¡Oh!, San Alberto Hurtado, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo. Vuestra obra, grande fue,
al igual que vuestro legado que trasmitisteis a vuestros
sucesores y a vuestro pueblo que fue cubierto de amor
total. Vos, escribisteis: “Sería peligroso sin embargo,
bajo el pretexto de guardar contacto con Dios, refugiarnos
en una pereza soñolienta, en una quietud inactiva. Entra
en el plan de Dios el ser estrujado. La caridad nos urge
de tal manera que no podemos rechazar el trabajo; consolar
un triste, ayudar un pobre, un enfermo que visitar, un
favor que agradecer, una conferencia que dar; dar un aviso,
hacer una diligencia, escribir un artículo, organizar
una obra, y todo esto añadido a las ocupaciones de cada
día, a los deberes cotidianos. Si alguien ha comenzado a
vivir para Dios en abnegación y amor a los demás, todas
las miserias se darán cita en su puerta. Si alguien ha
tenido éxito en el apostolado, las ocasiones de apostolado
se multiplicarán para él. Si alguien ha llevado bien las
responsabilidades ordinarias, ha de estar preparado para
aceptar las mayores. Así nuestra vida y el celo por la
gloria de Dios nos echan a una marcha rápidamente acelerada,
que nos desgasta, sobre todo porque no nos da el tiempo
para reparar nuestras fuerzas físicas o espirituales. Y
un día llega en que la máquina se para o se rompe. ¡Y donde
nosotros creíamos ser indispensables se pone otro en nuestro
lugar!”. “Con todo esto, ¿podríamos rehusar? ¿No era el amor
de Cristo la que nos urgía? y darse a los hermanos ¿no
es acaso darse a Cristo?” “Mientras más amor hay, más
se sufre: el deseo de hacer el bien, siempre el bien, de
socorrer a los desgraciados, de siempre enseñar y siempre
adaptar la verdad eterna, todo esto no se puede realizar
sino en ínfima medida. Aun rehusándonos mil ofrecimientos,
imponiéndose una línea de frecuentes rechazos, queda uno
desbordado y no nos queda el tiempo de encontrarnos a nosotros
mismos y de encontrar a Dios. Doloroso conflicto de una doble
búsqueda: la del plan de Dios que hemos de realizar en nuestros
hermanos y la búsqueda del mismo Dios que deseamos contemplar
y amar; conflicto doloroso que no puede resolverse sino en
el amor que es indivisible.” “Las manos juntas para orar,
pero abiertas para dar”. Así, como pensasteis, así escribisteis
y así lo hicisteis en el esplendor de vuestra vida, fundando
el Hogar de Cristo. Dador de amor, fe y esperanza a los pobres;
¡oh!, San Alberto Hurtado, “vivo amor y luz de Cristo Jesús”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Agosto
San Alberto Hurtado Cruchaga
Fundador del HOGAR DE CRISTO
Sacerdote Jesuita Chileno
Martirologio Romano: En Santiago de Chile, beato Alberto Hurtado Cruchaga, presbítero de la Compañía de Jesús, que fundó una obra para que los pobres que carecen de techo y los vagabundos, sobre todo niños, pudieran encontrar un verdadero y familiar hogar (1952).
UN SANTO DE NUESTRO TIEMPO
Muchos artículos escribió el Padre Alberto Hurtado, grande fue y es
su obra, su trabajo fue tan impresionante como su legado, pues lo que
dejó y transmitió a sus sucesores y a su pueblo, es una tarea de amor
total, es así como me es difícil tomar una decisión sobre que escrito
mostrar para hacer ver como pensó este santo de nuestro tiempo, porque
cada cosa que leo, artículos, pensamientos, cada hecho o suceso, cada
instante de su vida y obra, es camino de santidad.
