19 septiembre, 2011

San Jenaro


Oh, San Jenaro sois vos, el
hijo del Dios de la vida y santo
maravilloso, cuya sangre
santificada y bendita, por
los siglos de los siglos; a la
vida vuelve, al solo recuerdo
de vuestro martirio, aquél día
en que vos entregasteis vuestra
vida, a la luz del misterio de
vuestra fe. Hicieron nada, con
vos las fieras, pero el hombre,
os quitó la vida, pero, ¿qué es
él, ante el Padre del universo?
¡polvo es y nada! ¡sólo eso!, y
voló, vuestra alma al cielo,
para coronada ser, con corona
de eterna e inmarcesible luz,
sangre del espíritu de Dios;
oh, Jenaro Santo; ¡sangre viva!.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Septiembre
San Jenaro
Mártir
Año 305

El discípulo no es más que su maestro. Si a mí me han perseguido también a vosotros os perseguirán. (Jesucristo, Jn. 15,20). Este santo, famoso por el prodigio de su sangre que se obra cada año en Nápoles, (Italia) era obispo de esa ciudad cuando estalló la terrible persecución de Diocleciano. Fue hecho prisionero y encerrado en una oscura cárcel, junto con sus diáconos y colaboradores. Los llevaron al anfiteatro o coliseo para que fueran devorados por las fieras. Pero estas, aunque estaban muy hambrientas, se contentaron con dar vueltas rugiendo alrededor de ellos. Entonces la chusma pidió a gritos que les cortaran la cabeza a estos valientes cristianos. Y así lo hicieron. Personas piadosas recogieron un poco de la sangre de San Jenaro y la guardaron.

La fama universal de que goza San Jenaro se debe a un milagro que se obra todos los años en Nápoles. Este milagro se viene obrando desde hace 400 años, sin que lo hayan podido explicar ni los sabios ni los estudiosos o investigadores. Un sacerdote expone en el altar una ampolleta del tamaño de una pera, que contiene la sangre solidificada del santo. La coloca frente a la urna que contiene la cabeza del santo. Todos empiezan a rezar, y de un momento a otro la sangre que estaba sólida y negruzca se vuelve líquida y rojiza, y crece de tamaño dentro de la vasija de vidrio donde está. El pueblo estalla en cánticos de alegría bendiciendo a Dios.

La ciudad de Nápoles le tiene un gran cariño a San Jenaro, porque además del prodigio de la liquefacción de la sangre, los ha librado varias veces de las temibles erupciones del volcán Vesubio. En 1631, millones de toneladas de lava se dirigían hacia la cuidad. El obispo llevó en procesión la sangre de San Jenaro y la lava cambió de dirección y la ciudad se salvó.

Señor: por la sangre de tus santos mártires, concédenos la gracia de perseverar toda nuestra vida fieles a la religión católica de librarnos de los estallidos de nuestras pasiones.


 

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