Oh, San Pío de Pietrelcina, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo, y, que,
a lo largo de vuestra vida, os abrazasteis a
la cruz de Cristo, para, en sufrimiento y
oración vivir de constante manera, dedicado
a la dirección espiritual y a la reconciliación
de los penitentes, sin olvidar a los pobres y
necesitados. “Siempre humíllense amorosamente
ante Dios y ante los hombres. Porque Dios, le
habla a aquellos que son verdaderamente humildes
de corazón, y, los enriquece con grandes dones”.
Decíais vos, muy a menudo. Y, es verdad, vos,
teníais el vivo carisma de la bilocación, y, por
ello, en dos lugares al mismo tiempo estabais,
almas y cuerpos curando, en diversos lugares
del mundo y, en épocas distintas. Veíais las
almas de los hombres, porque, confesaros con
vos, desnudarse ante Dios era, pues les decíais
sus pecados y los relatabais con dureza y
enojo, y, más, cuando el ofendido, Dios era.
Poseíais, el don de la sanación, con el cual,
curasteis y curas a hermanos nuestros de los
males del alma y del cuerpo. Con el don de la
profecía, anticipabais los hechos, que más tarde
se cumplieron. Vuestra vida, siempre rodeada
estuvo de Jesús y María, los santos, los ángeles
y las almas del Purgatorio, de vuestra oración
necesitadas. Y, así, viéndoos, Dios, os regaló
vuestros estigmas y, cinco fueron vuestras llagas,
que os duraron, vuestra vida toda. Y, vuestro
cuerpo, aroma a rosas expelía, como premio divino,
de vuesto amor a Dios. El demonio, nunca os dejó
en paz y sus ataques constantes sufristeis, más,
cuando, más conversos lograbais y más, la fe,
crecía a vuestro alrededor. Y, así, voló vuestra
alma al cielo, luego de haberla gastado en buena
lid, para coronada ser, con corona de luz eterna
como premio, a vuestra entrega de amor a Cristo;
Oh, San Pio de Pietrelcina, “Cristo vivo de Dios”.
del Dios de la vida y su amado santo, y, que,
a lo largo de vuestra vida, os abrazasteis a
la cruz de Cristo, para, en sufrimiento y
oración vivir de constante manera, dedicado
a la dirección espiritual y a la reconciliación
de los penitentes, sin olvidar a los pobres y
necesitados. “Siempre humíllense amorosamente
ante Dios y ante los hombres. Porque Dios, le
habla a aquellos que son verdaderamente humildes
de corazón, y, los enriquece con grandes dones”.
Decíais vos, muy a menudo. Y, es verdad, vos,
teníais el vivo carisma de la bilocación, y, por
ello, en dos lugares al mismo tiempo estabais,
almas y cuerpos curando, en diversos lugares
del mundo y, en épocas distintas. Veíais las
almas de los hombres, porque, confesaros con
vos, desnudarse ante Dios era, pues les decíais
sus pecados y los relatabais con dureza y
enojo, y, más, cuando el ofendido, Dios era.
Poseíais, el don de la sanación, con el cual,
curasteis y curas a hermanos nuestros de los
males del alma y del cuerpo. Con el don de la
profecía, anticipabais los hechos, que más tarde
se cumplieron. Vuestra vida, siempre rodeada
estuvo de Jesús y María, los santos, los ángeles
y las almas del Purgatorio, de vuestra oración
necesitadas. Y, así, viéndoos, Dios, os regaló
vuestros estigmas y, cinco fueron vuestras llagas,
que os duraron, vuestra vida toda. Y, vuestro
cuerpo, aroma a rosas expelía, como premio divino,
de vuesto amor a Dios. El demonio, nunca os dejó
en paz y sus ataques constantes sufristeis, más,
cuando, más conversos lograbais y más, la fe,
crecía a vuestro alrededor. Y, así, voló vuestra
alma al cielo, luego de haberla gastado en buena
lid, para coronada ser, con corona de luz eterna
como premio, a vuestra entrega de amor a Cristo;
Oh, San Pio de Pietrelcina, “Cristo vivo de Dios”.
© 2014 Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 Septiembre
San Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione)
Presbítero Capuchino Septiembre 23
San Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione)
Presbítero Capuchino Septiembre 23
Un hombre de oración y sufrimiento
Martirologio Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione,
 presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el 
convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección 
espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, 
mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados, 
terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose con 
Cristo crucificado (1968).
“Siempre humíllense amorosamente ante Dios y ante los hombres. 
