Texto del Evangelio (Mt 22,1-14):En aquel tiempo,
tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El
Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de
bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda,
pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo:
Decid a los invitados: ‘Mirad, mi banquete está preparado, se han matado
ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la
boda’.
»Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo,
el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los
escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio
muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces
dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran
dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis,
invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a
todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó
de comensales.
»Entró el rey a ver a los comensales, y al notar
que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo
has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el
rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las
tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’.
Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».
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«Id a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda» P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza, Argentina)
Hoy, Jesús nos muestra al rey (el Padre), invitando —por medio de sus
“siervos” (los profetas)— al banquete de la alianza de su Hijo con la
humanidad (la salvación). Primero lo hizo con Israel, «pero no quisieron
venir» (Mt 22,3). Ante la negativa, el Padre no deja de insistir:
«Mirad mi banquete está preparado, (…) y todo está a punto; venid a la
boda» (Mt 22,4). Pero ese desaire, de escarnio y muerte de los siervos,
suscita el envío de tropas, la muerte de aquellos homicidas y la quema
de “su” ciudad (cf. Mt 22,6-7): Jerusalén.
Así es que, otros
“siervos” (los apóstoles) —fueron enviados a ir por «los cruces de los
caminos» (Mt 22,9): «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas…», dirá más tarde el Señor Jesús en Mt 28,19— y así fuimos
invitados nosotros, el resto de la humanidad, es decir, «todos los que
encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales»
(Mt 22,10): la Iglesia.
Aun así, la cuestión no es sólo estar en
la sala de bodas por la invitación, sino que tiene mucho que ver también
con la dignidad con la que se está (el «traje de boda», cf. Mt 22,12).
San Jerónimo comentó al respecto: «Los vestidos de fiesta son los
preceptos del Señor y las obras cumplidas según la Ley y el Evangelio
que son las vestiduras del hombre nuevo». Es decir, las obras de la
caridad con las que se debe acompañar a la fe.
Conocemos que la
Madre Teresa de Calcuta, salía todas las noches a las calles de Calcuta a
recoger moribundos para darles, con amor, un buen morir: limpios, bien
arropados y, si era posible, bautizados. Cierta vez comentó: «No tengo
miedo de morir, porque cuando esté delante del Padre, habrá tantos
pobres que le entregué con el traje de bodas que sabrán defenderme».
¡Bienaventurada ella! —Aprendamos la lección nosotros.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si Él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a vivir conforme al cristianismo» (San Ignacio de Antioquía)
- «La medicina ha alargado el tiempo del hombre. ¿Pero de verdad tenemos tiempo? ¿O nos tiene el tiempo a nosotros? La mayoría, en todo caso, no tiene tiempo para Dios, necesita su tiempo para sí, para sus “negocios”…» (Benedicto XVI)
- «Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: ‘Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman’ (1Cor 2,9)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.027)
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