¡Oh!, Santa Rita de Casia, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y abogada de los imposibles,
que, con corazón de humildad y presto, para beber la
tragedia y el dolor; la miseria moral, material y social,
os revelasteis para alegría de Nuestro Señor Jesucristo.
Erais obediente y dulce mujer, que, en silencio sufristeis
los excesos de vuestro esposo Pablo, a quien su alma y
corazón cambiasteis, con paciencia y dulzor. Y, más,
cuando, a Dios pedisteis, que se llevara a vuestros hijos,
antes de empañar, vuestra familia. Y, Dios, os escuchó,
vuestros incomprensibles ruegos, para el hombre común,
pero, muy certeros para vos. Y, de pronto, os quedasteis,
sin esposo y sin hijos y sólo, os quedó, el convento de las
agustinas de Casia, del que, increíblemente, rechazada
fuisteis. Pero, el cielo, no lo hizo, y, a vuestros tres
santos protectores os encomendasteis y le pedisteis, aquél
milagro. Y, San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás
de Tolentino, una noche, ellos mismos os visitaron, y
agustina os hicieron. Y, así, os dedicasteis a la penitencia,
a la oración y al amor por Cristo crucificado, quien os
clavó en la frente una espina. Vos, pedisteis cargar,
con los dolores del prójimo y, así, vuestra alma, voló
al Padre, quien os premió con justicia, coronándoos de luz;
¡Oh!, Santa Rita de Casia, “Cristo, amor, fe y esperanza”.
de la vida, su amada santa y abogada de los imposibles,
que, con corazón de humildad y presto, para beber la
tragedia y el dolor; la miseria moral, material y social,
os revelasteis para alegría de Nuestro Señor Jesucristo.
Erais obediente y dulce mujer, que, en silencio sufristeis
los excesos de vuestro esposo Pablo, a quien su alma y
corazón cambiasteis, con paciencia y dulzor. Y, más,
cuando, a Dios pedisteis, que se llevara a vuestros hijos,
antes de empañar, vuestra familia. Y, Dios, os escuchó,
vuestros incomprensibles ruegos, para el hombre común,
pero, muy certeros para vos. Y, de pronto, os quedasteis,
sin esposo y sin hijos y sólo, os quedó, el convento de las
agustinas de Casia, del que, increíblemente, rechazada
fuisteis. Pero, el cielo, no lo hizo, y, a vuestros tres
santos protectores os encomendasteis y le pedisteis, aquél
milagro. Y, San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás
de Tolentino, una noche, ellos mismos os visitaron, y
agustina os hicieron. Y, así, os dedicasteis a la penitencia,
a la oración y al amor por Cristo crucificado, quien os
clavó en la frente una espina. Vos, pedisteis cargar,
con los dolores del prójimo y, así, vuestra alma, voló
al Padre, quien os premió con justicia, coronándoos de luz;
¡Oh!, Santa Rita de Casia, “Cristo, amor, fe y esperanza”.
© 2015 Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Mayo
Santa Rita de Casia
Religiosa Viuda y
Abogada de Imposibles
Santa Rita de Casia
Religiosa Viuda y
Abogada de Imposibles
Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro
humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del
dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría
ser de ayer como de hoy.
Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las
montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y
ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito
de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de
Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa
nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente,
atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades
ella conoce, y sufre y reza en silencio.
Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de
vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos
rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado
muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron
vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus
esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo
la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus
vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue
escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el
convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.
Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos
protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y
una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le
dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y
la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando
las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las
agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se
dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado,
que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una
espina.
Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro
con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante
catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las
oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para
ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el
monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.
ORACIÓN
Oh Dios omnipotente, que te dignaste conceder a Santa Rita
tanta gracia, que amase a sus enemigos y llevase impresa en su corazón y
en su frente la señal de tu pasión, y fuese ejemplo digno de ser
imitado en los diferentes estados de la vida cristiana. Concédenos, por
su intercesión, cumplir fielmente las obligaciones de nuestro propio
estado para que un día podamos vivir felices con ella en tu reino. Te lo
pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
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