30 mayo, 2018

San Fernando III, rey de Castilla y de León

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 ¡Oh!, San Fernando III, rey de Castilla y de León
vos, sois el hijo del Dios de la vida, y su amado
santo, y nadie como vos, que dejando de lado alcurnia
de oro, rendido cayese, a los pies de Aquél que todo
lo ve,  y, del cielo implorase favores divinos, ninguno
negado y todos concedidos en vuestro reinado. De
Cristo Caballero, y de Nuestra Señora, fiel y humilde
siervo, jamás conocisteis el vicio ni el ocio, y mas
bien os mostrasteis siempre, “en la paz bravo”. ¡Vos,
sois, la muestra del amor, la humildad y la fe
maravillosa! Vos solías decir: “Más temo las maldiciones
de una viejecita pobre de mi reino que a todos los
moros del África”. Antes de partir a la casa del Padre,
abandonasteis vuestro lecho y, postrándoos en tierra,
sobre un montón de cenizas, recibisteis los últimos
sacramentos. A continuación, llamasteis a la reina y
a vuestros hijos, y os despedisteis de ellos amorosamente,
no sin antes de darles sabios consejos. Luego, volviéndoos
se a los que se hallaban presentes, os pedisteis que os
  perdonasen por alguna ofensa recibida. Y, así, y alzando
hacia el cielo una vela encendida, la reverenciasteis
como símbolo del Espíritu Santo, pidiendo a los clérigos
que cantasen el “Te Deum”. Y, así, marchó vuestra alma
al cielo, para coronada ser con corona de luz, como justo
premio a vuestra entrega de amor y fe. Por ello, os
rogamos, para que los poderosos de esta tierra, a imitánción
vuestra, se rindan ante Vos, Eterno Padre, porque Sois
Vos; el origen de toda autoridad que en este mundo mora,
porque Vuestros, son el Reino, el Poder y la Gloria;
por los siglos de los siglos. Patrono de España, protector
de cautivos, devalidos y gobernantes. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Fernando, “viva imitación del Dios de la Vida”.

© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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30 de mayo
San Fernando III
Rey de Castilla y de León

Su nombre significa “bravo en la paz”.


Santo seglar, que “no conoció el vicio ni el ocio”, Fernando III -el más grande de los reyes de Castilla, dice Menéndez y Pelayo- nació en 1198; fue hijo de don Alfonso IX, rey de León, y primo de san Luis IX, rey de Francia. Guerreó con los moros, que ocupaban gran parte de España, unió las coronas de Castilla y de León, y conquistó los reinos de Úbeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla.

En sus dilatadas campañas, triunfó siempre en todas las batallas. No buscó su propia gloria ni el acrecentamiento de sus dominios. Para él el reino verdadero era el reino de Dios. Pedía a diario el aumento de la fe católica y elevaba sus plegarias a la Virgen, de quien se llamaba siervo. Caballero de Cristo, Jesús le había otorgado la gracia de los éxtasis y las apariciones divinas. Amaba a sus vasallos y procuraba no agravar los tributos, a pesar de las exigencias de la guerra. A este respecto era conocido su dicho: “Más temo las maldiciones de una viejecita pobre de mi reino que a todos los moros del África”. Llevaba siempre consigo una imagen de nuestra Señora, a la que entronizó en Sevilla y en múltiples lugares de Andalucía, a fin de que ésta fuera llamada tierra de María Santísima.

La muerte del rey san Fernando constituye un ejemplo de fe y humildad. Abandonó el lecho y, postrándose en tierra, sobre un montón de cenizas, recibió los últimos sacramentos. Llamó a la reina y a sus hijos, y se despidió de ellos después de haberles dado sabios consejos.

Volviéndose a los que se hallaban presentes, les pidió que lo perdonasen por alguna involuntaria ofensa. Y, alzando hacia el cielo la vela encendida que sostenía en las manos, la reverenció como símbolo del Espíritu Santo. Pidió luego a los clérigos que cantasen el Te Deum, y así murió, el 30 de mayo de 1252. Había reinado treinta y cinco años en Castilla y veinte en León, siendo afortunado en la guerra, moderado en la paz, piadoso con Dios y liberal con los hombres, como afirman las crónicas de él.

Guerrero, poeta y músico, compuso cantigas, una de ellas dedicada a Nuestra Señora. Se destacó por su honestidad y la pureza de sus costumbres.Fernando III fue canonizado por el papa Clemente X en el año 1671. Lo sucedió en el trono su hijo mayor, Alfonso X, que la historia conoce con el nombre de Alfonso el Sabio.

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy
Santos: Félix I, papa; Gabino, Críspulo, Sico, Palatino, mártires; Exuperancio, Ausonio, Anastasio, presbíteros; Juana de Arco, virgen; Venancio, Isaac, Basilio, Emilia, confesores; Uberto, Gamo, monjes; Urbicio, abades.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Fernando_III.htm)

29 mayo, 2018

San Germán de París (28) - Santa Hilda (29)


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28 de mayo San Germán de París Obispo
Por: n/a | Fuente: Archidiócesis de Madrid

Martirologio Romano: En París, en la Galia, san Germán, obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a la sede de esta ciudad, donde, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una fructuosa cura de almas († 576).

Breve Biografía

Gran parte de su vida la conocemos por el testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros.

Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.

Su pariente de Lazy con quien vive durante 15 años es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo común para su edad.

Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la casa caminando por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad.

Es allí donde comienza a manifestarse en Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su biógrafo, se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los frailes que veían peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. También se narra el milagro de haber apagado con un roción de agua bendita el fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro más y curioso es cuando el obispo, celoso que de todo hay por las cosas buenas que se hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué motivo (quizá hoy se le llamaría «incompatibilidad»); las puertas se le abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; con este episodio cambió el obispo sus celos por admiración.

El rey Childeberto usa su autoridad en el 554 para que sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo nombra limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el castillo de Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola imposición de las manos.

Como su vida fue larga, hubo ocasión de intervenir varias veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue doloroso porque un hombre de bien no puede transigir con la verdad; a Cariberto, rey de París el hijo de Clotario y, por tanto, nieto de Childeberto, tuvo que excomulgarlo por sus devaneos con mujeres a las que va uniendo su vida, después de repudiar a la legítima Ingoberta.

El buen obispo parisino murió octogenario, el 28 de mayo del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado preparar en san Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos, estando presentes el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de la invasión de los normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo y se veneran en una urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad Guillermo, en el año 1408.

(http://es.catholic.net/op/articulos/32167/germn-de-pars-santo.html#modal)


 ¡Oh!, Santa Hilda de Whitby, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, que, fundando un monasterio
en Whitby, permanecisteis en él, el resto de vuestra
santa vida, hasta vuestra muerte. En vuestro tiempo,
las propiedades y los bienes eran de todos y los valores
cristianos, ejercidos también de igual manera, sobre todo
la paz y la caridad. Todos estudiaban la Santa Biblia
y hacían obras de caridad y prueba de ello, cinco
hombres del monasterio en obispos se convirtieron y uno
venerado como santo: San Juan de Beverley. La Reina
Eanfleda de Deira, y su hija Alfleda al cristianismo
se convirtieron, luego en monjas y más tarde en abadesas
de Whitby, después de que vos, moristeis. El gran Beda,
os describe como una mujer de gran energía y una audaz
y eficaz administradora y maestra. Vos, os ganasteis
la reputación de sabiduría, pues, incluso reyes, príncipes
y obispos buscaban vuestra ayuda, pero, también os
preocupaba la gente sencilla, como Caedmon, pastor y
poeta religioso. Aunque vos, teníais un carácter fuerte,
cariño, aprecio y afecto inspirabais. Beda dijo: “Todos
aquellos que la conocían la llamaban madre por su gran
devoción y gracia“. Una fiebre rara, os abrazó un tiempo
largo, y a pesar de ello, seguisteis trabajando hasta
el día en que, vuestra alma, voló al cielo, y os acompañó
el tañer repentino de las campanas, mientras coronada
era, de luz eterna, como premio a vuestro amor y fe;
¡oh!, Santa Hilda de Whitby, “viva sabiduría del Dios Vivo”.



© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Mayo
Santa Hilda de Whitby (Ilda)
Abadesa


No se sabe el lugar de nacimiento de Hilda, pero de acuerdo a Beda el Venerable fue en el año 614. Ella fue la segunda hija de Hereric, sobrino de Edwin de Northumbria, y su esposa Breguswita. Su hermana mayor, Hereswita, se casó con Ethelric, hermano del rey Anna de Anglia Oriental. Cuando era apenas una bebe su padre fue envenenado mientras pasaba su exilio en la corte del rey de Elmet (en lo que hoy en día es West Yorkshire). Se asume que ella creció en la corte de Ediwn en Northumbria.

En 627 el rey Edwin de Northumbria fue bautizado durante la Pascua junto a toda su corte, la cual incluía a Hilda, en una pequeña capilla de madera construida especialmente para la ocasión, cerca de lo que hoy en día es la Catedral de York Minster.

La ceremonia fue oficiada por el monje-obispo Paulinus, quien había venido desde Roma junto a San Agustín de Canterbury. Luego acompaño a Ethelburga, una princesa cristiana, cuando ella regreso a Kent para casarse con Edwin.

Hilda como monja

No se sabe dónde fue que Hilda empezó su vida como monja, excepto que fue al norte de las orillas del río Wear. Aquí, con unos cuantos compañeros aprendieron las tradiciones del monasticismo del Cristianismo Celta el cual San Aidan había traído desde Iona. Después de un año San Aidan nombró a Hilda como la segunda Abadesa de Hartlepool. No quedan rastros de esta abadía pero el cementerio monástico se ha encontrado cerca de la presente Iglesia de Santa Hilda.

En 657 Hilda fundo un nuevo monasterio en Whitby (en ese entonces conocida como Streonshalh), donde permaneció el resto de su vida hasta su muerte en 680.

Vida monástica en Whitby

En el acantilado oriental de Whitby se levantan las impresionantes ruinas de un abadía benedictina del siglo XII. Este, sin embargo, no fue el edificio que Hilda conoció. Evidencia arqueológica muestra que el monasterio era en estilo celta con sus miembros viviendo en pequeñas casas para dos o tres personas. La tradición de monasterios dobles, como los de Hartlepool y Whitby, era para que hombres y mujeres vivieran separadamente pero que pudieran rezar juntos en misa.

No se sabe donde exactamente la iglesia monástica de Hilda se levantó, tampoco sabemos cuantos monjes y monjas vivían en Whitby. Lo que Beda nos cuenta es que las ideas originales de monasticismo eran estrictamente seguidas en la abadía de Hilda. Todas las propiedades y bienes eran de propiedad común, los valores cristianos eran ejercidos, especialmente paz y caridad, todos tenían que estudiar la Biblia y hacer obras de caridad.

Cinco hombres del monasterio se convirtieron en obispos y uno fue venerado como santo, San Juan de Beverley.

La Reina Eanfleda de Deira, y su hija Alfleda se convirtieron en monjas y juntas fueron abadesas de Whitby después de la muerte de Hilda.

Carácter de Santa Hilda

Beda describe a Hilda como una mujer de gran energía quien era una audaz y eficaz administradora y maestra. Ella se ganó una reputación de sabiduría, que incluso reyes, príncipes y obispos buscaban su ayuda, pero también se preocupaba por la gente ordinaria como Caedmon, un pastor y bardo religioso. Aunque Hilda tenía un carácter fuerte ella también inspiraba afecto. Beda dijo “Todos aquellos que la conocían la llamaban madre por su gran devoción y gracia“.

Muerte de Santa Hilda

Hilda sufrió de una fiebre los últimos seis años de su vida, pero continuó trabajando hasta su muerte en el 680, en lo que entonces era una edad muy avanzada de sesenta y seis. En su último año ella fundo otro monasterio, a 14 millas de Whitby, en Hackness. Ella murió después de recibir el viaticum, y según la leyenda, en el momento de su muerte las campanas del monasterio en Hackness sonaron.

(http://www.gloria.tv/?user=18606)

27 mayo, 2018

La Santísima Trinidad (B) (Domingo siguiente a Pentecostés)

La Santísima Trinidad (B) (Domingo siguiente a Pentecostés)


Texto del Evangelio (Mt 28,16-20): En aquel tiempo, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
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«Haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»

Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida
(Lleida, España)



Hoy, la liturgia nos invita a adorar a la Trinidad Santísima, nuestro Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo Dios en tres Personas, en el nombre del cual hemos sido bautizados. Por la gracia del Bautismo estamos llamados a tener parte en la vida de la Santísima Trinidad aquí abajo, en la oscuridad de la fe, y, después de la muerte, en la vida eterna. Por el Sacramento del Bautismo hemos sido hechos partícipes de la vida divina, llegando a ser hijos del Padre Dios, hermanos en Cristo y templos del Espíritu Santo. En el Bautismo ha comenzado nuestra vida cristiana, recibiendo la vocación a la santidad. El Bautismo nos hace pertenecer a Aquel que es por excelencia el Santo, el «tres veces santo» (cf. Is 6,3).


El don de la santidad recibido en el Bautismo pide la fidelidad a una tarea de conversión evangélica que ha de dirigir siempre toda la vida de los hijos de Dios: «Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1Tes 4,3). Es un compromiso que afecta a todos los bautizados. «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad» (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, n. 40).


Si nuestro Bautismo fue una verdadera entrada en la santidad de Dios, no podemos contentarnos con una vida cristiana mediocre, rutinaria y superficial. Estamos llamados a la perfección en el amor, ya que el Bautismo nos ha introducido en la vida y en la intimidad del amor de Dios.


Con profundo agradecimiento por el designio benévolo de nuestro Dios, que nos ha llamado a participar en su vida de amor, adorémosle y alabémosle hoy y siempre. «Bendito sea Dios Padre, y su único Hijo, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros» (Antífona de entrada de la misa).

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-05-27)

Resultado de imagen para Trinidad Santa un solo Dios, como era en un principio ahora y siempre...

Dios mío, Trinidad que adoro,
ayúdame a olvidarme
enteramente de mí mismo
para establecerme en ti,
inmóvil y apacible
como si mi alma estuviera
ya en la eternidad;
que nada pueda turbar mi paz,
ni hacerme salir de ti, mi inmutable,
sino que cada minuto me lleve más lejos
en la profundidad de tu Misterio.

Pacifica mi alma.
Haz de ella tu cielo,
tu morada amada y el lugar de tu reposo.

Que yo no te deje jamás solo en ella,
sino que yo esté allí enteramente,
totalmente despierta en mi fe,
en adoración, entregada sin reservas
a tu acción creadora.

