¡Oh!, Santos Protomártires Romanos, vosotros, sois
los hijos del Dios de la vida, y, sus santos y amados
protomártires, que, perseguidos fuisteis por el impío
y pirómano Nerón, después de que, él mismo, ordenara
el incendio de Roma. Pero, “la mentira, patas cortas
tiene”. Y, he, aquí, la verdad en la pluma de Cornelio
Tácito: “Como corrían voces que el incendio de Roma
había sido doloso, Nerón presentó como culpables,
castigándolos con penas excepcionales, a los que,
odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba
cristianos”. Vuestro único delito fue, no profesar
culto a paganos dioses celosos y vengativos y,
que, por el contario, sí, lo hacíais con un único Dios,
Santo y Trino, y, por el que, felices disteis vuestras
almas santas. Y, Él, os recompensó, coronándoos
con coronas de gloria, luz y eternidad. Arde Nerón hoy,
en el mismo infierno y, en el orbe de la tierra toda,
nunca más escucharemos al vulgo gritar: ¡Los cristianos
a los leones! ¡Nunca más! Y, en su remplazo se oye
cada vez más fuerte, la envidiable y viva frase
que resonó, resuena y resonará por los siglos de los siglos:
!Que viva Cristo! ¡Que viva Cristo! !Que viva Cristo!
Y, entre los mártires encontramos a Pedro, el príncipe
de los apóstoles, a quien crucificaron de cabeza, y
donde hoy se yergue la Basílica que su nombre lleva.
Y, el apóstol de los gentiles, San Pablo, a quien
decapitaron en las “Acque Galvie” y enterraron en la vía
Ostiense. Por ello, después de la fiesta de los dos
apóstoles, el calendario nuevo, celebra la memoria
de los mártires incógnitos, que no tienen un lugar
en la liturgia. Allí están entre otros, las antorchas
humanas, rociadas con brea y dejadas ardiendo
en los jardines de la colina Oppio, aquellas mujeres
y niños vestidos con pieles de animales a merced
de las bestias feroces en el circo y otros miles,
que suscitaron un sentido de compasión y de horror
en el mismo pueblo romano. “Entonces se manifestó
un sentimiento de piedad, aún tratándose de gente
merecedora de los más ejemplares castigos, porque
se veía que eran eliminados no por el bien público, sino
para satisfacer la crueldad de un individuo, Nerón”.
Escribió Cornelio Tácito, historiador, senador, cónsul y
gobernador del Imperio romano. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, Santos Protomártires, “vivo amor por el Dios Vivo”.
los hijos del Dios de la vida, y, sus santos y amados
protomártires, que, perseguidos fuisteis por el impío
y pirómano Nerón, después de que, él mismo, ordenara
el incendio de Roma. Pero, “la mentira, patas cortas
tiene”. Y, he, aquí, la verdad en la pluma de Cornelio
Tácito: “Como corrían voces que el incendio de Roma
había sido doloso, Nerón presentó como culpables,
castigándolos con penas excepcionales, a los que,
odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba
cristianos”. Vuestro único delito fue, no profesar
culto a paganos dioses celosos y vengativos y,
que, por el contario, sí, lo hacíais con un único Dios,
Santo y Trino, y, por el que, felices disteis vuestras
almas santas. Y, Él, os recompensó, coronándoos
con coronas de gloria, luz y eternidad. Arde Nerón hoy,
en el mismo infierno y, en el orbe de la tierra toda,
nunca más escucharemos al vulgo gritar: ¡Los cristianos
a los leones! ¡Nunca más! Y, en su remplazo se oye
cada vez más fuerte, la envidiable y viva frase
que resonó, resuena y resonará por los siglos de los siglos:
!Que viva Cristo! ¡Que viva Cristo! !Que viva Cristo!
Y, entre los mártires encontramos a Pedro, el príncipe
de los apóstoles, a quien crucificaron de cabeza, y
donde hoy se yergue la Basílica que su nombre lleva.
