Oh, San Alfonso María de Ligorio,
vos, sois el hijo del Dios de la vida
que, honor hicisteis al significado
de vuestro nombre: “listo para el
combate”. Doctor fuisteis a temprana
edad, y vuestra alma su pureza conservó.
Con frecuencia, a Jesús Sacramentado
visitabais y con devoción grande, a la
Virgen orabais. Dijisteis alguna vez:
“Mundo traidor, ya te he conocido.
En adelante no te serviré ni un minuto
más” y Jesús os dijo: “Alfonso, apártate
del mundo y dedícate sólo a servirme
a mí” y vos, emocionado respondisteis:
“Señor, ¿qué queréis que yo haga?” .Y
luego, a los pies de Nuestra Señora de
la Merced y ante el sagrario, al mundo
renunciasteis, y dejasteis vuestra espada.
La Congregación del Santísimo Redentor
fundasteis y a imitación de Jesús, por
la ciudad y el campo marchasteis, el
evangelio predicando y sabe Dios, como
os disteis tiempo para predicar, confesar,
preparar misiones y escribir tanto que,
dejasteis ciento once libros, opúsculos
impresos y dos mil manuscritos y de ellos,
vuestro más famoso libro “Las Glorias
de María”. “¿Jesús, me oyes?”. A Él, le
preguntabais, y quedabais encantado de
que os leyeran, las Vidas de Santos. Hoy
lucís, corona de luz, como premio justo
a vuestra increíble entrega de amor y luz;
oh, San Antonio María de Ligorio, “santo”.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1ro. de Agosto
San Alfonso M. de Ligorio
Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor o Padres Redentoristas
(1696 – 1787)
Alfonso significa: “listo para el combate”.
Nació cerca de Nápoles el 27 de septiembre de
1696. Sus padres fueron Don José, Marqués de Ligorio y Capitán de la Armada
naval, y Doña Ana Cabalieri. Nuestro santo fue el primogénito de siete hermanos,
cuatro varones y tres niñas. Siendo aún niño fue visitado por San Francisco
Jerónimo el cual lo bendijo y anunció: “Este chiquitín vivirá 90 años, será
obispo y hará mucho bien”.
A los 16 años, caso excepcional obtiene el grado
de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos
sus estudios.Para conservar la pureza de su alma escogió un director espiritual,
visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la
Virgen y huía como de la peste de todos los que tuvieran malas
conversaciones.
Su padre, que deseaba hacer de él un brillante
político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y
detalles de la vida caballeresca. Y en su profesión de abogado iba obteniendo
resaltantes triunfos. Pero todo esto no lo dejaba satisfecho, por el gran
peligro que en el mundo existe de ofender a Dios.
A sus compañeros les repetía: “Amigos, en el
mundo corremos peligro de condenarnos”. Más tarde escribiría: “Las vanidades del
mundo están llenas de amargura y desengaños. Lo sé por propia y amarga
experiencia”. Su padre quería casarlo con alguna joven de familia muy
distinguida para que formara un hogar de alta clase social. Pero cada vez que le
preparaban algún noviazgo, la novia tenía que exclamar: “Muy noble, muy culto,
muy atento, pero… ¡Vive más en lo espiritual que en lo material!.
Hubo un pleito famoso entre el Doctor Orsini y el
gran duque de Toscana. El Dr. Alfonso defendía al de Orsini. Su exposición fue
maravillosa, brillante. Sumamente aplaudida. Creía haber obtenido el triunfo
para su defendido. Pero apenas terminada su intervención, se le acerca el jefe
de la parte contraria, le alarga un papel y le dice: “Todo lo que nos ha dicho
con tanta elocuencia cae de su base ante este documento”.
Alfonso lo lee, y exclama: “Señores, me he
equivocado”, y sale de la sala diciendo en su interior: “Mundo traidor, ya te he
conocido. En adelante no te serviré ni un minuto más”. Se encierra en su cuarto
y está tres días sin comer. No hace sino rezar y llorar. Después se dedica a
visitar enfermos, y un día en un hospital de incurables le parece que Jesús le
dice: “Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme a mí”. Emocionado
le responde: “Señor, ¿qué queréis que yo haga?”.
