¡Oh!, San Lorenzo, sois vos; el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo, a quien, servisteis
hasta el martirio con fe y valor. Vuestra vida,
narrada ha sido por San Ambrosio, San Agustín, y
el poeta Prudencio. “Ya tengo reunidos todos
los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son
más valiosos que los que posee el emperador”. Así,
le respondisteis al alcalde, y, le mostrasteis
vuestro “oro”, hechos pobres, lisiados, mendigos,
huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y
leprosos a los que vos ayudabais. Y, el impío,
emperador Valeriano, perseguidor de cristianos,
que había ordenado dar muerte a San Sixto Papa,
y a sus diáconos; cuatro días después lo hizo
contra vos, enviándoos verdugos, a quienes os
enfrentasteis con valor y firmeza, lidiando en
suplicio pleno, tanto que, ardiendo, vivabais a
Jesucristo, Dios y Señor Nuestro, en la misma cara
de aquellos paganos senadores, que absortos,
contemplaban el gran poder de la luz, y, en el
acto, se convertían, llenos de asombro. “Ya estoy
asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el
otro lado para quedar asado por completo”. “La
carne ya está lista, pueden comer”. Decíais todo
esto en increíble paz y calma. Y, así, vuestra alma,
al cielo voló, para recibir corona de luz, como
premio a vuestra entrega de amor, pero, no envano,
pues, sirvió vuestro martirio, para la conversión
de Roma toda y la extinción de su terca idolatría;
¡oh!, San Lorenzo, “generosidad y amor por Cristo”.
de la vida, y su amado santo, a quien, servisteis
hasta el martirio con fe y valor. Vuestra vida,
narrada ha sido por San Ambrosio, San Agustín, y
el poeta Prudencio. “Ya tengo reunidos todos
los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son
más valiosos que los que posee el emperador”. Así,
le respondisteis al alcalde, y, le mostrasteis
vuestro “oro”, hechos pobres, lisiados, mendigos,
huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y
leprosos a los que vos ayudabais. Y, el impío,
emperador Valeriano, perseguidor de cristianos,
que había ordenado dar muerte a San Sixto Papa,
y a sus diáconos; cuatro días después lo hizo
contra vos, enviándoos verdugos, a quienes os
enfrentasteis con valor y firmeza, lidiando en
suplicio pleno, tanto que, ardiendo, vivabais a
Jesucristo, Dios y Señor Nuestro, en la misma cara
de aquellos paganos senadores, que absortos,
contemplaban el gran poder de la luz, y, en el
acto, se convertían, llenos de asombro. “Ya estoy
asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el
otro lado para quedar asado por completo”. “La
carne ya está lista, pueden comer”. Decíais todo
esto en increíble paz y calma. Y, así, vuestra alma,
al cielo voló, para recibir corona de luz, como
premio a vuestra entrega de amor, pero, no envano,
pues, sirvió vuestro martirio, para la conversión
de Roma toda y la extinción de su terca idolatría;
¡oh!, San Lorenzo, “generosidad y amor por Cristo”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Agosto
San Lorenzo
Mártir
Año 258
San Lorenzo
Mártir
Año 258
Señor Dios: Tú le concediste a este mártir un valor impresionante
para soportar sufrimientos por tu amor, y una generosidad total en
favor de los necesitados. Haz que esas dos cualidades las sigamos
teniendo todos en tu Santa Iglesia: generosidad inmensa para repartir
nuestros bienes entre los pobres, y constancia heroica para soportar los
males y dolores que tú permites que nos lleguen.
Su nombre significa: “coronado de laurel”.
Los datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San
Agustín y el poeta Prudencio. Lorenzo era uno de los siete diáconos de
Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su
oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir
las ayudas a los pobres. En el año 257 el emperador Valeriano publicó
un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se
declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San
Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando
fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del
emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.
La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que al Sumo
Pontífice lo iban a matar le dijo: “Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu
diácono?” y San Sixto le respondió: “Hijo mío, dentro de pocos días me
seguirás”. Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de
la gloria de Dios. Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba,
recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y
los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y
candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.
El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero,
llamó a Lorenzo y le dijo: “Me han dicho que los cristianos emplean
cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones
tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la
Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear
una guerra que va a empezar”.
Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos
los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los
pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados,
ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los
hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: “Ya tengo
reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más
valiosos que los que posee el emperador”.
Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al
ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente,
pero Lorenzo le dijo: “¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más
apreciados de la iglesia de Cristo!” .El alcalde lleno de rabia le
dijo: “Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir
instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que
nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo
martirizaré horriblemente”.
Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono
Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir
junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa
tortura. Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un
esplendor hermosísimo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo
quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el
mártir dijo al juez: “Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan
hacia el otro lado para quedar asado por completo”. El verdugo mandó que
lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba
completamente asado exclamó: “La carne ya está lista, pueden comer”. Y
con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de
Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló
su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.
El poeta Prudencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho
para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de
este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la
idolatría empezó a disminuir en la ciudad. San Agustín afirma que Dios
obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San
Lorenzo. El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma,
siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad
Eterna.
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