¡Oh!, San Emeterio y San Celedonio, vosotros, sois los hijos del Dios
de la vida y sus amados santos y mártires, que estando de servicio
en la romana milicia, confesasteis que vuestra luz, era entonces y es,
como sabéis bien, Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro, respuesta que,
nada gustó, a vuestros impíos captores. La Iglesia del Salvador, mudo
testigo es, de vuestro martirio glorioso, porque, vosotros, hermanos
de sangre como erais, y que, galardonados habíais sido, por vuestro
valor, arrojo guerrero y disciplina marcial, renunciasteis a la militar
vida, y, elegisteis la eternidad de la vida, donando las vuestras,
por Jesucristo. Prisión sufristeis, pero, vuestra soledad y retiro, os
hizo meditar y orar mucho más, de manera tal que, al César, ya le
habíais dado su parte y Dios, paciente esperaba la suya. Y, por el
amor y la fe, decidisteis vuestras vidas donar a quien os la dio y,
fueron vuestro anillo Emeterio, y vuestro pañuelo Celedonio, señas
que escalaron hechas almas, al cielo de la gloria, ante las absortas
miradas de vuestros verdugos. Cierto es, que acabaron con vuestras
vidas terrenas, pero, coronas de luz recibisteis, como premio a
vuestro amor. Santos Patronos de Calahorra, por, vuestro martirio;
¡Oh!, Emeterio y Celedonio, “hermanos de la milicia, en la fe de Cristo”.
de la vida y sus amados santos y mártires, que estando de servicio
en la romana milicia, confesasteis que vuestra luz, era entonces y es,
como sabéis bien, Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro, respuesta que,
nada gustó, a vuestros impíos captores. La Iglesia del Salvador, mudo
testigo es, de vuestro martirio glorioso, porque, vosotros, hermanos
de sangre como erais, y que, galardonados habíais sido, por vuestro
valor, arrojo guerrero y disciplina marcial, renunciasteis a la militar
vida, y, elegisteis la eternidad de la vida, donando las vuestras,
por Jesucristo. Prisión sufristeis, pero, vuestra soledad y retiro, os
hizo meditar y orar mucho más, de manera tal que, al César, ya le
habíais dado su parte y Dios, paciente esperaba la suya. Y, por el
amor y la fe, decidisteis vuestras vidas donar a quien os la dio y,
fueron vuestro anillo Emeterio, y vuestro pañuelo Celedonio, señas
que escalaron hechas almas, al cielo de la gloria, ante las absortas
miradas de vuestros verdugos. Cierto es, que acabaron con vuestras
vidas terrenas, pero, coronas de luz recibisteis, como premio a
vuestro amor. Santos Patronos de Calahorra, por, vuestro martirio;
¡Oh!, Emeterio y Celedonio, “hermanos de la milicia, en la fe de Cristo”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Marzo
San Emeterio y San Celedonio
Mártires
San Emeterio y San Celedonio
Mártires
Martirologio Romano: En Calahorra, en la Hispania Tarraconense,
santos Emeterio y Celedonio, los cuales, estando cumpliendo la milicia
en los campamentos junto a León, en la provincia de Galicia, por
confesar el nombre de Cristo al inicio de la persecución fueron
conducidos a Calahorra y allí coronados con el martirio (c. s. IV).
Etimológicamente: Emeterio = Aquel que es defensor, es de origen griego,
En verso recogió por escrito los relatos de su muerte el poeta hispano Prudencio.
Calahorra (La Rioja, España) está unida a estos soldados por el hecho
de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento.
Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses
-antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar
«ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la
frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que
pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy
León, según se encuentra en el documento histórico denominado “Actas de
Tréveris” del siglo VII.
En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador
-probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por donde
antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral
visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a
la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue
destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el
códice primero del archivo catedralicio.
No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las
refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara
quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con
ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia
ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera
el incendio.
Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue
al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor
inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de
Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el
siglo II.
Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso
la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella
como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de
Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del
poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es
tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo
frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.
El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos
relatores- que fueron honrados con la condecoración romana de origen
galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y
disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la
apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar.
Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su
disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión
larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro
obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del
Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después
de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre
castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas
fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el
lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que
presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de
Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.
Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los
mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el
tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio
día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que
recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos.
Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano
Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los
patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que
es mayor vínculo- de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y
de gloria.
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