Texto del Evangelio (Mc 14,12-16.22-26):
El primer día de los Ázimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres
que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de
Pascua?». Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la
ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua;
seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: ‘El Maestro
dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis
discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya
dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros». Los
discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les
había dicho, y prepararon la Pascua.
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios».
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
«Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre»
Hoy, celebramos solemnemente la
presencia eucarística de Cristo entre nosotros, el “don por excelencia”:
«Éste es mi cuerpo (...). Ésta es mi sangre» (Mc 14,22.24).
Dispongámonos a suscitar en nuestra alma el “asombro eucarístico” (San
Juan Pablo II).
El pueblo judío en su cena pascual conmemoraba la historia de la
salvación, las maravillas de Dios para con su pueblo, especialmente la
liberación de la esclavitud de Egipto. En esta conmemoración, cada
familia comía el cordero pascual. Jesucristo se convierte en el nuevo y
definitivo cordero pascual sacrificado en la cruz y comido en Pan
Eucarístico.
La Eucaristía es sacrificio: es el sacrificio del cuerpo inmolado de
Cristo y de su sangre derramada por todos nosotros. En la Última Cena
esto se anticipó. A lo largo de la historia se irá actualizando en cada
Eucaristía. En Ella tenemos el alimento: es el nuevo alimento que da
vida y fuerza al cristiano mientras camina hacia el Padre.
La Eucaristía es presencia de Cristo entre nosotros. Cristo resucitado y
glorioso permanece entre nosotros de una manera misteriosa, pero real
en la Eucaristía. Esta presencia implica una actitud de adoración por
nuestra parte y una actitud de comunión personal con Él. La presencia
eucarística nos garantiza que Él permanece entre nosotros y opera la
obra de la salvación.
La Eucaristía es misterio de fe. Es el centro y la clave de la vida de
la Iglesia. Es la fuente y raíz de la existencia cristiana. Sin vivencia
eucarística la fe cristiana se reduciría a una filosofía.
Jesús nos da el mandamiento del amor de caridad en la institución de la
Eucaristía. No se trata de la última recomendación del amigo que marcha
lejos o del padre que ve cercana la muerte. Es la afirmación del
dinamismo que Él pone en nosotros. Por el Bautismo comenzamos una vida
nueva, que es alimentada por la Eucaristía. El dinamismo de esta vida
lleva a amar a los otros, y es un dinamismo en crecimiento hasta dar la
vida: en esto notarán que somos cristianos.
Cristo nos ama porque recibe la vida del Padre. Nosotros amaremos
recibiendo del Padre la vida, especialmente a través del alimento
eucarístico.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, siendo la más maravillosa de sus obras. Y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia» (Santo Tomás de Aquino)
«La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén Celestial que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino» (San Juan Pablo II)
«Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la gloria que tendremos junto a Él: la participación en el Santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen María y a todos los santos» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.419)
(https://evangeli.net/evangelio/dia/2024-06-02)
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