¡Oh!, San Guillermo, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
y su amado santo, que, en la humildad de vuestra mortificación
el don de milagros recibisteis. “Es necesario que mediante
el trabajo de nuestras manos nos procuremos el sustento para
el cuerpo, el vestido aunque pobre y medios necesarios para
poder socorrer a los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el
día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo
al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación
y la de nuestros hermanos”. Decíais vos, e invitabais a los
que querían seguiros e imitaros al lado vuestro. Santiago de
Compostela, os recuerda vuestra peregrinación, cuando, cargando
cadenas, que casi arrastrar no podíais y, sin casi alimentaros,
a la casa de cierto caballero llegasteis y dijisteis: “Señor,
estas cadenas se me rompen continuamente y me hacen muchos
honores porque son vistas por todos. ¿No serías tan bueno
que me dieras una coraza para llevarla escondida junto a mis
carnes y un casquete para mi cabeza?” ¡Y, así fue! Con supremo
esfuerzo, y con dolor inenarrable, con Dios cumplisteis.
En Montevergine, fundasteis vuestro monasterio y purificasteis
la corte y los palacios de tanto pecado como se cometía.
Príncipes y labriegos, hombres y mujeres, su mala vida dejaron,
imitándoos y dejando todo, por seguir a Jesucristo. Y, vos,
hombre de virtuosa y humilde vida, después de haberos gastado
en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser
de luz, como justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Guillermo; “viva milagro de amor por el Dios Vivo”.
© 2020 Luis Ernesto Chacón Delgado
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y su amado santo, que, en la humildad de vuestra mortificación
el don de milagros recibisteis. “Es necesario que mediante
el trabajo de nuestras manos nos procuremos el sustento para
el cuerpo, el vestido aunque pobre y medios necesarios para
poder socorrer a los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el
día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo
al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación
y la de nuestros hermanos”. Decíais vos, e invitabais a los
que querían seguiros e imitaros al lado vuestro. Santiago de
Compostela, os recuerda vuestra peregrinación, cuando, cargando
cadenas, que casi arrastrar no podíais y, sin casi alimentaros,
a la casa de cierto caballero llegasteis y dijisteis: “Señor,
estas cadenas se me rompen continuamente y me hacen muchos
honores porque son vistas por todos. ¿No serías tan bueno
que me dieras una coraza para llevarla escondida junto a mis
carnes y un casquete para mi cabeza?” ¡Y, así fue! Con supremo
esfuerzo, y con dolor inenarrable, con Dios cumplisteis.
En Montevergine, fundasteis vuestro monasterio y purificasteis
la corte y los palacios de tanto pecado como se cometía.
Príncipes y labriegos, hombres y mujeres, su mala vida dejaron,
imitándoos y dejando todo, por seguir a Jesucristo. Y, vos,
hombre de virtuosa y humilde vida, después de haberos gastado
en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser
de luz, como justo premio a vuestra increíble entrega de amor y fe;
¡oh!, San Guillermo; “viva milagro de amor por el Dios Vivo”.
© 2020 Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Junio
Guillermo de Vercelli
Abad
Martirologio Romano: En Goleto, cerca de
Nusco, en la Campania italiana, san Guillermo, abad, el cual, nacido en
Vercelli, se hizo peregrino y pobre por amor a Cristo, y, aconsejado
por san Juan de Matera, fundó el monasterio de Monte Virgen, en el que
reunió a unos monjes a los que impartió una profunda doctrina
espiritual, y también otros diversos monasterios, tanto masculinos como
femeninos, en varias regiones de la Italia meridional.
San Guillermo fue el abad y fundador de una congregación religiosa conocida como los ermitaños de Monte Virgen.
Biografía
Guillermo nació en Vercelli, Italia, en 1085, de una familia
acomodada en. Sus padres murieron cuando él era un bebé y fue criado por
familiares. Cuando Guillermo tenía catorce años, se fue en
peregrinación a Santiago de Compostela en España. Allí decidió que
quería vivir sólo para Dios y se convirtió en un ermitaño.
Un día se Dios obró un milagro a través de este Santo en donde sanó a
un hombre ciego, y de repente se hizo muy famoso sin siquiera quererlo.
Pronto, sacerdotes y laicos se comenzaron a acercar a él y querían
aprender de su forma de vida y orar con él. Guillermo era demasiado
humilde como para ser feliz con la admiración de la gente. Él realmente
quería seguir siendo un ermitaño para que pudiera dar toda su atención a
Dios, pero no pudo quedarse sólo. Muchos hombres se reunieron en torno
al santo y el pueblo entero se multiplicó, así que comenzó una comunidad
religiosa y construyó un monasterio al que dedicó a la Virgen María.
Sus seguidores se convirtieron en monjes del monasterio. Las personas nombraron a la montaña como la montaña de la Virgen.
Después de un tiempo, algunos de los monjes comenzaron a quejarse de
que la vida en el monasterio era demasiado duro. Ellos querían una mejor
alimentación y que el trabajo fuese más fácil. Guillermo no quería
aligerar la regla ni para sí mismo. Por el contrario, eligió un nuevo
jefe para los monjes. Entonces él y cinco fieles seguidores iniciaron
otro monasterio, tan estricto como al que estaban acostumbrados.
Una amistad santa
Uno de sus compañeros fue San Juan de Mantua. Tanto Guillermo y Juan
de Mantua eran líderes y grandes amigos, pero ellos vieron las cosas de
manera diferente. Pronto se dieron cuenta de que cada uno lo haría mejor
si trabajaban por separados, así que cada uno inició un monasterio.
Juan se fue al este y Guillermo se fue al oeste. Ambos hicieron muy
bien. De hecho, ambos se convirtieron en santos.
Más tarde, Guillermo se convirtió en el consejero del rey Roger I de
Nápoles y el rey, a cambio, ayudó mucho a San Guillermo en todas las
necesidades del monasterio. La buena influencia que Guillermo ejercía en
el rey, hizo que algunos hombres malvados, pertenecientes a la corte,
se pusieran muy celosos. Trataron de demostrar al rey que Guillermo era
una persona mala, y que se escondía detrás de un hábito santo.
Enviaron una mala mujer para tentar a Guillermo y hacerlo pecar, pero
fracasaron. Más bien, Guillermo logró que la mujer se lamentara de lo
que había hecho. Ella se arrepintió y abandonó su vida de pecado.
San Guillermo murió el 25 de junio 1142 en Guglietto en Italia.
Cuando San Guillermo murió, él aún no había escrito una regla oficial
para sus religiosos; su segundo sucesor, Roberto, por temor a la
disolución de una comunidad sin constituciones, los colocó bajo la de
San Benito, y es considerado como el primer abad de la Congregación
benedictina de Monte-Virgen
(http://www.pildorasdefe.net/liturgia/santoral-catolico-san-guillermo-vercelli-abad-25-junio)
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