Oh, Divino Niño; Vos sois
el mismo Dios, que del cielo
bajado y en María encarnado;
con Vuestra prístina inocencia
desde muy pequeño, mostrabais
ya, el camino, la verdad y
la vida -y una de abundancia-
para los hombres de todos
los tiempos. Hoy, Niño Dios
ojalá brillarais el tiempo todo
en nuestras vidas y Vuestro
amor de cuando Niño y Vuestra
esencia nos recordara, que se
es humilde en la grandeza,
pues siendo Dios; a nosotros
igual Os hicisteis, y como
uno más vivisteis, Realeza y
Cetro dejando. Nadie, ni nada
hay como Vos, siempre con
Vuestros brazos y corazón
abiertos y Vuestra tierna y
celestial sonrisa, presto
siempre a escuchar los ruegos
y alabanzas, y que jamás en
vano, hombre alguno, haya
dirigido sus creces, hacia
vos, sin sido haber, en sus
súplicas y peticiones negado;
oh, Divino Niño, “Enmanuel”.
© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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el mismo Dios, que del cielo
bajado y en María encarnado;
con Vuestra prístina inocencia
desde muy pequeño, mostrabais
ya, el camino, la verdad y
la vida -y una de abundancia-
para los hombres de todos
los tiempos. Hoy, Niño Dios
ojalá brillarais el tiempo todo
en nuestras vidas y Vuestro
amor de cuando Niño y Vuestra
esencia nos recordara, que se
es humilde en la grandeza,
pues siendo Dios; a nosotros
igual Os hicisteis, y como
uno más vivisteis, Realeza y
Cetro dejando. Nadie, ni nada
hay como Vos, siempre con
Vuestros brazos y corazón
abiertos y Vuestra tierna y
celestial sonrisa, presto
siempre a escuchar los ruegos
y alabanzas, y que jamás en
vano, hombre alguno, haya
dirigido sus creces, hacia
vos, sin sido haber, en sus
súplicas y peticiones negado;
oh, Divino Niño, “Enmanuel”.
© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Julio
El Divino Niño
Historia de la Devoción
En el año 1935 llegó el Padre Salesiano Juan del Rizzo al barrio “20 de julio”, al sur de Bogotá, una región muy solitaria y abandonada en aquellos tiempos. Le habían prohibido emplear la Imagen del Niño de Praga porque una asociación muy antigua reclamaba para ella el derecho exclusivo de propagar esa imagen. El Padre del Rizzo estaba convencido de que a Dios le agrada mucho que honremos la infancia de Jesús, pues así lo ha demostrado con innumerables y numerosos milagros. ¿Si otros niños son tan inocentes y tan dignos de ser amados, cuánto más lo será el niño Jesús? Además recordaba muy bien la promesa hecha por Nuestro Señor a una santa: ” Todo lo que quieres pedir pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado si te conviene conseguirlo”. Así que no desistió de propagar la devoción al Divino Niño pero dispuso adquirir una nueva imagen.
Se fue a un almacén de arte religioso llamado “Vaticano” propiedad de un artista italiano, y le encargó una imagen bien hermosa del Divino Niño. Le prestaron una imagen bellísima, el padre la llevó para sus solitarios, desérticos y abandonados campos del “20 de julio”. Ahora empezaría una nueva era de milagros en esta región.
Esta es un de las imágenes más hermosas y agradables que han hecho de nuestro Señor. Con los brazos abiertos como queriendo recibir a todos. Con una sonrisa imborrable de eterna amistad. Atrae la atención y el cariño desde la primera vez que uno le contempla. Allí a su alrededor se han obrado y se siguen obrando maravillosos favores, para quien no conozca los prodigios que obtiene la fe parecerían fábulas o cuentos inventados por la imaginación, pero que son muy ciertos para quienes recuerdan la promesa de Jesús ” Según sea tu fe así serán las cosas que te sucederán”.
