¡Oh! maravilloso Adviento, que revestido de amor
significas “venida”. Y, que, en cuatro semanas,
nos has preparado para el Nacimiento de Jesús.
Tu color litúrgico “morado” penitencia y conversión
significan, y, que, revestida está, de esperanza
ante la inminente llegada de Nuestro Amado Señor.
¡Oh!, Adviento, que eres tiempo de “privilegio”
para los cristianos, porque a recordar nos invitas
el pasado, el presente vivir y el futuro preparar.
¡Oh!, Adviento, que eres memoria del misterio
la de gracia del nacimiento del Niño Dios, y eres
además, memoria de la encarnación y memoria
de las maravillas que Dios hace en favor de todos
los hombres, y, eres memoria de su primera venida.
¡Oh!, Adviento, viva historia, eres la llamada
de vivir el presente de nuestra cristiana vida,
y testimoniar la presencia del Niño del Pesebre,
entre nosotros, con nosotros, por nosotros, siempre.
¡Oh!, Adviento, que nos interpelas a vigilantes
vivir, por los caminos del Señor, de justicia y amor.
¡Oh!, Adviento, que presencia, eres del cristiano,
y que, cada vez que el bien hace, revive la encarnación
y la natividad de Jesucristo, Dios y Señor Nuestro.
¡Oh!, Adviento que preparas y anticipas el futuro
e invitas a esperar la segunda y definitiva venida
de Jesucristo, en toda la “majestad de su gloria”.
¡Oh!, Adviento, que nos haces proclamar la fe en su
venida gloriosa y nos ayudas a prepararnos a ella.
¡Oh!, Adviento, vida futura, Reino, escatología, tiempo
para revisar nuestra vida a la luz, de vida de Cristo,
a la luz de las promesas bíblicas y mesiánicas.
¡Oh!, Adviento que eres tiempo, para el examen
de conciencia continuo, arrepentido y agradecido
y eres además, proyección de vida, de hombre nuevo,
de conversión permanente, de cielo nuevo, de tierra
nueva, logradas con personal esfuerzo, con cada afán,
negándose a sí mismo, para, en los demás crecer y vivir.
¡Oh!, Adviento glorioso, que eres tiempo maravilloso
de María de Nazaret, que dijo Sí, y confió en la palabra
de Dios y en quien floreció y alumbró el Niño Dios;
¡Oh!, Adviento, que eres espera del Amor del mundo.
significas “venida”. Y, que, en cuatro semanas,
nos has preparado para el Nacimiento de Jesús.
Tu color litúrgico “morado” penitencia y conversión
significan, y, que, revestida está, de esperanza
ante la inminente llegada de Nuestro Amado Señor.
¡Oh!, Adviento, que eres tiempo de “privilegio”
para los cristianos, porque a recordar nos invitas
el pasado, el presente vivir y el futuro preparar.
¡Oh!, Adviento, que eres memoria del misterio
la de gracia del nacimiento del Niño Dios, y eres
además, memoria de la encarnación y memoria
de las maravillas que Dios hace en favor de todos
los hombres, y, eres memoria de su primera venida.
¡Oh!, Adviento, viva historia, eres la llamada
de vivir el presente de nuestra cristiana vida,
y testimoniar la presencia del Niño del Pesebre,
entre nosotros, con nosotros, por nosotros, siempre.
¡Oh!, Adviento, que nos interpelas a vigilantes
vivir, por los caminos del Señor, de justicia y amor.
¡Oh!, Adviento, que presencia, eres del cristiano,
y que, cada vez que el bien hace, revive la encarnación
y la natividad de Jesucristo, Dios y Señor Nuestro.
¡Oh!, Adviento que preparas y anticipas el futuro
e invitas a esperar la segunda y definitiva venida
de Jesucristo, en toda la “majestad de su gloria”.
¡Oh!, Adviento, que nos haces proclamar la fe en su
venida gloriosa y nos ayudas a prepararnos a ella.
¡Oh!, Adviento, vida futura, Reino, escatología, tiempo
para revisar nuestra vida a la luz, de vida de Cristo,
a la luz de las promesas bíblicas y mesiánicas.
¡Oh!, Adviento que eres tiempo, para el examen
de conciencia continuo, arrepentido y agradecido
y eres además, proyección de vida, de hombre nuevo,
de conversión permanente, de cielo nuevo, de tierra
nueva, logradas con personal esfuerzo, con cada afán,
negándose a sí mismo, para, en los demás crecer y vivir.
¡Oh!, Adviento glorioso, que eres tiempo maravilloso
de María de Nazaret, que dijo Sí, y confió en la palabra
de Dios y en quien floreció y alumbró el Niño Dios;
¡Oh!, Adviento, que eres espera del Amor del mundo.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Diciembre
Día litúrgico
Feria privilegiada de Adviento
Día litúrgico
Feria privilegiada de Adviento
Texto del Evangelio (Lc 1,67-79)
En aquel tiempo, Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno de Espíritu
Santo, y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha
visitado y redimido a su pueblo y nos ha suscitado una fuerza salvadora
en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos
antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros
enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo
misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el
juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres
de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia
delante de Él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del
Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a
su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por
las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite
una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y
sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Comentario: Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents (Terrassa, Barcelona, España)
Harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas
Hoy, el Evangelio recoge el canto de alabanza de Zacarías después del
nacimiento de su hijo. En su primera parte, el padre de Juan da gracias
a Dios, y en la segunda sus ojos miran hacia el futuro. Todo él rezuma
alegría y esperanza al reconocer la acción salvadora de Dios con Israel,
que culmina en la venida del mismo Dios encarnado, preparada por el
hijo de Zacarías.
Ya sabemos que Zacarías había sido castigado por Dios a causa de su
incredulidad. Pero ahora, cuando la acción divina es del todo manifiesta
en su propia carne —pues recupera el habla— exclama aquello que hasta
entonces no podía decir si no era con el corazón; y bien cierto que lo
decía: «Bendito el Señor Dios de Israel…» (Lc 1,68). ¡Cuántas veces
vemos oscuras las cosas, negativas, de manera pesimista! Si tuviésemos
la visión sobrenatural de los hechos que muestra Zacarías en el Canto
del Benedictus, viviríamos con alegría y esperanza de una manera
estable.
«El Señor ya está cerca; el Señor ya está aquí». El padre del
precursor es consciente de que la venida del Mesías es, sobre todo, luz.
Una luz que ilumina a los que viven en la oscuridad, bajo las sombras
de la muerte, es decir, ¡a nosotros! ¡Ojalá que nos demos cuenta con
plena conciencia de que el Niño Jesús viene a iluminar nuestras vidas,
viene a guiarnos, a señalarnos por dónde hemos de andar…! ¡Ojalá que nos
dejáramos guiar por sus ilusiones, por aquellas esperanzas que pone en
nosotros!
Jesús es el “Señor” (cf. Lc 1,68.76), pero también es el “Salvador”
(cf. Lc 1,69). Estas dos confesiones (atribuciones) que Zacarías hace a
Dios, tan cercanas a la noche de la Navidad, siempre me han sorprendido,
porque son precisamente las mismas que el Ángel del Señor asignará a
Jesús en su anuncio a los pastores y que podremos escuchar con emoción
esta misma noche en la Misa de Nochebuena. ¡Y es que quien nace es
Dios!.
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