Apariciones de la Virgen María a 
Santa Catalina Laboure y la Medalla Milagrosa
París 1830
Santa Catalina Laboure y la Medalla Milagrosa
París 1830
El año de 1830 es un año clave: tiene lugar en París la primera 
aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII llamó 
la “era de María”, una etapa de repetidas visitaciones celestiales. 
Entre otras: La Salette, Lourdes, Fátima … Y como en su visita a Santa 
Isabel, siempre viene para traernos gracia, para acercarnos a Jesús, el 
fruto bendito de su vientre. También para recordarnos el camino de 
salvación y advertirnos las consecuencias de optar por otros caminos.
Sta. Catalina Labouré
Catalina nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña ( 
Francia ). Entró a la vida religiosa con la Hijas de la Caridad el 22 de
 enero de 1830 y después de tres meses de postulantado, 21 de abril, fue
 trasladada al noviciado de París, en la Rue du Bac, 140.
El Corazón de San Vicente
La novicia estaba presente cuando trasladaron los restos de su 
fundador, San Vicente de Paul, a la nueva iglesia de los Padres Paules a
 solo unas cuadras de su noviciado. El brazo derecho del santo fue a la 
capilla del noviciado.  En esta capilla, durante la novena, Catalina vio
 el corazón de San Vicente en varios colores.  De color blanco, 
significando la unión que debía existir entres las congregaciones 
fundadas por San Vicente. De color rojo, significando el fervor y la 
propagación que habían de tener dichas congregaciones. De color rojo 
oscuro, significando la tristeza por el sufrimiento que ella padecería. 
Oyó interiormente una voz: ” el corazón de San Vicente está 
profundamente afligido por los males que van a venir sobre Francia “.  
La misma voz añadió un poco mas tarde: ” El corazón de San Vicente está 
mas consolado por haber obtenido de Dios, a través de la intercesión de 
la Santísima Virgen María, el que ninguna de las dos congregaciones 
perezca en medio de estas desgracias, sino que Dios hará uso de ellas 
para reanimar la fe “.
Visiones del Señor en la Eucaristía
Durante los 9 meses de su noviciado en la Rue du Bac, sor Catalina 
tuvo también la gracia especial de ver todos los días al Señor en el 
Santísimo Sacramento.
El domingo de la Santísima Trinidad, 6 de junio de 1830, el Señor se 
mostró durante el evangelio de la misa como un Rey, con una cruz en el 
pecho. De pronto, los ornamentos reales de Jesús cayeron por tierra, lo 
mismo que la cruz, como unos despojos desperdiciables. “Inmediatamente –
 escribió sor Catalina – tuve las ideas mas negras y terribles: que el 
Rey de la tierra estaba perdido y sería despojado de sus vestiduras 
reales. Sí, se acercaban cosa malas “.
Catalina sueña con ver a la Virgen
El domingo 18 de Julio 1930, víspera de la fiesta de San Vicente de 
Paúl, La maestra de novicias les había hablado sobre la devoción a los 
santos, y en particular a la Reina de todos ellos, María Santísima. Sus 
palabras, impregnadas de fe y de una ardiente piedad, avivaron en el 
corazón de Sor Laboure el deseo de ver y de contemplar el rostro de la 
Santísima Virgen. Como era víspera de San Vicente, les habían 
distribuido a cada una un pedacito de lienzo de un roquete del santo. 
Catalina se lo tragó y se durmió pensando que S. Vicente, junto con su 
ángel de la guarda, le obtendrían esa misma noche la gracia de ver a la 
Virgen como era su deseo. Precisamente, los anteriores favores recibidos
 en las diversas apariciones de San Vicente a Sor Catalina alimentaban 
en su corazón una confianza sin limites hacia su bienaventurado padre, y
 su candor y viva esperanza no la engañaron. “La confianza consigue todo
 cuanto espera” (San Juan de la Cruz).
