31 agosto, 2011

San Ramón Nonato


Oh, San Ramón Nonato; sois vos,
el hijo del Dios de la vida, el
que, convertido en ángel guardián
de nuestros hermanos cristianos
en el África y por los sarracenos
esclavizados, fuisteis el que,
los liberasteis y os entregasteis
voluntario en rescate, y, con
ardiente valor, comenzasteis a
evangelizar en la misma cara de
vuestros captores, premunido con
la fuerza del Espíritu de Dios.
Os rogamos pues, interceder ante
Dios, Nuestro Señor, para que, los
sacerdotes del tiempo nuestro, os
imiten con la pasión y el amor que
os embargó, en el “nuevo rescate”
de las almas, para el Dios vivo,
y brillen algún día, como vos lo
hacéis hoy, todo coronado de luz,
como justo premio a vuestro amor
y entrega de fidelidad y de vida;
oh, San Ramón, “nacido para Dios”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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31 de Agosto
San Ramón Nonato
Cardenal
Año 1240

San Ramón Nonato: te rogamos por todos los católicos que tienen que sufrir por defender nuestra santa religión.

Se le llama Nonato (no-nacido) porque nació después de morir su madre. Ella murió al dar a luz. Después de la muerte le hicieron cesárea para que el niño pudiera nacer. Ramón significa: “protegido por la divinidad” (Ra=divinidad. Mon=protegido). San Ramón nació en Cataluña, España, en 1204. Muy joven entró en la Congregación de Padres Mercedarios que se dedicaban a rescatar cautivos que los mahometanos habían llevado presos a Argel. Lo recibió el mismo San Pedro Nolasco, fundador de la Comunidad.

Pocos años después de haber entrado de religioso fue enviado con una gran cantidad de dinero a rescatar a los católicos que estaban esclavizados por los musulmanes en Africa. Allá gastó todo el dinero en conseguir la libertad de muchos cristianos y enviarlos otra vez a su patria, de donde habían sido llevados secuestrados por los enemigos de nuestra religión.

Cuando se le acabó el dinero se ofreció el mismo a quedarse como esclavo, con tal de que libertaran a algunos católicos que estaban en grave peligro de perder su fe y su religión por causa de los atroces castigos que los mahometanos les infligían. Como entre los musulmanes está absolutamente prohibido hablar de la religión católica, y Ramón se dedicó a instruir en la religión a sus compañeros de esclavitud y aun hasta a algunos mahometanos, le dieron terribles tormentos y lo azotaron muchas veces hasta dejarlo casi muerto. Y al fin, como no se callaba, le amarraron la cara a una correa a la cual le echaron candado, para que no pudiera hablar, y no abrían el candado sino cuando iba a comer.

El jefe musulmán, con la esperanza de que Ramón volviera a España y le llevara más dinero para rescatar cristianos, lo dejó en libertad. Pero se dedicó a hablar de nuestra religión a cuantas más personas podía. Esto hizo arder en cólera a los mahometanos y lo volvieron a encarcelar y a atormentar. Al fin San Pedro Nolasco envió a algunos de sus religiosos con una fuerte suma de dinero y pagaron su rescate y por orden de sus superiores volvió a España.

Como premio de tantos heroísmos, el sumo Pontífice Gregorio IX lo nombró Cardenal. Pero San Ramón siguió viviendo humildemente como si fuera un pobre e ignorado religioso. El Santo Padre lo llamó a Roma para que le colaborara en la dirección de la Iglesia, y el humilde Cardenal emprendió el largo viaje a pie. Pero por el camino lo atacaron unas altísimas fiebres y murió. Era el año 1240. Apenas tenía 36 años. Pero había sufrido y trabajado muy intensamente, y se había ganado una gran corona para el cielo. A San Ramón le rezan las mujeres que van a tener un hijo, para que les conceda la gracia de dar a luz sin peligro ni tormentos.


30 agosto, 2011

Santa Rosa de Lima, Patrona de América, Perú y las Filipinas


Oh, Santa Rosa de Lima, vos sois la
hija del Dios de la vida y, la misma
que decíais con fervor de alma que:
“Cuando servimos a los pobres y a los
enfermos, servimos a Jesús. No debemos
cansarnos de ayudar a nuestro prójimo,
porque en ellos servimos a Jesús”. Vos
os dedicasteis a una vida de piedad
y virtud y, con hábito Dominico, en el
camino de la penitencia y de la contemplación
mística progresasteis, los caminos de
Santa Catalina de Siena transitando. De
vos desterrasteis el el orgullo, para
que no os perturbara en la oración y el
en ayuno y atacasteis el amor propio,
con la humildad, la obediencia y la
abnegación de vuestra voluntad. Nunca
desobedecisteis a vuestros padres, y
tuvisteis paciencia en las dificultades
y contradicciones. Hicisteis de virginidad
voto para vivir, al Señor consagrada,
y cuando de El, hablabais, vuestro
rostro y tono de voz se encendía y cambiaba
y más era, cuando os hallabais frente
al Santísimo Sacramento o la Santa comunión
recibíais “Oíd pueblos, oíd, todo género
de gentes: de parte de Cristo y con
palabras tomadas de su misma boca, yo
os aviso: Que no se adquiere gracia sin
padecer aflicciones; hay necesidad de
trabajos y más trabajos, para conseguir
la participación íntima de la divina
naturaleza, la gloria de los hijos de
Dios y la perfecta hermosura del alma.”,
escribisteis para los hombres de vuestro
tiempo y del nuestro. Y, cuando vuestra
alma, hacia el Padre voló, el cielo, de
gloria se cubrió y coronada fue, de luz;
oh, Santa Rosa de Lima; Santa Patrona
de América, el Perú y las Filipinas.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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30 de agosto
SANTA ROSA DE LIMA
“Rosa de Santa María”
Patrona de América, Perú y las Filipinas