El Padre Juan comenzó a narrar a las gentes los milagros que hace el Divino Niño Jesús a quienes le rezan con fe y a quienes ayudan a los pobres, y empezaron a presenciarse prodigios admirables: enfermos que obtenían la salud, gentes que conseguían buenos empleos o estudio para los niños, o casa o éxito en los negocios. Familias que recobraban la paz. Pecadores que se convertían. Y cada persona que obtenía un favor del Divino Niño Jesús se encargaba de propagar su devoción entre amigos y conocidos.
¿Quiére que su vida cambie y mejore por completo? No deje pasar ninguna semana sin leer una página de la sagrada Biblia. Propósito: No pasará este año sin que en mi familia consigamos y leamos el bellísimo librito titulado ” los nueve domingos al niño Jesús” y el devocionario católico. Se puede pedir al la Parroquia del Niño Jesús calle 27 Sur No. 5A-27 teléfono 2093366
Las Cuatro Condiciones
Las cuatro condiciones que recomendaba el Padre Juan, para obtener favores del Divino Niño Jesús.
1ra. Ofrecerle la Santa Misa Durante Nueve Domingos y confesarse y comulgar al menos en uno de ellos.
2do. Dar una libra de chocolate (o equivalente en dinero o en comida) a los pobres.
3ro. Si la persona es pudiente dar un mercado para familias pobres (o su equivalente en dinero). No repartir en la calle porque se forma desorden.
4to. Propagar la devoción al Divino Niño narrando a otros los milagros que Él hace a sus devotos y repartiendo novenas estampas, almanaques, etc. e invitando a otras personas a que hagan el ensayo de visitar al Niño Jesús y de pedirle lo que necesitan.
El Padre Juan recomendaba también
1ro. No dejar ningún domingo sin asistir a Misa. El que abandona a Dios, lo abandona Dios. El que no deja domingos sin asistir a Misa recibe favores que jamás había imaginado.
2do. No vivir en pecado mortal. Si se vive en unión libre, o en matrimonio civil o robando o emborrachándose, u odiando, y si se admiten en casa parejas no casadas por lo católico, con todo eso se atraen maldiciones y castigos de Dios sobre el hogar. El Padre Juan repetía mucho esa frase de San Pablo: “los que viven en impureza, los borrachos los ladrones, no entrarán en el Reino de los cielos”.
3ro. Que la limosna que se da sea costosa. Si solamente se da a los pobres y a Dios lo que sobra, lo que no vale nada, eso no le gusta a nuestro Señor. La sagrada Biblia dice que para Dios y para los pobres hay que dar la décima parte de lo que se gana (el Diezmo) y que Dios le devolverá a cada uno cien veces más de lo que haya dado, y le concederá después la vida eterna.
¿Qué regala usted? ¿Regala sólo para el cuerpo? (comidas, bebidas, ropas, joyas) Regale para el alma. Regale lo mejor, regale libros religiosos. Gánese premios para el cielo regalando buenos libros en la tierra.
Biografía del Padre Rizzo
El 16 de mayo de 1882, nació en Azzano Décimo, Véneto, Italia, el padre Juan del Rizzo, el más grande apóstol de la devoción al Divino Niño Jesús que ha tenido Colombia.
Hemos pasado ya el año centenario de su nacimiento. Y es muy interesante que repasemos algunos de los datos de su simpática biografía. Sus padres fueron Antonio del Rizzo y Juana Battiston, personas tan profundamente religiosas que su párroco dejó por escrito: “Los del Rizzo figuran siempre en primera línea en todas las actividades religiosas de la parroquia”.
Su padre había sido militar y formó al hijo en rígida disciplina y fortaleza de ánimo.
Las gentes de aquella región son algo rudas y ásperas, pero tenaces; de amplio corazón, generosos y abnegados. Así resultó Juan del Rizzo Battiston.