El Angel la despierta
Todo era silencio en la sala donde dormía Sor Catalina y cerca de las
 11:30 PM oyó que por tres veces la llamaban por su nombre. Se despertó y
 apartando un poco las cortinas de su cama miro del lado que venia la 
voz y vio entonces un niño vestido de blanco, que parecía tener como 
cuatro o cinco años, y el cual le dijo: “Levántate pronto y ven a la 
capilla; la Santísima Virgen te espera”.
Sor Catalina vacila; teme ser notada de las otras novicias; pero el 
niño responde a su preocupación interior y le dice: “No temas; son las 
11;30 p.m.; todas duermen muy bien. Ven yo te aguardo”.
Ella no se detiene ya ni un momento; se viste con presteza y se pone a
 disposición de su misterioso guía, “que permanecía en pie sin separarse
 de la columna de su lecho.”
Vestida Sor Catalina, el niño comienza a andar, y ella lo sigue 
marchando a “su lado izquierdo”. Por donde quiera que pasaban las luces 
se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos resplandores y a su 
paso todo quedaba iluminado.
Al llegar a la puerta de la capilla la encuentra cerrada; pero el 
niño toca la puerta con su dedito y aquella se abrió al instante.
Dice Catalina: “Mi sorpresa fue mas completa cuando, al entrar a la 
capilla, vi encendidas todas las velas y los cirios, lo que me recordaba
 la Misa de media noche”. (todavía ella no ve a la Virgen)
El niño la llevó al presbiterio, junto al sillón destinado al P. 
Director, donde solía predicar a las Hijas de la Caridad, y allí se puso
 de rodillas, y el niño permaneció de pie todo el tiempo al lado 
derecho.
La espera le pareció muy larga, ya que con ansia deseaba ver a la 
Virgen. Miraba ella con cierta inquietud hacia la tribuna derecha, por 
si las hermanas de vela, que solían detenerse para hacer un acto e 
adoración, la veían.
Por fin llego la hora deseada, y el niño le dijo: “Ved aquí a la Virgen, vedla aquí”
Sor Catalina oyó como un rumor, como el roce de un traje de seda, que partía del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente el presbiterio, “fue a sentarse en un sillón sobre las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio”.
Sor Catalina oyó como un rumor, como el roce de un traje de seda, que partía del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente el presbiterio, “fue a sentarse en un sillón sobre las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio”.
Aparición de la VirgenSor Catalina en el fondo de su corazón dudaba 
si verdaderamente estaba o no en presencia de la Reina de los Cielos, 
pero el niño le dijo: “Mira a la Virgen”.
Le era casi imposible describir lo que experimentaba en aquel 
instante, lo que paso dentro de ella, y le parecía que no veía a la 
Santísima Virgen.
Entonces el niño le habló, no como niño, sino como el hombre mas 
enérgico y palabras muy fuertes: -“¿Por ventura no puede la Reina de los
 Cielos aparecerse a una pobre criatura mortal en la forma que mas le 
agrade?” “
Entonces, mirando a la Virgen, me puse en un instante a su lado, me 
arrodille en el presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de 
la Santísima Virgen. “Allí pasé los momentos más dulces de mi vida; me 
sería imposible decir lo que sentí”.
Ella me dijo cómo debía portarme con mi director, la manera de 
comportarme en las penas y acudir (mostrándome con la mano izquierda) a 
arrojarme al pie del altar y desahogar allí mi corazón, pues allí 
recibiría todos los consuelos de que tuviera necesidad. Entonces le 
pregunté que significaban las cosa que yo había visto, y ella me lo 
explicó todo “.
Instrucciones de la Santísima Virgen
Fueron muchas las confidencias que Sor Catalina recibió de los labios
 de María Santísima, pero jamas podremos conocerlas todas, porque 
respecto a algunas de ellas, le fue impuesto el mas absoluto secreto.
