¡Oh!, Santa Inés, vos, sois la hija del Dios de la vida,
su amada santa y mártir. San Ambrosio habló de vos, así:
“Se refiere que ella tenía sólo trece años cuando fue
martirizada. Y notemos el poder de la fe que consigue
hacer mártires valientes en tan tierna edad. Casi no había
sitio en tan pequeño cuerpo para tantas heridas. Se mostró
valientísima ante las más ensangrentadas manos de los
verdugos y no se desanimó cuando oyó arrastrar con estrépito
las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la espada del soldado
furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los
ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando,
y desde el fondo de la hoguera hizo el signo de la cruz,
señal de la victoria de Jesucristo. Presentó sus manos
y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña
que aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban
menos ella. Las gentes admiraban la generosidad con la cual
brindaba al Señor una vida que apenas estaba empezando a
vivir. Estaban todos asombrados de que a tan corta edad pudiera
ser ya tan valerosa mártir en honor de la Divinidad. Cuántas
amenazas empleó el tirano para persuadirla. Cuántos halagos
para alejarla de su religión. Mas ella respondía: La esposa
injuria a su esposo si acepta el amor de otros pretendientes.
Únicamente será mi esposo el que primero me eligió, Jesucristo.
¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no
quiero sea de ojos que no deseo complacer. Llegado el momento
del martirio. Reza. Inclina la cabeza. Hubierais visto temblar
el verdugo lleno de miedo, como si fuera él quien estuviera
condenado a muerte. Su mano tiembla. Palidece ante el
horror que va a ejecutar, en tanto que la jovencita mira sin
temor la llegada de su propia muerte. He aquí dos triunfos
a un mismo tiempo para una misma niña: la pureza y el
el martirio”. El hijo del alcalde de Roma os pretendía y
a él le dijisteis: “He sido solicitada por otro Amante. Yo amo
a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo
amaré y seguiré siendo casta”. ¡Y, éste fue vuestro delito!
Os quitaron vuestra terrena vida, pero, ganasteis, la eternidad
como premio a vuestra entrega increíble de amor a Cristo, pues,
“con mínimas fuerzas superó grandes peligros”, como dice San
Dámaso en vuestro epitafio. !Mártir de la virginidad y Santa
Patrona de las jóvenes vírgenes de todo el orbe de la tierra!;
¡oh!, Santa Inés, “viva pureza del Dios de la Vida y del Amor”.
© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Hoy, 21 de enero, se celebra la fiesta de Santa Inés, patrona de las jóvenes, las novias, las prometidas en matrimonio, los jardineros y de quienes quieren vivir la virtud de la pureza. A Santa Inés se le vincula, a partir de su nombre, con los corderos blancos y su lana. De hecho, “Inés” proviene del nombre “Agnes”, y este, a su vez, del vocablo latino “Agnus”, cordero. En la liturgia la lana blanca tiene una delicada presencia. Con ella se confecciona el palio arzobispal, ornamento distintivo del arzobispo metropolitano o del Papa cuando preside una celebración.
De acuerdo a la tradición más conocida, Inés era una joven hermosa, de familia noble y que era pretendida por muchos ricos e influyentes jóvenes romanos. Al haberlos rechazado aduciendo que estaba comprometida con Cristo, fue denunciada como cristiana ante las autoridades civiles. Estas dispusieron un execrable castigo -penosamente común entre las doncellas que querían mantenerse vírgenes-: Inés sería llevada a un prostíbulo para ser ultrajada y así doblegar su voluntad. Contra lo que esperaban las autoridades, de acuerdo a la leyenda, Inés escapó ayudada por ángeles, en medio de varias señales celestes que la protegieron. Entonces, los romanos organizaron su recaptura. Al ser hallada, Inés supo que lo que le esperaba era la muerte. Primero, fue puesta en la hoguera, pero las llamas no le hicieron daño. Luego, se decidió concluir el trance llevándola ante el verdugo para ser decapitada. Así murió el año 304.
Constantina -hija del emperador Constantino- edificó una basílica en honor de Inés en la Vía Nomentana de Roma. Su fiesta comenzó a celebrarse a mediados del siglo IV.
De acuerdo al tratado de San Ambrosio sobre las vírgenes, Santa Inés murió con tan solo doce años. Pese a su juventud dio ejemplo de inmensa fortaleza al permanecer firme durante el martirio. Cuenta el Santo que Inés se mantuvo “inalterable, al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas”.
Añade el mismo San Ambrosio: “No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria… Resultó así que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una niña que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales”.
Se dice también que el verdugo, inquieto por el monstruoso encargo de asesinar a una niña, hizo lo posible para convencerla de que acepte a alguno de los pretendientes, pero Santa Inés respondió: “sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que no quiero”.
La Santa oró y dobló la cerviz ante el verdugo, al que le temblaba la diestra para dar el golpe, mientras ella permanecía serena. “En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio”, recuerda San Ambrosio.
A Santa Inés se le representa como una niña o jovencita orando, con una diadema en la cabeza y una especie de estola sobre los hombros, en alusión al palio -hecho de lana blanca-. A sus pies -o a veces en sus brazos- suele representarse un cordero. Aparece también rodeada de algunos objetos (pira, espada, palma y lirios).
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