¡Oh!, San Cirilo de Alejandría; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que, gloria increíble disteis
al significado de vuestro nombre: “el que tiene que mandar”.
¿Qué mayor gloria que la de defender a la Madre de Dios?
¡La mayor!. Y, Nestorio, infame hereje, con su falsía siguió
al sostener que María, la Madre de Dios no era. Pero, Éfeso
llegó y nombrado fuisteis Presidente y con vuestra elocuencia
irreductible y sabiduría grande, os escucharon, para luego,
luego, condenar al hereje y a su herejía, entonces con gran
solemnidad le dijeron al mundo todo, que María, sí, es Madre
de Dios. Vos, narráis a los monjes de Egipto en una carta,
como fue el final del Concilio de Efeso: “No se puede imaginar
la alegría de este pueblo fervoroso cuando supo que el
Concilio había declarado que María sí es Madre de Dios y que
los que no aceptaran esa verdad quedan fuera de la Iglesia.
Toda la población permaneció desde el amanecer hasta la noche
junto a la Iglesia de la Madre de Dios donde estabamos
reunidos los doscientos obispos del mundo. Y cuando supieron
la declaración del Concilio empezaron a gritar y a cantar,
y con antorchas encendidas nos acompañaron a nuestras casas
y por el camino iban quemando incienso. Alabemos con nuestros
himnos a María Madre de Dios y a su Hijo Jesucristo a quien
sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
Vos, mismo, de emoción lleno exclamasteis así: “Os saludamos
¡oh! María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo,
antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será destruido,
sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha
venido al mundo, el que es Bendito por los siglos. Por Vos,
la Trinidad Santa, ha recibido más gloria en la tierra; por Vos,
la cruz nos ha salvado; por Vos, los cielos se estremecen
de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo
del alma es lanzado al abismo y nosotros débiles criaturas
somos elevados al puesto de honor”. “¡Y la Madre de Dios es
también Madre mía!” Exclamasteis, gozoso de alegría ante todos,
aquél día. ¡Suprema y eterna verdad! Por todo ello, cuando
vuestra alma surcó la eternidad, con justicia, alcanzasteis
corona de luz, como premio a vuestra grande entrega de amor;
¡oh!, San Cirilo de Alejandría, “vivo Primer defensor de María”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Junio
San Cirilo de Alejandría
Arzobispo Año 444
Cirilo significa: el que tiene autoridad (Ciris: mandar). Este santo
se hizo famoso en la antigüedad porque fue el que defendió ante todos
los enemigos, que María es Madre de Dios. Él dirigió el famoso Concilio
de Efeso que declaró que María sí es Madre de Dios. Y sucedió entonces
que Nestorio, patriarca de Constantinopla, empezó a decir que María no
era Madre de Dios, sino simplemente madre de un hombre. La gente se
escandalizaba enormemente al oírle predicar semejante barbaridad.
San Cirilo le escribió diciéndole que a María la llamamos Madre de
Dios, no porque Ella haya creado a Dios (porque a Dios nadie lo ha
creado), sino porque es Madre de uno que es Dios. Y le pedía que por
favor retirara esas afirmaciones heréticas que había hecho. Pero
Nestorio respondió con insultos y siguió enseñando sus errores y
herejías.
Entonces Cirilo escribió al Papa Celestino, a Roma, informándole de
este error que estaba propagando Nestorio. El Papa reunió a los
principales sabios católicos de Roma, y asesorado por ellos condenó el
error de Nestorio y lo amenazó con excomunión si no retiraba sus
afirmaciones heréticas. Pero el hereje no quiso retractarse y siguió
propagando sus errores. Entonces en el año 431 se reunieron en Efeso
todos los 200 obispos de la cristiandad de ese entonces. Fue elegido
presidente de ese concilio San Cirilo, como el más venerable de todos, y
como representante del Papa Celestino. Y Cirilo con su fogosa
elocuencia y su gran sabiduría obtuvo que los obispos condenaran la
herejía de Nestorio y proclamaran solemnemente que María sí es Madre de
Dios.
Los enemigos del gran arzobispo obtuvieron que el gobierno pusiera
preso a Cirilo por tres meses, pero cuando llegaron los delegados del
Papa de Roma, estos intercedieron por él y le consiguieron la libertad y
así pudo seguir oponiéndose con toda su autoridad a las enseñanzas de
la herejía.
El santo narra así a los monjes de Egipto en una carta, como fue el
final de aquellas reuniones del Concilio de Efeso: “No se puede imaginar
la alegría de este pueblo fervoroso cuando supo que el Concilio había
declarado que María sí es Madre de Dios y que los que no aceptaran esa
verdad quedan fuera de la Iglesia.
Toda la población permaneció desde el
amanecer hasta la noche junto a la Iglesia de la Madre de Dios donde
estabamos reunidos los 200 obispos del mundo. Y cuando supieron la
declaración del Concilio empezaron a gritar y a cantar, y con antorchas
encendidas nos acompañaron a nuestras casas y por el camino iban
quemando incienso. Alabemos con nuestros himnos a María Madre de Dios y a
su Hijo Jesucristo a quien sea todo honor y toda gloria por los siglos
de los siglos”.
Cuando el Concilio de Efeso declaró que María sí es Madre de Dios,
San Cirilo de Alejandría exclamó gozoso delante de todos: “Te saludamos
oh María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo, antorcha
que jamás se apagará, templo que nunca será destruido, sitio de refugio
para todos los desamparados, por quien ha venido al mundo el que es
Bendito por los siglos. Por Ti la Trinidad ha recibido más gloria en la
tierra; por Ti la cruz nos ha salvado; por Ti los cielos se estremecen
de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es
lanzado al abismo y nosotros débiles criaturas somos elevados al puesto
de honor”. “Y la Madre de Dios es también Madre mía”.
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