Y se dirige luego a la Iglesia de Nuestra Señora
de la Merced y ante el sagrario hace voto de dejar el mundo. Y como señal de
compromiso deja su espada ante el altar de la Sma. Virgen. Pero tuvo que
sostener una gran lucha espiritual para convencer a su padre, el cual cifraba en
este hijo suyo, brillantísimo abogado, toda la esperanza del futuro de su
familia. “Fonso mío – le decía llorando – ¿Cómo vas a dejar tu familia? – y él
respondía: Padre, el único negocio que ahora me interesa es el de salvar
almas”.
Al fin, a los 30 años de edad logra ser ordenado
sacerdote. Desde entonces se dedica trabajar con las gentes de los barrios más
pobres de Nápoles y de otras ciudades. Reúne a los niños y a la gente humilde,
al aire libre y les enseña catecismo. Su padre que gozaba oyendo sus discursos
de abogado, ahora no quiere ir a escuchar sus sencillos sermones sacerdotales.
Pero un día entra por curiosidad a escucharle una de sus pláticas, y sin poderse
contener exclama emocionado: “Este hijo mío me ha hecho conocer a Dios”. Y esto
lo repetirá después muchas veces.
Se le reunieron otros sacerdotes y con ellos, el
9 de noviembre de 1752, fundó la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres
Redentoristas). Y a imitación de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos
y campos predicando el evangelio. Su lema era el de Jesús: “Soy enviado para
evangelizar a los pobres”.
Durante 30 años, con su equipo de misioneros,
recorre campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en cada sitio 10 o
15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y
atendido espiritualmente. La gente al ver su gran espíritu de sacrificio, corría
a su confesionario a pedirle perdón de sus pecados. Solía decir que el
predicador siembra y el confesor recoge la cosecha.
Es admirable como a San Alfonso le alcanzaba el
tiempo para hacer tantas cosas. Predicaba, confesaba, preparaba misiones y
escribía. Hay una explicación: Había hecho votos de no perder ni un minuto de su
tiempo. Y aprovechaba este tesoro hasta lo máximo. Al morir deja 111 libros y
opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus
obras.
Su obra ha sido traducida a 70 lenguas, y ya en
vida llegó a ver más de 40 traducciones de sus escritos. Para su libro más
famoso, Las Glorias de María, empezó San Alfonso a recoger materiales cuando
tenía 38 años de edad, y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750. Su
redacción le gastó 16 años. Sus obras las escribió en sus últimos 35 años, que
fueron años de terribles sufrimientos.
En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Agueda.
Quedó aterrado y dijo que renunciaba a ese honor.Pero el Papa no le aceptó la
renuncia. “Cúmplase la Voluntad de Dios. Este sufrimiento por mis pecados” –
exclamó – y aceptó. Tenía 66 años.
Estuvo 13 años de obispo. Visitó cada dos años
los pueblos. En cada pueblo de su diócesis hizo predicar misiones, y él
predicaba el sermón de la Virgen o el de la despedida. Vino el hambre y vendió
todos sus utensilios, hasta su sombrero y anillo y la mula y el carro del obispo
para dar de comer a los hambrientos. Cuando le aceptaron su renuncia de obispo
exclamó: Bendito sea Dios que me ha quitado una montaña de mis hombros.
Dios lo probó con enfermedades. Fue perdiendo la
vista y el oído. “Soy medio sordo y medio ciego – decía – pero si Dios quiere
que lo sea más y más, lo acepto con gusto”. Su delicia era pasar las horas junto
al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba al sagrario, tocaba a la
puertecilla y decía: “¿Jesús, me oyes?”
Le encantaba que le leyeran Vidas de Santos. Un
hermano tras otro pasaban a leerle por horas y horas. Preguntaba: ¿Ya rezamos el
rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación . “Traedme, a
Jesucristo”, decía, pidiendo la comunión.
San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, (Tenía
90 años). El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo
declara Doctor de la Iglesia en 1875. Para un devoto de la Virgen ninguna
lectura más provechosa que Las Glorias de María de San Alfonso. No hay gente
débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí
sabe rezar.
(San Alfonso)
(San Alfonso)
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Alfonso_M_Ligorio.htm)
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