TROPIEZOS EN SU VOCACIÓN
Desde muy joven deseaba Juan ser sacerdote, pero sus amigos se burlaban de él diciendo: “Tienes las tres cualidades para que no te reciban de sacerdote: eres feo, eres malgeniado y eres pobre. ¿No sabes que para ser aceptado en el seminario hay que ser algo más simpático y no ser tan acampesinado como tú?”
Pero él respondía confiado: “Digan lo que digan, yo tengo que llegar a ser sacerdote”. Y ya viejo repetía después “Por terco logré llegar al sacerdocio, por que en cuanto a cualidades me faltaban más de la mitad”.
LOS QUE AFIRMABAN DECIAN QUE SI Y LOS QUE NEGABAN DECIAN QUE NO
Había dos sacerdotes en el pueblo de Azzano Décimo. Uno le tenía antipatía al joven del Rizzo por su carácter algo brusco y rebelde. Este le decía: “Déjese de boberías: ¿si solo tiene alas de mariposa para qué quiere ser águila?. Abandone la idea de ser sacerdote. Usted no saldrá de simple aldeano. Para eso sirve y nada más.”
Pero el otro sacerdote, descubriendo que bajo la corteza algo áspera y antipática del muchacho bullía un corazón que amaba mucho a Dios, y que en su espíritu había un gran deseo de hacer apostolado (cualidad número uno para saber si hay vocación sacerdotal) le dijo: “Hay unos padres que son como los piojos: prefieren a los más pobres: son los salesianos. Ellos reciben jóvenes humildes en los pueblos, con tal de que tengan verdadero deseo de hacer apostolado. Váyase a su seminario y les pide un puesto “. Era el consejo más útil que había escuchado en su vida.
EL PRIMER FRACASO
En el año 1900 los salesianos recibieron con gusto al joven Rizzo Battiston en su seminario o aspirantado de Lombriasco. “Allí – decía él más tarde – me pasó como a las limatonas: de tanto dejarlas entre miel y almibar pierden mucho de su amargura natural, eso lo notaban todos. Pero desafortunadamente seguí siendo también amargosa lima silvestre. Genio y figura hasta la sepultura”.
Juan hizo verdaderos progresos en lo espiritual pero, como nada en la naturaleza cambia repentinamente, el día de hacer la votación para saber quienes eran aceptados como salesianos, Juan del Rizzo recibió votos negativos. Era una noticia gorda. Para muchos podía ser una catástrofe. Pero las gentes de su tierra tienen un adagio: “Hay que hacer como un bobo cuando se va por un camino: o se acaba el camino o se acaba el bobo”. Y Juan dispuso que no echaría pie atrás.
UNA IDEA FELIZ Y MUY ATREVIDA
Otro en su caso había tomado el joto de su ropa y se había ido a su casa renegando. Del Rizzo en cambio fue…nada menos que directamente al Superior General de la Comunidad, el Padre Miguel Rúa, nombrado por Don Bosco, por voluntad expresa del Sumo Pontífice, como su reemplazo. La santidad de Don Miguel Rúa era aceptada por todos y sus decisiones eran extraordinariamente prudentes.
El Padre Rúa lo recibió muy serio. Ya los superiores lo habían informado de él: piadoso sí, muy trabajador, estudioso…pero algo rebelde y malgeniado, brusco a ratos en su trato ..¿quién sabe si para vivir en comunidad? Castidad …. como un asceta; pobreza como un monje del desierto, ¿pero la dulzura en el trato? Por ahí falla. Guapísimo para trabajar, devotísimo de la virgen pero terco…” Todo esto lo acepta Juan a ojos cerrados. ¡Lo es y no hay para que negarlo! Sin embargo se atreve a hablar: ¿Don Rúa, pero si pongo de mi parte un grande y constante esfuerzo por irme enmendando? ¿Y si me voy de misionero a tierras lejanas? Para ser misionero quizá no se necesita tanto la dulzura de San Francisco de Sales sino la capacidad de aguante de San Francisco Javier…”
Don Rúa comprendió maravillosamente. Ya San Juan Bosco había dicho: ” Si Don Miguel Rúa quisiera hacer milagros los haría, porque es suficientemente santo para hacerlos”. Y aquí obró uno de sus prodigios: comprender lo que otros no habían entendido: que bajo las apariencias toscas de este muchachote, se escondía un alma admirable. Y le dijo sin más: ¿Ya hiciste los diez días de Ejercicios Espirituales que se necesitan para hacer los tres Votos?” – “Si padre ya los hice, y también la confesión general de toda mi vida”. Había terminado ya su año de noviciado. Era el año de 1904.