En uno de sus tantos artículos escribió: “Sería peligroso sin
embargo, bajo el pretexto de guardar contacto con Dios, refugiarnos en
una pereza soñolienta, en una quietud inactiva. Entra en el plan de Dios
el ser estrujado… La caridad nos urge de tal manera que no podemos
rechazar el trabajo; consolar un triste, ayudar un pobre, un enfermo que
visitar, un favor que agradecer, una conferencia que dar; dar un aviso,
hacer una diligencia, escribir un artículo, organizar una obra, y todo
esto añadido a las ocupaciones de cada día, a los deberes cotidianos. Si
alguien ha comenzado a vivir para Dios en abnegación y amor a los
demás, todas las miserias se darán cita en su puerta. Si alguien ha
tenido éxito en el apostolado, las ocasiones de apostolado se
multiplicarán para él. Si alguien ha llevado bien las responsabilidades
ordinarias, ha de estar preparado para aceptar las mayores. Así nuestra
vida y el celo por la gloria de Dios nos echan a una marcha rápidamente
acelerada, que nos desgasta, sobre todo porque no nos da el tiempo para
reparar nuestras fuerzas físicas o espirituales… y un día llega en que
la máquina se para o se rompe. ¡Y donde nosotros creíamos ser
indispensables se pone otro en nuestro lugar!”
“Con todo esto, ¿podríamos rehusar? ¿No era el amor de Cristo la que
nos urgía? y darse a los hermanos ¿no es acaso darse a Cristo?”
“Mientras más amor hay, más se sufre: el deseo de hacer el bien,
siempre el bien, de socorrer a los desgraciados, de siempre enseñar y
siempre adaptar la verdad eterna, todo esto no se puede realizar sino en
ínfima medida. Aun rehusándonos mil ofrecimientos, imponiéndose una
línea de frecuentes rechazos, queda uno desbordado y no nos queda el
tiempo de encontrarnos a nosotros mismos y de encontrar a Dios. Doloroso
conflicto de una doble búsqueda: la del plan de Dios que hemos de
realizar en nuestros hermanos y la búsqueda del mismo Dios que deseamos
contemplar y amar; conflicto doloroso que no puede resolverse sino en el
amor que es indivisible.”
Valparaíso, es la segunda provincia en importancia de mi país, esta
larga y angosta faja de más de 5.000 kilómetros, que nace por el oriente
al pie de la cordillera de los Andes, la que en muchos lugares llega
hasta el mismo mar, Océano Pacifico, dejando algunos valles entre mar y
cordillera. Junto al mar, en la misma ciudad donde nací, Viña del Mar,
pero 49 años antes, nace Alberto Hurtado Cruchaga nació el 22 de enero
de 1901, hijo de Ana y Alberto, luego hermano también de Miguel, otro de
los hijo del matrimonio.
El padre de Alberto murió cuatro años después que el hubo nacido, se
dice que por asuntos económicos, luego su madre vendió las propiedades
familiares y emigró a Santiago, la capital donde vivió como allegada, el
espíritu solidario de su familia y su madre fue una característica que
llego a marcar y formar a Alberto “Las manos juntas para orar, pero
abiertas para dar”, quien de nacer en un hogar acomodado, hace luego una
infancia que lo acerca a la vida humilde y a la pobreza.
Así fue, como a los ocho años de edad, Alberto ingresa a estudiar en
el colegio San Ignacio de Santiago como alumno becado, donde se destaca
por cumplir con sus obligaciones, reflejado en sus calificaciones, su
natural inclinación por hacer el bien, su incondicional entrega a sus
compañeros y amigos, sin dejar de ser un muchacho muy alegre y juguetón,
lo que atrae con admiración a sus compañero de curso y sus maestros.
Por ser una escuela católica el Colegio San Ignacio, Alberto recibió
una educación sólida y reforzada en la fe, es así como con tan sólo 15
años él manifestó sus inquietudes por ingresar a la Compañía de Jesús,
siendo motivado a completar previamente su Bachillerato, del que egresó
con el premio en Apologética y mención honrosa en todas las materias
posteriormente, ya en 1918, ingresó a la Escuela de Derecho de la
Universidad Católica.
