Día litúrgico: Lunes de la octava de Pascua
Texto del Evangelio (Mt 28,8-15): En aquel tiempo, las
mujeres partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y
corrieron a dar la noticia a sus discípulos. En esto, Jesús les salió al
encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y ellas se acercaron a Él, y
abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice Jesús: «No temáis»
(…).
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Adorar es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos del Papa Francisco) (Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, más que nunca, se hace necesaria la adoración. Adorar es
postrarse, es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios.
Sólo la verdadera humildad puede reconocer la verdadera grandeza, y
reconoce también lo pequeño que pretende presentarse como grande.
Una de las mayores perversiones de nuestro tiempo es que se nos
propone adorar lo humano dejando de lado lo divino. “Sólo al Señor
adorarás” es el gran desafío ante tantas propuestas de nada y vacío. No
adorar a los ídolos contemporáneos —con sus cantos de sirena— es el gran
desafío de nuestro presente. Ídolos que causan muerte no merecen
adoración alguna, sólo el Dios de la vida merece adoración y gloria.
—Adorar es decir “Dios” y decir “vida”. Adorar es ser testigos
alegres de su victoria, es no dejarnos vencer por la gran tribulación y
gustar anticipadamente de la fiesta del encuentro con el Cordero, el
único digno de adoración y en quien celebramos el triunfo de la vida y
del amor sobre la muerte y el desamparo.
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La adoración
Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona, España)
Hoy las mujeres que habían ido al sepulcro sienten una gran alegría
en sus corazones por el anuncio del ángel sobre la resurrección del
Maestro. Y salen “corriendo”: sus corazones explotarían si no lo
comunican a todos los discípulos. Jesús se hace el “encontradizo”: lo
hace con María Magdalena y la otra María… y con todos los hombres.
Por su encarnación, Dios se ha unido, en cierto modo, a todo hombre.
Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las
actitudes más profundas del ser humano ante nuestro Creador y Redentor:
la sumisión —pues se “asieron” a sus pies— y la adoración. La adoración
es la sumisión tierna que, en grado absoluto, sólo debemos dar a Dios.
—”No tengáis miedo”, nos dice Jesús. ¿Miedo del Señor? Nunca, ¡si es
el Amor de los amores! ¿Temor de perderlo? Sí, porque conocemos la
propia debilidad. Por esto nos agarramos bien fuerte a sus pies: ¡Señor,
no nos dejes!
(https://evangeli.net/evangelio-master/dia/2020-04-13)
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