Don Rúa le dio entonces la respuesta más esplendorosa de su vida; “Te vas a la capilla, donde celebraba misa Don Bosco, te preparas un rato en oración, y yo mismo en persona te recibiré los Votos religiosos y te aceptaré en nuestra Comunidad”. Y así fue. Una vez más, Dios había escrito con renglones torcidos.
PARTIDA PARA AMERICA: REIR LLORANDO
Fue designado para las obras salesianas de Venezuela y se vino sin tardanza. El viaje lo narraba después él mismo en una carta a sus familiares: “La nostalgia que siento es casi inaguantable. Pero la oculto con una muralla de alegría. Tanto que el capitán del barco exclama: “Vaya con este padrecito, como viaja de contento. Parece que la alegría se le sale por los poros”. ¡Durante el día se quedan admirados al verme tan alegre, pero por la noche en mi camarote, no hago sino gemir y suspirar”. Ahí está retratado Juan del Rizzo: el hombre que de sus penas nunca hizo un espectáculo.
LOS SURAMERICANOS: NO TAN SANTOS COMO LOS IMAGINABA
Había que oírle narrar sus primeras experiencias en Venezuela. Con esos costeños repletos de malicia indígena como todos los suramericanos. Sin saber el idioma: le enseñaban una palabra muy sonora para que la repitiera delante de los visitantes y resultaba una interjección para arrear mulas. Mandaba a los muchachos a llevar bultos a la azotea, y después tenía que explicarles que lo que había querido decirles era que los llevaran al sótano. ¡Qué chascos humillantes!
Recordando aquellos tiempos de profesor nuevo en Caracas, él, recién desembarcado, venido de un seminario donde todos eran tan santos, a un internado a donde llevaban a muchos de los más pícaros de la ciudad para ver si se enmendaban; creyendo que los alumnos eran unos mansos corderitos, sin imaginarse que había por allí diablitos con cuernos de picardía, el Padre Juan ya anciano exclamaba: “Aquellos años fueron mi purgatorio, y a ratos mi infierrrrno” (el hacía sonar con mucha fuerza la “r”); pero abnegado y humilde como lo fue siempre, él lo sobrellevaba todo por el amor de Dios y por la salvación de las almas.
Y su ingenio le fue presentando métodos para ganarse aquellos traviesos discípulos. En Caracas hacía mucho calor. Bebidas gaseosas y helados era algo casi desconocido en aquel colegio pobre. Entonces, con la ayuda de sus amigos, se conseguía canastas de sabrosas naranjas y las repartía. Pero no a todos. Solamente a los que se portaban bien. A los que se portaban mal “que tomen agua del tubo”, tibia y desabrida. Pronto la conducta de muchos había cambiado por completo. Siempre era mejor comer naranjas frescas que sorber agua caliente del tubo del acueducto. “ Para un astuto otro más astuto”.
EL LIBRO QUE MÁS LE IMPRESIONABA
San Alfonso Ligorio escribió hace varios siglos un libro muy famoso: “Preparación para la muerte”. Rezó mucho para que sus palabras tuvieran eficacia y lo consiguió. Las personas que leen este libro sienten un estremecimiento y reciben los que se llama el “Temor de Dios”, un santo miedo de disgustar al Altísimo, que aunque infinitamente amable y perdonador, no deja sin embargo sin castigo las promesas que se le hacen.
