10 julio, 2011

San Cristóbal


Oh, San Cristóbal mártir; vos sois el
hijo del Dios de la vida, que con avidez
buscasteis al Hombre de la Cruz, tanto
que, se os presentó en forma de “Divino
Niño” y le dijisteis: “¿Quién sois Niño,
que me pesabais tanto que parecía que
transportaba el mundo entero?- y aquél
Niño os dijo: “tenéis razón. Peso más
que el mundo entero, pues soy el creador
del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas
y me habéis encontrado. Desde ahora te
llamarás “Cristóforo”, Cristóbal, el
“portador de Cristo”. A cualquiera que
ayudes a pasar el río, me ayudáis a mí”
y vos, feliz de haberlo hallado, os
convertisteis y por el mundo, la buena
nueva esparcisteis, en el nombre de
Nuestro Señor Jesucristo y claro; vos
teníais, razón pues no hay, nada más
glorioso que la de entregar la vida, en
favor de quien nos la dio y, donasteis
vuestra, convirtiendoos en mártir. Vos
simbolizáis la fortaleza, a Cristo amor
y rebosáis de virtudes y con justicia
plena, lucís hoy, corona de luz eterna,
de los transportistas Santo Patrono;
oh, San Cristóbal, “de Cristo portador”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Julio 10
San Cristóbal Mártir
Siglo III

Cristóbal significa “el que carga o portador de Cristo”. San Cristóbal, popularísimo gigantón que antaño podía verse con su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día. Hoy que se suele viajar en coche, los automovilistas piadosos llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante.

¿Quién era?

Con la historia en la mano poco puede decirse de él, como mucho que quizá un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo v. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana. Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.

Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vío temblando un día cuando le mencionarón al demonio. Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó. Cristóbal le pregunto entoncés si él le temía a las cruces, contestandole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le pregunto entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.

¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir?

Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo. Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.

-¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?-Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo.

San Cristóbal es un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado, lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a todos protección y confianza.

Sus admiradores, para simbolizar su fortaleza, su amor a Cristo y la excelencia de sus virtudes, le representaron de gran corpulencia, con Jesús sobre los hombros y con un árbol lleno de hojas por báculo. Se le considera patrono de los transportadores y automovilistas.

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