La Virgen le dio algunos consejos para su particular provecho espiritual: (La Virgen es Madre y Maestra)
1- Como debía comportarse con su director (humildad profunda y 
obediencia). Esto a pesar de que su confesor, el padre Juan María 
Aladel, no creyó sus visiones y le dijo que las olvidara.
2- La manera de comportarse en las penas, (paciencia, mansedumbre, gozo)
3- Acudir siempre (mostrándole con la mano izquierda) a arrojarse al 
pie del altar y desahogar su corazón, pues allí recibiría todos los 
consuelos de que tuviese necesidad. (corazón indiviso, no consuelos 
humanos)
La Virgen también le explicó el significado de todas las apariciones y
 revelaciones que había tenido de San. Vicente y del Señor.
Luego continuó diciéndole:
Dios quiere confiarte una misión; te costara trabajo, pero lo 
vencerás pensando que lo haces para la gloria de Dios. Tu conocerás cuan
 bueno es Dios. Tendrás que sufrir hasta que los digas a tu director. No
 te faltaran contradicciones; mas te asistirá la gracia; no temas. 
Háblale a tu director con confianza y sencillez; ten confianza no temas.
 Veras ciertas cosas; díselas. Recibirás inspiraciones en la oración.
Los tiempos son muy calamitosos. Han de llover desgracias sobre 
Francia. El trono será derribado. El mundo entero se verá afligido por 
calamidades de todas clases (al decir esto la Virgen estaba muy triste).
 Venid a los pies de este altar, donde se prodigaran gracias a todos los
 que las pidan con fervor; a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres.
Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo ardientemente. Me
 causa dolor el que haya grandes abusos en la observancia, el que no se 
cumplan las reglas, el que haya tanta relajación en ambas comunidades a 
pesar de que hay almas grandes en ellas. Díselo al que esta encargado de
 ti, aunque no sea el superior. Pronto será puesto al frente de la 
comunidad. El deberá hacer cuanto pueda para restablecer el vigor de la 
regla. Cuando esto suceda otra comunidad se unirá a las de ustedes.
Vendrá un momento en que el peligro será grande; se creerá todo 
perdido; entonces yo estaré contigo, ten confianza. Reconocerás mi 
visita y la protección de Dios y de San Vicente sobre las dos 
comunidades..
Mas no será lo mismo en otras comunidades, en ellas habrá 
víctimas..(lagrimas en los ojos). El clero de París tendrá muchas 
víctimas..Morirá el señor Arzobispo.
Hija mía, será despreciada la cruz, y el Corazón de mi Hijo será otra
 vez traspasado; correrá la sangra por las calles ( la Virgen no podía 
hablar del dolor, las palabras se anudaban en su garganta; semblante 
pálido). El mundo entero se entristecerá . Ella piensa: ¿cuando ocurrirá
 esto? y una voz interior asegura: cuarenta años y diez y después la 
paz.
La Virgen, después de estar con ella unas dos horas, desaparece de la vista de Sor Catalina como una sombra que se desvanece.
En esta aparición la Virgen:
Le comunica una misión que Dios le quiere confiar.
La prepara con sabios consejos para que hable con sumisión y confianza a su director.
Le anuncia futuros eventos para afianzar la fe de aquellos que pudieran dudar de la aparición.
Le Regala una relación familiar de madre-hija: la ve, se acerca a ella, hablan con familiaridad y sencillez, la toca y la Virgen no solo consiente, sino que se sienta para que Catalina pueda aproximarse hasta el extremo de apoyar sus brazos y manos en las rodillas de la Reina del Cielo.
Le comunica una misión que Dios le quiere confiar.
La prepara con sabios consejos para que hable con sumisión y confianza a su director.
Le anuncia futuros eventos para afianzar la fe de aquellos que pudieran dudar de la aparición.
Le Regala una relación familiar de madre-hija: la ve, se acerca a ella, hablan con familiaridad y sencillez, la toca y la Virgen no solo consiente, sino que se sienta para que Catalina pueda aproximarse hasta el extremo de apoyar sus brazos y manos en las rodillas de la Reina del Cielo.