Este fue el libro que sacudió las fibras íntimas del alma de Juan del Rizzo. Lo leía en público a los jóvenes en el dormitorio antes de que se entregaran al sueño y notaba su benéfica influencia. El mismo decía ya en sus últimos años “yo no me hice sacerdote porque tuviera grandes cualidades, ni porque fuera una buena persona, sino por cuatro verdades que me impresionaban mucho: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. Estas fueron las cuatro verdades que predicó semana tras semana en los 15,000 días de su sacerdocio.
SACERDOTE PARA SIEMPRE: Y APÓSTOL PARA COLOMBIA
Un 9 de julio de 1911 (fiesta de la Virgen de Chiquinquirá, Patrona de Colombia) obtuvo Juan del Rizzo el ideal de toda su juventud: llegar a ser sacerdote de Cristo. Le había costado un calvario de sacrificios. En aquel tiempo no tenían Seminario los salesianos en Venezuela y él tuvo que ir presentando sus exámenes de Filosofía, Teología, Sagrada Escritura, Historia, Derecho Canónico y Liturgia, trimestre tras trimestre, robándole horas al sueño para poder estudiar, pues durante el día tenía que asistir a los internos en el comedor, en la capilla, y en el dormitorio, darles clase y acompañarlos de paseo. Y casi no salían a vacaciones. Lo que más cuesta más se aprecia, y el sacerdocio no fue para del Rizzo una meta fácil de alcanzar. Pero una vez llegado a él se entregó a ejercerlo con una mística que no habrían sospechado sus amigos de otros tiempos. Dios se vale para sus obras de personas humildes, pero una vez que les concede la efusión de su espíritu, se vuelven incontenibles como leones.
LA GRACIA DE SU PRIMERA MISA
Su ideal para imitar, después de Jesucristo, era Don Bosco, el simpatiquísimo fundador de los salesianos. Y la gracia que Don Bosco pidió el día de su primera Misa (y que siguió pidiendo Misa por Misa durante los 47 años de su sacerdocio) fue la eficacia de la palabra. Esta gracia la pidió el Padre Juan del Rizzo aquel precioso día, el más grande en su existencia (después del día de su bautismo) y no se cansó jamás de pedirla. Y como su santo Patrono, aunque lo que predicaba era siempre sencillo y sin grandes sabidurías humanas, los efectos de sus palabras fueron cada vez más asombrosos. (El padre ejerció por 46 años su sacerdocio).
EL PADRE JUAN DEL RIZZO LLEGA A BARRANQUILLA
Poco después de haber sido ordenado sacerdote, los superiores lo enviaron a Barranquilla. Fue para él un verdadero descanso. Hacia unos días había comunicado a su estimado amigo el Padre Rico: “Esto de trabajar con muchachos es muy duro. Voy a tener que dejarme crecer la barba e irme a las selvas a misionar, o sino pedir puesto en un convento de cartujos para ayunar a pan y agua. Tengo que bajarme de esta cruz, porque ya no soy capaz de aguantar más “ Y Dios escuchó su deseo. Lo envió a una parroquia donde no tuviera que sufrir las angustias de un internado de jóvenes inquietos.”
Era el año 1914 cuando el padre Juan llegó a Barranquilla. Allí estuvo trabajando por 13 años, hasta 1927. Pronto su fama de santidad y de amor a los pobres y humildes andaba de boca en boca en aquella progresista cuidad.
