¡Oh! Bendita conversión vuestra, San Pablo:
¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues? Os dijo el Señor
¿Quién eres, Señor? Preguntasteis vos
¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues! Os contestó la voz
¡Levantaos y entrad en la ciudad que allí se os dirá
lo que tenéis que hacer. Y, vos, os levantasteis del suelo,
pero cuando abristeis los ojos no podíais ver,
y os llevaron a Damasco. Y, allí, estuvisteis ciego tres días,
sin comer, ni beber nada. Y un tal Ananías fue
y cuando llegó a la casa, os impuso las manos y os dijo:
“Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció
en el camino, me ha enviado para que recobres
la vista y seas lleno del Espíritu Santo”.
Al instante cayó de vuestros ojos algo como escamas,
y recobrasteis la vista. Os levantasteis y fuisteis bautizado;
Y, en seguida os dedicasteis a predicar en las sinagogas,
el mundo todo de entonces y el de hoy por increíble que parezca,
afirmando que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh! Bendita y “viva” conversión vuestra, San Pablo, Apóstol.
¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues? Os dijo el Señor
¿Quién eres, Señor? Preguntasteis vos
¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues! Os contestó la voz
¡Levantaos y entrad en la ciudad que allí se os dirá
lo que tenéis que hacer. Y, vos, os levantasteis del suelo,
pero cuando abristeis los ojos no podíais ver,
y os llevaron a Damasco. Y, allí, estuvisteis ciego tres días,
sin comer, ni beber nada. Y un tal Ananías fue
y cuando llegó a la casa, os impuso las manos y os dijo:
“Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció
en el camino, me ha enviado para que recobres
la vista y seas lleno del Espíritu Santo”.
Al instante cayó de vuestros ojos algo como escamas,
y recobrasteis la vista. Os levantasteis y fuisteis bautizado;
Y, en seguida os dedicasteis a predicar en las sinagogas,
el mundo todo de entonces y el de hoy por increíble que parezca,
afirmando que Jesús es el Hijo de Dios. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh! Bendita y “viva” conversión vuestra, San Pablo, Apóstol.
© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Enero
La Conversión de San Pablo
Apóstol de los gentiles
Convertirse significa, para cada uno de nosotros, creer que Jesús se ha entregado a sí mismo por mi, por ti y por todos nosotros.
Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net
Dios, como a Pablo, te invita a la conversión
Hoy, 25 de enero, se hace memoria de la “Conversión de san Pablo” (…)
En el caso de Pablo, algunos prefieren no utilizar el término
conversión, porque -dicen- él ya era creyente, es más hebreo ferviente y
por ello no pasó de la no-fe a la fe, de los ídolos a Dios, ni tuvo que
abandonar la fe hebrea para adherirse a Cristo. En realidad, la
experiencia del Apóstol puede ser el modelo de toda auténtica conversión
cristiana.
La de Pablo maduró en el encuentro con el Cristo resucitado; fue este
encuentro el que le cambió radicalmente la existencia. En el camino de
Damasco sucedió para él lo que Jesús pude en el Evangelio de hoy: Saulo
se convirtió porque, gracias a la luz divina, “creyó en el Evangelio”.
En esto consiste su conversión y la nuestra: en creer en Jesús muerto y
resucitado y en abrirse a la iluminación de su gracia divina.
En aquel momento, Saulo comprendió que su salvación no dependía de
las obras buenas realizadas según la ley, sino del hecho que Jesús había
muerto también por él -el perseguidor- y que estaba, y está,
resucitado. Esta verdad, que gracias al Bautismo ilumina la existencia
de cada cristiano, alumbra completamente nuestro modo de vivir.
Convertirse significa, también para cada uno de nosotros, creer que
Jesús “se ha entregado a sí mismo por mí”, muriendo en la cruz (cfr Gal
2,20) y, resucitado, vive conmigo y en mí. Confiándome al poder de su
perdón, dejándome tomar la mano por Él, puedo salir de las arenas
movedizas del orgullo y del pecado, de la mentira y de la tristeza, del
egoísmo y te toda falsa seguridad, para conocer y vivir la riqueza de su
amor.
Queridos amigos, la invitación a la conversión, valorada por el
testimonio de san Pablo, resuena hoy (…) El Apóstol nos indica la
actitud espiritual adecuada para poder progresar en el camino de la
comunión. “Ciertamente no he llegado a la meta -escribe a los Filipenses
-, no he llegado a la perfección; pero me esfuerzo en correr para
alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús” (Fil
3,12).
Ciertamente, nosotros los cristianos no hemos conseguido llegar aún a
la meta de la unidad plena, pero si nos dejamos continuamente convertir
por el Señor Jesús, llegaremos seguramente.
La Virgen María, Madre de la Iglesia una y santa, nos obtenga el don
de una conversión verdadera, para que cuanto antes se realice el anhelo
de Cristo: “Ut unum sint”.
Fragmento de las palabras de SS Benedicto XVI durante el Ángelus, en la Fiesta de la Conversión de San Pablo 25 enero 2009.
(http://www.es.catholic.net/op/articulos/12632/dios-como-a-pablo-te-invita-a-la-conversin.html)
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