Por el año 1920, el país sufría algunas crisis laborales en el área
minera, principal fuente de riqueza hasta el día de hoy, como así mismo
la más importante fuente laboral, y no habiendo otros recursos de
trabajos Santiago, la capital, recibía gran cantidad de emigrantes que
quedaban marginados en la pobreza, habitando en miserables albergues. En
esa realidad, Alberto, quien se destacaba por su espíritu solidario,
siendo estudiante , luego de las clases universitarias, visitaba
asiduamente a los trabajadores desamparados a fin de ofrecer su apoyo
moral y espiritual, esta tarea la hacia motivando a otros amigos para
que lo acompañaran.
No descanses mientras haya un dolor que mitigar, era un bello lema
del Joven Alberto, quien desde temprana edad adolescente fue inquieto
luchador por los más necesitados. Su labor inicial la hizo apoyada desde
el Patronato de Andacollo, ubicado en un sector marginal de Santiago,
barrio de Mapocho. Allí su acción y su entrega a favor de lucha contra
la miseria, le permitió ejercer una loable actividad, motivando su
apostolado de carácter social.
Alberto siente un natural impulso de aliviar el dolor de los demás,
es así como este Joven de profunda espiritualidad, y de gran servicio a
su prójimo, comienza a manifestar una bella actitud solidaria y
samaritana en los pobres y sufridos hombres, abandonados a su suerte
experimentando una espiritualidad muy profunda y de gran servicio. Es
así, como en una ciudad fría, de cemento, inclemente, con una sociedad
donde la aristocracia no se la juega por los pobres, y con grandes
problemas de cesantía, Alberto, con un gesto valiente, solidario,
inspirado en el amor de Cristo, su amigo y líder, vuelca todo su amor y
muestra su adhesión y presta su apoyo a una causa ajena, en situaciones
difíciles, llevando palabras de aliento y el mensaje de la Iglesia en
cada albergue que visita.
El ejemplar comportamiento de vida y el respeto por la vida
institucional de Alberto, se muestra también en el cumplimiento de su
deber patriótico, y lo hace ingresado a cumplir con sus obligaciones
militares como cualquier estudiante responsable en este deber.
Del mismo modo el vio la necesidad de no dejar de participar en los
debates contingentes de la época en asuntos sociales a través de las
organizaciones estudiantiles.
Dentro de toda su actividad, Alberto no descuida la oración, no deja
de lado el ejercicio espiritual, participa en retiros, lo que indica que
su buena enseñanza católica del Colegio san Ignacio, su buena educación
en la familia, su grupo de amigos, es y sigue siendo algo muy
importante en su fe cristiana, adoptando como forma de vida, las
enseñanzas de Cristo y su incondicional amor por El, algo que refleja en
sus actitud permanente con su prójimo y consigo mismo.
De esta manera, con esta actitud solidaria y comprometida con Cristo y
sin entrar aún a la Compañía de Jesús, Alberto Hurtado concluye sus
estudios de Derecho, con distinción unánime en la Universidad Católica
de Chile.
Pero no era su carrera como abogado lo que el deseaba en su corazón, y
es así como el 14 de agosto de 1923, ingresa a la Compañía de Jesús,
con sus estudios en el Noviciado de Chillán, distante a poco mas de 400
Km. de su casa al sur de Chile, en ese lugar estaría dos años, después
viaja a Argentina, ciudad de Córdoba, lugar donde continua con su etapa
inicial preparatoria. En su caminar continua trasladándose por el año
1927 al Colegio Máximo de Sarriá de Barcelona, en España, hasta el año
1931, para cursar por tres años filosofía y teología y a continuación
como consecuencia de la realidad política española de la época con la
instauración de la República, se ve obligado a viajar a Bélgica, donde
continua estudiando en la Universidad de Lovaina, allí cursa otras
materia relacionadas con la pedagogía y psicología.
Por que así Dios lo quiso, así fue en el Plan de Vida de Alberto, es
ordenado sacerdote en Lovaina, el 24 de agosto de 1933, luego
continuando con su brillante formación recibe el grado de doctor en
Pedagogía de la Universidad de Lovaina, finalizando su etapa de estudios
jesuitas.