Y, el apóstol de los gentiles, San Pablo, a quien
decapitaron en las “Acque Galvie” y enterraron en la vía
Ostiense. Por ello, después de la fiesta de los dos
apóstoles, el calendario nuevo, celebra la memoria
de los mártires incógnitos, que no tienen un lugar
en la liturgia. Allí están entre otros, las antorchas
humanas, rociadas con brea y dejadas ardiendo
en los jardines de la colina Oppio, aquellas mujeres
y niños vestidos con pieles de animales a merced
de las bestias feroces en el circo y otros miles,
que suscitaron un sentido de compasión y de horror
en el mismo pueblo romano. “Entonces se manifestó
un sentimiento de piedad, aún tratándose de gente
merecedora de los más ejemplares castigos, porque
se veía que eran eliminados no por el bien público, sino
para satisfacer la crueldad de un individuo, Nerón”.
Escribió Cornelio Tácito, historiador, senador, cónsul y
gobernador del Imperio romano. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, Santos Protomártires, “vivo amor por el Dios Vivo”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Junio
Santos Protomártires Romanos
Mártires de la persecución de Nerón luego del incendio de Roma
La celebración de hoy, introducida por el nuevo calendario romano
universal, se refiere a los protomártires de la Iglesia de Roma,
víctimas de la persecución de Nerón después del incendio de Roma, que
tuvo lugar el 19 de julio del año 64.
¿Por qué Nerón persiguió a los cristianos? Nos lo dice Cornelio
Tácito en el libro XV de los Annales: “Como corrían voces que el
incendio de Roma había sido doloso, Nerón presentó como culpables,
castigándolos con penas excepcionales, a los que, odiados por sus
abominaciones, el pueblo llamaba cristianos”.
En tiempos de Nerón, en Roma, junto a la comunidad hebrea, vivía la
pequeña y pacífica de los cristianos. De ellos, poco conocidos,
circulaban voces calumniosas. Sobre ellos descargó Nerón, condenándolos a
terribles suplicios, las acusaciones que se le habían hecho a él. Por
lo demás, las ideas que profesaban los cristianos eran un abierto
desafío a los dioses paganos celosos y vengativos… “Los
paganos—recordará más tarde Tertuliano— atribuyen a los cristianos
cualquier calamidad pública, cualquier flagelo. Si las aguas del Tíber
se desbordan e inundan la ciudad, si por el contrario el Nilo no se
desborda ni inunda los campos, si hay sequía, carestía, peste,
terremoto, la culpa es toda de los cristianos, que desprecian a los
dioses, y por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!”.
Nerón tuvo la responsabilidad de haber iniciado la absurda hostilidad
del pueblo romano, más bien tolerante en materia religiosa, respecto de
los cristianos: la ferocidad con la que castigó a los presuntos
incendiarios no se justifica ni siquiera por el supremo interés del
imperio.
Episodios horrendos como el de las antorchas humanas, rociadas con
brea y dejadas ardiendo en los jardines de la colina Oppio, o como aquel
de mujeres y niños vestidos con pieles de animales y dejados a merced
de las bestias feroces en el circo, fueron tales que suscitaron un
sentido de compasión y de horror en el mismo pueblo romano. “Entonces
—sigue diciendo Tácito—se manifestó un sentimiento de piedad, aún
tratándose de gente merecedora de los más ejemplares castigos, porque se
veía que eran eliminados no por el bien público, sino para satisfacer
la crueldad de un individuo”, Nerón. La persecución no terminó en aquel
fatal verano del 64, sino que continuó hasta el año 67.
Entre los mártires más ilustres se encuentran el príncipe de los
apóstoles, crucificado en el circo neroniano, en donde hoy está la
Basílica de San Pedro, y el apóstol de los gentiles, san Pablo,
decapitado en las “Acque Galvie” y enterrado en la vía Ostiense. Después
de la fiesta de los dos apóstoles, el nuevo calendario quiere celebrar
la memoria de los numerosos mártires que no pudieron tener un lugar
especial en la liturgia.
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