¡Oh!, Santa Inés de Montepulciano; vos sois
la hija del Dios de la Vida, su sierva humilde
y amada santa, que entregasteis vuestro cuerpo
y alma a los brazos de su Providencia Divina,
desde el día aquél, en que, se os apareció
Santo Domingo de Guzmán y os dijo vívidamente:
“Es voluntad de Dios que tú viajes en la barca
de la Comunidad Dominicana”. Y, así, obediente
como erais, por la vida marchasteis, guiándoos
por su luz, y la luz, que vos misma fuisteis,
pues guiasteis como "viva lámpara" a las mujeres
y los hombres de vuestro tiempo y del nuestro.
¡Milagros y éxtasis! ¡Éxtasis y milagros!, como
el agua que corre, y que cae del cielo y todo
cuanto hacíais, decíais y pedíais, eran las
gracias que Dios Padre os concedía con amor.
Ayunabais casi todos los días y dormíais en el
suelo duro, teniendo por almohada una piedra.
Por orden médica, tuvisteis que trataros sin
muchas asperezas. Dice San Raimundo, que Dios
os permitía visiones celestiales, y que, un día
lograsteis ver cómo era Jesús cuando era Niño.
Cuando os encontrabais en la despensa, cierto
día, no hallasteis alimentos para vuestras monjas,
y entonces rezasteis con mucha fe y de pronto
se llenó de comestibles. Casi a menudo os veían
levantada por los aires mientras os llegaban
los éxtasis de la oración. Un día, un ángel se
os apareció ofreciéndoos un cáliz de amargura
y os dijo: “Como Jesús, en esta tierra tendrás
que beber el cáliz de la amargura, pero para
la eternidad te espera la corona de gloria que
nunca se marchita”. Cuando estabais a punto de
entregar vuestra alma a Dios, oísteis que vuestras
religiosas lloraban y les dijisteis emocionada:
“Si en verdad me aman, alégrense de que voy al
Padre Dios a recibir su herencia eterna. No se
afanen que desde la eternidad las encomendaré
siempre”. Y, luego os marchasteis de este mundo,
para recibir corona de luz, como justo premio
a vuestra entrega increíble de amor y viva fe;
¡Oh!, Santa Inés de Montepulciano "vivo amor por Cristo Vivo"
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Abril
Santa Inés de Montepulciano
Religiosa
(1317)
Oración
Que nos contagie Inés de su gran amor por Jesús Crucificado.
Historia
Nació
en Montepulciano, (Italia) en 1268 y fue una de las figuras más
brillantes de la Orden de Santo Domingo. A los 9 años obtuvo que sus
padres (que eran de una de las principales familias de la ciudad) la
dejaran irse a vivir a un convento de religiosas. Allí su seriedad y su
comportamiento tan inteligente le atrajeron de tal manera la confianza
de las superioras que cuando apenas tenía catorce años la encargaron ya
de la portería del convento y de recibir las visitas.
Cuando
ella tenía 15 años, la superiora de aquella comunidad fue trasladada a
fundar un convento en otra ciudad, y pidió que le dejaran llevar como
principal colaboradora a Inés, porque era una joven de una
extraordinaria responsabilidad en todo lo que hacía.
Y sucedió
por aquellos tiempos que las gentes de Montepulciano dispusieron crear
unas casas para religiosas. Pidieron que les fuera enviada como
superiora del nuevo convento la joven Inés, cuya santidad ya era notoria
en todos los alrededores. Ella siendo tan joven, aceptó el cargo porque
confiaba en que Dios le iba a ayudar de maneras sorprendentes. Y así
sucedió.
Estaba Inés pensando a qué comunidad religiosa debia
ella confiar a las monjitas de su nuevo convento, cuando una noche en
una visión se le aparecieron en el mar muchas barcas con distintos
patronos, invitándola a navegar en ellas. Pero una barca tenía por
piloto a Santo Domingo de Guzmán y este santo le decía: “Es voluntad de
Dios que tú viajes en la barca de la Comunidad Dominicana”. Desde
entonces se propuso afiliar a sus religiosas a la Comunidad de padres
Dominicos. Y así ella llegará a ser una de las glorias de esta
comunidad, y lo mismo lo será su gran devota, Santa Catalina de Siena.
Desde
muy joven ayunaba casi todos los días y dormía en el duro suelo y tenía
por almohada una piedra. Después la salud se le resintió y por orden
del médico tuvo que suavizar esas mortificaciones. San Raimundo cuenta
que Dios le permitía visiones celestiales, que un día logró ver cómo era
Jesús cuando era Niño. Otra vez estando la despensa del convento
desprovista y no habiendo alimentos para las monjas, ella rezó con fe y
la despensa apareció llena de comestibles.
La veían levantada por
los aires mientras le llegaban los éxtasis de la oración. Un ángel se
le apareció ofreciéndole un cáliz de amargura y le dijo: “Como Jesús, en
esta tierra tendrás que beber el cáliz de la amargura, pero para la
eternidad te espera la corona de gloria que nunca se marchita”.
Santa
Catalina de Siena que fue a Montepulciano a visitar el cadáver de Santa
Inés, el cual después de 30 años, todavía se encontraba incorrupto,
profesaba una gran veneración a esta santa y en una carta que escribió a
las religiosas de esa comunidad les dice:
“Les recomiendo que sigan las enseñanzas de la hermana Inés y traten de imitar su santa vida, porque dio verdaderos ejemplos de caridad y humildad. Ella tenía en su corazón un gran fuego de caridad, regalado por el mismo Dios, y este fuego le producía un inmenso deseo de salvar almas y de santificarse por conseguir la salvación de muchos. Y después de la caridad lo que más admiraba en ella era su profunda humildad. Siempre oraba y se esforzaba por conservar y aumentar estas dos virtudes. Y lo que le ayudaba mucho a crecer en santidad era que se había despojado de todo deseo de poseer bienes materiales o de darle gusto a sus inclinaciones sensuales, y el dominar continuamente su amor propio. Su corazón estaba totalmente lleno de amor a Cristo Crucificado, y este amor echaba fuera los amores mundanos y los apegos indebidos a lo que es terrenal. Ella ofrecía en sacrificio a Dios su propia sensualidad. Para esta buena religiosa el mejor tesoro era Cristo crucificado, en quien meditaba siempre y a quien tanto amaba”.
Hermoso relato redactado por una gran santa, acerca de otra santa también muy admirable.
San Raimundo cuenta que muchos testigos le declararon haber presenciado hechos milagrosos en la vida de Santa Inés.
Cuando
estaba moribunda, oyó que sus religiosas lloraban y les dijo
emocionada: “Si en verdad me aman, alégrense de que voy al Padre Dios a
recibir su herencia eterna. No se afanen que desde la eternidad las
encomendaré siempre”.Murió en el mes de abril del año 1317 a la edad de
49 años, y en su sepulcro se han obrado muchos milagros.
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Inés_de_Montepulciano_4_19.htm)
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