Amén (Santa Isabel de la Trinidad )

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Santísima Trinidad

¡Oh!, Santísisma Trinidad:
¡Oh!, Dios Padre: ¡Creador!
¡Oh!, Dios Hijo: ¡Redentor!
¡Oh!, Dios Espíritu Santo: ¡Dador de Vida y Santificador!
Hermanos de todo el orbe de la tierra
  Al Amoroso Dios exultemos
Que desde antes de todos los tiempos
  Con su Amor y Misericordia nos acompaña
¡Oh!, Trinidad Santa un solo Dios
¡Gloria al Padre!
¡Gloria al Hijo!
¡Gloria al Espíritu Santo!
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.




© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Solemnidad de La Santísima Trinidad

En el evangelio Jesús nos revela el misterio más grande que existe, es un dogma de fe, es decir, una verdad que debemos creer, si nos llamamos cristianos. Cada vez que rezamos el Credo, decimos creer en un solo y único Dios, que es Padre Creador, que es Hijo Redentor y que es Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida y Santificador.


El misterio de la Santísima Trinidad, es uno de los “misterios escondidos en Dios, -que como dice el Concilio Vaticano II-, si no son revelados, no pueden ser conocidos” Y, aun después de la Revelación, es el misterio más profundo de la fe, que el entendimiento por sí solo no puede comprender ni penetrar.


En cambio, el mismo entendimiento, iluminado por la fe, puede en cierto modo, aferrar y explicar el significado del dogma, para acercar al hombre al misterio de la vida íntima del Dios Uno y Trino.

Toda la Sagrada Escritura revela esta verdad: “Dios es Amor en la vida interior de una única Divinidad, como una inefable comunión de personas”. Son Tres Personas distintas en un sólo Dios, como aprendimos en el catecismo.


El misterio de la Santísima Trinidad es la revelación más grande hecha por Jesucristo. Los judíos adoran la unicidad de Dios y desconocen la pluralidad de personas en la unicidad de la sustancia. Los demás pueblos adoran la multiplicidad de los dioses. El cristianismo es la única religión que ha descubierto, en la revelación de Jesús, que Dios es uno en tres personas. Ante esta revelación divina de su íntima esencia, no nos queda otra cosa que agradecerle esta confianza y adorar a las Tres Personas Divinas.


¿En qué consiste el Misterio?


Sabemos que hay UN SOLO DIOS, en tres personas distintas entre sí, no por su naturaleza -que es la divinidad misma- sí por su obrar en la historia de la salvación. Así decimos que:

DIOS PADRE, es el “Principio-sin principio”; no fue creado ni engendrado; es por sí sólo el Principio de Vida; es la vida misma, que posee en absoluta comunión con el Hijo y con el Espíritu Santo.


DIOS HIJO, es engendrado -no creado- por el Padre; Jesús es Hijo eterno y consustancial (de la misma naturaleza o sustancia); Dios es al mismo tiempo Padre, como el que engendra, e Hijo como el que es engendrado.


DIOS ESPÍRITU SANTO, procede del Padre y del Hijo; es como una “espiración”, soplo del Amor consustancial entre el Padre y el Hijo; se puede decir que Dios en su vida íntima es amor, que se personaliza en el Espíritu Santo.


Diferentes “misiones”


Si quisiéramos identificar a la Santísima Trinidad por sus “misiones” en el tiempo, o atribuciones, diríamos que:

EL PADRE es el Principio de Vida, de quien todo procede. Se le atribuye la Creación.
EL HIJO procede eternamente del Padre, como engendrado por Él, y asumió en el tiempo una naturaleza humana por nuestra salvación. Se le atribuye la Redención.


EL ESPÍRITU SANTO es enviado por el Padre y el Hijo, como también procede de ellos, por vía de voluntad, a modo de amor; se manifestó primero en el Bautismo y en la Transfiguración de Jesús y luego el día de Pentecostés sobre los discípulos; habita en los corazones de los fieles con el don de la caridad (Cf. Ef 4,30). Se le atribuye la Santificación.


Porque el entendimiento humano no es capaz de comprender la esencia divina, no puede penetrar en el misterio de la vida íntima de Dios, sólo puede conocer lo que Dios revela y asumirlo con la fe; se puede aplicar aquí la frase de San Agustín: “Si lo comprendes, no es Dios”.


“Que todos sean uno…”

“Te preguntarás: ¿si no lo podemos comprender, para qué entonces quiso Dios revelarnos el gran misterio de la Santísima Trinidad?

En el evangelio de San Juan, Jesús ruega al Padre por lo que es su gran deseo:

“Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mi y Yo en Ti. Sean también uno en nosotros: así el mundo creerá que tú me has enviado”. (Jn 17, 21)

Cuando revela el misterio de la Santísima Trinidad, deja ver también las relaciones que hay entre las tres Divinas Personas; aunque esas relaciones son distintas, tampoco dividen la misma y única esencia de Dios.


ª El Padre es pura Paternidad.
ª El Hijo es pura Filiación.
ª El Espíritu Santo es puro Nexo de Amor.


Son relaciones “subsistentes”, que en virtud de su impulso vital salen al encuentro una de la otra en una comunión, en la cual la totalidad de la Persona es apertura a la otra.

Es esto, el paradigma supremo de la sinceridad y libertad espiritual a la que deben tender las relaciones interpersonales humanas, siempre tan lejanas a este modelo trascendente.


“El Señor Jesús, cuando ruega al Padre que ‘todos sean uno, como nosotros también somos uno’ abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”

(Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 24). 


Compromiso cristiano


“Conocer el misterio de la Santísima Trinidad, nos involucra y compromete para adquirir ciertas actitudes en las relaciones humanas:


“la perfectísima unidad de las tres Personas divinas, es el vértice trascendente que ilumina toda forma de auténtica relación y comunión entre nosotros, seres humanos”(Juan Pablo II, “Creo en Dios Padre”, p.170)


No se trata de que queramos entender el Misterio de la Santísima Trinidad, esto es imposible. Jesús nos reveló ese Misterio para mostrarnos el modelo de lo que deben ser las relaciones humanas de los cristianos.


La Iglesia universal nos invita a “glorificar a la Santísima Trinidad”, como manifestación de la celebración del Jubileo. No hay mejor forma de hacerlo que revisando las relaciones con nuestros hermanos, para mejorarlas y así vivir la unidad querida por Jesús “que todos sean uno”.

(http://www.rosario.org.mx/biblioteca/trinidad.htm#1)

26 mayo, 2018

Santa Mariana de Jesús

 
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¡Oh!, Santa Mariana de Jesús, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa, a la que la piedad, la pureza y
el amor a los pobres os llamó vívidamente para abrazaros
así, a la cruz de Cristo. El Santo Rosario y el “Vía Crucis”
amasteis de especial manera, y, así, de amor toda llena os
lanzasteis a evangelizar a la descreída gente de vuestro
tiempo, y, tentar, como anacoreta vivir, por un tiempo.
Pero, Dios, que sabe lo que hace, os quiso en el mundo. Y,
de verdad que os santificasteis en él, rezando, orando,
meditando, y haciendo penitencia constantemente. Vuestro
canto y música diarios, al cielo llegaban y, de seguro, a
nuestro Dios alegraba. Vuestra conciencia, tres veces por
día os examinabais de manera exhaustiva: antes que el alba
rayase, por la tarde y por la noche. Y, para recordar que,
de polvo erais, un ataúd os conseguisteis y, en él dormíais.
“Quien desea seguirme que se niegue a sí mismo”. Jesús, había
dicho. Y, vos, con aquellas proféticas palabras cumplisteis.
Rezabais con fe, doce Salmos y, frecuentemente ayunabais.
A un sacerdote sabio pero vanidoso, le dijisteis luego
de su sermón: “Mire Padre, que Dios lo envió a recoger
almas para el cielo, y no a recoger aplausos de este suelo”.
Otro día, un sacerdote en un sermón dijo: “Dios mío: yo
te ofrezco mi vida para que se acaben los terremotos”. Y,
exclamasteis vos: “No, Señor. La vida de este sacerdote
es necesaria para salvar muchas almas. En cambio yo no
soy necesaria. Te ofrezco mi vida para que cesen estos
terremotos”. ¡Y,Dios, os escuchó! Y, la gente se admiró
de ello. Aquella misma mañana al salir del templo ya os
sentíais enferma. Pero, desde entonces ya no se repitieron
los sismos. Más tarde, una epidemia causó la muerte
de centenares en Quito. Y, vos, nuevamente ofrecisteis
vuestra vida para que la epidemia cesara. Y, así, ya no
murió nadie más por aquél mal. Por todo ello, y vuestra
santidad a prueba de fuego, el Congreso del Ecuador os
dio el título de “Heroína de la Patria”. Y, un día
acompañada por tres padres jesuitas, voló vuestra alma
al cielo, para coronada ser, con corona de luz, como
justo premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡Oh!, Santa Mariana de Jesús, “viva azucena de Cristo Jesús”.


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de mayo
Santa Mariana de Jesús,
“Azucena de Quito”
Año 1645.


“Santa Mariana: No dejes nunca de orar por América”

Su nombre completo era Mariana de Jesús Paredes Flórez. Nació en Quito (Ecuador) en 1618. Desde los cuatro años quedó huérfana de padre y madre y al cuidado de su hermana mayor y de su cuñado, quienes la quisieron como a una hija. Desde muy pequeñita demostró una gran inclinación hacia la piedad y un enorme aprecio por la pureza y por la caridad hacia los pobres. Ya a los siete años invitaba a sus sobrinas, que eran casi de su misma edad, a rezar el rosario y a hacer el viacrucis.

Se aprendió el catecismo de tal manera bien que a los ocho años fue admitida a hacer la Primera Comunión (lo cual era una excepción en aquella época). El sacerdote que le hizo el examen de religión se quedó admirado de lo bien que esta niña comprendía las verdades del catecismo. Al escuchar un sermón acerca de la cantidad tan grande de gente que todavía no logró recibir el mensaje de la religión de Cristo, dispuso irse con un grupo de compañeritas a evangelizar paganos.

Por el camino las devolvieron a sus casas porque no se daban cuenta de lo grave que era la determinación que habían tomado. Otro día se propuso irse con otras niñas a una montaña a vivir como anacoretas dedicadas al ayuno y a la oración. Afortunadamente un toro muy bravo las devolvió corriendo a la ciudad. Entonces su cuñado al darse cuenta de los grandes deseos de santidad y oración que esta niña tenía trató de obtener que la recibieran en una comunidad de religiosas. Pero las dos veces que trató de entrar de religiosa, se presentaron contrariedades imprevistas que no le permitieron estar en el convento. Entonces ella se dio cuenta de que Dios la quería santificar quedándose en el mundo.

Se construyó en el solar de la casa de su hermana una habitación separada, y allí se dedicó a rezar, a meditar, y a hacer penitencia. Había aprendido muy bien la música y tocaba hermosamente la guitarra y el piano. Había aprendido a coser, tejer y bordar, y todo esto le servía para no perder tiempo en la ociosidad. Tenía una armoniosa voz y sentía una gran afición por el canto, y cada día se ejercitaba un poco en este arte. Le agradaba mucho entonar cantos religiosos, que le ayudaban a meditar y a levantar su corazón a Dios.

Su día lo repartía entre la oración, la meditación, la lectura de libros religiosos, la música, el canto y los trabajos manuales. Su meditación preferida era pensar en la Pasión y Muerte de Jesús. En el templo de los Padres Jesuitas encontró un santo sacerdote que hizo de director espiritual y le enseñó el método de San Ignacio de Loyola, que consiste en examinarse tres veces por día la conciencia: por la mañana para ver qué peligros habrá en el día y evitarlos y qué buenas obras tendremos que hacer. El segundo examen: al mediodía, acerca del defecto dominante, aquella falta que más cometemos, para planear como no dejarse vencer por esa debilidad. Y el tercer examen por la noche, acerca de todo el día, analizando las palabras, los pensamientos, las obras y las omisiones de esas 12 horas.

Esos tres exámenes le fueron llevando a una gran exactitud en el cumplimiento de sus deberes de cada día. Para recordar frecuentemente que iba a morir y que tendría que rendir cuentas a Dios, se consiguió un ataúd y en el dormía varias noches cada semana. Y el tiempo restante lo tenía lleno de almohadas que semejaban un cadáver para recordar lo que le esperaba al final de la vida.

Se propuso cumplir aquel mandato de Jesús: “Quien desea seguirme que se niegue a sí mismo”. Y desde muy niña empezó a mortificarse en la comida, en el beber y dormir. En el comedor colocaba una canastita debajo de la mesa y se servía en cantidades iguales a todos los demás pero, sin que se dieran cuenta, echaba buena parte de esos alimentos en el canasto, y los regalaba después a los pobres. Uno de los sacrificios que más la hacían sufrir era no tomar ninguna bebida en los días de mucho calor. Pero la animaba a esta mortificación el pensar en la sed que Jesús tuvo que sufrir en la cruz. Se colocaba en la cabeza una corona de espinas mientras rezaba el rosario. Muchísimos rosarios los rezó con los brazos en cruz.

Como sacrificio se propuso no salir de su casa sino al templo y cuando alguna persona tuviera alguna urgente necesidad de su ayuda. Así que el resto de su vida estuvo recluida en su casa. Solamente la veían salir cada mañana a la Santa Misa, y volver luego a vivir encerrada dedicada a las lecturas espirituales, a la meditación, a la oración, al trabajo y a ofrecer sacrificios por la conversión de los pecadores.

Se propuso llenar todos sus días de frecuentes actos de amor a Dios. Cada día rezaba 12 Salmos de la S. Biblia. Ayunaba frecuentemente. María recibió de Dios el don de consejo y así sucedía que los consejos que ella daba a las personas les hacían inmenso bien. También le dio a conocer Nuestro Señor varios hechos que iban a suceder en lo futuro, y así como ella los anunció, así sucedieron (incluyendo la fecha de su muerte, que según anunció sería un viernes 26). Tenía un don especial para poner paz entre los que se peleaban y para lograr que ciertos pecadores dejaran su vida de pecado.

A un sacerdote muy sabio pero muy vanidoso le dijo después de un brillantísimo sermón: “Mire Padre, que Dios lo envió a recoger almas para el cielo, y no a recoger aplausos de este suelo”. Y el padrecito dejó de buscar la estimación al predicar. En una enfermedad le sacaron sangre y la muchacha de servicio echó en una matera la sangre que le habían sacado a Mariana, y en esa matera nació una bellísima azucena. Con esa flor la pintan a ella en sus cuadros. Y azucena de pureza fue esta santa durante toda su vida.

Sucedieron en Quito unos terribles terremotos que destruían casas y ocasionaban muchas muertes. Un padre jesuita dijo en un sermón: – “Dios mío: yo te ofrezco mi vida para que se acaben los terremotos”. Pero Mariana exclamó: – “No, señor. La vida de este sacerdote es necesaria para salvar muchas almas. En cambio yo no soy necesaria. Te ofrezco mi vida para que cesen estos terremotos”. La gente se admiró de esto. Y aquella misma mañana al salir del templo ella empezó a sentirse muy enferma. Pero desde esa mañana ya no se repitieron los terremotos.

Una terrible epidemia estaba causando la muerte de centenares de personas en Quito. Mariana ofreció su vida y todos sus dolores para que cesara la epidemia. Y desde el día en que hizo ese ofrecimiento ya no murió más gente de ese mal allí. Por eso el Congreso del Ecuador le dio en el año 1946 el título de “Heroína de la Patria”. Acompañada por tres padres jesuitas murió santamente el viernes 26 de mayo de 1645. Desde entonces los quiteños le han tenido una gran admiración. Su entierro fue una inmensa ovación de toda la ciudad. Y los continuos milagros que hizo después de su muerte, obtuvieron que el Papa Pío IX la declarara beata y el Papa XII la declarara santa.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Marian_de_Jesus4_26.htm)

25 mayo, 2018

Santa Magdalena Sofía Barat

 
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 ¡Oh!, Santa Magdalena Sofía Barat, vos, sois
la hija del Dios de la vida y su amada santa
y además, fundadora de la “Sociedad del Sagrado
Corazón de Jesús”, desde donde trabajasteis
con entrega increíble por la formación cristiana
de las jóvenes de vuestro tiempo. Desde niña,
os esmerasteis por aprender el latín, el griego,
la historia, la física y las matemáticas, y,
claro, también os formasteis en el dominio
de vuestras emociones y vuestra voluntad. El
Padre Varín, os abrió el camino que Dios planeó
para vos: Ayudar a restablecer las escuelas
católicas y a fundar una congregación de educadoras,
inspirada en la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús. Y, simplemente dijisteis en silencio:
“Lo acepté todo, sin comprender ni prever nada”.
Y, la providencia divina, nunca os abandonó,
fundando casas en Francia, Roma, Inglaterra,
Austria y Suiza. Vuestro corazón ardía siempre
de amor lleno por la juventud y, fundabais
donce podíais una escuela para niñas pobres y
un internado. “El trabajo excesivo es un peligro
para las almas imperfectas; pero las perfectas
obtienen, por ese medio, una rica cosecha”.
Escribisteis a manera de consejo. Y, así luego
de gastar vuestra santa vida, voló al cielo
vuestra alma, el día de la fiesta de la Asunción
de Nuestra Señora, como justo premio a vuestros
desvelos y entrega increíble de amor y fe;
¡Oh!, Santa Magdalena Sofía Barat, “amor y luz”.

 © 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Mayo
Santa Magdalena Sofía Barat
Fundadora



Fundadora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús
Martirologio Romano: En París, en Francia, santa Magdalena Sofía Barat, virgen, que fundó la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús y trabajó con gran entrega por la formación cristiana de las jóvenes. († 1865)

Fecha de canonización: 24 mayo de 1925 por el Papa Pío XI.

Santa Magdalena nació el 12 de diciembre de 1779, en Joigny de Borgoña y fue fundadora de la Congregación del Sagrado Corazón. Desde niña tuvo pasión por aprender, por ello, se entregó al estudio del latín, el griego, la historia, la física y las matemáticas. También se formó intensamente en el dominio de sus emociones y la voluntad.

La Santa fue llamada por el Padre Varín, de la Compañía de Jesús, para que le ayude con su plan de reestablecer la educación en las escuelas católicas, las cuales habían sido suprimidas a causa de la Revolución Francesa. El Padre Varín, le expuso también a la Santa, el proyecto de fundar una congregación de educadoras, inspirada por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Santa Magdalena aceptó humildemente ayudar en tal misión, llena de desconfianza en sus fuerzas; “Lo acepté todo, sin comprender ni prever nada”, dijo.

El 21 de noviembre de 1800, la Santa partió a Amiens para enseñar en una escuela que fue el primer convento de la congregación. A los 23 años, siendo la más joven de su comunidad, fue nombrada para gobernar la congregación. Fundó 105 casas; muchas de ellas en Francia, Roma, Inglaterra, Austria y Suiza.

Llena de amor por la juventud, la Santa trataba de fundar en cada sitio posible, una escuela para niñas pobres y un pensionado de paga.Como no podía visitar tantas fundaciones, se mantenía en contacto a través de la innumerable cantidad de cartas que escribía. Se encargaba también de la administración de la casa madre y de atender las visitas que llegaban para pedirle consejo. En una de sus cartas escribió: ” El trabajo excesivo es un peligro para las almas imperfectas; pero las perfectas obtienen, por ese medio, una rica cosecha”.

En diciembre de 1826, el Papa León XII aprobó oficialmente la Sociedad del Sagrado Corazón. En 1864, a los 85 años de edad, la Santa pide al congreso general que se le permitiera renunciar a su cargo, pero la asamblea no permitió más que se nombrase una vicaria que le ayudase en el trabajo. El 21 de mayo de 1865, la Santa sufre de un ataque que la deja paralítica y cuatro días más tarde, en la fiesta de Asunción, muere.

Fue canonizada el 24 de mayo de 1925 por el Papa Pío XI.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

24 mayo, 2018

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

 
 
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
 
¡Oh!, Jesucristo, Vos, sois verdadero
Sumo y Eterno Sacerdote; “el Salvador
del mundo”. Herido está nuestro corazón
por el pecado; nuestra mente, dispersa
en vanidades efímeras; y nuestra
voluntad entre el bien y el mal: ¡El
egoísmo y el amor! ¿Quién nos salvará?
¿Quién del pecado y de la muerte nos
apartará? ¡Sólo Dios! “Mediador entre
Dios y los hombres”. “Pues no tenemos
un Sumo Sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas,
sino probado en todo igual que nosotros,
excepto en el pecado. ¡Acerquémonos,
por tanto, confiadamente al trono
de gracia, a fin de alcanzar misericordia y
hallar gracia para una ayuda oportuna!”
¡Vamos al monte del Señor, acerquémonos
al altar de Dios, y juntos participar
en el Banquete y tocar al Salvador!
¡Oh!, Jesucristo, Vivo, Sumo y Eterno Sacerdote.



© 2018 Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Mayo
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Cristo es verdadero Sumo Sacerdote, el Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.

Nuestro corazón está herido por el pecado, nuestra mente vive dispersa en mil distracciones vanas, nuestra voluntad flaquea entre el bien y el mal, entre el egoísmo y el amor.

¿Quién nos salvará? ¿Quién nos apartará del pecado y de la muerte? Sólo Dios. Por eso necesitamos acercarnos a Él para pedir perdón.

Pero, entonces, “¿quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?” Sólo alguien bueno, sólo alguien santo: “El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura” (Sal 24,3-4).

Sabemos quién es el que tiene las manos limpias, quién es el que tiene un corazón puro, quién puede rezar por nosotros: Jesucristo.

Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el “Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hb 5,10; 6,20). Es el auténtico “mediador entre Dios y los hombres” (1Tm 2,5), como explica el “Catecismo de la Iglesia Católica” (nn. 1544-1545).

Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.

Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos llena de alegría. El altar recibe la Sangre del Cordero. El Sacerdote que ofrece, que se ofrece como Víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.

El pecado queda borrado, el mal ha sido vencido, porque el Hijo entregó su vida para salvar a los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79).

Podemos, entonces, subir al monte del Señor, acercarnos al altar de Dios, participar en el Banquete, tocar al Salvador.

Como en la Última Cena, Jesús nos dará su Cuerpo y su Sangre. Como a los Apóstoles, lavará nuestros pies, y nos pedirá que le imitemos: “Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13,15).

Ese es nuestro Sumo Sacerdote, el Cordero que salva, el Hijo amado del Padre. A Él acudimos, cada día, con confianza: “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.

Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hb 4,15-16).

(http://www.es.catholic.net/meditaciondehoy/)

23 mayo, 2018

San Desiderio de Langres



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¡Oh!, San Desiderio de Langres, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, y que, viendo que vuestra grey,
oprimida era por los vándalos e impíos de vuestro tiempo,
os dirigisteis a vuestro rey, con la intención de abogar
por ella y, como respuesta obtuvisteis la muerte, la misma
que os catapultó hacia la eternidad y gloria. San Atanasio,
os menciona como participante y subscritor del Concilio
de Sárdica. Y, dicen las leyendas que, cuando os decapitaron,
vuestra cabeza la cargasteis y así entrasteis en la ciudad
por una abertura en la roca misma, que, de manera milagrosa
se abrió para dejaros pasar, la misma hasta hoy existe,
como mudo testigo de tan singular milgaro. A vos, os rinden
culto en Francia, Italia, Suiza y Alemania; y sois patrono
de la ciudad de Langres, y muchas iglesias de la diócesis
dedicadas están a vos. Vuestra santa tumba, está al cuidado
de un priorato benedictino en el centro de Langres. Además,
en vuestro honor se formó una confraternidad, compuesta
por reyes y príncipes. A vos, también os tenemos como seguro
intercesor en los partos difíciles y como testigo de la verdad
de un juramento. Santo Patrono de la ciudad de Langres, hoy,
como vos, sabéis estáis todo coronado de luz como premio a
vuestra entrega increible de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh!, San Desiderio de Langres, “viva luz del amor de Cristo”.

© 2018 Luis Ernesto Chacón Delgado

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23 de Mayo  
San Desiderio de Langres  
Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En Langres, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, martirio de san Desiderio, obispo, de quien se narra que viendo a su grey oprimida por los vándalos, se dirigió a su rey para suplicar por ella, pero por orden del monarca fue condenado a muerte, ofreciéndose así, libremente, por las ovejas que le habían sido confiadas. († c.355)

Su existencia en el siglo IV está garantizada por San Atanasio, que lo menciona como participante y subscritor del Concilio de Sárdica del año 343; su nombre aparece también en las actas del pseudo-concilio de Colonia del 346. San Desiderio ocupa el tercer lugar en la lista de obispos de Langres (Francia), aunque parece que era procedente de las inmediaciones de Génova, y designado a la sede de Langres de alguna manera milagrosa.

Un clérigo de dicha ciudad, de nombre Varnacario escribió, al inicio del siglo VII, un relato del martirio de San Desiderio, lo hizo basándose en tradiciones locales. Según Varnacario, el obispo Desiderio habría sido decapitado durante una invasión de los vándalos guiados por Croco; es posible que haya aquí una cierta confusión en las tradiciones locales, porque Langres tuvo diversas invasiones bárbaras, y la de los Alemanes comandados por el auténtico Croco (298-307) no coinciden con las fechas de permanencia de Desiderio como obispo de Langres; probablemente la mencionada invasión sea la de los Germanos entre los años 355 – 57, misma que fue repelida por el emperador Juliano el Apóstata.

Una leyenda dice que el santo obispo, después de su decapitación, como tantos otros “cefalóforos” (que cargan sus cabezas), recogió su cabeza y volvió a entrar en la ciudad a través de una apertura de la roca que se abrió para dejarlo pasar; esa abertura sigue siendo exhibida hoy.

El culto de san Desiderio de Langres es indisputablemente anterior al siglo VII, y el Martirologio Jeronimiano lo menciona el 11 de febrero; pero en el siglo XI, por error de un copista, error que luego fue copiado por otros, fue confundido con San Desiderio de Vienne. En la actualidad al Santo Obispo de Vienne se lo recuerda el 26 de mayo, y al de Lagres el 23 del mismo mes.

La ciudad de Langres lo recuerda el 19 de enero, aniversario de la traslación de las reliquias, acaecida en el año 1315. Su culto se difundió no sólo en Francia, sino también en Italia, Suiza y Alemania; es el patrono de la ciudad de Langres, y muchas iglesias de las diócesis están dedicadas a él; su tumba estaba al cuidado de un priorato benedictino en el centro de la ciudad. En 1354 se fundó en su honor una célebre confraternidad de la que formaron parte reyes y príncipes.

A San Desiderio se lo tiene como intercesor en los partos difíciles y como testigo de la verdad de un juramento.

También hoy se celebra a San Marcelo.
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

22 mayo, 2018

Santa Rita de Casia

 
 
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 ¡Oh!, Santa Rita de Casia, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y abogada de los imposibles,
que, con corazón lleno de humildad y presto para beber
la tragedia y el dolor; la miseria moral, material y social,
os revelasteis para alegría de Nuestro Señor Jesucristo.
Erais obediente y dulce mujer, que, en silencio sufristeis
los excesos de vuestro esposo Pablo, a quien su alma y
corazón cambiasteis, con paciencia y dulzor. Y, más,
cuando, a Dios pedisteis, que se llevara a vuestros hijos,
antes de empañar vuestra familia. Y, Dios, os escuchó,
vuestros “incomprensibles ruegos”, para el hombre común,
pero, muy certeros para vos. Y, de pronto, os quedasteis,
sin esposo y sin hijos, y sólo, os quedó, el convento de las
agustinas de Casia, del que, increíblemente, rechazada
fuisteis. Pero, el cielo, no lo hizo jamás, y, a vuestros tres
santos protectores os encomendasteis y les pedisteis, aquél
milagro. San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás
de Tolentino, una noche, ellos mismos os visitaron, y
agustina os hicieron, dedicándoos a la penitencia, a
la oración y al amor por Cristo crucificado, quien os dejó
un estigma en la frente, que llevasteis por catorce años,
como predilecta hija suya. Vos, pedisteis cargar con los dolores
del prójimo para la redención de nuestros pecados. Y, pasado
un tiempo, y cumplida vuestra tarea en esta tierra, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
como premio a vuestra entrega de amor. ¡Santa de los imposibles!
¡Oh!, Santa Rita de Casia, “vivo amor por Cristo Crucificado”.
 

© 2018 Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Mayo
Santa Rita de Casia
Religiosa Viuda y
Abogada de Imposibles


ORACIÓN

¡Oh! Dios omnipotente, que te dignaste conceder a Santa Rita tanta gracia, que amase a sus enemigos y llevase impresa en su corazón y en su frente la señal de tu pasión, y fuese ejemplo digno de ser imitado en los diferentes estados de la vida cristiana. Concédenos, por su intercesión, cumplir fielmente las obligaciones de nuestro propio estado para que un día podamos vivir felices con ella en tu reino. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.

Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.

Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.

Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.

Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.

(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)

21 mayo, 2018

Santos Cristóbal Magallanes, y Compañeros Mártires

 
 
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¡Oh!, Santos Cristóbal Magallanes, y compañeros mártires,
vosotros, sois los hijos de Dios de la vida y sus amados
santos, y, que, los abusos de poder de entonces padecisteis y
  jamás os arrepentisteis de pertenecer a Cristo. Unas veces,
la expulsión sufriendo de vuestros hermanos sacerdotes,
otras, la clausura de escuelas privadas, y de las obras
de beneficencia. Vos, con la cruz, en una mano y el Santo
Libro en la otra, desde el púlpito, con la palabra prístina,
  la obra, y más tarde, con el martirio glorioso, defendisteis
la fe católica con coraje, valor y estoicismo. Y, sí, aquella
entrega de amor, recompensa tuvo y, por vuestro actuar
elevados al cielo fueron con vos, veinticuatro hermanos
vuestros, que hoy, con justicia, disfrutan de las dulces
alegrías del cielo: Román Adame Rosales, Sacerdote;
Rodrigo Aguilar Alemán, Sacerdote; Julio Álvarez Mendoza,
Sacerdote; Luis Batis Sainz, Sacerdote; Agustín Caloca
Cortés, Sacerdote; Mateo Correa Magallanes, Sacerdote;
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote; Miguel de la Mora de
la Mora, Sacerdote; Pedro Esqueda Ramírez, Sacerdote;
Margarito Flores García, Sacerdote José Isabel Flores
Varela, Sacerdote; David Galván Bermúdez, Sacerdote;
Salvador Lara Puente, Laico; Pedro de Jesús Maldonado
Lucero, Sacerdote Jesús Méndez Montoya, Sacerdote; Manuel
Morales, Laico; Justino Orona Madrigal, Sacerdote; Sabas
Reyes Salazar, Sacerdote; José María Robles Hurtado,
Sacerdote; David Roldan Lara, Laico; Toribio Romo González,
Sacerdote; Jenaro Sánchez Delgadillo, Sacerdote; David
Uribe Velasco, Sacerdote y Tranquilino Ubiarco Robles,
Sacerdote. Venustiano Carranza, firmante de la constitución
rabiosa y anticlerical y Plutarco Elías Calles, perseguidores
cual imperio romano, “gozan” hoy, a decir verdad, del fuego
eterno del infierno por su obra de maldad. Pero, así,
como Jesús, hace más de dos mil años, su vida entregara
por salvarnos del pecado, vosotros lo habéis imitado hasta
el martirio mismo de la muerte. Y, la Santísima Trinidad
con creces, os premió para brillar con justicia, coronados
de luz y eternidad. ¡Oh, increíbles mártires mexicanos!
¡oh!, San Cristóbal y compañeros, “vivos mártires de la fe”.

 © 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de Mayo
San Cristóbal Magallanes y compañeros
25 Mártires Mexicanos


En 1917 fue promulgada en México una nueva Constitución, firmada por el presidente Don Venustiano Carranza. estaba inspirada en principios anticlericales y provocó una era de violenta persecución religiosa.

En 1926, bajo la presidencia de Don Plutarco Elías Calles, la persecución se hace más violenta, con la expulsión de algunos sacerdotes, la clausura de escuelas privadas y de obras de beneficencia.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.
Los 25 santos canonizados el 21 de Mayo del 2000 fueron:

Cristóbal Magallanes Jara, Sacerdote
Román Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustín Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramírez, Sacerdote
Margarito Flores García, Sacerdote
José Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galván Bermúdez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesús Méndez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
José María Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo González, Sacerdote
Jenaro Sánchez Delgadillo Laico
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=7102)

20 mayo, 2018

Solemnidad de Pentecostés


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Día litúrgico: Pentecostés (Misa del día) Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio

Jn (20,19-23):“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.

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«Recibid el Espíritu Santo»
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa (Barcelona, España)

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica, crea en el discípulo una nueva condición humana, y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.
El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.

El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.
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MISA DE LA VIGILIA (Jn 7,37-39) «De su seno correrán ríos de agua viva»
Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)

Hoy contemplamos a Jesús en el último día de la fiesta de los Tabernáculos, cuando puesto en pie gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: ‘De su seno correrán ríos de agua viva’» (Jn 7,37-38). Se refería al Espíritu.

La venida del Espíritu es una teofanía en la que el viento y el fuego nos recuerdan la trascendencia de Dios. Tras recibir al Espíritu, los discípulos hablan sin miedo. En la Eucaristía de la vigilia vemos al Espíritu como un “río interior de agua viva”, como lo fue en el seno de Jesús; y a la vez descubrimos que también, en la Iglesia, es el Espíritu quien infunde la vida verdadera. Habitualmente nos referimos al papel del Espíritu en un nivel individual, en cambio hoy la palabra de Dios remarca su acción en la comunidad cristiana: «El Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él» (Jn 7,39). El Espíritu constituye la unidad firme y sólida que transforma la comunidad en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Por otra parte, Él mismo es el origen de la diversidad de dones y carismas que nos diferencian a todos y a cada uno de nosotros.

La unidad es signo claro de la presencia del Espíritu en nuestras comunidades. Lo más importante de la Iglesia es invisible, y es precisamente la presencia del Espíritu que la vivifica. Cuando miramos la Iglesia únicamente con ojos humanos, sin hacerla objeto de fe, erramos, porque dejamos de percibir en ella la fuerza del Espíritu. En la normal tensión entre unidad y diversidad, entre iglesia universal y local, entre comunión sobrenatural y comunidad de hermanos necesitamos saborear la presencia del Reino de Dios en su Iglesia peregrina. En la oración colecta de la celebración eucarística de la vigilia pedimos a Dios que «los pueblos divididos (…) se congreguen por medio de tu Espíritu y, reunidos, confiesen tu nombre en la diversidad de sus lenguas».

Ahora debemos pedir a Dios saber descubrir el Espíritu como alma de nuestra alma y alma de la Iglesia.

(http://evangeli.net/evangelio/dia/2018-05-20)

19 mayo, 2018

San Celestino V, Papa

 
 
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     ¡Oh!, San Celestino V, vos, sois, el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, que habiendo a vuestro cargo de Papa,
renunciado, fuisteis vos, quien dijo a vuestra madre: “Mamá,
yo te daré la alegría de consagrarme a Dios”. Y, así, vuestra
vida, en medio del retiro y la soledad para meditar y rezar
os acompañó siempre. Amabais mucho el silencio y la vida
mundana os molestaba, y, en una celda estrecha, en la que
cabíais de pie o acostado, pasasteis tres años en la soledad.
Fuisteis ordenado de sacerdote, pero sentíais mucho temor a
celebrar la Santa Misa, porque os creíais muy indigno.
Consultasteis entonces a un anciano ermitaño el cual os
respondió: “¿Y quién es digno de celebrar la Misa? Celebre
cada día, pero celebre con temor y temblor, o sea con inmenso
respeto al santo sacrificio”. Al oír esta respuesta, se os
fueron vuestros temores y pesares. Y, así, muchos hombres,
con el deseo hacer penitencia y santidad os acompañaron
muy cerca de donde morabais, para recibir de vos, vuestras
instrucciones. Así, con el tiempo, llegasteis a tener catorce
conventos. Vuestra fama de santidad y de los milagros
que obteníais por medio de vuestras oraciones, os hicieron
famoso en todos los alrededores. Más tarde, vos, mismo
reconocisteis que había sido un error el aceptar el cargo
de Papa, y os propusisteis a renunciar y publicasteis
un decreto, declarando que el Sumo Pontífice sí puede
renunciar. Y, sólo así, así, os despojasteis de vuestros
ornamentos pontificios y os vestisteis de simple monje,
marchando a la soledad que tanto amabais a seguir orando.
Fuisteis cinco meses Sumo Pontífice. Pero, sucedió
que vuestro sucesor, el Papa Bonifacio Octavo, al sentir
que se formaba en Roma un gran partido en su contra y
otro a favor de vos, mandó que volvieseis otra vez a
la ciudad, para apaciguar los ánimos de los exaltados.
Y, vos, salisteis huyendo, pero, os apresaron y os
llevaron a un castillo donde os encerraron como prisionero.
Por dos años estuvisteis allí dedicado a rezar y meditar.
Y, decías: “Lo que yo siempre deseaba era tener una celda
llena de silencio y de apartamiento de todo para poder
dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa celda,
me la han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?”. Y, claro,
un día cualquiera voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser con corona de luz como premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Celestino, “Viva Misa con temor y temblor de Dios”.

 
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Mayo
San Celestino V
Pontífice renunciante
Año 1296


San Celestino V: recuérdanos a nosotros que vamos a encontrarmayor paz y tranquilidad dedicándonos a orar y meditar en silencio, que gastando nuestro tiempo en demasiadas actividades materiales.

Este santo se hizo famoso porque ha sido el único Papa que ha renunciado a su cargo. Nació en 1215 en los Abruzos, Italia, Él mismo en su autobiografía narra cómo eran sus padres. Dice así: “Mis padres eran muy santos a los ojos de Dios y muy estimados por los vecinos a causa de su excelente comportamiento. Daban muchas limosnas y recibían siempre muy bien a los pobres que llegaban a pedir ayudas. Tuvieron doce hijos, como el Patriarca Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de sus descendientes lograra llegar al sacerdocio”. Pedro fue el último de los 12 hijos, y el que llegó a ser sacerdote.

Su madre se entristecía porque ninguno de sus hijos mayores mostraba inclinación hacia el sacerdocio o hacia la vida religiosa pero el niño menor le decía: “Mamá, yo te daré la alegría de consagrarme a Dios”. Viendo la mamá que Pedro tenía una gran inteligencia y muy buenas cualidades para el estudio, se propuso hacerlo estudiar, aunque toda la familia se oponía a ello, y aunque tuvo que hacer muchos sacrificios para lograr costearle sus estudios. Él dice en su autobiografía que el primer libro que logró leer de corrido fue el de Los Salmos, y este fue para toda su vida el libro preferido para leer y meditar cada día y todos los días.

Pedro, que luego se llamó Celestino (nombre que significa: “inclinado hacia lo que es del cielo”) era estudiante “diferente” a los demás. Sus recreos preferidos consistían en retirarse a la soledad a meditar y rezar. Amaba mucho el silencio y le fastidiaban las fiestas mundanas donde hay trago y bailes y pecado. Al final, cuando ya tenía 20 años supo que en una montaña había un ermitaño dedicado a la oración, y se fue hacia allá a que este santo religioso le enseñara el arte de orar y de meditar.

Se construyó una celda tan estrecha que apenas cabía de pie o acostado. Y allí se estuvo tres años en la más estricta soledad. Al principio todo eran consolaciones y alegrías espirituales, pero luego empezaron a llegarle terribles tentaciones que no lo dejaban en paz ni de día ni de noche. Era el ataque de los enemigos del alma para hacerle desistir de su vocación a la santidad. Afortunadamente a base de oración y de mortificación y de consultar de vez en cuando a su director espiritual, logró vencer.

Fue ordenado de sacerdote, pero sentía mucho temor a celebrar la Santa Misa porque se creía indigno. Consultó entonces a un anciano ermitaño el cual le respondió: “¿Y quién es digno de celebrar la misa? Celebre cada día, pero celebre con temor y temblor, o sea con inmenso respeto al santo sacrificio”. Al oír esta respuesta se le fueron sus temores.

Muchos hombres, deseosos de hacer penitencia y de conseguir la santidad se fueron a vivir allí cerca de donde moraba Celestino, para recibir de él sus instrucciones, y así llegó a tener 14 conventos bajo su dirección. Su fama de santidad y los milagros que obtenía por medio de sus oraciones lo hicieron famoso en todos los alrededores.

Había muerto el Papa Nicolás IV y los cardenales electores se habían dividido en dos partidos contrarios y ya llevaban dos años sin poder elegir al nuevo Sumo Pontífice. Al fin se les ocurrió una idea: elegir como Papa a un santo monje. Y eligieron a Celestino. Y un día, cuando él menos lo imaginaba, llegaron al monte donde habitaba, varios prelados a comunicarle tan grande noticia. Su susto fue espantoso y se echó a llorar. Pero las gentes lo aclamaban como el mejor para ese cargo.

Celestino tenía 80 años. A su coronación como Pontífice asistieron más de 200,000 personas. La veneración hacia él era tan grande que tenía que pasar días enteros en la ventana impartiendo bendiciones a las multitudes que llegaban a visitarlo. La entrada solemne la hizo cabalgando en un burrito, cuyas riendas eran llevadas por dos reyes Carlos de Anjou y Carlos de Hungría. Era el año 1294.

Pero pronto se dio cuanta Celestino de qué el no estaba preparado para tan difícil cargo ni tenía cualidades para ello. No conocía las leyes y cánones que rigen a la Iglesia en el Vaticano. No sabía hablar bien el latín en el cual se redactan los documentos pontificios. No tenía la suficiente pericia para no dejarse engañar, y así como era tan sin malicia y tan generoso, muchos aprovechaban de que concedía cuanto se le pedía, y llegó el caso de que nombró hasta tres personas distintas para un mismo cargo.

Y para acabar de completar, como su inclinación era a la oración, a la meditación y al silencio, mandó que le construyeran una celda de monje en el Palacio Pontificio, y allí se dedicaba por horas y horas a la oración y a la meditación, y mientras tanto no había quien despachara los asuntos en las oficinas del Pontífice.

Y él mismo reconoció que había sido un error el aceptar el cargo de Papa y se propuso renunciar. Es el primer caso que ha sucedido en la historia de la Iglesia, de que un Papa renuncie a su cargo. Primero publicó un decreto declarando que el Sumo Pontífice sí puede renunciar a su alto cargo. Luego reunió a todos los cardenales y les leyó su renuncia al Pontificado y les pidió que nombraran a su sucesor. Y allí mismo se despojó de todos sus ornamentos pontificios y se vistió de simple moje, y se propuso irse otra vez a la soledad a hacer oración. Era el 13 de diciembre de 1294. Apenas había sido Pontífice durante cinco meses.

Pero sucedió que su sucesor, el Papa Bonifacio Octavo, al sentir que se formaba en Roma un gran partido en su contra y a favor de Celestino, mandó que volviera otra vez a la ciudad, para apaciguar los ánimos. El santo, que no quería saber ya nada más de esos asuntos materiales salió huyendo, pero fue puesto preso y llevado a un castillo donde lo encerraron como prisionero. Por dos años estuvo allí dedicado a rezar y meditar. Cuando algunos se quejaban de que lo tuvieran encerrado decía: “Lo que yo siempre deseaba era tener una celda llena de silencio y de apartamiento de todo para poder dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa celda me la han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?”. Murió santamente en mayo de 1206 y fue declarado santo en 1313.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Celestino_V.htm)