El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús”.-(Catecismo de la Iglesia Católica, 2449).

Nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.

Biografía

Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva. Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.

Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.

Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones. Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían. El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.

Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.

Extraordinarias pruebas y gracias

Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual. El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales.

Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”. Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.

El Papa Clemente X la canonizó en 1671

Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.

De los escritos de santa Rosa de Lima

“El salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
“¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!”.

“Oídas estas palabras, me sobrevino un impetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado y condición que fuesen: “Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del alma.”

“Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente a predicar la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión y, libre y sola, con más agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:

“¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres.”

Bibliografía
Butler, Vida de los Santos




29 agosto, 2011

El Martirio de San Juan Bautista


Oh, San Juan Bautista; vos
sois, el hijo del Dios de la
vida y aquella voz que aún
clama, en los desiertos del
alma del hombre, porque
sigue él; pegado a su forma
antigua de vivir, rechazando
las leyes del Padre eterno.
Hombre santo como fuisteis;
denunciasteis a viva voz, los
excesos de aquél reyezuelo;
y feliz entregasteis vuestra
vida, por el reino de los cielos.
¿Hombre u hombres habrán
que languidecer viendo las
almas, no las alerten de sus
desvaríos? Ojala que sí, para
sus almas ganarlas al reino,
como vos, la habéis ganado
con sangre y martirio, para
coronado ser, de luz y gloria,
como justo premio a vuestra
fidelidad y lealtad hacia Dios;
oh, San Juan Bautista, ”luz”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Agosto
El Martirio de San Juan Bautista
Año 30

Señor: Te rogamos por tantas parejas que viven sin casarse y en pecado. Perdónales y concédeles la verdadera conversión. Y te suplicamos que nunca dejes de enviarnos valientes predicadores, que como Juan Bautista no dejen a los pecadores estar tranquilos en su vida de pecado por que los puede llevar a la perdición, y que despierten las conciencias de sus oyentes para que cada uno prefiera morir antes que pecar.

El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: “Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: “No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano”. Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto”.

“Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: “Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino”.

La muchacha fue donde su madre y le preguntó: “¿Qué debo pedir?”. Ella le dijo: “Pida la cabeza de Juan Bautista”. Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: “Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista”.

El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.

Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando. Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: “Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar”. El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.




28 agosto, 2011

San Agustín, “La Gran Lumbrera de Occidente”


Oh, San Agustín, vos sois el hijo del Dios
de la vida, y que, con grande amor fuisteis
su obispo y confesor de su pueblo, por
ello os llamaron: “Doctor de la Gracia”, y
sin duda alguna: “La Gran Lumbrera de
Occidente”. Vos, recomendabais a menudo:
“Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo,
conservad la caridad, amad la verdad y
desead la unidad para llegar a la eternidad”.
“Tarde te amé, hermosura tan antigua y
tan nueva. ¡Tarde te amé!. Tú estabas
dentro de mí y yo fuera, y por fuera te
buscaba”. “Nos hiciste, Señor, para ti y
nuestro corazón estará insatisfecho hasta
que descanse en Tí”. ”La medida del amor
es el amor sin medida”. Mónica, vuestra
santa madre, ”Noche y día oraba y gemía
con más lágrimas que las que otras madres
derramarían junto al féretro de sus hijos”,
escribisteis vos, en vuestras “Confesiones”.
Y, vos, buscador ardiente de la verdad,
Bebisteis de varias filosofías, pero, a pesar
de ello, sucumbisteis a la de los impíos
maniqueos, y por ello quizás dijisteis:
“Concédeme castidad y continencia, pero
no ahora mismo”, en vuestras “Confesiones”.
Fuisteis escéptico, neoplatónico, pero, a
Ambrosio gracias, supisteis más de Cristo,
hasta que un Día, una voz como de niño,
os dijo: “Tolle et legge (toma y lee) las
Santas Escrituras y, al azar hacerlo leísteis:
“no deis vuestros miembros, como armas de
iniquidad al pecado, sino ofreceos más
bien a Dios como quienes, muertos, han
vuelto a la vida, y dad vuestros miembros
a Dios como instrumentos de justicia.
Porque el pecado no tendrá ya dominio
sobre vosotros, pues que no estáis bajo
la Ley, sino bajo la gracia” y entonces, os
decidisteis, sin reserva, entregaros en
alma y cuerpo a Dios, bautizándoos en el
acto, para gozo de vuestra santa madre.
Hoy, de seguro estáis con vuestro Creador,
gozando justo premio, coronado todo de luz;
oh, San Agustín, “Doctor de la Gracia”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de agosto
San Agustín
Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia “Doctor de la Gracia”. “La Gran Lumbrera de Occidente”.


“Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad”. “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva…¡Tarde te amé!. Tú estabas dentro de mí y yo fuera…, y por fuera te buscaba…”. “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Tí…”. ”La medida del amor es el amor sin medida…”.

San Agustín de Hipona (354-430), es el más grande de los Padres de la Iglesia y uno de los más eminentes doctores de la Iglesia occidental, nació en el año 354 en Tagaste (Argelia actual). Sus padre, Patricio, un pagano de cierta estación social acomodada, que luego de una larga y virulenta resistencia a la fe, hacia el final de su vida se convierte al cristianismo.

Mónica, su madre, natural de África, era una devota cristiana, nacida a padres cristianos. Al enviudar, se consagró totalmente a la conversión de su hijo Agustín. Lo primero que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego de verle gozar de esas santas lecciones sufrió al ver como iba apartándose de la Verdad hasta que su espíritu se infectó con los errores maniqueos y, su corazón, con las costumbres de la disoluta Roma.”Noche y día oraba y gemía con más lágrimas que las que otras madres derramarían junto al féretro de sus hijos”, escribiría después Agustín en sus admirables Confesiones. Pero Dios no podía consentir se perdiese para siempre un hijo de tantas lágrimas. Mónica murió en Ostia, puerto de Roma, el año de 387, asistida por su hijo.

Juventud y estudios

Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa cuyo nombre se desconoce, con quien tuvo un hijo en el año 372, llamado Adeodatus, que en latín significa regalo de Dios.

Contienda intelectual

Inspirado por el tratado Hortensius de Cicerón, Agustín se convirtió en un ardiente buscador de la verdad, que le llevó a estudiar varias corrientes filosóficas. Durante nueve años, del 373 al 382, se adhirió al maniqueísmo, filosofía dualista persa, muy extendida en aquella época por el imperio romano. Su principio fundamental es el conflicto entre el bien y el mal, y a Agustín el maniqueísmo le pareció una doctrina que parecía explicar la experiencia y daba respuestas adecuadas sobre las cuales construir un sistema filosófico y ético. Además, su código moral no era muy estricto; Agustín recordaría posteriormente en sus Confesiones: “Concédeme castidad y continencia, pero no ahora mismo”. Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, Agustín, abandona la doctrina y decide por el escepticismo.

En el año 383 se traslada de Cartago a Roma, y un año más tarde se va a Milán como profesor de retórica. Allí se mueve en círculos neoplatónicos. Allí también conoce al obispo de la ciudad, al gran Ambrosio, la figura eclesial de mayor renombre por santidad y conocimiento de aquel momento en Italia. Ambrosio le recibió con bondad y le ilustró en las ciencias divinas. Y así, poco a poco, renace en Agustín un nuevo interés por el cristianismo. Su mente, tan prodigiosa, inquita y curiolsa, va descubriendo la Verdad que hasta ahora le había eludido, sin embargo, vacilaba en su compromiso por debilidades de la carne, temía comprometerse porque sabía que tendría que reformar su vida disoluta, y dejar atrás muchos gustos y placeres que tanto le atraían.

Rezaba a menudo, “Señor, dame castidad, pero no ahora. “Pero un día, según su propio relato, escuchó una voz, como la de un niño, que le decía: Tolle et legge (toma y lee). Pero, al darse cuenta que estaba completamente solo, le pareció inspiración del cielo y una exhortación divina a leer las Santas Escrituras. Abrió y leyó el primer pasaje que apareció al azar: “…no deis vuestros miembros, como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estaís bajo la Ley, sino bajo la gracia” (Rom 13, 13-14). Es entonces cuando Agústín se decide, y sin reserva, se entrega en alma y cuerpo a Dios, siguiendo su ley y explicandola a otros. A los 33 años de edad recibe el santo bautismo en la Pascua del año 387. Su madre que se había trasladado a Italia para estar cerca de él, se llenó de gran gozo.

Agustín, ya convertido, se dispuso volver con su madre a su tierra en África, y juntos se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había obtenido de Dios lo que más anhelaba en esta vida y podía morir tranquila. Sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche, mientras ambos platicaban debajo de un cielo estrellado de las alegrías que esperaban en el cielo, Mónica exclamó entusiasmada : “¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra ? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios”. Poco días después le invadió una fiebre y murió. Murió pidiendo a su hijo “que se acordara de ella en el altar del Señor”. Murió en el año 387, a los 55 años de edad.

