Oh Santa Lea, vos sois la
hija del Dios de la vida, y
“Santísima Lea”, como os
llamaba San Jerónimo, por
que decidisteis, renunciar al
mundo, y al viuda quedar
abrazasteis la Cruz de Cristo
hasta el final de vuestra vida.
Amasteis a Dios, como nadie
y Él, jamás os abandonó y
como premio os dio, corona
de luz, que incomparable,
brilla, en la inmensidad del
cielo eterno; ejemplo siendo
vivo, para las mujeres de hoy;
oh, Santa Lea, espíritu de Dios.
© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
____________________________
hija del Dios de la vida, y
“Santísima Lea”, como os
llamaba San Jerónimo, por
que decidisteis, renunciar al
mundo, y al viuda quedar
abrazasteis la Cruz de Cristo
hasta el final de vuestra vida.
Amasteis a Dios, como nadie
y Él, jamás os abandonó y
como premio os dio, corona
de luz, que incomparable,
brilla, en la inmensidad del
cielo eterno; ejemplo siendo
vivo, para las mujeres de hoy;
oh, Santa Lea, espíritu de Dios.
© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
____________________________
22 de Marzo
Santa Lea
Año 384
De “la santísima Lea”, como la llama san Jerónimo, sólo sabemos lo que él mismo nos dice en una especie de elogio fúnebre que incluyó en una de sus cartas. Era una matrona romana que al enviudar – quizá joven aún – renunció al mundo para ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando siempre una vida ejemplarísima.
Estas son las palabras insustituibles de san Jerónimo:
«De un modo tan completo se convirtió a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus palabras».
«Fue tan grande su humildad y sumisión, que la que había sido señora de tantos criados parecía ahora criada de todos; aunque tanto más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por señora de hombres. Su vestido era pobre y sin ningún esmero, comía cualquier cosa, llevaba los cabellos sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en todo la ostentación».
No sabemos más de esta dama penitente, cuyo recuerdo sólo pervive en las frases que hemos citado de san Jerónimo. La Roma en la que fue una rica señora de alcurnia no tardaría en desaparecer asolada por los bárbaros, y Lea, «cuya vida era tenida por todos como un desatino», llega hasta nosotros con su áspero perfume de santidad que desafía al tiempo.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Lea.htm)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario