¡Oh!, Sagrada Epifanía que en Oriente y en Occidente
celebrada eres y que, significáis “manifestación”,
pues Vos, Señor de los cielos y la tierra, os revelasteis
a los paganos en la persona de los tres reyes magos.
Con vos, tres misterios se celebran: la adoración de
los magos, el bautismo de Cristo por Juan el “Bautista”
y el primer milagro de Jesucristo. “Ya viene el Señor
del universo, en sus manos está la realeza, el poder
y el imperio”. El verdadero rey que contemplamos en
esta festividad es el pequeño Jesús, y que los magos
utilizar supieron su saber astronómico para al Salvador
descubrir. Así, oro, incienso y mirra, os ofrecieron
en honor a Vuestra realeza, Vuestra divinidad y Vuestra
humanidad. Melchor, Gaspar y Baltasar, sois los peregrinos
de la estrella y sacerdotes del Dios Altísimo, que,
con lo que estaba escrito, cumplieron y anticipasteis
nuestra participación en la gloria de la inmortalidad
de Cristo, manifestada en una naturaleza mortal. Sois
pues, los que representáis la fiesta de la esperanza
y que prolongáis la Navidad en los corazones nuestros,
porque, sólo Dios salva, y nadie más, en este mundo;
¡oh!, Sagrada Epifanía, fiesta de oriente y occidente.
celebrada eres y que, significáis “manifestación”,
pues Vos, Señor de los cielos y la tierra, os revelasteis
a los paganos en la persona de los tres reyes magos.
Con vos, tres misterios se celebran: la adoración de
los magos, el bautismo de Cristo por Juan el “Bautista”
y el primer milagro de Jesucristo. “Ya viene el Señor
del universo, en sus manos está la realeza, el poder
y el imperio”. El verdadero rey que contemplamos en
esta festividad es el pequeño Jesús, y que los magos
utilizar supieron su saber astronómico para al Salvador
descubrir. Así, oro, incienso y mirra, os ofrecieron
en honor a Vuestra realeza, Vuestra divinidad y Vuestra
humanidad. Melchor, Gaspar y Baltasar, sois los peregrinos
de la estrella y sacerdotes del Dios Altísimo, que,
con lo que estaba escrito, cumplieron y anticipasteis
nuestra participación en la gloria de la inmortalidad
de Cristo, manifestada en una naturaleza mortal. Sois
pues, los que representáis la fiesta de la esperanza
y que prolongáis la Navidad en los corazones nuestros,
porque, sólo Dios salva, y nadie más, en este mundo;
¡oh!, Sagrada Epifanía, fiesta de oriente y occidente.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Desde oriente
Los Magos Reyes
Ya llegaron
Los Magos Reyes
Ya llegaron
Y en la arena
Contritas rodillas
Adoran al Dios Niño
Oro
Oro
Incienso y
Mirra
Para el Rey
del universoY en el mundo nuestro
¿Cuántos como Melchor, Gaspar y Baltazar?
¡¿Cuántos?! ¡¿Cuántos?! ¡¿Cuántos?!.
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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“Ya viene el Señor del universo;
en sus manos está la Realeza, el
Poder y el Imperio”.
Hombres y animales de la tierra Inclinaos ante el Rey de la Vida Y adoradle eternamente, porque
Montes, mares y montañas Abismos, desiertos y selvas Noches y días; estrellas y planetas
Bóveda celeste y universo entero Son su obra y portento maravilloso ¡Vos, sois Dios, desde siempre
Y por siempre!, -dijeron aquella Santa Noche-, Gaspar, Melchor y Baltasar. ¡Aleluya, Aleluya!.
“Ya viene el Señor del universo;
En sus manos está la Realeza, el
Poder y el Imperio”
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Enero
Solemnidad de la Epifanía del Señor
La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún
que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y
en Occidente se la adoptó en el curso del siglo IV. Epifanía, voz griega
que a veces se ha usado como nombre de persona, significa
“manifestación”, pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de
los magos.
Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser
tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un
mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los
magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que
Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y
que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los
discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la
fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los
reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a
esta solemnidad se canta: “Ya viene el Señor del universo; en sus manos
está la realeza, el poder y el imperio”. El verdadero rey que debemos
contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones
litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al
Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de
san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la
corte el paradero del “Rey de los judíos”. Los maestros de la ley
supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la
pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a
adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde
estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra,
sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el
reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su
divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la
leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el
texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la
estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa,
mago significa “sacerdote”. La tradición, más tarde, ha dado a estos
personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la
solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta
atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en
numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el
Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.
La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.
Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los
pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En
los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo,
llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la
humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.
Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor,
construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en
la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta
religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.
Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la
lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a
la voluntad redentora de Dios, “nunca” por méritos propios. Las diversas
culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su
genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Epifanía.htm)
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