Obispo y teólogo

Agustín regresó al norte de África y fue ordenado sacerdote el año 391, y consagrado obispo de Hipona (ahora Annaba, Argelia) en el 395, a los 41 años, cargo que ocuparía hasta su muerte. Fue un periodo de gran agitación política y teológica; los bárbaros amenazaban el imperio romano llegando incluso a saquear a Roma en el 410, y el cisma y la herejía amenazaban internamente la unidad de la Iglesia. Agustín emprendió con entusiasmo la batalla teológica y refutó brillantemente los argumentos paganos que culpaban al cristianismo por los males que afectaban a Roma. Combatió la herejía maniqueísta y participó en dos grandes conflictos religiosos, el uno contra los donatistas, secta que sostenía que eran inválidos los sacramentos administrados por eclesiásticos en pecado.

El otro, contra las creencias de los pelagianos, seguidores de un monje británico de la época que negaba la doctrina del pecado original. Durante este conflicto, que duró por mucho tiempo, Agustín desarrolla sus doctrinas sobre el pecado original y la gracia divina, soberanía divina y predestinación. Sus argumentos sobre la gracia divina, le ganaron el título por el cual también se le conoce, Doctor de la Gracia. La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvos por el Don de la Gracia Divina. Contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia. Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430

Obras

La importancia de San Agustín entre los Padres y Doctores de la Iglesia es comparable a la de San Pablo entre los Apóstoles. Como prolífico escritor, apologista y brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía “Confesiones” (400), donde narra sus primeros años y su conversión. En su gran obra apologética “La Ciudad de Dios” (413-426), formula una filosofía teológica de la historia, y compara en ella la ciudad de Dios con la ciudad del hombre. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo.

Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina, fechadas entre el año 386 y el 429; sus tratados “De libero arbitrio” (389-395), “De doctrina Christiana” (397-428), “De Baptismo”, “Contra Donatistas” (400-401), “De Trinitate” (400-416), “De natura et gratia” (415), “Retracciones” (428) y homilías sobre diversos libros de la Biblia.

(información recopilada de varias fuentes)

San Agustín y el Niño

La historia de San Agustín con el niño es por muchos conocida. La misma surge del mucho tiempo que dedicó este gran santo y teólogo a reflexionar sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de cómo tres personas diferentes podían constituir un único Dios.

Cuenta la historia que mientras Agustín paseaba un día por la playa, pensando en el misterio de la Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la arena y con una concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla, llenaba la concha con agua de mar y depositaba el agua en el hoyo que había hecho en la arena. Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, San Agustín le dijo al niño que eso era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era imposible hacer, más imposible aún era el tratar de decifrar el misterio de la Santísima Trinidad.

Oración

Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en San Agustín para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de Tí, fuente de sabiduría, te busquemos como el único amor verdadero y sigamos los pasos de tan gran santo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Oración por las Vocaciones

Glorioso Padre San Agustín, que abriste un camino de entrega a Dios al descubrir la hermosura de la vida religiosa; concédeme a mí, que me creo también llamado por Él, a ver claramente mi camino; ayúdame a ser fiel a esa vocación divina; que la estime en todo su valor, que huya de las personas y cosas que me la pueden arrebatar; que sea desde hoy muy generoso para decir sí el día de mi total entrega. Amén.



27 agosto, 2011

Santa Mónica, Madre de San Agustín

Oh, Santa Mónica; vos sois
la hija del Dios de la vida y
extraordinaria madre que
escalando la cumbre de la fe,
entregasteis vuestra vida por
el hijo amado, hasta su total
conversión a la fe Católica.
¿Qué más podríais desearle a
vuestro amado hijo, sino que
postrarlo a los pies de Cristo?
Nada más grande, que volverlo
a los brazos del Dios de la vida;
oh, Santa Mónica; madre excelsa.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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27 de Agosto
Santa Mónica
Madre de San Agustín
(Año 332- 387)

Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : “Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño.” Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones

En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : “Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues….no peleamos”.

Viuda, y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios. Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil: Agustín

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora

Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo: “tu hijo volverá contigo”, y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: “En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre”. Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”. Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.

El hijo se fuga, y la madre va trás de él

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente

En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios consejos. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

La conversión tan esperada

En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: ” ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.” Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables. En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.



