13 octubre, 2012

SanEduardo






Oh, San Eduardo, vos, sois 
el hijo del Dios de la vida y 
su amado santo, y, que, de 
lado dejasteis vuestro título, 
de rey, para convertiros en 
el más popular de aquellos.
Vuestra piedad, amabilidad y
vuestro amor por la paz, os
signaron, como hombre de Dios. 
Suprimisteis el impuesto a la 
guerra, y procurasteis vivir
en armonía plena, con las cámaras 
legislativas, y repartíais los 
impuestos que se recogían, entre 
los pobres. “Era un hombre de 
Dios. Vivía como un ángel en 
medio de tantas ocupaciones 
materiales y se notaba que Dios 
lo ayudaba en todo. Era tan 
bondadoso que jamás humilló 
con sus palabras ni al último
de sus servidores. Se mostraba 
especialmente generoso con los 
pobres, y con los emigrantes, 
y ayudaba mucho a los monjes. 
Aún el tiempo en que estaba 
en vacaciones y dedicado a la
cacería, ni un solo día dejaba 
de asistir a la santa misa “.
Así, os describían a vos, las 
gentes de vuestro tiempo. “No 
se aflijan ni se entristezcan, 
pues yo dejo esta tierra, lugar
de dolor y de peligros, para 
ir a la Patria Celestial donde 
la paz reina para siempre”.
Dijisteis vos, antes de que, 
vuestra alma, al cielo volara, 
para, coronado ser, de luz;  
oh, San Eduardo, "amor y piedad".


© 2012by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Octubre
San Eduardo
Rey
Año 1066


Que Dios santísimo nos conceda muchos gobernantes tan virtuosos como San Eduardo rey. Dichoso el que teme ofender al Señor. Le irá bien (Salmos).

Eduardo quiere decir: el que protege la propiedad (Ed = propiedad. Uard: el que protege). Este fue el más popular de los reyes ingleses de la antigüedad. Tres cualidades le merecieron su fama de santo: era muy piadoso, sumamente amable y muy amante de la paz.Era hijo de Etelredo y a los diez años fue desterrado a Normandía, Francia, de donde no pudo volver a Inglaterra sino cuando ya tenía 40 años.

Dicen que conservó perpetua castidad

San Eduardo tuvo unos modos de actuar que lo hicieron sumamente popular entre sus súbditos y lo convirtieron como en un modelo para sus futuros reyes. Lo primero que hizo fue suprimir el impuesto de guerra, que arruinaba mucho a la gente. Luego durante su largo reinado procuró vivir en la más completa armonía con las cámaras legislativas (que el dividió en dos: cámara de los lores y cámara de los comunes). Se preocupó siempre por obtener que gran cantidad de los impuestos que se recogían, se repartieran entre las gentes más necesitadas.

Un autor que vivió en ese tiempo nos dejó los siguientes datos acerca de San Eduardo: “Era un verdadero hombre de Dios. Vivía como un ángel en medio de tantas ocupaciones materiales y se notaba que Dios lo ayudaba en todo. Eran tan bondadoso que jamás humilló con sus palabras ni al último de sus servidores. Se mostraba especialmente generoso con los pobres, y con los emigrantes, y ayudaba mucho a los monjes. Aún el tiempo en que estaba en vacaciones y dedicado a la cacería, ni un solo día dejaba de asistir a la santa misa. Era alto, majestuoso, de rostro sonrosado y cabellos blancos. Su sola presencia inspiraba cariño y aprecio”.

Cuando Eduardo estaba desterrado en Normandía prometió a Dios que si lograba volver a Inglaterra iría en peregrinación a Roma a llevar una donación al Sumo Pontífice. Cuando ya fue rey, contó a sus colaboradores el juramento que había hecho, pero estos le dijeron: “el reino está en paz porque todos le obedecen con gusto Pero si se va a hacer un viaje tan largo, estallará la guerra civil y se arruinará el país”. Entonces envió unos embajadores a consultar al Papa San León Nono, el cual le mandó decir que le permitía cambiar su promesa por otra: dar para los pobres lo que iba a gastar en el viaje, y construir un buen convento para religiosos. Así lo hizo puntualmente: repartió entre la gente pobre todo lo que había ahorrado para hacer el viaje, y vendiendo varias de sus propiedades, construyó un convento para 70 monjes, la famosa Abadía de Westminster (nombre que significa: monasterio del occidente: West = oeste u occidente. Minster = monasterio). En la catedral que hay en ese sitio es donde sepultan a los reyes de Inglaterra.

En el año 1066, desgastado de tanto trabajar por su religión y por su pueblo, sintió que le llegaba la hora de la muerte. A los que lloraban al verlo morir, les dijo: “No se aflijan ni se entristezcan, pues yo dejo esta tierra, lugar de dolor y de peligros, para ir a la Patria Celestial donde la paz reina para siempre”.

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