¡Oh!, San Paulino de Nola, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo, que, provisto de dones
maravillosos, esconderlos no pudisteis más, pues ellos
hablan por vos, de vuestro amor, de vuestra afabilidad
y de vuestra misericordia con los pobres. Os agradaba
escribir cartas y poesías que por su fondo y forma os
delataron por la exquisitez y brillantez que su contenido
trasmitían y que, hasta hoy se conservan, pues poeta
eximio fuisteis en el tiempo vuestro. Poemas en honor
del santo de vuestra devoción escribisteis y luego,
los hacíais recitar y difundir entre todo el pueblo.
Decía San Francisco de Sales, que un octavo Sacramento
existía y consistía “en ser exquisitamente amable y
bien educado con todos”. ¡Y, todo ello, erais vos!.
San Jerónimo, San Ambrosio, San Agustín y San Gregorio
de Tours, de vos, elogios grandes hicieron. Templo
bello, erigisteis en honor de San Félix. Y, cuando
moribundo estabais, se os presentó el ecónomo y os
dijo que se debían cuarenta monedas de unas telas que
se habían comprado para vestidos de los pobres. Y, vos
exclamasteis al cielo mirando: “Dios proveerá”. Y, a
los pocos minutos un mensajero llegó trayendo consigo
un paquetico con cuarenta monedas de plata. Y, vos,
juntando vuestras santas manos exclamasteis: “¡Bendito
sea Dios que nunca me falló en nada!”. Y, cuánta verdad
en vuestra exclamación porque, de la misma forma,
tampoco os falló y os coronó con corona de luz eterna,
como premio justo a vuestra entrega de increíble amor y fe;
¡oh!, San Paulino de Nola, “vivo poeta del Dios de la vida”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de junio
San Paulino de Nola
Obispo
Año 431
San Francisco de Sales decía que para San Paulino existía un octavo
sacramento que consistía en ser exquisitamente amable y bien educado con
todos. Ojalá lográramos imitarlo en esta bella cualidad. Pocos santos
que hayan hecho tantos esfuerzos por mantenerse ignorados por todos y
pasar desapercibidos, como San Paulino de Nola, y pocos como él que
hayan recibido en vida tantas alabanzas de grandes sabios y santos. San
Jerónimo, San Ambrosio, San Agustín y San Gergorio de Tours hicieron
grandes elogios de él y lo presentaron ante los demás como un modelo de
obispo, de apóstol y de verdadero amigo.
Nació San Paulino en Burdeos, Francia, en el año 353. Su padre era
gobernador y su familia sumamente rica. Tuvo como maestros en su
infancia los más famosos literatos de la región y según cuenta San
Jerónimo, cuando Paulino llegó a la juventud dejaba admiradas a las
gentes por la elegancia de sus estilos al hablar y al escribir. Nombrado
para altos puestos en el gobierno tuvo que viajar por diversos países y
en todas partes hizo muy buenas amistades, porque tenía un trato muy
agradable y exquisito. En Milán se hizo amigo de San Ambrosio y de San
Agustín. Y por carta mantuvo muy provechosas relaciones intelectuales
con el gran sabio San Jerónimo.
Al trabar relaciones con San Delfín, obispo de Burdeos, se entusiasmó
por la religión cristiana y se hizo bautizar como católico. Luego se
fue a vivir a España y allá se casó con una mujer sumamente piadosa,
llamada Teresa, de la cual tuvo un hijo. Pero el niño se murió a los
ocho días de nacido, y entonces Paulino y Teresa se propusieron vivir en
adelante como dos hermanos y repartir sus enormes riquezas entre los
pobres. Así lo hicieron, y pronto fueron vendiendo fincas y casas y
repartiendo el dinero entre los más necesitados.
Y resultó que llevaba una vida tan santa que en la Navidad del año
393 el pueblo de Barcelona, España, pidió por aclamación al Sr. Obispo
que ordenara de sacerdote a Paulino. El Obispo aceptó y lo ordenó,
aunque estaba casado, pero él y su esposa vivían ya como dos hermanos
nada más. Paulino y Teresa se fueron a vivir en Nola (Italia) donde
tenían unas posesiones y donde se veneraba con mucha fe la tumba de San
Félix. Allí junto a la tumba del santo construyeron una casita sencilla y
empezaron a vivir como verdaderos monjes, dedicados a la oración y a la
caridad para con los pobres.
Paulino fue a Roma, pero el Papa no lo recibió muy bien, porque no
aceptaba que lo hubieran ordenado sacerdote siendo casado (El próximo
Pontífice ya lo recibiría con mucho cariño porque le habrán contado lo
santamente que vive él en Nola). Pronto la casa de Paulino en Nola se
convirtió en el sitio preferido para todos los pobres y necesitados de
la región. El y su esposa, que seguían siendo todavía muy ricos,
repartían ayudas con una generosidad extraordinaria. Y con su dinero le
construyeron un hermoso templo a San Félix, que era el santo más popular
de allí (Dicen que a San Paulino fue al que se le ocurrió llamar a las
gentes a las reuniones con un instrumento de metal que retumbara a lo
lejos, y como aquella región se llama Campania, por eso aquel
instrumento se llamó “campana”).
En el año 409 al morir el obispo de Nola, todo el pueblo aclamó a
Paulino como nuevo obispo, y tuvo que aceptar. En adelante se dedicará
por toda su vida, hasta el año 431, a cuidar de la santidad de
sacerdotes y fieles.
A este santo le agradaban mucho dos clases de apostolados intelectuales: las cartas y las poesías. Con la más exquisita gentileza y buena educación se comunicaba por carta con infinidad de personas. De él se conservan más de 50 cartas, que son modelo de buena redacción y de muy amable caridad. Y en cuanto a poesías, cada año en la fiesta de San Félix componía un poema en honor de su santo preferido, y lo hacía recitar y difundir entre el pueblo. Se conservan 13 de esos poemas, que colocan a San Paulino como uno de los mejores poetas de su tiempo.
Paulino fue gastando todas sus inmensas riquezas en ayudar a los más
necesitados hasta quedar él totalmente pobre. Y sucedió que cuando en el
año 410 llegaron a Nola los terribles vándalos del rey Gensérico se
llevaron muchos prisioneros y esclavos y entre ellos al hijo único de
una pobre viuda. Entonces nuestro santo se ofreció él personalmente para
reemplazar a aquel joven. Le fue aceptado el canje y dejaron libre al
muchacho. Pero sucedió que en el viaje, Dios cambió un poco el corazón
de aquellos bárbaros y devolvieron libres al obispo Paulino y a los
demás prisioneros, en un barco hacia Nola, y el barco lo enviaron
cargado de víveres.
Cuando el santo ya estaba moribundo, vino el ecónomo a avisarle que
se debían 40 monedas de unas telas que se habían comprado para vestidos
de los pobres. El santo exclamó mirando al cielo: “Dios proveerá”. Y a
los pocos minutos llegó un mensajero trayendo un envío que hacían para
los menesterosos: era un paquetico con 40 monedas de plata. El obispo
juntó las manos y exclamó: “¡Bendito sea Dios que nunca me falló en
nada!”.
Murió San Paulino en el año 431 y fue sepultado en la iglesia de San
Félix, pero después de muerto obtuvo tantos milagros, que llegó a ser
más popular que el mismo San Félix, al cual él tanto había popularizado
entre el pueblo.
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