Cuaresma y Semana Santa
¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo?
Entrar en el sepulcro nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos.
Por: Ignacio Sarre | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12
El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro
llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra
había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el
cuerpo del Señor Jesús. No sabían que pensar de esto, cuando se
presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Como
ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué
buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.
Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: “Es
necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores
y sea crucificado, y al tercer día resucite. “» Y ellas recordaron sus
palabras. Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los
Once y a todos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles
eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que
estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían como desatinos
y no les creían. Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó,
pero sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo
sucedido.
Oración introductoria
Señor Jesús, dame la gracia para que sepa guardar el silencio que me
puede llevar a tener un momento de intimidad contigo en esta oración.
Creo en ti, Señor, te amo y confío en que Tú también quieres estar
conmigo.
Petición
Señor, que sepa prepararme adecuadamente a la celebración de la Vigilia Pascual.
Meditación del Papa Francisco
Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de
Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en
el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente al
sábado, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones
estaban llenos de emoción y se preguntaban: “¿Cómo haremos para entrar?,
¿quién nos removerá la piedra de la tumba?…”. Pero he aquí el primer
signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la
tumba estaba abierta.
“Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha,
vestido de blanco”. Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran
signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.
“Entraron en el sepulcro”. En esta noche de vigilia, nos viene bien
detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de
Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, para eso
estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha
realizado con su vigilia de amor.
No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho
intelectual, no es sólo conocer, leer… Es más, es mucho más.
“Entrar en el misterio” significa capacidad de asombro, de
contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de
ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla.
Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no
cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los
ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes.
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de abril de 2015).
Reflexión
Si morimos con Cristo, viviremos con Él. (Rom 6, 5). La cruz de
Cristo es el árbol fecundo del que brota nueva vida. Quien sabe
acompañarle hasta el Calvario, goza también de la gloria de su
resurrección. De la cruz y del santo sepulcro, brota la luz de un nuevo
amanecer. El fuego que Cristo vino a traer al mundo vuelve a arder con
todo su calor.
“La paz esté con ustedes”, “no tengan miedo”.. En varias ocasiones el
Evangelio nos refiere estas palabras en los labios de Cristo
resucitado. Es un impulso a la confianza y a la seguridad. El ha vencido
a la muerte y nos promete que estará con nosotros hasta el fin de los
tiempos. Ya no hay espacio en nuestra vida para los temores. En palabras
de San Pablo: “Si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros? “(Rom
8, 31) Y en labios de santa Teresa: “Quien a Dios tiene, nada le falta”.
Los apóstoles vencieron el miedo que la sombra del Calvario proyectó
sobre sus vidas. El misterio pascual debe llenarnos de estos mismos
frutos de paz y confianza. Como las mujeres que recibieron el anuncio de
la resurrección, vayamos a proclamar con la alegría de una vida
cristiana auténtica, que Cristo no está muerto, ha resucitado y vive con
nosotros.
Propósito
Hoy buscaré servir humildemente a una persona que provoque en mí, sentimientos negativos.
Diálogo con Cristo
Te alabo y te doy gracias, Señor, porque me permites tener este
tiempo de oración personal. La tentación de la actividad es grande en
estos días. Gran paradoja, porque no es con la actividad como podré
conformar mi interior para poder celebrar la Vigilia Pascual. Pero tu
gracia, y mi servicio a los demás, harán la diferencia. Sé que Tú sabrás
ponerme los medios para que, aun en medio de la actividad, pueda tener
momentos de recogimiento.
Cómo alcanzar la indulgencia plenaria en el Triduo Pascual.
El Santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria
Material Pastoral para Sábado Santo
Un valioso material para el Sábado Santo en el que encontrará, las
celebraciones litúrgicas y material pastoral muy útil para vivir los
dias santos en su comunidad parroquial, cristiana o en familia.
Siga rezando la Novena a la Divina Misericordia. cuya fiesta se celebra el domingo siguiente a la Resurrección.
Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
“En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el
mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y
de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que
resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los
hombres.
Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se ha
dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo
Domingo de Pascua, se añada la denominación “o de la Divina
Misericordia” ….. ” (Fragmento del Decreto de la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000.
Indulgencias en el Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
“Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones
habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por
las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo
de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u
oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado,
incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la
Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo
sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el
Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa
al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, “Jesús misericordioso,
confío en ti”)”.
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