26 agosto, 2011

Santa Teresa de Jesús Jornet


Oh, Santa Teresa de Jesús Jornet;
vos sois la hija del Dios de la vida,
y de la Congregación de Hermanitas
de los Ancianos Desamparados su
fundadora. Siempre aspirasteis una
vida de silencio y oración y quizás
por ello, os dirigisteis al convento de
las clarisas y luego el de las carmelitas.
A menudo os preguntabais: “Señor,
¿qué queréis que haga?” y dejándolo
todo, os dedicasteis durante veinticinco
años, todos de esfuerzos, alegrías y
tristezas llenos. “Alma grande y al mismo
tiempo humanamente afable y sencilla,
como su homónima, la insigne reformadora
abulense; humilde hasta ignorarse a
sí misma, pero capaz de imponer su
personalidad y llevar a cabo una obra
ingente; enferma de cuerpo, pero robusta
de espíritu con fortaleza admirable;
“monja andariega” ella también, pero
siempre estrechamente unida a su Señor;
de gran dominio de sí misma, pero adornada
con aquella espontaneidad y aquel gracejo
tan amable; amiga de toda virtud, pero
principalmente de la reina de ellas, la
caridad, ejercitada en aquellos viejecitos
o viejecitas que exigen la paciencia y
benignidad de que habla el Apóstol”,
dijo de vos Pío XII. Además, el mismo
subrayó, “tres suaves matices” de vos:
la gran parte que la Virgen Santísima
quiso tomar en su vida y en su obra;
su irresistible inclinación a procurar
la asistencia a los desvalidos y, por
fin, aquella “suavidad y naturalidad con
que se abandonó a los designios ocultos
de la Providencia, o, mejor dicho, aquel
modo perfecto y ejemplar con que supo
prescindir de sí y de su voluntad para
identificarla completamente con la santísima
voluntad de Dios”. Por ello, y en premio
a vuestra entrega total de amor; lucís,
hoy, corona de luz eterna, junto a Dios;
oh, Santa Teresa de Jesús Jornet, “amor”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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26 de agosto
SANTA TERESA DE JESÚS JORNET
Fundadora
(† 1897)

El 27 de abril de 1958, cien viejecitos y cerca de 600 religiosas escuchaban a Su Santidad el papa Pío XII exaltar las virtudes de la nueva Beata, Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora de la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Pocas veces la Madre Iglesia ha aprobado tan rápidamente un proceso de beatificación. Iniciado éste en Valencia en 1945, culminó en 1958, cuando el Papa, también un anciano, como él mismo recordó a sus coetáneos de todo el mundo, que representaban a los millares acogidos en las Casas-Asilo de la Congregación, elevó a los altares a esta gigante de la caridad.

Mientras las campanas de la iglesia parroquial tocan el Angelus, nace en la villa catalana de Aytona la niña Teresa de Jesús Fornet e Ibars. El día siguiente recibía el bautismo y quedaba, por tanto, inscrita en el registro espiritual de los cristianos. Era natural que así sucediera porque tanto los Jornet como los Ibars eran católicos sinceros. El padre Francisco Palau, hermano de la abuela materna, es hoy candidato a los altares, y otros miembros de la familia se distinguían por sus virtudes y su piedad.

La niña crece en el ambiente de trabajo y de religiosidad del hogar. Pero su inteligencia despierta llama la atención de sus tíos y de sus padres, y Teresa marcha a Lérida, y después a Fraga. En las vacaciones regresa al pueblo, y sabe sacar partido de su ascendiente sobre las amigas para conducirlas a la iglesia y organizar excursiones que muchas veces se convierten en minúsculas peregrinaciones…

Apenas concluidos sus estudios de Magisterio, comienza a ejercer en Argensola, provincia de Barcelona. Pronto su piedad y su ejemplo llaman la atención de las alumnas y de sus padres. Las gentes, curiosas, admiran que la maestra acuda semanalmente a confesarse al pueblo de Igualada, a pesar de que entre ida y vuelta tiene que recorrer unos 20 kilómetros.

Pero la enseñanza, con ser misión bella y santa, no llena sus aspiraciones. No le cabe duda de que Dios la llama a la vida religiosa, y su único problema es la elección. El padre Palau invita a Teresa a colaborar en el Instituto que está fundando, y ella acude presurosa, pero en su interior anhela una vida religiosa separada del mundo, más fuertemente caracterizada por el silencio y la oración. Y a primeros de julio de 1868 Teresa abandona la casa paterna para dirigirse al convento de Clarisas, en Briviesca (Burgos), mientras Josefa, su hermana, entra en el Asilo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en Lérida.

Todo va bien en Briviesca, y Teresa prepara el velo negro que llevará en su profesión. Pero España atraviesa momentos difíciles y dramáticos. Y el Gobierno no permite la emisión de votos. Las religiosas le ponen, sin embargo, el velo negro. Y surge otra imposición, esta vez procedente de Dios directamente. Una postilla en la frente hace que deba volver, por obediencia, a Aytona. En Briviesca quedarán el recuerdo grato y el afecto sincero, que todavía hoy, después de muchos años, perduran en la expresión de las clarisas: “Teresa era una santa”.

Una vez más su tío, el padre Francisco, trata de orientar a Teresa en su pequeño ejército de terciarios y terciarias carmelitas. La nombra visitadora de las escuelas que él va abriendo en España. Pero el padre Francisco muere y Teresa se encuentra nuevamente entre los suyos, con una única duda: “Señor, ¿qué queréis que haga?”.

Un grupo de sacerdotes de Huesca y de Barbastro, presididos por don Saturnino López Novoa, maestro de capilla de la catedral de Huesca, se disponen a crear un Instituto femenino que se consagre exclusivamente a la asistencia de los pobres ancianos abandonados. La idea ha florecido ya en Francia, pero se piensa que para los ancianos españoles sería preferible hermanitas de esta misma nacionalidad.

