¡Oh!, San León Magno; vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y aquél que, se entregó íntegro al
servicio del Dios Vivo, tanto que, las huestes del mal
por doquier aparecieron para atacar y destruir la cristiana
doctrina de Cristo, Señor y Dios Nuestro. Pero, vos, fiel
a vuestras convicciones, con todas acabasteis, una a una,
tanto que, hasta el cruel Atila, huyó de vos. Con vuestras
obras de amor y fe; y la santidad llevando como coraza
a los hombres exhortabais en aquellas bellas navideñas
noches con esta viva reflexión: “Reconoce oh, cristiano tu
dignidad, El Hijo de Dios, se vino del cielo, por salvar tu
alma”. Y, la gente maravillada os escuchaba. Vuestro papado
muestras dio de poseer grandes cualidades para ese santo
oficio, predicando todo el tiempo y prueba de ello,
se conservan hasta hoy, noventa y seis bellísimos sermones.
A los que estaban lejos, los instruíais por medio de cartas,
llenas de Dios y de su inagotable Amor. Vuestra fama de sabio,
muy grande era, tanto que, en el Concilio de Calcedonia,
vuestros enviados leyeron la carta que vos, enviasteis
y los seiscientos obispos, os ovacionaron, y de pie exclamaron:
“San Pedro ha hablado por boca de León”. Y, después de Atila,
otro vil enemigo surgió: ¡Genserico!, jefe de los vándalos,
que saqueó Roma, pero, no logró incendiarla. Así, pues,
y durante los veintiún años que vuestro pastoreo duró, tanto
a enemigos internos como a los externos los enfrentasteis,
incluidos los que osaron destruir Roma y aquellos, que con sus
herejías engatuzar a los católicos deseaban. Y, así, y, luego
de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra
alma al cielo, para coronada ser con corona de luz, como justo
premio a vuestra entrega increíble de gran amor y sabiduría;
¡Oh!, San León Magno; “viva santidad y Amor del Dios Vivo”.
© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Noviembre
San León Magno
Pontífice
Año 461
Bendito sea Dios que ha enviado a su Santa Iglesia, jefes tan santos y tan sabios. Que no deje nunca el Señor de enviarnos pastores como San León Magno.
Lo llaman “Magno”, porque fue grande en obras y en santidad. Es el Pontífice más importante de su siglo. Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos: los externos que querían invadir y destruir a Roma, y los internos que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.
Nació en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional que era el latín. Llegó a ser Secretario del Papa San Celestino, y de Sixto III, y fue enviado por éste como embajador a Francia a tratar de evitar una guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos generales. Estando por allá le llegó la noticia de que había sido nombrado Sumo Pontífice, el año 440.
Desde el principio de su pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades para ese oficio. Predicaba al pueblo en todas las fiestas y de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina. A los que estaban lejos los instruía por medio de cartas. Se conservan 144 cartas escritas por San León Magno.
Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron: “San Pedro ha hablado por boca de León”.
En el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la yerba. El Papa San León salió a su encuentro y logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra, de Hungría.
En el año 455 llegó otro enemigo feroz, Genserico, jefe de los vándalos. Con este no logró San León que no entrara en Roma a saquearla, pero sí obtuvo que no incendiara la ciudad ni matara a sus habitantes. Roma quedó más empobrecida pero se volvió más espiritual.
San León tuvo que enfrentarse en los 21 años de su pontificado a tremendos enemigos externos que trataron de destruir la ciudad de Roma, y a peligrosos enemigos interiores que con sus herejías querían engañar a los católicos. Pero su inmensa confianza en Dios lo hizo salir triunfante de tan grandes peligros. Las gentes de Roma sentían por él una gran veneración, y desde entonces los obispos de todos los países empezaron a considerar que el Papa era el obispo más importante del mundo.
Una frase suya de un sermón de Navidad se ha hecho famosa. Dice así: “Reconoce oh cristiano tu dignidad, El Hijo de Dios se vino del cielo por salvar tu alma”. Murió el 10 de noviembre del año 461.
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