Así es, como en una de sus cartas escrita en le año 1933, refleja su
inmensa alegría de ser sacerdote, expresándose así “¡Ya me tiene de
sacerdote del Señor! Bien comprenderá mi felicidad y con toda sinceridad
puedo decirte que soy plenamente feliz”, luego, tres años mas tarde,
regresa a su país natal que es Chile a ejercer su tarea encomendada
divinamente. Sus primeras tareas, como educador y formador, la hace
impartiendo clase en la misma escuela que lo formó, el Colegio san
Ignacio, en la misma Universidad Católica de Chile y en el Seminario
Pontificio Mayor.
Sin embargo, el país no había experimentado grandes cambios y los
problemas sociales continuaban, como país subdesarrollado, pobre,
marginal, clasista y racista, donde los que tenía buena situación
económica se autoproclamaban aristócratas, formando una clase
separatista en categoría Alta, que se mostraba indiferente a los
afligido. En esa realidad, el Padre Alberto Hurtado, siente la enorme
necesidad de acudir a los desamparados, viendo en cada pobre el rostro
sufriente de Jesús.
Pero como el Plan de Dios en los hombres ha de cumplirse, en el año
1937, la gran formadora de este Jesuita, doña Ana Cruchaga, madre de
Alberto, se encamina al encuentro con el Señor, cuando ella muere,
Alberto estaba en esos momento en sus Ejercicios Espirituales, y a pesar
del dolor por la partida de su madre, se siente reconfortado porque su
convicción de la vida eterna en la manos de Dios es dueña de su corazón.
El Padre Alberto, hombre de gran carisma, atrae a personas de toda
edad, es feliz trabajando con los jóvenes, es feliz oyendo a cada
necesitado, y con mucho entusiasmo invita a enloquecerse por Cristo, lo
que el llamada con alegría motivadora el “chiflarse” por Cristo.
Entonces observando y sintiendo la triste realidad social del país,
se empeña en llevar a cada rincón del territorio una palabra de aliento y
esperanza, es así, como en este ambiente el ve la necesidad permanente
de la Iglesia de aumentar las vocaciones sacerdotales, entonces esta la
oportunidad de captar nuevos servidores y los exhorta a seguir el bello
camino del servicio, con su ejemplo de vida la motivación siempre estaba
en buenas manos. Es así como impartió Ejercicios Espirituales y dirigió
espiritualmente a un grupo de jóvenes, que mas tarde dio como resultado
a buenos hombres de fe y servicio social.
Por el año 1941, es nombrado asesor de la Juventud de la Acción
Católica, que a partir de ese instante y a través de su conducción, el
movimiento cobra gran auge, debiendo viajar constantemente por distintos
lugares del país. El además se caracteriza por ser buen escritor,
excelente crítico social, buen observador de las cosas cotidianas, buen
analista de la realidad social de país, todo inspirado en su gran amor a
Cristo, su irrenunciable fe, su amor al prójimo, su espíritu de
servicio, su gran preocupación por la comunidad y principalmente los
pobres.
El Padre Hurtado, conciente de lo que llamaba la “injusticia social
trae más males que los que puede reparar la caridad”, se transforma en
un buen obrero luchador por la transformación de una sociedad más justa,
las tristes y pobres condiciones en las cuales viven los marginados
socialmente en chile, la situación de los obreros, le causa un gran
dolor, y una gran motivación para dedicarse a ellos, es tan vehemente,
que busca, piensa y expresa todo los que puede ser de ayuda a los
sufridos trabajadores, bajo el único concepto de justicia y amor que
habita en su corazón, que es el espíritu de Cristo. Es así como él se
hace presente en muchos sectores laborales, pala en mano se hace
presente en las minas salitreras o de carbón en Chile.
En su incansable preocupación por los asuntos sociales, este notable
solidario con sus hermanos, viaja a otros lugares como Paris en busca de
elementos de juicio que aporten a su causa, llega a entrevistarse hasta
con el Papa S.S.Pío XII, en Roma, a quien expone y presenta la realidad
religiosa, social y política de su país Chile, haciéndole notar temas
tan urgentes como llevar la doctrina social de la Iglesia al mundo
sindical y hacer presente el espíritu cristiano en los trabajadores.