En junio de 1872 Teresa pasa por Barbastro, con su madre, y habla con un sacerdote de la localidad, amigo del difunto padre Palau y también de don Saturnino. Durante la charla examina atentamente a Teresa y comprende que los deseos de la joven son consagrarse a Dios en la vida religiosa. Entonces rompe a hablar sobre los proyectos de don Saturnino, y Teresa ve con toda claridad que ahí está su vocación y que se han terminado sus vacilaciones y sus tinieblas interiores. Acepta el plan y regresa al pueblo. Su primer acto es comunicar a María, su hermana y confidente, que ha encontrado el verdadero camino. Pero esta noticia entraña, también, una invitación, que por el momento es rechazada. “¿Yo dedicarme a los ancianos? Imposible.” Pero Teresa sabe lo que dice, y, al fin, María irá con ella y aun se llevarán a una paisana.

Ya en Barbastro abriría don Saturnino la nueva casa. La sede elegida se llama “Pueyo”. Son doce jóvenes, contando a Teresa sus dos conquistas. Del 4 al 12 de octubre se llena la casa, un edificio antiguo y viejo. Nadie sino Teresa podía ser la cabeza de aquella incipiente comunidad, a pesar de que sus pensamientos eran totalmente ajenos a ello. Así lo dijo y así lo reiteró, pero por toda respuesta le dijeron que en la vida religiosa lo, que importa es obedecer. Teresa calla, acepta y permanecerá superiora hasta la muerte. Serán veinticinco años de gobierno, de esfuerzos y de heroísmo callado.

Detengámonos ahora a ver cómo era la madre Teresa. La mejor semblanza la hizo el propio Pío XII, al exaltar sus virtudes y su empresa. “Alma grande y al mismo tiempo humanamente afable y sencilla —dijo el Papa—, como su homónima, la insigne reformadora abulense; humilde hasta ignorarse a sí misma, pero capaz de imponer su personalidad y llevar a cabo una obra ingente; enferma de cuerpo, pero robusta de espíritu con fortaleza admirable; “monja andariega” ella también, pero siempre estrechamente unida a su Señor; de gran dominio de sí misma, pero adornada con aquella espontaneidad y aquel gracejo tan amable; amiga de toda virtud, pero principalmente de la reina de ellas, la caridad, ejercitada en aquellos viejecitos o viejecitas que exigen la paciencia y benignidad de que habla el Apóstol.”

Dentro de este conjunto espléndido, Pío XII subrayó “tres suaves matices”: la gran parte que la Virgen Santísima quiso tomar en su vida y en su obra; su irresistible inclinación a procurar la asistencia a los desvalidos y, por fin, aquella “suavidad y naturalidad con que se abandonó a los designios ocultos de la Providencia, o, mejor dicho, aquel modo perfecto y ejemplar con que supo prescindir de. sí y de su voluntad para identificarla completamente con la santísima voluntad de Dios”.

Dejamos en su iniciación la gran empresa. Su primer nombre fue el de “Hermanitas de los Pobres Desamparados”; después, para evitar equivocaciones con el Instituto francés del mismo nombre, se llamaron, como hoy se denominan, “Hermanitas de los Ancianos Desamparados”. Pronto quiso la Providencia que no se quedaran en Barbastro, sino que, por coincidir con los deseos de un grupo de católicos valencianos, fundasen en la capital del Turia, que desde entonces habría de ser la Casa-Madre de la congregación. Toda la ciudad recibió a las hermanas, y éstas hacen su primera visita a la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, que nunca había de desampararlas a ellas ni a sus ancianitos y ancianitas. Inmediatamente reciben a la primera acogida, una paralítica de noventa y nueve años.

Mas pronto habrían de comenzar los dolores. Las regiones españolas se sublevan contra el Gobierno y Valencia se declara en rebeldía. La ciudad es asediada y bombardeada. La gente huye; las hermanitas permanecen junto a sus ancianos. Sólo cuando en la ciudad ya no queda nadie, y al peligro de los bombardeos se añade la amenaza de morir de hambre, —las hermanitas viven de la caridad cristiana— deciden refugiarse en Alboraya. Después una nueva prueba, la muerte de sor Mercedes, la primera profesa de las hermanitas, pues en el propio lecho de muerte selló sus votos de esposa de Cristo.

La historia de las nuevas fundaciones está llena de encanto y de luz sobrenatural. Es primero Zaragoza, donde también fueron recibidas triunfalmente; luego Cabra, Burgos… y toda la geografía española, que la Beata se recorrió varias veces, en unas condiciones materiales que, si eran algo más cómodas que las de los tiempos de Santa Teresa, no dejaban de tener sus grandes molestias y aun dolores. Al cumplirse el primer decenio de la fundación del Instituto, las Casas-Asilo —la madre Teresa quería que fueran llamadas así, pues la sola palabra “asilo” le parecía demasiado fría y humillante— Son ya 33. Diez años más tarde subirían a 81, Y cuando la Beata entrega su alma al Señor suman ya la cifra esplendorosa de 103. Medio siglo más tarde, cuando la Iglesia la eleva a los altares, las Casas-Asilo son ya 205 en todo el mundo, y millares de ancianos y ancianas son consolados y atendidos por las hermanitas,

En 1885 el Instituto cruza el océano. Las hermanitas han sido llamadas a Santiago de Cuba y La Habana. Por primera vez van a fundar sin la madre. Esta, que apenas tiene cuarenta y dos años, no es ya sino una inválida, en cuanto a fuerzas físicas se refiere. La obra se está consumando. En 1876 había llegado el decreto de alabanza de Roma. Y la aprobación definitiva llega en 1887.

