre de Dios
consigo y predicaba con él al frente, o recorría los caminos llevándolo
en las manos, algo que producía la admiración de los indígenas, quienes,
conmovidos por la maternal figura de la Madre de Dios, solían abrir el
corazón a Dios y a la fe.
Sin embargo, no todos fueron receptivos al anuncio del Evangelio ni a
las propuestas de los jesuitas. En la zona de Ijuí, el cacique Ñezú,
jefe de la tribu guaraní del lugar, rechazaba la idea de una reducción y
terminó enfrentándose al padre Roque. El día 15 de noviembre de 1628,
los encargados de la reducción -padre Roque González de Santa Cruz y el
padre español Alonso Rodríguez Olmedo- fueron asesinados. Sus verdugos
utilizaron un hacha de piedra para lograr su nefasto objetivo. La misma
suerte corrió el jesuita Juan del Castillo, también español, dos días
después. Los cuerpos del padre Roque y el padre Alonso fueron arrojados
al fuego. Milagrosamente el corazón de San Roque quedó intacto mientras
el resto de su cuerpo se redujo a cenizas. Al ser recogido por un grupo
de indígenas, de acuerdo a los testimonios posteriores, algunos de ellos
escucharon una voz que provenía del corazón del santo, que los llamaba
al arrepentimiento.
Poco después, el corazón de San Roque fue recuperado por los
jesuitas, quienes corroboraron sorprendidos que este se mantenía en
perfecto estado. Como el tiempo pasó y el corazón se mantenía
incorrupto, fue llevado a Roma junto al hacha de piedra con la que el
grupo de misioneros jesuitas fue martirizado. Actualmente, el corazón de
San Roque y el hacha se encuentran en la Capilla de los Mártires, en el
Colegio de Cristo Rey en Asunción (Paraguay).
En 1988, San Juan Pablo II, durante su visita a Paraguay, canonizó a
San Roque Gonzáles, y a los españoles San Alfonso Rodríguez y San Juan
Del Castillo; todos ellos mártires jesuitas en tierras americanas.
“Ni los obstáculos de una naturaleza agreste, ni las incomprensiones
de los hombres, ni los ataques de quienes veían en su acción
evangelizadora un peligro para sus propios intereses, fueron capaces de
atemorizar a estos campeones de la fe. Su entrega sin reservas los llevó
hasta el martirio”, destacó el Papa Peregrino en aquella ocasión.
¡Oh!, San Alberto Magno; vos, sois el hijo del Dios de la Vida, su amado santo y el más sabio y amoroso de vuestro tiempo porque, vuestra cerviz reclinasteis ante Nuestra Señora, Santa Madre de Dios, pidiéndole sabiduría y, ella, os fue en el mismo acto concedida de manera maravillosa y María misma os dijo: “Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a Mí que soy “Trono de la Sabiduría?”. ¡Y, así lo hicisteis! Y, ya con Ella en vuestro corazón, la compartisteis con el mundo de vuestro tiempo y, en “blanco y negro” plasmasteis el saber todo de Dios, en temas de Teología, Filosofía, Geografía, Química, Astronomía y muchos otros saberes más. No en vano, llamado erais “El Magno”, “el grande” y el “Doctor Universal”, porque, de todo sabíais cuando erais consultado. Vos, que habiendo sido de familia pudiente y de alta alcurnia, Alemania toda la recorristeis, predicando y viajando de limosna y además, hospedándoos como un simple limosnero con el sólo afán, de aumentar vuestra humildad. Y, así, un día, mientras gastabais vuestra santa vida con vuestros hermanos religiosos, voló vuestra alma al cielo para luego coronada ser, con corona eterna de luz y de gloria como muy justo premio a vuestra entrega increíble e inmensa de amor, pues toda vuestra vida llevar fue, a todas las almas hacia Dios, pues, es Él, la única “Vida verdadera y caridad”; ¡oh!, San Alberto Magno; “vivo Amor del Dios de la Vida”.
15 de Noviembre San Alberto Magno Doctor de la Iglesia Año 1280
La Virgen Santísima nos conceda como a su buen devoto San
Alberto, el don de la sabiduría, para hacer mucho bien. El primer paso
para adquirir sabiduría es tener un gran deseo de instruirse. (S.
Biblia. Proverbios).
Alberto significa: “de buena familia” (Al = familia. Bert =
buena). Ya en su tiempo la gente lo llamaba “El Magno”, el grande, el
magnífico, por la sabiduría tan admirable que había logrado conseguir.
Lo llamaban también “El Doctor Universal” porque sabía de todo: de
ciencias religiosas, de ciencias naturales, de filosofía, etc. Era
geógrafo, astrónomo, físico, químico y teólogo. La gente decía “Sabe
todo lo que se puede saber” y le daba el título de “milagro de la
época”, “maravilla de conocimientos” y otros más. Tuvo el honor San
Alberto de haber sido el maestro del más grande sabio que ha tenido la
Iglesia Católica, Santo Tomás de Aquino, y esto le aumentó su
celebridad. El descubrió el genio que había en el joven Tomás.
Nació en Alemania en 1206. Era de familia rica y de importancia en el
gobierno y en la alta sociedad. Su padre era Conde, o sea gobernador de
la región. Estudió en la Universidad de Padua. Allí se encontró con el
más grande pescador de vocaciones, el beato Jordán de Sajonia, sucesor
de Santo Domingo, y aunque el papá de Alberto se oponía a que su hijo se
hiciera religioso, sin embargo la personalidad de Jordán fue tan
impresionante para él, que dejó todo su futuro de hacendado, político y
hombre de mundo, y entró de religioso con los Padres Dominicos.
Él mismo contaba que de joven le costaban los estudios y por eso una
noche dispuso huir del colegio donde estudiaba. Pero al tratar de huir
por una escalera colgada de una pared, en la parte de arriba, le pareció
ver a Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: “Alberto, ¿por qué en
vez de huir del colegio, no me rezas a Mí que soy ‘Trono de la
Sabiduría?”.
Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y
para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a
morir, olvidarás todo lo que sabías”. Y así sucedió. Y al final de su
vida, un día en un sermón se le olvidó todo lo que sabía, y dijo: “Es
señal de que ya me voy a morir, porque así me lo anunció la Virgen
Santísima”. Y se retiró de sus labores y se dedicó a orar y a prepararse
para morir, y a los pocos meses murió.
En Colonia, en París y en varias otras universidades fue profesor
brillantísimo y de muchas naciones iban estudiantes a escuchar sus
clases. Él tuvo el mérito de haber separado la teología de la filosofía,
y de haber descubierto que el filósofo Aristóteles tiene un gran
parecido con las ideas cristianas (lo cual perfeccionará luego su
discípulo Santo Tomás).
Escribió 38 volúmenes, de todos los temas. Teología, filosofía,
geografía, química, astronomía, etc. Era una verdadera enciclopedia
viviente. Fue nombrado superior provincial de su comunidad de Dominicos.
Y el Sumo Pontífice lo nombró Arzobispo de Ratisbona, pero a los dos
años renunció a ese cargo para dedicarse a dar clases y escribir, que
eran sus oficios preferidos.
Habiendo sido de familia muy rica y de alta posición social, recorrió
Alemania predicando, y viajando de limosna y hospedándose donde le
dieran posada como a un limosnero. Era una buena práctica para aumentar
la virtud de la humildad.
El 15 de noviembre de 1280, mientras charlaba tranquilamente con unos
religiosos de su comunidad, quedó muerto plácidamente. Tenía 74 años.
Dejaba fama de haber sido más sabio que todos los sabios de su tiempo.
Todas las enseñanzas tenían por fin llevar el alma hacia Dios que es
amor.