¡Oh!, San Germán de Capua, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo, y que,
la misión tuvisteis de a los bizantinos
convencer, para que, fin pusiesen al “cisma
acaciano”, que duraba ya treinta y cinco años,
y, que, con éxito culminó, firmándose a vos,
gracias la famosa “Fórmula de Hormisdas”.
Vos, que nacisteis en cuna de oro, lo disteis
todo a los pobres, para luego dedicaros a la
oración y a la vida espiritual. Más tarde,
elegido fuisteis obispo por el clero y gracias
a la aclamación popular, dedicándoos en cuerpo
y alma, a la evangelización de vuestra grey,
y claro, el conocimiento y el amor a Cristo.
Amigo de san Benito, de san Sabino, y del Papa
San Juan I, propiciasteis un clima de piedad y
de amor hacia los pobres. Amado y querido
en vuestro tiempo, tanto por propios y extraños,
cuando vos, entregasteis vuestra alma al Padre,
cuenta San Gregorio, que, hallándose San Benito
en el Monte Casino, vio a los ángeles del Señor
llevando vuestra alma “a la eterna felicidad”.
Y, sí. Hoy, estáis en la plena gloria, coronado
con justicia con corona de luz, como justo premio
a vuestra entrega grande de amor, fe y esperanza;
¡Oh!, San Germán de Capúa, “vivo milagro de Cristo”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgad
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30 de Octubre
San Germán de Capua
Obispo
Martirologio Romano: En Capua, en la Campania, san Germán, obispo, del que habla el papa san Gregorio I Magno en sus escritos. c. 541.
Nació en Capua, hijo de Amancio y Juliana, ilustres ciudadanos de la
ciudad; al morir su padre, Germán heredó un ingente patrimonio y, con el
consentimiento de su madre, vendió todo y donó a los pobres lo
recaudado. Así se pudo dedicar más libremente a la vida espiritual, a la
que se sentía llamado, con las santas lecturas, oración y
mortificaciones. En el 519, al morir el obispo de Capua, Alejandro, fue
designado por el clero y el pueblo, a sucederle; después de resistirse
por humildad, aceptó el encargo.
El “Liber Pontificalis” nos relata algunos hechos ciertos; el papa
san Hormisdas, después que habían fallado los intentos de sus
predecesores, pensó en terminar con el cisma acaciano en Oriente, cuando
fue elegido emperador Justino I en el 518.
El cisma tuvo origen cuando el patriarca de Constantinopla, Acacio,
para terminar con la controversia entre católicos y monofisitas, acordó
con estos últimos, sugerir al emperador Zenón de Bisancio promulgar, en
el 482, el “Henótikon”, fórmula de unión de los dos pensamientos
religiosos; la fórmula dirigida a todo el imperio no resolvió algunos
puntos teológicos delicados, y no satisfizo a ninguno. El papa san Félix
III depuso y excomulgó a Acacio, en el 484, iniciando así el cisma, que
duró 35 años.
El cisma que había separado de Roma a la Iglesia de Oriente, provocó
el concepto de independencia del Sumo Pontífice, el cual reivindicaba el
derecho pontificio para definir en materia de fe y disciplina. El
emperador Justino I, desde el mismo día de su elección, junto con otros
personajes influyentes de la corte bizantina, como su sobrino Justiniano
y el patriarca Juan, pidieron al Papa que enviase una legación para
restablecer la paz entre las dos Iglesias.
Así en Enero del 519, el papa san Hormisdas, de acuerdo con el rey
Teodorico, envió una tercera legación, guiada por el obispo de Capua,
Germán, y compuesta además de otro obispo llamado Juan, el diácono
romano Félix, el célebre Dióscoro, diácono alejandrino residente en
Roma, del sacerdote romano Blando y el notario eclesiástico Pedro. El
hecho de que Germán encabezara esta misión, denota el gran aprecio que
se tenía por su doctrina, sabiduría y virtud. Fueron acogidos
triunfalmente en Constantinopla y recibidos en solemne audiencia por el
Emperador; leído el célebre libelio del papa san Hormisdas, por fin los
obispos presentes aceptaron las tesis pontificias y también el patriarca
Juan se aceptó la fórmula del Papa. La paz en la Iglesia se había
alcanzado y el cisma finalizado.
Los legados pontificios permanecieron más de un año en Bizancio para
consolidar el resultado de la reconciliación, en la que se condenó
también como herejes a Nestorio y Eutiques, y para superar los
problemas que podrían causar algunos monjes escindidos. Hacia el 520
regresaron a Roma.
San Gregorio Magno en sus “Diálogos” nos narra la gran amistad que le
unió a san Benito de Nursia, que en una visión que tuvo en Montecasino,
vio su alma elevada al cielo por los ángeles. Oró toda su vida por la
santificación de san Pascasio. También fue amigo de san Sabino, obispo
de Canosa y del papa san Juan I. Patrón de Cassino.
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