Todas las profecías se cumplieron:
1-la misión de Dios pronto le fue indicada con la revelación de la medalla milagrosa.
2-una semana después de esta aparición estallaba la revolución. Los 
revoltosos ocupaban las calles de París, saqueos, asesinatos, y 
finalmente era destronado Carlos X, sustituido por el “rey ciudadano” 
Luis Felipe I, gran maestro de la masonería.
3-El P. Aladel (director) es nombrado en 1846 Director de las Hijas 
de la Caridad, establece la observancia de la regla y hacia la década 
del 60 otra comunidad femenina se une a las Hijas de la Caridad.
4-En 1870 (a los 40 años) llegó el momento del gran peligro, con los 
horrores de la Comuna y el fusilamiento del Arzobispo Mons. Darboy y 
otros muchos sacerdotes.
5- solo queda por cumplir la ultima parte.
Aparición del 27 de noviembre del 1830
La tarde el 27 de Nov. de 1830, sábado víspera del primer domingo de 
Adviento, en la capilla, estaba Sor Catalina haciendo su meditación, 
cuando le pareció oír el roce de un traje de seda que le hace recordar 
la aparición anterior.
Aparece la Virgen Santísima, vestida de blanco con mangas largas y 
túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin 
ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando quiso 
describir su rostro solo acertó a decir que era la Virgen María en su 
mayor belleza.
Sus pies posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la
 parte superior, y aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. 
Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño 
de oro, coronado por una crucecita.
La Stma. Virgen mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el 
globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra. De pronto sus 
dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que 
brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en 
este momento de tal claridad, que no era posible verla.
Tenia tres anillos en cada dedo; el mas grueso junto a la mano; uno 
de tamaño mediano en el medio, y no mas pequeño, en la extremidad. De 
las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban 
hacia abajo; llenaban toda la parte baja.
Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su corazón:
Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo 
entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos 
simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las 
perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden.
Con estas palabras La Virgen se da a conocer como la mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo.
El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las 
manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los 
rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies.
La Medalla Milagrosa
        En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la 
Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: 
“María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti”
        Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la 
altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la 
Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda .
        Oyó de nuevo la voz en su interior: “Haz que se acuñe una 
medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán 
grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven
 con confianza”.
        La aparición, entonces, dio media vuelta y quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla.
        En el aparecía una M, sobre la cual había una cruz 
descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio
 de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales
 el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo 
traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.
        La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias,
 hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La 
Virgen dijo a Catalina: “En adelante, ya no veras , hija mía; pero oirás
 mi voz en la oración”.
        Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que 
inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la 
Virgen le dijo: “La M y los dos corazones son bastante elocuentes”.
Símbolos de la Medalla y mensaje espiritual
En el Anverso:
        -María aplastando la cabeza de la serpiente que esta sobre el
 mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su gracia 
para triunfar sobre Satanás.
        -El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza: la mujer del Apocalipsis, vestida del sol.
        -Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal 
de su misión de madre y mediadora de las gracias que derrama sobre el 
mundo y a quienes pidan.
        -Jaculatoria: dogma de la Inmaculada Concepción (antes de la 
definición dogmática de 1854). Misión de intercesión, confiar y recurrir
 a la Madre.
        -El globo bajo sus pies: Reina del cielos y tierra.
        -El globo en sus manos: el mundo ofrecido a Jesús por sus manos.
        En el reverso:
        -La cruz: el misterio de redención- precio que pagó Cristo. obediencia, sacrificio, entrega
        -La M: símbolo de María y de su maternidad espiritual.
        -La barra: es una letra del alfabeto griego, “yota” o I, que es monograma del nombre, Jesús.
        Agrupados ellos: La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador.
        -Las doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda 
sobre los apóstoles y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.
