Oh, San Gregorio Barbarigo, vos, sois
el hijo del Dios de la vida y, el mismo
que, habiendo una exquisita educación
recibido, gustabais más, de las cosas
de Dios y claro, os decidisteis por Él.
A los enfermos visitabais y os dedicasteis
a enterrar muertos, ayudar viudas y
consolar en la orfandad hogares. De
personal manera enseñabais el Catecismo
y no dejabais de ayudar a la gente pobre.
Horas largas pasabais en oración y decíais:
“Ése es mi deber, y no puedo obrar de
otra manera”. Imprentas fundasteis, para
propagar religiosos libros y nunca de
lado dejasteis, el formar muy bien a
los seminaristas, y obtener así, santos
y brillantes sacerdotes. La gente de vos,
decía: “Monseñor es misericordioso con
todos. Con el único con el cual severo
es, es consigo mismo”. Y, siempre decíais:
“para el cuerpo basta poco alimento y
ordinario, pero para el alma son necesarias
muchas lecturas y que sean bien espirituales”.
Y, cuánta verdad en vuestras palabras, que,
reposo hallaron, en la casa del Eterno
Padre, que os premió con corona de luz;
oh, San Gregorio Barbarigo, “dador eterno”.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Junio
San Gregorio Barbarigo
Obispo
Año 1697
Dios nos
mande muchos Gregorios más, así de santos y generosos. Quien generosamente da,
generosamente recibirá. Prv. 11.
Este simpático santo nació en Venecia (Italia)
en 1632, de familia rica e influyente. La madre murió de peste de tifo negro,
cuando el niño tenía solamente dos años. Pero su padre, un excelente católico,
se propuso darle la mejor formación posible. El papá lo instruyó en el arte de
la guerra y en las ciencias, y lo hizo recibir un curso de diplomacia, pero al
joven Gregorio lo que le llamaba la atención era todo lo que tuviera relación
con Dios y con la salvación de las almas.
Estudiando astronomía admiraba cada día más el
gran poder de Dios, al contemplar tan admirables astros y estrellas en el
firmamento. Deseaba ser religioso, pero su director espiritual le aconsejó que
más bien se hiciera sacerdote de una diócesis, porque tenía especiales
cualidades para párroco. Y a los 30 años fue ordenado sacerdote.
Un amigo suyo y de su familia, el Cardenal
Chigi, había sido elegido Sumo Pontífice con el nombre de Alejandro VII, y lo
mandó llamar a Roma. Allá le concedió un nombramiento en el Palacio Pontificio y
le confió varios cargos de especial responsabilidad.
Y en ese tiempo llegó a Roma la terrible peste
de tifo negro (la que había causado la muerte a su santa madre) y el Santo
Padre, conociendo la gran caridad de Gregorio, lo nombró presidente de la
comisión encargada de atender a los enfermos de tifo. Desde ese momento Gregorio
se dedica por muchas horas cada día a visitar enfermos, enterrar muertos, ayudar
viudas y huérfanos y a consolar hogares que habrían quedado en la orfandad.
Acabada la peste, el Sumo Pontífice le ofrece
nombrarlo obispo de una diócesis muy importante, Bérgamo. El Padre Gregorio le
pide que lo deje antes celebrar una misa para saber si Dios quiere que acepte
ese cargo. Durante la misa oye un mensaje celestial que le aconseja aceptar el
nombramiento. Y le comunica su aceptación al Santo Padre.
Llega a Bérgamo como un sencillo caminante, y a
los que proponen hacerle una gran fiesta de recibimiento, les dice que eso que
se iba a gastar en fiestas, hay que emplearlo en ayudar a los pobres. Luego él
mismo vende todos sus bienes y los reparte entre los necesitados y se propone
imitar en todo al gran arzobispo San Carlos Borromeo que vivía dedicado a las
almas y a las gentes más abandonadas. En Bérgamo jamás deja de ayudar a quien le
pide, y los pobres saben que su generosidad es inmensa.
Propaga libros religiosos entre el pueblo y
recomienda mucho los escritos de San Francisco de Sales. En sus viajes
misioneros se hospeda en casas de gente muy pobre y come con ellos, sin
despreciar a nadie. Después de pasar el día enseñando catecismo y atendiendo
gentes muy necesitadas, pasa largas horas de la noche en oración. El portero del
palacio tiene orden de llamarlo a cualquier hora de la noche, si algún enfermo
lo necesita. Y aun entre lluvias y lodazales, a altas horas de la noche se va a
atender moribundos que lo mandan llamar. Y es obispo.
El médico le aconseja que no se desgaste tanto
visitando enfermos, pero él le responde: “ese es mi deber, y ¡no puedo obrar de
otra manera!”. El Sumo Pontífice lo nombra obispo de una ciudad que está
necesitando mucho un obispo santo. Es Padua. Los habitantes de Bérgamo decían:
“Los de Milán tuvieron un obispo santo, que fue San Carlos Borromeo. Nosotros
también tuvimos un obispo muy santo, Mr. Gregorio. Que gran lástima que se lo
lleven de aquí”. En Padua se encuentra con que los muchachos no saben el
catecismo y los mayores no van a Misa los domingos. Se dedica él personalmente a
organizar las clases de catecismo y a invitar a todos a la S. Misa. Recorrió
personalmente las 320 parroquias de la diócesis. Organizó a los párrocos y formó
gran número de catequistas. Aun a las regiones más difíciles de llegar, las
visitó, con grandes sacrificios y peligros. En pocos años la diócesis de Padua
era otra totalmente distinta. La había transformado su santo obispo.
El nuevo Pontífice Inocencio XI nombró Cardenal
a Monseñor Gregorio Barbarigo, como premio a sus incansables labores de
apostolado. El siguió trabajando como si fuera un sencillo sacerdote. Fundó
imprentas para propagar los libros religiosos, y se esmeró con todas sus fuerzas
por formar lo mejor posible a los seminaristas para que llegaran a ser
excelentes sacerdotes. Todos estaban de acuerdo en que su conducta era ejemplar
en todos los aspectos y en que su generosidad con los pobres era no sólo
generosa sino casi exagerada.
La gente decía: “Monseñor es misericordioso con
todos. Con el único con el cual es severo es consigo mismo”. Su seminario llegó
a tener fama de ser uno de los mejores de Europa, y su imprenta divulgó por
todas partes las publicaciones religiosas. El andaba repitiendo: “para el cuerpo
basta poco alimento y ordinario, pero para el alma son necesarias muchas
lecturas y que sean bien espirituales”. San Gregorio murió santamente el 17 de
junio del año 1697.
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