¡Oh!, San Sebastián, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
y su amado santo, aquél hombre que, soldado hecho
persististeis en la fe de Cristo, por Él y en Él. Al ser
capitán de la primera corte de la guardia pretoriana, erais
respetado por todos y apreciado por el emperador quien no
sabía de vuestra cualidad de cristiano. Así, cumplíais con
vuestro trabajo militar, pero no participabais en los ritos
idolátricos. Además, como buen cristiano, ejercitabais el
apostolado entre vuestros compañeros, visitabais y alentabais
a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Por
vuestra actitud fuisteis denunciado ante el cruel Maximino,
quien os obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a
Cristo. Y vos, escogisteis la milicia de vuestro Maestro Cristo;
y así, desairado vuestro terreno jefe os amenazó de muerte, pero
vos, convertido en soldado de Cristo por la Confirmación, os
mantuvisteis firme en vuestra fe, cosa que enfureció más, al idólatra
que os condenó a morir a flechazos. Os prendieron y os llevaron
al estadio, donde os desnudaron, os ataron a un poste y
lanzaron sobre vos, una lluvia de flechas, dándoos por muerto.
Pero, vuestros amigos que estaban al acecho, se acercaron,
y al veros con vida aún, os llevaron a casa de Irene, una noble
cristiana romana, que os mantuvo escondido en su casa y os curó
las heridas hasta restableceros. Vuestros amigos os aconsejaron
que os ausentases de Roma, pero vos, os negasteis rotundamente
pues vuestro corazón ardoroso del amor de Cristo, os pedía que
continuaseis anunciando a vuestro Señor. Y, os presentasteis
con valor sobrenatural ante vuestro terrenal jefe, y él, lleno
de pavor y desconcierto, escuchó vuestro reproche enérgico
por su conducta de perseguir a los cristianos. Y, el infeliz
lleno de rabia y cólera, ordenó que os azotaran hasta morir, y los
soldados cumplida su misión, tiraron vuestro cuerpo a un
lodazal. Y, aunque vuestra vida, no la acabaron las flechas,
sino la venganza de Maximino, nunca os mataron el alma que hoy,
goza con justicia divina de las riquezas del prometido cielo,
Santo Patrono de los soldados arqueros y atletas del orbe;
¡oh!, San Sebastián, “viva luz venerable del amor a Cristo Jesús”.
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
San Sebastián
Mártir
Sebastián, hijo de familia militar y noble, era oriundo de Narbona, pero se había educado en Milán. Llegó a ser capitán de la primera corte de la guardia pretoriana. Era respetado por todos y apreciado por el emperador, que desconocía su cualidad de cristiano. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos.
Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Esta situación no podía durar mucho, y fue denunciado al emperador Maximino quien lo obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a Jesucristo.
El santo escogió la milicia de Cristo; desairado el Emperador, lo amenazó de muerte, pero San Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la confirmación, se mantuvo firme en su fe. Enfurecido Maximino, lo condenó a morir asaeteado: los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto. Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.
Sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor. Se presentó con valentía ante el Emperador, desconcertado porque lo daba por muerto, y el santo le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos. Maximino mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión y tiraron su cuerpo en un lodazal.
Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.El culto a San Sebastián es muy antiguo; es invocado contra la peste y contra los enemigos de la religión, y además es llamado además el Apolo cristiano ya que es uno de los santos más reproducidos por el arte en general.
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