¡Oh!, Santos Cosme y Damián, vosotros, sois los hijos
del Dios de la vida y sus amados santos, que, médicos
siendo, siempre a curar y recetar sin cobro alguno os
dedicasteis a los desposeídos y pobres de vuestra época,
el tiempo todo, tanto que, de vosotros decían “los no
cobradores”. Y, en medio de aquella amorosa tarea noble,
el precioso e inmortal legado de Cristo compartíais
con vuestros pacientes. Gemelos hermanos, amados
y queridos erais en vuestro tiempo, y cuando el mal quiso
dañaros, Dios, jamás os olvidó, tanto que, cuando os
echaron a la mar para desapareceros, una ola gigante
os devolvió a tierra firme, sanos y salvos. Y, cuando,
vivos quisieron quemaros, las llamas, no os tocaron
para nada. Y, así, de rabia, desesperados y fuera de sí,
vuestros impíos verdugos os cortaron vuestras cabezas
pensando que así, con vuestras vidas terminaran, pero,
vuestras benditas almas al cielo volaron para coronadas
ser de luz como justo premio a vuestra vida de amor,
para alegría de tierra y cielo. Y, como sucede siempre,
a los discípulos de Dios; junto a la tumba de vosostros,
empezaron a obrarse milagrosas curaciones. Y, estando
Justiniano de Constantinopla, emperador, padeciendo
de una gravísima enfermedad, se encomendó a vosostros
santos mártires. Y, claro, ¡oh milagro! fue curado
de manera inexplicable. Y, luego, con ministros y todo,
marchó personalmente a vuestras tumbas a daros las
gracias. Y, con justicia, y como premio a vuestro martirio
os levantaron aquí, en la tierra y, en honor vuestro, dos
hermosos templos, uno en Constantinopla y otro en Roma,
Santos Patronos de todos los médicos católicos, ¡Aleluya!
¡oh!, Santos Cosme y Damián, “vivos amores del Dios Vivo”.
del Dios de la vida y sus amados santos, que, médicos
siendo, siempre a curar y recetar sin cobro alguno os
dedicasteis a los desposeídos y pobres de vuestra época,
el tiempo todo, tanto que, de vosotros decían “los no
cobradores”. Y, en medio de aquella amorosa tarea noble,
el precioso e inmortal legado de Cristo compartíais
con vuestros pacientes. Gemelos hermanos, amados
y queridos erais en vuestro tiempo, y cuando el mal quiso
dañaros, Dios, jamás os olvidó, tanto que, cuando os
echaron a la mar para desapareceros, una ola gigante
os devolvió a tierra firme, sanos y salvos. Y, cuando,
vivos quisieron quemaros, las llamas, no os tocaron
para nada. Y, así, de rabia, desesperados y fuera de sí,
vuestros impíos verdugos os cortaron vuestras cabezas
pensando que así, con vuestras vidas terminaran, pero,
vuestras benditas almas al cielo volaron para coronadas
ser de luz como justo premio a vuestra vida de amor,
para alegría de tierra y cielo. Y, como sucede siempre,
a los discípulos de Dios; junto a la tumba de vosostros,
empezaron a obrarse milagrosas curaciones. Y, estando
Justiniano de Constantinopla, emperador, padeciendo
de una gravísima enfermedad, se encomendó a vosostros
santos mártires. Y, claro, ¡oh milagro! fue curado
de manera inexplicable. Y, luego, con ministros y todo,
marchó personalmente a vuestras tumbas a daros las
gracias. Y, con justicia, y como premio a vuestro martirio
os levantaron aquí, en la tierra y, en honor vuestro, dos
hermosos templos, uno en Constantinopla y otro en Roma,
Santos Patronos de todos los médicos católicos, ¡Aleluya!
¡oh!, Santos Cosme y Damián, “vivos amores del Dios Vivo”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Septiembre
San Cosme y San Damián
Mártires
Siglo III
Quiera Dios enviarnos muchos médicos generosos que, a
imitación de Cosme y Damián, se dediquen a recetar gratuitamente a los
pobres, y a aprovechar su ascendiente para propagar la santa religión de
Jesucristo. Qué hermoso fuera que hubiera muchos médicos así.
“Lo que habéis recibido gratis, dadlo también gratuitamente” (Jesucristo Mt. 10, 8).
Cosme significa “adornado, bien presentado”. Damián: domador. Estos
dos santos han sido (junto con San Lucas) los patronos de los médicos
católicos. En oriente los llaman “los no cobradores”, porque ejercían la
medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres.
Eran hermanos gemelos y nacieron en Arabia, en el siglo tercero. Se
dedicaron a la medicina y llegaron a ser muy afamados médicos. Pero
tenían la especialidad de que a los pobres no les cobraban la consulta
ni los remedios. Lo único que les pedía era que les permitieran
hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y de su evangelio.
Las gentes los querían muchísimo y en muchos pueblos eran
considerados como unos verdaderos benefactores de los pobres. Y ellos
aprovechaban su gran popularidad para ir extendiendo la religión de
Jesucristo por todos los sitios donde llegaban. Lisias, el gobernador de
Cilicia, se disgustó muchísimo porque estos dos hermanos propagaban la
religión de Jesús. Trató inútilmente de que dejaran de predicar, y como
no lo consiguió, mandó echarlos al mar. Pero una ola gigantesca los sacó
sanos y salvos a la orilla. Entonces los mandó quemar vivos, pero las
llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que
los querían atormentar. Entonces el mandatario pagano mandó que les
cortaran la cabeza, y así derramaron su sangre por proclamar su amor al
Divino Salvador.
Y sucedió entonces que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos,
Cosme y Damián, empezaron a obrarse maravillosos curaciones. El
emperador Justiniano de Constantinopla, en una gravísima enfermedad, se
encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente.
Con sus ministros se fue personalmente a la tumba de los dos santos a
darles las gracias.
En Constantinopla levantaron dos grandes templos en honor de estos
dos famosos mártires y en Roma les construyeron una basílica con bellos
mosaicos.
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