¡Oh!, “María”, es vuestro Santísimo Nombre. Y,
el Evangelio así, lo dice: “Y el nombre de la Virgen
era María”. Y, aquél nombre, “María” traído del cielo,
por el mismo Dios, tenía en secreto, misión sagrada,
para ser regalado como nombre de la Madre del Dios
Vivo. Y, así, desde siempre y por siempre, por todos
los siglos, se ha invocado vuestro Santísimo Nombre,
con amor, respeto y confianza. Si los nombres de los
personajes bíblicos en nuestra redención importantes
son ¿cuánto más el de María? Madre del Redentor,
en el mundo y en la eternidad. “María”, dulce y
bello de cuantos nombres que se han pronunciado
en la tierra después de el de Jesús. San Bernardo,
nos dice de Su santísimo Nombre así: “No apartéis
vuestra mirada del resplandor de esta estrella, si no
queréis sucumbir entre las olas del mundo. Cuando
soplen vientos de tentaciones y las tribulaciones os
abatan, invocad a María. Cuando olas furiosas de
soberbia, ambición o envidia os amenacen tragaros,
mirad a la estrella, invocad a María. Si la ira, avaricia o
impureza quieren hundir la nave de vuestra alma,
mirad a la estrella, llamad a María. Si, desesperado
estáis por la multitud de vuestros pecados y anegado
por vuestras miserias y empezáis a desconfiar de
vuestra salvación, pensad en María. En los peligros y
sufrimientos, en vuestros trabajos y luchas, pensad
en María, invocad a María. Que su nombre no se aleje
de vuestro corazón ni se separe de vuestros labios».
Siguiéndola a ella, no os desviarás. Rogándole, seréis
fuerte. Mirándola, no os equivocarás. Agarrándoos,
no caerás. Siendo ella protectora, no temeréis. Capitana,
no te fatigarás. Siendo propicia, llegarás”. Por ello y
sólo para vuestros nombres de Jesús y María, la liturgia
una fiesta especial ha establecido, porque vosotros sois
“Redentor y Corredentora”, eternamente por siempre;
¡Oh!, Santísimo Nombre de María, “Vivo Amor y de Dios.
© 2016 luis Ernesto Chacón Delgado
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“María”
¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.
María, por nombre
sus padres, le pusieron.
Y, María, nombre
hebreo es, y en latín
es Domina; Soberana
o Señora significa.
Y, éso, es Ella, por
la autoridad misma
de su Hijo, soberano
y Señor del universo.
Alegres pues, llamemos
a María, Nuestra
Señora, como a Jesús
llamamos Nuestro Señor;
porque su nombre
pronunciar, afirmar
su poder es, implorar
su ayuda y bajo su
maternal protección,
siempre ponernos.
¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.
© 2012 luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Setiembre
El Santísimo Nombre de María
MARÍA, EL NOMBRE DE LA VIRGEN
“Y el nombre de la Virgen era María”, nos dirá el Evangelio. En la
Sagrada Escritura y en la liturgia el nombre tiene un sentido más
profundo que el usual en el lenguaje de nuestros días. Es la expresión
de la personalidad del que lo lleva, de la misión que Dios le encomienda
al nacer, la razón de ser de su vida.
El nombre de la Madre de Dios no fue escogido al azar. Fue traído del
cielo. Todos los siglos han invocado el nombre de María con el mayor
respeto, confianza y amor… Si los nombres de personajes bíblicos juegan
papel tan importante en el drama de nuestra redención y están llenos de
sentido, ¡cuánto más el de María!… Madre del Salvador, tenía que ser el
más simbólico y representativo de su tarea en mundo y eternidad. El más
dulce y suave, y, al mismo tiempo, el más bello de cuantos nombres se
han pronunciado en la tierra después del de Jesús. Sólo para los nombres
de María y Jesús ha establecido la liturgia una fiesta especial en su
calendario.
España se anticipó en solicitar y obtener de la Santa Sede la
celebración de la fiesta del Dulce Nombre de María. Nuestros cruzados,
después de ocho siglos de Reconquista, apenas descubierta América,
pidieron su celebración en 1513. Cuenca fue la primera diócesis que la
solemnizó.
La Virgen en sus distintas advocaciones, coronada de estrellas o
atravesada de espadas dolorosas, resume en su culto los amores de la
Península Ibérica. Creció bajo su manto, desde las montañas de Covadonga
al iniciar la gran cruzada de Occidente, hasta terminarla invocando su
nombre en aguas de Lepanto. La carabela de Colón descubriendo América,
la prodigiosa de Magallanes dando la primera vuelta al mundo, bordarán
también entre los pliegues de sus velas henchidas al viento, el dulce
nombre de María, Reina y Auxilio de los cristianos.
Después de la derrota de Lepanto, los turcos se retiran hacia el
interior de Persia. Cien años más tarde, con inesperado coraje,
reaccionan y ponen sitio a Viena. Alborea límpido y radiante el sol del
12 de septiembre de 1663. El ejército cruzado ‑sólo unos miles de
hombres‑ se consagra a María. El rey polaco Juan Sobieski ayuda la misa
con brazos en cruz. Sus guerreros le imitan. Después de comulgar, tras
breve oración, se levanta y exclama lleno de fe: ¡Marchemos bajo la
poderosa protección de la Virgen Santa María!»
