María ungió los pies de Jesús en Betania
Cuaresma y Semana Santa
Lunes Santo.
Encontró verdaderamente al Señor. En el
silencio, le abrió su corazón; en el dolor, le mostró el
arrepentimiento.
Por: P. Juan Jesús Riveros | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba
Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron
allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a
la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro,
muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa
se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los
discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este
perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no
decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y
como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo:
«Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres
siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis». Gran
número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por
Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre
los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a
Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en
Jesús.
Oración introductoria
Dame, Señor, la sabiduría y fuerza de voluntad para saber dedicar el
mejor tiempo de este día a la oración. Sé que vendrás a mi encuentro
para transformarme. ¡Gracias por tu bondad y misericordia!
Petición
Señor, que no me ciegue como Judas. Tú eres lo mejor de mi vida, dame
un corazón abierto a tu gracia y un alma generosa que sepa corresponder
a tu infinito amor.
Meditación del Papa Francisco
Esta mujer encontró verdaderamente al Señor. En el silencio, le abrió
su corazón; en el dolor, le mostró el arrepentimiento por sus pecados;
con su llanto, hizo un llamamiento a la bondad divina para recibir el
perdón. Para ella no habrá ningún juicio si no el que viene de Dios, y
este es el juicio de la misericordia. El protagonista de este encuentro
es ciertamente el amor, la misericordia que va más allá de la justicia.
Simón, el dueño de casa, el fariseo, al contrario, no logra encontrar
el camino del amor. Todo está calculado, todo pensado… Él permanece
inmóvil en el umbral de la formalidad. Es algo feo el amor formal, no se
entiende. No es capaz de dar el paso sucesivo para ir al encuentro de
Jesús que le trae la salvación. Simón se limitó a invitar a Jesús a
comer, pero no lo acogió verdaderamente. En sus pensamientos invoca sólo
la justicia y obrando así se equivoca. Su juicio acerca de la mujer lo
aleja de la verdad y no le permite ni siquiera comprender quién es su
huésped. Se detuvo en la superficie —en la formalidad—, no fue capaz de
mirar al corazón. Ante la parábola de Jesús y la pregunta sobre cuál de
los servidores había amado más, el fariseo respondió correctamente:
“Supongo que aquel a quien le perdonó más”. Y Jesús no deja de hacerle
notar: “Has juzgado rectamente”. Sólo cuando el juicio de Simón se
dirige al amor, entonces él está en lo correcto. (Homilía de S.S.
Francisco, 13 de marzo de 2015).
Reflexión
Jesús se encuentra con sus amigos. Yo soy su amigo. Sale a mi encuentro.
Es Él quien va a Betania y quien viene a tocar a mi puerta. Desea sentarse a mi mesa, partir el pan conmigo, hablar conmigo.
Toca a la puerta de mi corazón para iluminarlo y consolarlo: “Sólo Él
tiene palabras de vida eterna” No sólo está a mi lado: me lleva en sus
brazos para que las asperezas, las piedras y el barro no me salpiquen y
no me hagan tropezar y caer, si yo quiero.
Y, aunque cayera, su amor no disminuiría, incluso me amaría más.
Limpiaría mis heridas y manchas del camino. Él sería una María de
Betania para con nosotros, nos perfumaría los pies y la cabeza. ¿No
deberíamos nosotros hacer lo mismo?
Ponernos a sus pies y llorar. Llorar por la tristeza de ofenderle y
llorar por la alegría de su perdón. Las lágrimas son la mejor oración
que podemos elevar a Dios. Y, también, perfumar sus pies; que el perfume
de nuestras buenas obras y el ungüento de nuestro perdón sean dignos de
un Dios tan misericordioso. Como Él perdona, así perdonar a quienes nos
ofenden.
No nos fijemos en el “derroche” de este caro perfume. Es un perfume
que nunca se acaba si es a Cristo a quien lo ofrecemos. Obrando así
prepararemos la sepultura del Señor, su resurrección y su permanencia
entre nosotros.
Propósito
Si hoy tengo un pensamiento negativo sobre una persona, orar y buscar una cualidad de ella para alabarle.
Diálogo con Cristo
Jesús, esta Semana Santa es una excelente oportunidad para dedicar
más tiempo a fijarme en los demás, como ha propuesto el Papa. Dame tu
luz para emprender una labor de fermento en mi propia familia, en mi
propio ambiente, para vivir un cristianismo más dinámico, más
apasionado, que no mida el esfuerzo o sacrificio. Dame la generosidad de
María, que supo escoger siempre la mejor parte.
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