También pasa por Bélgica, donde se ordeno sacerdote, para estudiar la
liga de los campesinos católicos y los sindicatos cristianos.
En el año 1944 se involucra en lo que sería su proyecto más
importante y de gran reconocimiento hoy en todo el País. Este comienza
en una noche fría y lluviosa en una fecha que no es tradicional para la
estación primaveral, en el mes de octubre, cuando es interceptado por un
hombre de condición económica pobre que le solicita ayuda porque no
tiene un lugar en donde dormir. Alberto con su gran corazón, se
estremece, al verlo, desamparado y enfermo, y ve en aquel hombre pobre
al mismo Cristo desolado.
Absolutamente conmovido, mas tarde cuenta su experiencia a un grupo
de señoras de la congregación del Apostolado Popular que se encontraba
en un retiro, con una gran respuesta, porque ellas también se
conmovieron y sintieron el llamado de Cristo y decidieron entregar sus
joyas y bienes que tenían a mano para dar impulso a una gran obra de
caridad, así el 21 de diciembre de ese mismo año, el Padre Alberto
Hurtado coloca la primera piedra del Hogar de Cristo.
El Hogar de Cristo es una de las obras de caridad mas grande y talvez
la de mayor reconocimiento en el país, en ella el chileno expresa su
solidaridad, en ella se refugian los pobres de Chile, en ella encuentran
paz, descanso, comida y la presencia espiritual del Padre Alberto
Hurtado. Esta obra surge de la espiritualidad del Padre Alberto, y de su
gran concepto de lo que es ser solidario en Cristo, viéndolo a El en el
rostro del desolado, el desamparado, el marginado y el hambriento
hombre en busca de refugio.
“Dar al que lo necesita hasta que duela”, es una expresión acuñada en
el corazón de muchos chilenos por el Padre Alberto Hurtado. También fue
la invitación que ha sido acogida por sacerdotes y laicos que han
estado dispuestos a trabajar por los más pobres, en un hogar que mucho
amor, respeto y consideración se respira un aroma de autentica caridad
para niños, adulto y ancianos, enfermos y sanos, chicos vagabundos, que
habían hecho su hogar junto al Río, debajo de un puente, en una humilde
choza de cartón, quienes en principio fueron recogidos por una típica
camioneta de los años cincuenta que aún se conserva en excelentes
condiciones.
Pero también, preocupado por la suerte del obrero chileno y sus
paupérrimas condiciones, el Padre Alberto, se introdujo en el mundo del
trabajo creando además la Acción Sindical y Económica Chilena (ASICH) en
1947, ocupando el cargo de Capellán. Allí en la (ASICH), formó
dirigentes cristianos y organizó los servicios jurídicos y sociales para
defender sus derechos. Cabe destacar el reconocimiento y la afiliación
de esta organización a la Confederación Internacional de Sindicatos
Cristianos e integrada a organismos internacionales como la ONU, UNESCO y
la Organización Internacional del Trabajo.
También es el creador de la revista Mensaje, que público su primer
número en octubre de 1951, revista con la cual se hicieron presente los
valores de solidaridad, el servicio, la justicia social, y el Evangelio.
Así fue, como el 18 de agosto de 1952, a los cincuenta y dos años de
edad, y estando enfermo de cáncer, fue llamado por Dios, del cual
tenemos la convicción total, que fue recibido amorosamente, como uno de
sus predilectos hijos, que se entregó por entero a vivir y trabajar en
el espíritu del amor de Cristo como uno mas de sus apóstoles.
El Padre Alberto Hurtado Cruchaga, fue beatificado en Roma en 1994 y
es el segundo de los chilenos, después de la carmelita Teresita de los
Andes, y muy pronto también la joven Laurita Vicuña, que tiene un puesto
de honor junto a todos los santos de Dios. Canonizado el 23 de octubre
de 2005, por el Santo Padre, Papa Benedicto XVI.
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