Texto del Evangelio (Jn 14,23-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».
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«Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» + Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu (Sabadell, Barcelona, España)
Hoy, antes de celebrar la Ascensión y Pentecostés, releemos todavía
las palabras del llamado sermón de la Última Cena, en las que debemos
ver diversas maneras de presentar un único mensaje, ya que todo brota de
la unión de Cristo con el Padre y de la voluntad de Dios de asociarnos a
este misterio de amor.
A Santa Teresita del Niño Jesús un día le
ofrecieron diversos regalos para que eligiera, y ella —con una gran
decisión aun a pesar de su corta edad— dijo: «Lo elijo todo». Ya de
mayor entendió que este elegirlo todo se había de concretar en querer
ser el amor en la Iglesia, pues un cuerpo sin amor no tendría sentido.
Dios es este misterio de amor, un amor concreto, personal, hecho carne
en el Hijo Jesús que llega a darlo todo: Él mismo, su vida y sus hechos
son el máximo y más claro mensaje de Dios.
Es de este amor que lo
abarca todo de donde nace la “paz”. Ésta es hoy una palabra añorada:
queremos paz y todo son alarmas y violencias. Sólo conseguiremos la paz
si nos volvemos hacia Jesús, ya que es Él quien nos la da como fruto de
su amor total. Pero no nos la da como el mundo lo hace (cf. Jn 14,27),
pues la paz de Jesús no es la quietud y la despreocupación, sino todo lo
contrario: la solidaridad que se hace fraternidad, la capacidad de
mirarnos y de mirar a los otros con ojos nuevos como hace el Señor, y
así perdonarnos. De ahí nace una gran serenidad que nos hace ver las
cosas tal como son, y no como aparecen. Siguiendo por este camino
llegaremos a ser felices.
«El Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo
os he dicho» (Jn 14,26). En estos últimos días de Pascua pidamos
abrirnos al Espíritu: le hemos recibido al ser bautizados y confirmados,
pero es necesario que —como ulterior don— rebrote en nosotros y nos
haga llegar allá donde no osaríamos.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
- «Si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza» (San Ambrosio)
- «En toda la historia de la salvación, en la que Dios se ha hecho cercano a nosotros y espera pacientemente nuestros tiempos, incluyendo nuestras infidelidades, alienta nuestros esfuerzos y nos guía. En la oración aprendemos a ver los signos de este plan misericordioso» (Benedicto XVI)
- «La forma tradicional para pedir el Espíritu es invocar al Padre por medio de Cristo nuestro Señor para que nos dé el Espíritu Consolador. Jesús insiste en esta petición en su Nombre en el momento mismo en que promete el don del Espíritu de Verdad. Pero la oración más sencilla y la más directa es también la más tradicional: ‘Ven, Espíritu Santo’» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.671)
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