Porque Dios le habla a aquellos que son verdaderamente humildes de 
corazón, y los enriquece con grandes dones.” (San Giovanni Rotondo, 
Italia).
En un convento de la Hermandad de los Capuchinos, en la ladera del 
monte Gargano, vivió por muchísimos años el que probablemente fuera el 
Sacerdote Místico más destacado del siglo XX, a punto actualmente de ser
 declarado Santo por el Vaticano. El Padre Pío, nacido en Pietrelcina en
 1887, fue un hombre rico en manifestaciones de su santidad. Enorme 
cantidad de milagros rodearon su vida, testimoniados por miles de 
personas que durante décadas concurrieron allí a confesarse. Sus Misas, a
 decir de los concurrentes, recordaban en forma vívida el Sacrificio y 
Muerte del Señor a través de la entrega con que el Padre Pío celebraba 
cada Eucaristía.
Es notable su carisma de bilocación: la capacidad de estar presente 
en dos lugares al mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia 
muchas veces. El Padre Pío raramente abandonó San Giovanni Rotondo; sin 
embargo se lo ha visto y testimoniado curando almas y cuerpos en 
diversos lugares del mundo en distintas épocas. También tenía el don de 
ver las almas: confesarse con el Padre Pío era desnudarse ante Dios, ya 
que él decía los pecados y relataba las conciencias a sus sorprendidos 
feligreses (a veces con gran dureza y enojo, ya que tenía un fuerte 
carácter, especialmente cuando se ofendía seriamente a Dios). Tenía 
también el don de la sanación (a través de sus manos Jesús curó a 
muchísima gente, tanto física como espiritualmente) y el don de la 
profecía (anticipó hechos que luego se cumplieron al pie de la letra).
Vivió rodeado de la Presencia de Jesús y María, pero también de 
Santos y Angeles, y de almas que buscaban su oración, para subir desde 
el Purgatorio al Cielo. Pero su gracia más grande radicó, sin duda 
alguna, en sus estigmas: en 1918 recibe las cinco Llagas de Cristo en 
sus manos, en sus pies y en su costado izquierdo. Estas llagas sangraron
 toda su vida, aproximadamente una taza de té por día, hasta su muerte 
ocurrida en 1968. Múltiples estudios médicos y científicos se realizaron
 sobre sus Estigmas, no encontrándose nunca explicación alguna a su 
presencia u origen.
Su sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial, a flores diversas, 
que acariciaba no solo a los asistentes a sus Misas, sino también a 
quienes se encontraban con él en otras ciudades del mundo, a través de 
sus dones de bilocación. Vivió sufriendo ataques del demonio, tanto 
físicos como espirituales, que se multiplicaron a medida que las 
conversiones y la fe crecían a su alrededor.
En diciembre de 2001 el Vaticano emite el decreto que aprueba los 
milagros necesarios para canonizar a nuestro héroe, San Pío de 
Pietrelcina y fué canonizado el 16 de julio de 2002.
Vivimos en un mundo que niega lo sobrenatural, se aferra a lo 
material y a todo lo que pueda ser explicado a través de la razón, o 
percibido por los sentidos. Sin embargo, Dios prescinde de nuestra razón
 y de nuestros sentidos, a la hora de someternos a las pruebas de 
nuestra fe. De cuando en cuando nos prodiga con regalos del mundo 
sobrenatural, a través del testimonio y el acceso a la divinidad de los 
seres Celestiales. El Padre Pío es una puerta abierta a Cristo, a María,
 a los ángeles y los santos. Es también un testimonio de la pequeñez del
 ser humano y una invitación a creer y dejar de buscar explicación a los
 hechos de la Divina Providencia (la voluntad de Dios), sino simplemente
 a unir nuestra voluntad a la de Dios, y ser lisa y llanamente su 
instrumento, como el Padre Pío lo fue.
La vida entera del Padre Pío no puede ser explicada a través de la 
razón o la lógica humana. La fe y fuerza del Santo del Gargano dan por 
tierra con todas las escuelas filosóficas terrenales, dejando una sola 
salida a todo intento de crecimiento del hombre: el encuentro con el 
Dios eterno, el que nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su 
infinita Misericordia, que nos entreguemos simplemente a Su Voluntad. La
 negación de nuestro yo (la muerte de nuestro ego), se constituye en la 
principal meta de nuestra evolución, porque SÓLO DIOS ES !
Debemos negarnos a nosotros mismos y vivir para y por Él. El Padre 
Pío vivió en la más absoluta humildad y negación de sí mismo, y miren 
los prodigios que Jesús hizo a través suyo!
Fuente:(www.reinadelcielo.org)

 
 
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