        -Los dos corazones: la corredención. Unidad indisoluble. Futura devoción a los dos y su reinado.
Nombre
        La Medalla se llamaba originalmente: “de la Inmaculada 
Concepción”, pero al expandirse la devoción y haber tantos milagros 
concedidos a través de ella, se le llamó popularmente “La Medalla 
Milagrosa”.
 Conversión de Ratisbone
        Alfonso Ratisbone era abogado y banquero, judío, de 27 años. 
Tenía gran odio hacia los católicos porque su hermano Teodoro se había 
convertido y ordenado sacerdote, tenía como insignia la medalla 
milagrosa y luchaba por la conversión de los judíos.
        Alfonso pensaba casarse poco después con una hija de su 
hermano mayor, Flora, diez años menor que el, cuando en enero de 1842, 
haciendo un viaje de turismo a Nápoles y Malta, por una equivocación de 
trenes llego a Roma. Aquí se creyó en la obligación de visitar a un 
amigo de la familia, el barón Teodoro de Bussiere, protestante 
convertido al catolicismo.
        El barón le recibió con toda cordialidad y se ofreció a 
enseñarle Roma. En una reunión donde Ratisbone hablaba horrores de los 
católicos, este barón lo escuchó con mucha paciencia y al final le dijo:
 “Ya que usted está tan seguro de si, prométame llevar consigo lo que le
 voy a dar- ¿Que cosa?. Esta medalla. Alfonso la rechazó indignado y el 
barón replicó: “Según sus ideas, el aceptarla le debía dejar a usted 
indiferente. En cambio a mi me causaría satisfacción.” Se echó a reír y 
se la puso comentando que él no era terco y que era un episodio 
divertido. El barón se la puso al cuello y le hizo rezar el Memorare.
        El barón pidió oraciones a varias personas entre ellas al 
conde La Ferronays quien le dijo: “si le ha puesto la medalla milagrosa y
 le ha hecho rezar el Memorare, seguro que se convierte.” El conde murió
 de repente dos días después. Se supo que durante esos dos días había 
ido a la basílica de Sta. María la Mayor a rezar cien Memorares por la 
conversión de Ratisbone.
        Por la Plaza España se encuentra el barón con Ratisbone en su
 último día en Roma y este le invita a pasear. Pero antes tenía que 
pasar por la Iglesia de San Andrés a arreglar lo del funeral del conde. 
Ratisbone le acompaña a la Iglesia. He aquí su testimonio de lo que 
entonces sucedió: “a los pocos momentos de encontrarme en la Iglesia, me
 sentí dominado por una turbación inexplicable. Levanté los ojos y me 
pareció que todo el edificio desaparecía de mi vista. Una de las 
capillas (la de San Miguel) había concentrado toda la luz, y en medio de
 aquel esplendor apareció sobre el altar, radiante y llena de majestad y
 de dulzura, la Virgen Santísima tal y como esta grabada en la medalla. 
Una fuerza irresistible me impulsó hacia la capilla. Entonces la Virgen 
me hizo una seña con la mano como indicándome que me arrodillara… La 
Virgen no me habló pero lo he comprendido todo.”
        El barón lo encuentra de rodillas, llorando y rezando con las
 manos juntas, besando la medalla. Poco tiempo mas tarde es bautizado en
 la Iglesia del Gesu en Roma. Por orden del Papa, se inicia un proceso 
canónico, y fue declarado “verdadero milagro”.
        Alfonso Ratisbone entró en la Compañía de Jesús. Ordenado 
sacerdote, fue destinado a París donde estuvo ayudando a su hermano 
Teodoro en los catecumenados para la conversión de los judíos.
        Después de haber sido por 10 años Jesuita, con permiso sale 
de la orden y funda en 1848, las religiosas y las misiones de Ntra. Sra.
 de Sión. En solo los diez primeros años Ratisbone consiguió la 
conversión de 200 judíos y 32 protestantes. Trabajó lo indecible en 
Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de Pilato, que 
convirtió en convento e Iglesia de las religiosas. También consiguió que
 estas religiosas fundasen un hospicio en Ain-Karim, donde murió 
santamente en 1884 a los 70 años.