Ahora que la Iglesia ha acogido al Instituto bajo su tutela, la madre ya sabe que otra Madre eterna velará por las hermanitas y los ancianos. Por eso, al celebrarse, en abril de 1896, el Capítulo general, la Beata suplica a las hermanitas que se dignen librarla del peso de superiora general. Su cuerpo se niega a seguirla en sus largos viajes. No puede intervenir regularmente en los actos de la comunidad. El bien del Instituto —insiste la madre— exige que sea otra hermanita la que presida su marcha. Pero esta vez nadie hace caso de la voz de la madre. Y la Beata no tiene más remedio que cargar nuevamente la cruz sobre sus flacos hombros.

Ella seguirá siendo sencilla y entrañable. Nunca le han gustado las posturas ficticias, las caras de víctima. A una novicia que, en el arrebato de un falso misticismo, decía a la madre que quería ser santa y andaba por todas partes con la cabeza torcida, la Beata le respondió que si, que obligación de todas las hermanitas era ser santas; pero que… ¡aquella cabeza tan torcida! La madre cogió un alfiler, tomó entre sus manos la punta del velo de la novicia y se lo aseguró con el alfiler en la espalda, de modo que no podía llevar sino bien alta la cabeza.

La madre sacudía con frase certera toda pereza disfrazada de piedad: “Fervorosas, sí; pero no de las que dejan el trabajo a las demás”. En el verano de aquel año va a Palencia, para inaugurar el segundo noviciado. Pero no puede estar presente en la ceremonia porque está aquejada de fuertes dolores. Es su ofrenda por las novicias. Se pone en camino hacia Valencia. Parece mejorar un tanto durante el verano, pero en la primavera vuelve a agravarse. Su aparato digestivo es una pura llaga. La llevan a la Casa-Asilo de Masarrochos y luego a Liria. La madre ora mucho y por todos. También en las Casas-Asilos rezan las hijas y los ancianos.

Más de 70 superioras y muchísimas hermanitas pasan por Liria para recibir su última bendición en la tierra y sus postreros consejos. El 12 de julio el padre Francisco, uno de los más grandes protectores del Instituto, le lleva el santo viático y dos semanas después le administra la extremaunción. Poco a poco, se apaga la vida de la enferma, que dicta su última recomendación: “Cuiden con interés y esmero a los ancianos, téngase mucha caridad y observen fielmente las constituciones. En esto está nuestra santificación”.

El 26 de agosto de 1896 la enferma expresa repetidas veces el deseo de recibir la sagrada comunión. A la primera claridad del alba viene el sacerdote, la oye en confesión y sale en busca del sacramento. La madre mira a su alrededor, sonríe a las hermanitas presentes e inclina la cabeza para siempre, con gozo de la comunión eterna. Tenía cincuenta y cuatro años y siete meses y podía presentar en el cielo su obra de 103 Casas-Asilos con millares de ancianos y más de mil hermanitas. Descansó en Liria hasta 1904, en que fue trasladada solemnemente a la Casa-Madre de Valencia.

La madre había recomendado que, si en el Instituto llegase a haber santas, no se gastase un céntimo en el afán de llevarlas a los altares. Las hermanitas obedecieron, pero la Providencia tenía otros planes, y, como para recuperar el tiempo perdido, su proceso de beatificación tuvo un desarrollo rapidísimo, facilitado por los milagros. Iniciado en 1945, se clausuró en 1958, con la proclamación de la beatitud de los bienaventurados en la persona de esta fundadora insigne y ejemplar.

Manuel Calvo Hernando
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Teresa de Jesús Jornet e Ibars, Santa

Autor: Archidiócesis de Madrid

Fundadora del Instituto de las Pequeñas Hermanas de los Ancianos Abandonados

Los mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de los viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías y achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de sus existencia una ofrenda de caridad efectiva.

Logran hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo, limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con ellas a todos el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy rezadoras… de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.

Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo en lo humano muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de salud en el cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios, saber darse.

Nació en Aytona en 1843 en familia de payeses cristianos. Creció en un clima doméstico de trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.

El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad del siglo XIX es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de votos. Se hace entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de la actividad docente.

Cerca de su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo de sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza piensa en una institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su hermana María y a otra paisana, comienza en “Pueyo” con una docena de mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el gobierno.

