¡Oh!, San Medardo, vos, sois el hijo del Dios de la vida
su amado Obispo y santo. Cuando erais joven, regalasteis
vuestro caballo a un pobre viajero que lloraba porque los
ladrones se lo habían robado. Vuestro padre, al veros tan
generoso para con los necesitados dijo que vos, ibais
a servir más para sacerdote, que para negociante. Y así,
sucedió, pues a los treinta y trés años, fuisteis ordenado
sacerdote, y seguisteis siendo más aún caritativo para con
los pobres. Los campesinos os invocan a “ojo cerrado” para
que intercedáis por las frescas lluvias que envía Dios
Padre Todopoderoso, y, para que, sus viñedos protegidos
sean de las manos malignas. Vos, os mostrasteis siempre
diligente y caritativo con todos, de manera especial con
los pobres, y eso os valió, para que os abrazarais a la
cruz de Cristo por el resto de vuestra santa vida. Vuestra
mesa, llena siempre estaba de desposeídos estudiantes.
Primero, con el divino alimento y luego, con el material.
El clima, el tiempo y la lluvia a vuestros pies parecían
estar, pues, con vuestras oraciones los campos “felices
estaban”. También, nos dejasteis historias maravillosas,
entre tantas, allí están: “La vaquita del Santo”; “Las Matas
de uva” y “Las colmenas de San Medardo”. Así, vuestra
santa vida gastasteis, en favor de Dios y Él, con justicia
os coronó con corona de luz y eternidad. ¡Aleluya! ¡Alelluya!
oh, San Medardo, “viva caridad y amor del Dios de la Vida”.
su amado Obispo y santo. Cuando erais joven, regalasteis
vuestro caballo a un pobre viajero que lloraba porque los
ladrones se lo habían robado. Vuestro padre, al veros tan
generoso para con los necesitados dijo que vos, ibais
a servir más para sacerdote, que para negociante. Y así,
sucedió, pues a los treinta y trés años, fuisteis ordenado
sacerdote, y seguisteis siendo más aún caritativo para con
los pobres. Los campesinos os invocan a “ojo cerrado” para
que intercedáis por las frescas lluvias que envía Dios
Padre Todopoderoso, y, para que, sus viñedos protegidos
sean de las manos malignas. Vos, os mostrasteis siempre
diligente y caritativo con todos, de manera especial con
los pobres, y eso os valió, para que os abrazarais a la
cruz de Cristo por el resto de vuestra santa vida. Vuestra
mesa, llena siempre estaba de desposeídos estudiantes.
Primero, con el divino alimento y luego, con el material.
El clima, el tiempo y la lluvia a vuestros pies parecían
estar, pues, con vuestras oraciones los campos “felices
estaban”. También, nos dejasteis historias maravillosas,
entre tantas, allí están: “La vaquita del Santo”; “Las Matas
de uva” y “Las colmenas de San Medardo”. Así, vuestra
santa vida gastasteis, en favor de Dios y Él, con justicia
os coronó con corona de luz y eternidad. ¡Aleluya! ¡Alelluya!
oh, San Medardo, “viva caridad y amor del Dios de la Vida”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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8 de junio
San Medardo
Obispo
Año 560
Medardo significa: “audaz y valeroso” (Med: audaz. Adr: valeroso. Del antiguo alemán).
San Medardo es el santo preferido de los campesinos de Francia. Le
tienen gran fe para que les obtenga lluvias para los tiempos de la
siembra, y para que les cuide sus viñedos o plantaciones de uva, contra
los ladrones y el mal tiempo.
Siendo muy joven, una vez le regaló su caballo a un pobre viajero que
lloraba porque los ladrones le habían robado el caballo en el que
viajaba. Su papá al verlo tan generoso para con los necesitados opinó
que el hijo más iba a servir para sacerdote que para negociante. Y así
sucedió. A los 33 años fue ordenado sacerdote, y siguió ejercitando una
gran caridad para con los pobres.
A los estudiantes muy necesitados los sentaba a su mesa,
gratuitamente para que se alimentaran lo mejor posible. Con sus
oraciones obtuvo lluvias para los campos, y en otras ocasiones libró de
granizadas los cultivos.
Anécdotas Muy Curiosas
La vaquita del Santo
Como era un sacerdote verdaderamente ejemplar fue elegido obispo y
entonces le sucedieron unas anécdotas que se han hecho famosas. Tenía
San Medardo una vaquita, y para saber por dónde andaba el animalejo le
había colgado al pescuezo una campanilla que iba anunciando por dónde
estaba pastando. Y sucedió que un ladrón le robó la vaca. El ratero le
quitó la campanilla del pescuezo y la echó entre las alforjas, pero la
campana seguía sonando. Entonces la llenó de pasto y la escondió entre
el montón de pasto seco de su pesebrera, pero la campana siguió sonando.
Al fin el ladrón dispuso enterrar la campana en el suelo, pero apenas
se acostó para dormir, empezó a oír que seguía sonando. Desesperado sacó
la campana y colgándola otra vez del pescuezo de la vaca se fue a donde
el santo y le devolvió el animal robado, diciéndole: “Padre, aquí le
traigo su vaca, porque la campanilla no quiso dejar de sonar ni por un
momento”, y San Medardo le dijo sonriente: “Hijo, lo que sonaba no era
la campanilla, era tu conciencia, que no quería que te quedaras en paz
con este pecado”. Al otro le fue muy provechosa esta lección.
Las Matas De Uva
Tenía San Medardo un cultivo de matas de uva y una noche en pleno
tiempo de cosecha entraron los ladrones a robarle las uvas. Pero cuando
ya tenían los costales llenos, fueron a salir y no encontraron la puerta
de salida. Les parecía como si se hubieran vuelto ciegos, porque por
ninguna parte encontraron la puerta de salida. Y así amaneció y llegó el
santo, y ellos muy asustados le pidieron perdón y con tal de que no los
denunciara, le dejaron también los costales, y así el santo recolectó
sus uvas gratis y de encima le dieron los costales.
Las Colmenas de San Medardo
También tenía San Medardo unas colmenas que le producían muy buena
miel, y las abejas eran muy mansas y muy buenas. Pero un día llegó un
ratero a robarse la miel y las abejas lo persiguieron tan terriblemente
que al otro no le quedó otro remedio que meterse a la casa del santo a
pedirle que rezara por él. San Medardo echó una bendición a las abejas y
estas se fueron muy obedientes, y él vuelto hacia el ladrón le dijo:
“Esto es señal de los castigos que te pueden llegar si sigues robando.
Ahora son unas sencillas abejas, pero después los que te picarán serán
tus remordimientos eternamente”. Y el otro no volvió a robar.
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