Triduo en honor de la Virgen de la Medalla Milagrosa
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
        ACTO DE CONTRICION.
Oración para todos los días:
¡Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
¡Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
¡Dulcísima Reina de los cielos y de la tierra!; que por amor a los hombres te dignastes a manifestarte, a vuestra sierva Sor Catalina, con las manos llenas de rayos de luz; a fìn de hacer saber al mundo que deseas derramar abundantes gracias sobre todos los que con confianza te piden; Concèdeme Madre mía, que a imitación de Sor Catalina derrames en mi alma la luz necesaria para conocer mi nada y mi miseria; y lo mucho que debo a mi Padre Dios, por tantísimos beneficios, como me ha dispensado; y que cumpliendo su voluntad en esta vida; pueda gozarle en Tu compañía eternamente en el cielo. Amén.
Tres Ave Marías, y 3 veces la jaculatoria “Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
Primer Día:
        ¡Amorosísima Madre mía!, que placer tiene mi alma, cuando 
considero que tantos deseos tienes en concederme vuestros favores; que 
no esperas otra cosa, sino que acuda a Tì, para remediar nuestros males y
 llenarnos de vuestras gracias y dones.
Oh María, mi Madre amada, reina de la Corte Celestial, te ruego que todos acudamos siempre a Tì, como nuestra única esperanza.
Oh María, mi Madre amada, reina de la Corte Celestial, te ruego que todos acudamos siempre a Tì, como nuestra única esperanza.
        Oración Final:
        Acuérdate, ¡Oh piadosísima Siempre Virgen María!, que no se 
ha oído decir jamás; que ninguno de los que han recurrido a vuestra 
protección, e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado de Tì. 
Animado con esta confianza, ¡Oh Virgen de las Vírgenes!, a Tì vengo; 
gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro a Tus pies.
¡Oh Madre del Divino Verbo!, no desprecies mis súplicas; antes bien, escúchalas favorablemente, y dignate acogerlas. Amén.
¡Oh Madre del Divino Verbo!, no desprecies mis súplicas; antes bien, escúchalas favorablemente, y dignate acogerlas. Amén.
        Tres veces la jaculatoria: “Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
Segundo Día:
        ¡Santísima Madre de Dios!, ¡Señora nuestra y mi tierna 
Madre!; que consuelo tan grande siente mi corazón, cuando contempla Tu 
imagen, como te viò Sor Catalina, con un globo en vuestras Divinas 
Manos, que representaba toda la tierra, y lo estrechabas sobre vuestro 
pecho; simbolizando así el amor que tienes a los hombres. Concèdeme, ¡oh
 Divina Madre Eterna! ¡Oh Madre mía!, el que sepamos corresponder a 
tanto amor, procurando imitar vuestras virtudes. Así sea.
        Continúe con la oración final.
Tercer Día:
        ¡Virgen Inmaculada!. ¡Celestial Madre mía! Con que placer 
llego ante Tu Santísimo Altar; para contemplar Tus virtudes y exponer 
mis penas. Que aliento santo cobra mi espíritu, al acercarme ante Tu 
Sagrada Imagen; donde veo representada la más profunda humildad; una 
modestia admirable y el resto de todas las perfecciones con que el Señor
 Dios te adornó.
        Haz ¡Madre Santísima!, ¡Divina y Celestial Señora! ¡Reina del
 Clero, de los apóstoles! ¡Madre del Mecías! ¡Hija predilecta de Dios 
Padre! Que oigamos siempre Tus maternales avisos, para que arrepentidos 
de nuestras culpas, e imitando vuestras virtudes; logremos la inmensa 
dicha de estar contigo en el cielo, por toda la eternidad. Así sea.
        Continúe con la oración final.

 
 
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