UN PADRE JESUITA CUENTA COMO ERA EL PADRE JUAN
El padre Iruzun escribe: ” El padre Juan tenía aspecto de un verdadero asceta. Siempre activo. Siempre alegre y jovial con los que lo trataban. Tenía un gran poder de atracción para los jóvenes de las clases más pobres y abandonadas. Por las calles de Barranquilla lo veíamos siempre rodeado de un grupo de muchachos pobres. La gente decía ” En la ciudad hay dos santos: el Padre Valiente (Vicario del Obispo) y el Padre Juan”. A estos dos sacerdotes se les abrían las puertas de todas las casas y nadie les negaba su ayuda porque todos veían en ellos un verdadero ministro de Cristo, que a nada guardaban para sí, sino que todo lo daban a los demás. Parecía que su lema fuera el del Santo Cura de Ars: “Mi secreto es muy sencillo: darlo todo y no quedarme con nada”.
EL PADRE JUAN DESCUBRE LA DEVOCIÓN
Los salesianos estaban construyendo el Templo de San Roque en Barranquilla. Las gentes de los alrededores eran totalmente pobres. Había que ir por toda la ciudad a pedir ayuda. El padre Briata, superior de la casa, le dijo un día: Usted se va hacia el oriente y yo hacia el occidente a pedir de casa en casa, a ver qué recogemos para el templo: “-¡Ay Padre – le dijo asustado el Padre Juan – Póngame cualquier otro oficio, menos este de pedir limosna, porque me muero de vergüenza”! “Mi buen amigo – dijo el Director: a nuestro Fundador Don Bosco también le daba mucha vergüenza salir a pedir limosnas (lo dijo el mismo) pero por el reino de Dios hay que negarse uno a sí mismo. Tenemos un Amo en el cielo el cual nunca se le trabaja gratis. Mientras más nos cuesta lo que hacemos por Dios, mayor será la paga. Animo pues a pedir…Y se fueron. Pero el Padre del Rizzo se le quedaban las palabras debajo de la lengua cuando iba a pedir limosna ..” y volvió sin nada porque a nadie se atrevió a pedirle nada.
El superior lo regañó amablemente, y le avisó que al día siguiente cambiarían de sitio de visita. Briata iría hacia el oriente y Del Rizzo hacia occidente. A ver cuál era el más guapo para pedir. De disgusto y de susto se le indigestó el almuerzo
Por la mañana, siguiendo una costumbre muy recomendada por san Juan Bosco, antes de salir de casa se fue a hacer una visita a Jesús Sacramentado en el templo, y se arrodilló junto a la imagen de María Auxiliadora para encomendarse a tan poderosa Patrona. Levantó los ojos, y al ver el lindo Niño Jesús que estaba en brazos de la Virgen Santísima, con sus bracitos abiertos como queriéndole decir: “Llévame contigo, que quiero acompañarte en tu viaje”, se le ocurrió una bellísima idea a nuestro vergonzante Padre limosnero. Él la narraba así: “Me dije: Hasta ahora solamente le he pedido favores a la Mamá que aunque es muy poderosa y me ayuda muchísimo, sin embargo es criatura. ¿Por qué no hago el ensayo de dedicarme a pedirle al Hijito que es Dios? Y le encomendé al Niño Jesús con toda mi alma esta salida que iba a hacer a “limosnear”. Sentí como una oleada de valor por todo mi espíritu y me fui a la calle.
Aquel día no solo iba resuelto sino descarado. Así que el primer paisano que se encontró le dijo sin más: “Oiga mi amigo. Sáqueme de un apuro. El Superior me mandó a pedir limosna y esto es un oficio muy horrible. Regáleme un billete no sea que si vuelvo a casa sin nada, me pegue el Director otro regalo como ayer”. El otro que era un italiano generoso, abrió su cartera y le regaló el billete de más alta graduación que existía entonces en la república. El padre Juan voló contento a la casa salesiana cuando el Director regresó lo que había recogido…era tres veces más de lo que el director había logrado recoger de casa en casa en toda la mañana.
(http://www.ewtn.com/spanish/DivinoNiño/Historia.htm)
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