Desde Barbastro cambia a Valencia donde está la casa madre de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la patrona de la ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la madre que se llamen para resaltar el clima de familia la geografía española y pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan a 103 y deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas para continuar su labor hasta siempre, porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán desamparados.

No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo Hermanitas canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización se debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales que tan frecuentemente Dios quiso mandar. Fue canonizada por el papa Pablo VI en 1974.



25 agosto, 2011

San José Calasanz



Oh, San José Calasanz; vos sois el hijo
del Dios de la vida y bien dicen por allí,
que sois vos, el segundo Job, porque si
aquél, ofreció sus penas al Dios de la
vida; vos lo mismo hicisteis, y todo lo
dejasteis en manos de la Providencia
Divina; que hizo a su tiempo, brillar
la luz de la verdad sobre las tinieblas
de la mentira. Así; vuestros enemigos
vencidos fueron y vuestra obra y sueños
realidad hechos están, mas frescos que
el mismo ayer, fundador de los padres
Escolapios; y de vuestras llamadas,
“Escuelas Pías”. “Me acusan de cosas
que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi
defensa”, vos repetíais en Él confiando:
“Dios me lo dio, Dios me lo quitó,
bendito sea Dios”.“Me acusan de cosas
que no he hecho, pero yo dejo a Dios
mi defensa”, decíais vos a menudo. Así,
después de haber gastado vuestra vida,
con sencillez y claridad de pensamiento
en la obra y en la acción, a recibir
partisteis vuestro premio, a la Casa de
Dios Padre: ser coronado de luz y eternidad;
oh San José Calasanz; “imitador de Job”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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25 de agosto
San José Calasanz
Fundador de los Escolapios
Año 1648

Que Dios nos mande siempre muchos educadores como San José, y que su ejemplo nos lleve a recordar aquel famoso dicho de Jesucristo: “Es necesario padecer en la tierra, para entrar en la gloria eterna”. (Lc. 24,26).

Un cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San José Calasanz “un segundo Job” porque tuvo que sufrir persecuciones como el santo Job de lo Biblia. Nuestro santo fue sepultado un 26 de agosto del año 1648. Nació en Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región. Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal, y pidió que le dejaran hacer estudios eclesiásticos. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás.

En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso, pero poco a poco con su amabilidad los fue ganando a su favor. Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.

Su padre deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero en una gravísima enfermedad, el joven le prometió a Dios que si le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas. El joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió cumplir su promesa, y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de doctor en la universidad de Alcalá.

Cargos importantes

Como tenía fama de gran santidad y de mucha sabiduría, el señor obispo le fue concediendo puestos de mucha responsabilidad. Primero lo envío a una región montañosa donde la gente era casi salvaje y muy ignorante en religión. Allá, entre nieves y barrizales y por caminos peligrosos, se propuso visitar familia por familia para enseñarles la religión y el cambio total.

En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos. El señor obispo de Urgel lo nombró su vicario general, el más alto puesto en la diócesis después del prelado.

Renuncia a todo

Pero él sentía una voz en su interior que le decía: “¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!” Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos. Así que renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a la Ciudad Eterna.

Educador de los pobres

En Roma se hizo socio de una cofradía que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta de que la ignorancia religiosa era total y que no bastaba con enseñar religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana. En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y fundó entonces su primera escuela en Roma. Su fin era instruir en la religión y formar buenos ciudadanos. Pronto tuvieron ya cien alumnos. Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no costeaban nada de eso. Pronto fueron llegando nuevos colaboradores y los alumnos fueron ya setecientos. Más tarde eran ya mil los jóvenes que estudiaban en las escuelas dirigidas por José y su amigos. En sus ratos libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente cuando llegaban la peste o las inundaciones. Con su amigo San Camilo eran incansables en ayudar.

Los Escolapios

A sus institutos educativos les puso por nombre “Escuelas Pías” y los padres que acompañaban al padre Calasanz se llamaron Escolapios. Después de un par de años ya había “Escuelas Pías” en muchos sitios de Italia y en muchos países. Ahora los padres Escolapios tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con 1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.

Visitas repentinas e inesperadas

Los envidiosos empezaron a hacer llegar quejas contra las Escuelas Pías, y el Sumo Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas. Los dos cardenales se presentaron repentinamente sin previo aviso y encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, que el Papa al escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más en adelante. Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V y al darse cuenta de los bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.

Empiezas los dolores

El padre Calasanz tenía una gran fuerza y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se subió por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Duró varios meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.

La persecución

Recibió el padre Calasanz como colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a los tribunales y solamente la intervención de un cardenal obtuvo que no lo echaran a la cárcel. Él repetía: “Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa”. El envidioso logró a base de calumnias que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General, y después las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto que la Santa Sede determinó acabar con la congregación que el santo había fundado. San José al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo Job: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios”.

Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y ahora está extendida por todo el mundo. Dicen que San Alfonso de Ligorio cuando estaba fundando la Congregación de Padres Redentoristas, y encontraba fuertes dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva aprobación. El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años pasó este gran apóstol a la eternidad, a recibir el premio de sus grandes obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos.