¡Oh!, Santa Adelaida, vos, sois la hija del Dios de la vida,
y su amada santa. Y, que, emperatriz de Italia siendo, supisteis
“testigo” ser de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Cuando
falleció vuestro primer esposo, teníais dieciocho años y, vos,
erias reina, madre y viuda. Vuestro segundo matrimonio, os
relaciona con la historia de los tres primeros Otones: vuestro
marido, hijo y nieto. Vuestra vida, envuelta en política y disputas
militares estuvo: cárcel, destierro, intrigas de la Corte, envidias,
traiciones y falsedades. Así, soportasteis la incomprensión
de propios y extraños, porque la ambición se había instaurado
en vuestra casa. Y, en contra de ello, os dedicasteis a hacer
el bien. Protegíais, socorríais y consolabais a los necesitados.
Considerabais el poder, una carga para vos, pero, un servicio
para el bien de vuestro pueblo. No erais injusta, ni vengativa
contra quienes os injuriaron en el ayer. Eficacia y esmero
en las tareas de gobierno mostrasteis, para ello, rezabais, os
mortificabais y expiabais, por los pecados de vuestro pueblo.
Así, gastando vuestra santa vida, en buena lid, un día, voló
vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega grande de amor y fe,
Santa Patrona de las novias, esposas y viudas del mundo;
¡Oh!, Santa Adelaida, “viva emperatriz de la luz de Cristo”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Diciembre 16
Santa Alicia
Emperatriz de Italia
Sesenta y ocho años llenos de agitación en los que una
mujer de las importantes quiso y supo ser “testigo” de Cristo. Esta fue
Adelaida o Alicia, emperatriz en Italia.
Casada muy joven con el rey de Italia Lotario, se le prometía una
vida feliz con su recién nacida hija Emma y probablemente el matrimonio
deseaba terminar sus días “comiendo perdices”, como se pone fin a los
cuentos de princesas y príncipes que probablemente también en su época
se contaban. Pero a veces los planes de la Providencia no coinciden con
los de los hombres; se complican, van y vienen por tortuosos senderos,
en muchas ocasiones imprevistos y en otras muy dolorosos, de los que el
Señor sabe sacar mayores bienes. Así pasó.
En realidad toda su vida estuvo envuelta en las turbulencias
políticas y militares propias del tiempo. Cuando murió su primer marido
sólo tiene dieciocho años y, tan joven, ya es reina, madre y viuda. Otro
matrimonio, el segundo, la va a relacionar con la historia de los tres
primeros Otones: su marido, hijo y nieto. En su vida están presentes los
sufrimientos por cárcel y destierro. También entendió mucho de intrigas
de la Corte, de confabulación, de envidias, de traiciones y de
falsedades. Inculpablemente tuvo que soportar la incomprensión de
propios y extraños porque la ambición y el poder ciega los ojos de los
que no son buenos.
Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III.
Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la
anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La
emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los
necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio
para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le
injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas
de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo.
Magdeburgo es ejemplo de que propicia el resurgir de los templos.
Tenida por santa, muere en Salces, en la Alsacia, en el 999.
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)
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