Se lanzan al ataque de los sitiadores. Una tormenta de granizo cae
inesperada y violenta sobre el campamento turco. Antes de anochecer, el
prodigio se ha realizado. La victoria sonríe a las fuerzas cristianas
que se habían lanzado al combate invocando el nombre de María, vencedora
en cien batallas. Inocencio XI extiende a toda la iglesia la festividad
del dulce y santísimo nombre de María para conmemorar este triunfo de
la Virgen.
«Y el nombre de la Virgen era María»… Preguntas: «¿quién eres?»>
Con suavidad te responde: «Yo, como una viña, di aroma fragante. Mis
flores y frutos son bellos y abundantes. Soy la madre del amor hermoso,
del temor, de la santa esperanza. Tengo la gracia del camino y de la
verdad. En mí está la esperanza de la vida» (cf. Si 24, 16‑21).
ESTRELLA, LUZ, DULZURA
María, Estrella del mar. En las tormentas de la vida, cuando la
galerna ruge y encrespa olas, cuando la navecilla del alma está a punto
de naufragar: Dios te salve, María, Estrella del mar.
María, Esperanza. Eso significa también su nombre arco iris de
ilusión y anhelo que une el cielo con la tierra. «Feliz el que ama tu
santo nombre ‑grita San Buenaventura , pues es fuente de gracia que
refresca el alma sedienta y la hace fecunda en frutos de justicia».
Está llena de luz y transparencia. Sostiene en sus brazos a la luz
del mundo (cf. Jn 8, 12). Irradia pureza. El nombre de María indica
castidad, apunta Pedro Crisólogo. Azucenas y jazmines, nardos y lirios,
embalsaman el ambiente con la fragancia de sus perfumes. Pero María,
iluminada y pura, nos embriaga con el aroma de su virginidad
incontaminada. Nos invita a todos: ,Venid a mí los que me amáis, saciaos
de mis frutos. Mi recuerdo es más dulce que la. miel, mi heredad mejor
que los panales» (Si 24, 19‑20).
María, mar amargo, simboliza asimismo su nombre. Asociada a la
redención dolorosa de Cristo, su corazón es mar de amargura inundado de
sufrimientos. Pide reparación y amor aún hoy, en Fátima y Lourdes. Dios
te salve María, mar amargo de dolores. Angustia de madre, que ve con
tristeza que sus hijos se condenan…
«María, nombre cargado de divinas dulzuras» (San Alfonso de Ligorio, ‑
1 de agosto). «Puede el Altísimo fabricar un mundo mayor, extender un
cielo más espacioso ‑exclama Conrado de Sajonia‑, pero una madre mejor y
más excelente no puede hacerla»». Años antes, San Anselmo (‑‑ 21 de
abril), prorrumpía lleno de admiración: «Nada hay igual a ti, de cuanto
existe, o está sobre ti o debajo de ti. Sobre ti, sólo Dios. Debajo de
ti, cuanto no es Dios>>.
«Dios te salve, María…» San Bernardo, entusiasmado al mirarla, siente
su corazón arrebatarse en amor. Cantaba un día la Salve con sus monjes
en un anochecer misterioso. Llenos de melancolía y esperanza, los
cistercienses despiden el día rodeando a la Virgen. Al llegar a la
petición final ‑‑‑después de este destierro, muéstranos a jesús, fruto
bendito de tu vientre‑, Bernardo sigue solo balbuceando lleno de Júbilo,
loco de amor: <«¡Oh clementísima, oh piadosísima, oh dulce Virgen
María…!»
MIRA A LA ESTRELLA, INVOCA A MARÍA
“Estrella de los mares. Ave, Maris stella”, le canta la Iglesia. La
estrella irradia luz sin corromperse. De María nace Jesús sin mancillar
su pureza virginal. Ni el rayo de luz disminuye la claridad de la
estrella, ni el Hijo de la Virgen marchita su integridad. María es la
noble y brillante estrella que baña en su luz todo el orbe. Su
resplandor ilumina la tierra. Enardece corazones, florecen virtudes, se
amortiguan pasiones y se ahogan los vicios.
Es la estrella bella y hermosa reluciendo en las tinieblas del mundo y marcándonos la ruta del cielo.
San Bernardo nos dice en este día del Santísimo y Dulce Nombre de
María:” No apartes tu mirada del resplandor de esta estrella, si no
quieres sucumbir entre las olas del mundo. Cuando soplen vientos de
tentaciones o te abatan tribulaciones, mira a la estrella, invoca a
María. Cuando olas furiosas de soberbia, ambición o envidia amenacen
tragarte, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira, avaricia o
impureza quieren hundir la nave de tu alma, mira a la estrella, llama a
María. Si, desesperado por la multitud de tus pecados, anegado por tus
miserias, empiezas a desconfiar de tu salvación, piensa en María. En los
peligros, en los sufrimientos, en tus trabajos y luchas, piensa en
María, invoca a María. Que su nombre no se aleje de tu corazón ni se
separe de tus labios”.
«Dios te salve, María…» Es tu santo, el de todos tus hijos. Recibe
nuestra felicitación emocionada, llena de confianza en el poder de tu
nombre santísimo. Unámonos a la Iglesia y con ella alegrémonos venerando
el nombre de María para merecer llegar a las eternas alegrías del
cielo.
El Santísimo y Dulce Nombre de María será para nosotros emblema de
victoria. Así ella va delante señalando luminosa el camino… Nos
apropiamos las palabras de San Bernardo que continúan su segunda homilía
de la Anunciación. “Siguiéndola a ella, no te desviarás. Rogándole,
serás fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no caerás.
Siendo ella protectora, no temerás. Capitana, no te fatigarás. Siendo
propicia, llegarás”.
Padre Tomás Morales, s. j.
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