Cuaresma y Semana Santa
Jueves Santo
Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?
Jesús, enséñame a quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro en el rostro de mis semejantes.
Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado
su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando
ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de
Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto
todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se
levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la
ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los
discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a
Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le
respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás
más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le
respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón
Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza».
Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo
limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a
entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos». Después que les
lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el
Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor
y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros
los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también
vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, dame tu luz para comprender que el amor, para
que realmente sea amor, tiene que concretarse en obras. ¡Tengo tanto que
aprender de ti, Señor! Creo, espero y te amo tanto que quiero, con tu
gracia, llegar a ser otro Cristo para los demás.
Petición
Señor, ayúdame a vivir desde hoy con una actitud de servicio y disponibilidad.
Meditación del Papa Francisco
Todos sabemos que vivir es caminar, vivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida.
Por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas,
curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad,
limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno
tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos
interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: “Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos”.
Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre
soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para
calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere
ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar,
recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y en la confianza.
Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una
misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo
de expulsión.
Vivir supone ensuciarse los pies por los caminos polvorientos de la
vida, de la historia. Todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser
lavados. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de septiembre de 2015).
Reflexión
Con este pasaje del Evangelio de San Juan quedamos introducidos en la
parte central de los acontecimientos más relevantes de nuestra fe. Ya
estamos de lleno en ellos.
LA ÚLTIMA CENA
Jesús quiere despedirse de sus seguidores. de sus compañeros, de sus
amigos. Otra vez su gran humildad. Su gesto fino y lleno de ternura. Va
lavándole los pies a aquellos hombres que lo habían visto ordenar a los
vientos y a las olas la quietud en la tormenta, que le habían visto dar
la luz a los ojos de los ciegos, hacer andar a los paralíticos, sanar a
los leprosos, resucitar a los muertos. Que lo habían visto radiante como
el sol en su Transfiguración y ahora, con un amor inconmensurable, con
una humildad sin límites les está lavando los pies.
Pedro está asustado, no acierta a comprender, pero ante las palabras
de Jesús y con su vehemencia natural, le pide que le lave de los pies a
la cabeza. Jesús va más allá, está pensando en la humanidad y en esta
humanidad estoy yo y falta poco para que no seamos lavados con agua,
sino con su sangre que nos limpia y nos redime.
Jesús, entre los doce están los pies de aquel que te va a traicionar.
Y creo que tus manos tuvieron que temblar al lavar los pies de Judas.
Acariciaste aquellos pies con amor y con tristeza y nos mandaste hacer
eso mismo con nuestros semejantes, sin distinciones de este por que me
cae bien o de este no por que me cae mal. ¡Que yo no olvide tu ejemplo y
tu mandato, Señor!.
Que a todos los que me rodean en mi cotidiano vivir yo los acepte
como son y tenga ante ellos esa postura de amor y de humildad que tú nos
pides.
Y nuestra pobre mente no alcanza a comprender todo el profundo
significado de este acto. Ya antes de morir te estás anonadando ante los
hombres y después otra locura de ese amor que te abrasa el alma, que
quema tu corazón por ello no quisiste dejarnos solos y poco después,
haces del pan tu Cuerpo y del vino tu Sangre y te quedas para ser
nuestro alimento.
Y ahora, presente en esa Hostia donde los ojos del que “se hizo hombre y habitó entre nosotros” nos miran con su infinito amor le podemos decir eso que siempre espera.
Propósito
Acercarme al sacramento de la reconciliación (confesión) para vivir plenamente el Triduo Pascual.
Diálogo con Cristo
Jesús Sacramentado, de rodillas te pedimos: Jesús, enséñame a
quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro en el rostro de
mis semejantes, enséñame, Jesús a ser buena, a que tú seas el Eje de mi
vida, esa vida que hoy pongo en tus manos. Señor, tenme muy cerca de tu
corazón y enséñame a acompañarte a Tí y a tu Santísima Madre con mi
oración en todos los amargos tormentos de la ya muy cercana muerte de
cruz Amén.
Cómo alcanzar la indulgencia plenaria en el Triduo Pascual.
El Santo Triduo Pascual y la Indulgencia Plenaria
Material Pastoral para Jueves Santo
Un valioso material para el Sábado Santo en el que encontrará, las
celebraciones litúrgicas y material pastoral muy útil para vivir los
dias santos en su comunidad parroquial, cristiana o en familia.
Mañana empieza a rezar la Novena a la Divina Misericordia. cuya fiesta se celebra el domingo siguiente a la Resurrección.
Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
“En nuestros tiempos, muchos son los fieles cristianos de todo el
mundo que desean exaltar esa misericordia divina en el culto sagrado y
de manera especial en la celebración del misterio pascual, en el que
resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los
hombres.
Acogiendo pues tales deseos, el Sumo Pontífice Juan Pablo II se
ha dignado disponer que en el Misal Romano, tras el título del Segundo
Domingo de Pascua, se añada la denominación “o de la Divina
Misericordia” ….. “ (Fragmento del Decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 5 de mayo de 2000.
Indulgencias en el Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
“Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones
habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por
las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo
de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u
oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado,
incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la
Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo
sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el
Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa
al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, “Jesús misericordioso,
confío en ti”)”.
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